Capítulo 9: Crisis Existencial
Capítulo 9:
Crisis Existencial
A través de la negrura que envuelve su entorno suena en el aire ruidos repetitivos que se pierde en la oscuridad.
Esos ruidos se convierten en frases, frases horribles que el oyente reconoce aun y cuando la voz no es de la persona que tiene en mente. Se repiten una y otra vez en las sombras de aquella celda durante una eternidad. El oyente solo escucha, no produce sonido alguno, no se sabe qué hace porque no podemos verlo, esta todo tan oscuro y carente de luz. Lo único que llena en la habitación tragada en tinieblas son las serenas palabras que murmuran como una caricia…: “–Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor…”
El tiempo no existe: Las horas son tragadas por las palabras. Los minutos devorados por los interminables y repetitivos sonidos que ahogan el silencio. Los segundos consumidos por sollozos que acompañan el misterioso audio.
Entonces, regresa la luz. Aquel brillo artificial y nauseabundamente blanco resplandece la desnuda habitación teñida de blanco, donde colocado en el centro yace sentado una silueta tan pequeña, delgada y pálida que es difícil adivinar su edad.
Completamente desnudo se hallaba atado, con una mordaza de cuero en su boca para impedir que hable o grite, con las manos cubiertas para que no pudiera sentir nada, con los ojos vendados con pañuelo grueso para que no pudiera ver nada, incluso con las luces apagadas que, solo se prendían en un tiempo aproximado de 5 segundos. Como si alguien vigilara la condición de aquel muchacho solitario, con un ruido constante torturándolo; por lo que no podía escuchar excepto aquel audio.
Totalmente aislado.
–Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor. Debes portarte bien. Debes portarte mejor…
***
…Recordándolo, me pregunté si Alicia me habrá mentido por una buena razón. Cuando Cooper me lo dijo estaba muy asustada para pensar con claridad, además de que había olvidado muchas cosas en ese momento, como ese mensaje de voz que se cortó con un grito suyo. Imagino que lo habrá grabado tras hallar el celular de Anna y, dejó un mensaje en caso de que no sobreviviera. Porque eso es lo que dice. Supongo que el cansancio hizo que olvidara esa grabación que hizo. Cooper dijo también que ella hizo un trato con ellos antes de que sucediera todo esto, que ella no tenía idea de lo que tenía que hacer para cumplir su parte del contrato que haya aceptado. ¿Por qué? ¿Tendrá algo que ver con su madre?
Es toda una sorpresa. ¿Cómo se habrá enterado? Lo sé que sea que haya pasado no pudo contármelo, pero iba a hacerlo. Tal vez no sea la única que ha caído en una trampa, tal vez no sea la única ha seguido a ciegas este juego. Debería hablar con ella más tarde, me dio su teléfono, me advirtió que huyera. Lucia nerviosa con la Sra. Cooper… ¿Acaso ella fue quien involucró a Alicia en este asunto? Sospecho que sí.
La mujer cesa de profanar maldiciones, me mira y yo me quedo inmóvil por aquellos ojos teñidos de odio antes de que aparte la mirada abre de nuevo la nevera para sacar una botella de vino con una copa. Cuando se sirve tarda unos minutos en volver a hablar.
–Eso explica porque no me respondiste en las ocasiones anteriores –dice –te estuve llamándome desde que estaba en Nueva York, incluso antes de que vinieras a Portland.
Estuve a punto de preguntarle cuando me llamó cuando lo recordé: el mismo día que me enteré de la muerte de Anna recibí 12 llamadas de un número desconocido, mientras iba al trabajo, ese mismo día almorzaría con la Sra. Cooper. Tiene sentido, pero no esperaba que fuera ella. No tenía idea.
– ¿Por qué me llamabas? Hasta preguntarle me pone nerviosa. Ella suelta una bocanada de aire, exasperada.
–Anna me pidió que te sacara del país, para ello tuve que contactarte; así que vámonos de aquí antes de que nos encuentren.
– ¿La IMEGUE? –asiente mientras camina hacia la sala – ¿Cómo salí de allí?
–No seas tonta, tu no saliste, yo te saque de ahí –sonríe satisfecha –fue divertido ver la expresión de Sara y sus compinches.
– ¿Sara? Suspira, exasperada.
– ¿Cómo es que la conoces y no sepas su nombre? Hablo de la mujer que estaba contigo en la ambulancia, estabas tú inconsciente.
–Ah…yo la conozco como la Sra. Cooper.
–Su verdadero nombres es Sara Wilson, solo utilizó una identidad falsa para poder vigilar a Anna y a ti.
– ¿No se lo dijiste? ¿Qué Sara era una agente de la IMEGUE?
–Desconocía que ambas se conocían, me había mencionado que hablaría con alguien más que podría sacarte del país en caso de que yo no pudiera, y aun hay que ver si puedo. De seguro nos van a seguir para evitar que salgamos de aquí.
– ¿Por qué? ¿Qué quiere la IMEGUE de mí?
–Es algo que tú tienes que recordar…
***
Llevamos varias horas viajando desde que dejamos la cabaña donde llevaba una semana recuperándome de las lesiones del accidente. La carretera de asfalto se expande desde el horizonte bajo el cielo teñido de colores cálidos e incandescentes que derrama sobre el sendero ardiente por el calor del sol. Ella guardó los suministros que necesitábamos en la parte trasera de la camioneta roja que conduce, recorriendo a una velocidad acelerada dada nuestra situación. Durante esas horas no decimos nada. No me ha dicho su nombre y no estoy segura si confiar en ella o no, sabe más que los demás y por algún motivo me desprecia por el modo en cómo me habla y me trata. No sé cuál es su problema, solo nos quedamos calladas hasta que saco el teléfono de Alicia para escribirle a Alexandre. Desde que salí de Nueva York no he podido hablar con él, también ha estado tan ocupando como yo, y me atemoriza no saber que le ha sucedido…
– ¡¿Qué coño estás haciendo?!
– ¿Qué sucede?
–Pues sucede que llevas puesto un teléfono. ¿Dónde carajos lo sacaste?
–Eso no te incumbe.
– ¡Claro que sí! Deme acá esa basura. –Empezamos a forcejear, ella intentando arrebatarme el teléfono –si nos encuentra será culpa tuya, ahora que ya no estas con ellos van hacer lo posible por recuperarte, eso implica mover sus hilos e influencias para evitar que salgamos o para localizarte de algún modo. Ese teléfono es como una señal de humo que van a seguir.
–No, si necesitamos ayuda esto puede ser nuestra salvación. Le replico, molesta.
–O bien nuestra perdición –me grita – ¡Dámelo ahora!
–Aléjate de mí y no toque esto, no es tuyo. Maldita sea…
Ella vuelve resignada al volante echando humo por las orejas y yo disimuladamente escondo el teléfono donde no pueda agarrarlo, soltando un suspiro, agotada. Le escribiré a Alexandre luego. Volvemos a quedar en silencio hasta que no aguanto más y enciendo la radio. Buscando alguna emisora donde pueda oír música pop. En vez de eso, me encuentro con la noticia que anuncia un locutor en uno de los canales que han hallado al asesino que estaba detrás de los homicidios en Portland.
–…Gracias a la CIA, descubrieron que el autor de los asesinatos es un hombre de 35 años de nombre James Howard, profesor de la escuela primaria quien también está bajo sospecha de abuso sexual de menores antes de estos horribles sucesos que han marcado a Portland, la policía ha declarado desde ayer que la muerte de Andrew junto con la de otros oficiales que salieron de la ciudad para detener un vehículo en movimiento que causo sus muertes hace una semana el acusado ha tenido papel en ese asunto. Al parecer no se ha hallado ninguna víctima por la que alarmarse…
No puede ser. ¿Andrew ha muerto?
–No es posible… ¿Andrew murió junto con sus oficiales en el accidente? ¿Por qué salieron a detener el autobús donde estábamos Alicia y yo?
Me mira extrañada.
– ¿Conoces a Andrew?
–Conoció a Anna, y fue quien le contamos la idea de mi tía para detener a la IMEGUE en secreto, le dimos pruebas que confirman que esa gente no era la CIA, la idea era infiltrarnos Alicia y yo para hallar pruebas que podrían detener a esa sede mientras la policía se involucra cuando llegue el momento de sacarnos de allí, pero, insistió que eso no era lo que Anna hubiera querido, así que decidió cumplir la misión en tanto que mi compañera yo saliéramos de Portland por nuestra seguridad.
–Es que eres tonta, la IMEGUE tiene ojos y oídos en todas partes, no van a permitir que algo así suceda. Además, es probable que tenían a un agente infiltrado en la policía. Si Alicia –me estremezco al oír su nombre –tu “amiga,” a quien conocías personalmente te traicionó… ¡cuán rápido lo haría un hombre al que le ofrecen una suma abundante de dinero! Tal vez a tu amiga le ofrecieron bastante también…
–Cállate…
Se lo que pretende.
–No, no lo hare, Anna me pidió que te pusiera a salvo y no lo vas a estar si sigues confiando en la persona equivocada.
–Ella también lo hizo. Sonríe triunfalmente.
–Lo sabía. ¿Qué le has estado ocultando? La miro perpleja. ¿Qué tiene esa mujer en la cabeza?
–Nada, me refería a que Alicia también ha caído en un trampa –no debería dar explicaciones, pero me molesta esa actitud altanera al punto de que quiero arrancársela con un puñetazo –hace poco Alicia grabo en su teléfono un mensaje de voz pensando que no sobreviviría. Allí confiesa que su madre, quien creía que estaba muerta desde hace tiempo, está viva.
–Debe ser mentira –responde como si fuera obvio –tal vez te mintió desde hace tiempo.
–Es probable –me mira sorprendida, nunca le doy la razón –pero eso no significa que no exista la posibilidad de que la IMEGUE ha hallado alguna información que Alicia desconocía, puede que incluso la engañaron, y sea cual sea el trato que hizo Alicia con ellos estoy segura que su madre está en el asunto. Lo que no entiendo es como puede estar alguien muerto y descubrir después que sigue viva esa persona. ¿Acaso mintió a su hija por algún motivo?
–Tienes mucha imaginación, veo que Anna no mintió sobre ello.
–No eres la primera que me lo dice y tampoco serás la última –no sé porque me molesta el hecho de que Anna andaba diciendo a cualquiera anécdotas sobre mí, pero se me olvida que a veces ella era muy confiada, muy habladora con la gente –la cuestión es que tú misma dijiste que la IMEGUE chantajea a la gente de una forma u otra, es el método que más emplean. ¿No?
–Sí, pero no quiere decir que tu amiga es inocente –murmura con desagrado –es igual a Sara, tarde o temprano vas a descubrir que la persona que creíste conocer más que nadie resulta ser un completo desconocido; acéptalo.
Guardo silencio un momento. Tiene razón, no digo que se equivoca, lo he estado pesando y hay muchas razones para que ella me engañara, tal vez nunca la conocí realmente, tal vez nunca fue mi amiga, tal vez aquella mirada que me lanzó con toda la culpa que ella llevaba en su interior sea mentira. Una actuación para que yo vaya a buscarla y que podría conducirme a la muerte, o peor, aprisionada en la IMEGUE.
La idea me quiebra, me atemoriza, me preocupa. Sin embargo…Ya me está hartando esa sonrisa felina que dibuja en sus labios.
–Alicia puede ser muchas cosas, puede tener muchos defectos –respondo al fin –pero su mayor virtud es que nunca abandona a nadie, y a veces, su mayor virtud, se convierte en su peor enemiga.
No dice nada, ambas quedamos en silencio por un rato. Trato de contener las emociones agitadas que revoletean en mi pecho mientras el viento agita mi cabello de color vino, con muchos tonos hermosos tiñendo mi abundante cabellera. Viendo el paisaje ahora seco y solitario que yace bajo el cielo despejado.
– ¿Por qué lo dices? ¿Cómo estás tan segura que tu amiga sea una víctima y no una traidora?
-De otro modo no me pediría que huyera, no me daría su teléfono después de perder el mío (aunque yo creo que me lo quitaron estando en coma) y, conociéndola como es –confieso, recordando un hecho del pasado ligado a ella –estoy segura que si tiene que elegir entre su madre o su mejor amiga, elegiría a su madre. Yo también lo haría. Cooper dijo también que ella hizo un trato con ellos antes de que sucediera todo esto, que ella no tenía idea de lo que tenía que hacer para cumplir su parte del contrato hasta que llegó a Portland. Algo muy malo sucede.
–Odio admitirlo, pero tienes razón en algo: la IMEGUE juega con las personas y las utiliza para beneficio suyo. No es la primera vez, tampoco será la última. Si es verdad que esa tal Alicia no te ha traicionado por elección propia, entonces va a morir de igual modo.
Me la quedo mirando, confundida por sus palabras.
– ¿A qué te refieres?
–Si no te has equivocado con respecto a ella, entonces la IMEGUE la matará tarde o temprano para eliminar obstáculos.
–Pero…al informarles mi ubicación debería ganarse su confianza, ha hecho lo que les ha pedido que hiciera, la obligaron a involucrase en esto.
–Eso no impide que la IMEGUE cambie de opinión –murmura con calma, con el viento agitando su espeso cabello –si ellos quisieran, podrían utilizarla como conejillo de indias para sus investigaciones. Independientemente sea una traidora o no, ella conoce su existencia, es motivo suficiente para que la IMEGUE la mate o la mantengan viva si es necesario.
–Han hecho un trato con ella.
No, entre todas las cosas me aterra más la idea de perder a alguien. Y más si se trata de Alicia, por mucho que me molesta que no me haya dicho nada no es motivo para que yo la…
–Sí, y pueden romper el trato si les da la gana de hacerlo –me dice –recuerda que ellos hacen tratos a la gente para beneficio suyo…
–Entonces hay que rescatarla. Decido.
Ella se echa a reír, dura varios segundos riendo que casi nos salimos de la carretera. Trata de contener la risa pero se le dificulta, y cuando me ve lanzándole una mirada severa, peligrosa, vuelve a estallar en carcajadas.
– ¡¡ ¿Es en serio?!! –Me pregunta, tragándose su insoportable risa –ciertamente eres estúpida. ¿De verdad crees que voy a regresar para llevarte a la sede más peligrosa de todas para rescatar a una joven que cayó en la trampa de ellos igual que una mosca, para que la rescatemos? ¿Dónde tienes la cabeza? Anna me pidió que te sacara del país y eso voy a hacer. Así que pierdes tu tiempo si crees que ir a salvar a tu amiga resolverá nuestros problemas.
Ya no puedo más.
– ¡¡ ¿En verdad no te importa la vida de las personas?!! –Estallo – ¡¿No te importa otra cosa que oírte a ti misma teniendo la razón, cuando no la tienes?! No me importa si la IMEGUE me persigue, no voy a abandonar a la única amiga que he tenido durante toda mi vida, además de Anna…
– ¿Y crees que Anna hubiera querido que te lanzaras al suicidio por rescatar a una chica que no sabemos si debemos confiar? –Me pregunta, con la expresión carente de expresión a excepción de su tono irritado –Ya te dije que huiremos de aquí. Están utilizando a Alicia para llegar a ti. ¿No te das cuenta?
–No pienso abandonar a mi amiga, tampoco a mi pareja, él debería saber…
–Ay, tienes novio, lo que me faltaba... –ahora me mira, con aquellas llamas de ira brillando en esos ojos helados, inmovilizándome –Olvídate de él. Olvídate de Alicia, de quien sea que te estés aferrando: Nos largamos del país te guste o no. Así lo he decidido. Así se hará y punto.
No me queda otra opción, jalo la palanca y el auto frena violentamente, si no hubiéramos llevado cinturón de seguridad nos habríamos muerto del impacto. Mi corazón late muy fuerte cuando tomo mi mochila, abro la puerta sin que ella se dé cuenta, ocupada lanzándome insultos que yo ignoro mientras salgo, caminando apresuradamente. Lejos de ella.
– ¿Qué demonios te pasa? ¿Tienes idea de lo que…? ¿Victoria? ¡Victoria! –me llama a gritos, dándose cuenta de repente – ¿Qué coño estás haciendo? ¿Quieres que te atrapen?
No, no quiero que me encuentren, tampoco quiero huir de la IMEGUE con una vieja horriblemente irritable que me saca de quicio por primera vez en mi vida…sinceramente, nunca me han molestado tanto como aquella mujer. Ni siquiera la secundaria es tan terrible como su sofocante presencia. Es más… ¿Tengo razones para confiar en ella? Su mera actitud altanera, arrogante, fría e indiferente me desagrada. Creo que un robot es más humano y cálido que esa mujer de corazón helado, indispuesta a darme respuestas, a decirme su nombre, indispuesta a ayudarme… ¿Cómo se le ocurrió a Anna mandarla a sacarme del país si ni siquiera…?
Me quedo inmóvil al ver algo en la carretera. Una vaga silueta que no sabría decir si es real o solo una proyección de mi cabeza, pero la sola idea me asalta desprevenida hasta petrificarme, quedando un pesado silencio que amortigua los sonidos lejanos y vagos de la mujer que se acerca hacia donde estoy. No siento nada cuando me toca. No siento dolor cuando me abofetea. No oigo nada de su voz. Solo la miro con la expresión consternada (no por la abofeteada, ojala fuera eso) al ver su rostro, al entender el motivo por el que Anna habría decidido confiar en ella…
–Eres mi abuela. Respondo con un resoplido.
Lo que sea que ella estaba diciéndome, la frase flota en el aire. Dejándola perpleja por primera vez desde que nos conocimos. Sorprendida, me mira como si se preguntara como rayos me di cuenta de ello.
– ¡¡ ¿De qué hablas?!! Pregunta con un tono casi, molesto, casi.
–Eres mi abuela… –no creí que fuera posible, sigo sin poder creerlo pero…–eres la madre de Anna y mi madre.
Arruga la nariz.
– ¿Cómo demonios lo supiste si Anna no te dijo nada?
–Ambas son similares, Anna heredó tu nariz, tu boca y tus ojos azules, a excepción del cabello –mi madre no se parece mucho a mi abuela, tampoco a Anna, sospecho que ni siquiera son hijas del mismo padre porque el cabello de mi madre era oscuro como la noche, con ojos verdes que herede de ella junto con sus rasgos mas armoniosos que los de abuela o los de Anna –por lo visto heredé mi cabello rojo de ti…
–Cállate, tú no eres mi nieta, nunca lo fuiste –me odia, eso lo se, pero es obvio que llevo su sangre por el parentesco –tu eres otro error que debo cargar tras las estupideces de mis hijas.
Suspiro.
– ¿Por qué me odias tanto?
–No hay tiempo para esto, debemos irnos antes de que…
La frase queda interrumpida por el sonido de las sirenas policiacas. No estamos muy lejos del auto cuando escuchamos por la radio un anuncio…:
–Acaban de informarnos que se han enviado unas patrullas para detener a Victoria Hawkins y Amber White por sospecha de ser cómplices de James Howard, responsable de los asesinatos de los niños en Portland. La CIA también está participando en la persecución pero no han declarado más nada, excepto que las sospechosas son peligrosas y hay que evitar a toda costa su…
–No lo entiendo… –murmuro sin salir de mi asombro – ¿Qué está sucediendo?
–La IMEGUE –dice mi abuela como si fuera una revelación –ellos están detrás de todo esto, vámonos de aquí…
Me lleva a rastras pero no tengo opción en seguirla. Salí del auto porque no tengo razones para confiar en ella, por mucho que sea…Oh por dios. ¿Es mi abuela, en serio? O Anna haya confiado en ella para protegerme. Sigo sin estar segura de que todo esto sea una buena idea, huir, me refiero. No puedo vivir de ese modo. Tiene que haber otra manera. Ambas subimos y el locutor sigue hablando.
– ¿Tu nombre es Amber?
–Cállate… –gruñe, enciendo el motor rápidamente antes de conducir aceleradamente –tenemos que perderlos de vista si queremos llegar al aeropuerto a tiempo.
No pasan ni 5 minutos cuando nos disparan. Las balas amenazan rozarnos y desconozco como actuar en estas situaciones, pero mi pecho late agitadamente conjuntamente que mi respiración. Todavía les falta por alcanzarnos pero siguen disparando, cuyo sonido rompe la tranquilidad de aquel paisaje teñido por el crepúsculo.
– ¿Por qué nos disparan? No puedo evitar en preguntar.
–Quien sabe que han hecho la IMEGUE para mover sus hilos, pero lo han hecho muy bien, como siempre –las balas perforan, rompen y amenazan en hacer trizas el vehículo si no fuera porque, a pesar del daño sufrido, Amber conduce muy bien, esquivándolas casi con facilidad mientras yo trato de agarrarme fuertemente del asiento–necesitaré que conduzcas por un momento.
Dicho esto descuida del volante, me abalanzo sobre ella y conduzco en tanto que me acomodo en el asiento del chofer. Amber busca algo entre las cosas que tenemos detrás y saca una ametralladora, pequeña, incluso ligera con una pinta militar que me deja con la boca abierta.
– ¡¿De dónde lo sacaste?! Exclamo.
– ¡Solo conduce, sigue adelante! –grita mientras se dirige hacia los asientos traseros y abre la ventana donde la saca con dificultad
–No te desvíes del camino hasta que te avise.
Dispara y aquellos sonidos ensordecedores, brutales y violentos me hacen saltar del asiento. Sigo conduciendo. Rompo los límites de velocidad sin apartar los ojos de la carretera. Continuo. La persecución continúa. La adrenalina viaja por mis venas como una droga que recorre en mi sangre igual que la fuerza del viento que golpea mi rostro.
–Maldita sea, no nos van a dejar quietas –dice enfadada Amber, quien en un momento nos cambiamos de asiento y notando que ya no lleva su arma, ella se da cuenta –se le acabaron las balas y era muy incómodo. Debemos ir al bosque para tratar de perderlos, toma unas dos mochilas, la negra y el azul para que saltes del vehículo y huyas hacia al aeropuerto en caso de que no pueda perderlos.
–No sé si vaya. Sigo teniendo dudas a la idea. Y dudo que eso resuelva mis problemas, dudo que eso beneficie mi plan…
–Tienes que hacerlo: si no sales del país y no cortas tus contactos con tu amiga y tú novio será más difícil ayudarlos cuando estés a salvo. No vas a durar toda la vida en aquel asilo que Anna solicitó para que te encontraras a salvo, es solo algo temporal hasta que se calme esta situación… –hace un brusco movimiento para tratar de esquivar las balas que siguen amenazándonos pero con menos insistencia que al principio –No permites que usen a tus seres queridos en tu contra y para beneficio suyo: Si sales del país, puedes volver a contactarte con ellos para explicar la situación. Hazlo si quieres ayudarlos por si empeoran las cosas…
Suspiro, resignada. Detesto admitir que tiene razón, no tengo otra opción en estos momentos. El automóvil sigue adelante antes de dar un violento cambio de ruta hacia el bosque que tenemos en frente. Por poco perdimos a las patrullas, pero el sonido de las sirenas sigue sonando, reacios a darse por vencidos, igual que nosotras. Tomo las mochilas y me las acomodo por si tengo que correr. Amber me da la dirección del aeropuerto y me da indicaciones antes de pedirme que salte.
Lo cual lo hago, no sin haberme hecho unos rasguños. Nada grave.
Me levanto con dificultad y empiezo a correr en la escasa luz del cielo. Anunciando la llegada de la noche.
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