2. Ezra
En un pequeño Instante, todo lo que conocemos, las cosas que valoramos o lo que nos rodea puede cambiar de forma inesperada. Y algo tan insignificante, puede convertirse en algo muy grande.
Nuestra percepción sobre nosotros mismos, o hacia los demás puede tomar un giro de 360° cuando caes en la realidad de que las cosas no son para siempre. Los cambios son inevitables, y ya sea que nos gusten o no, están ahí para forjarnos carácter.
Y ya sea que nos guste o no, tenemos que aprender a vivir con ellos.
◇◇◇
Salí de la Ferreteria local camino a casa. Mi padre había estado insistiendo en enseñarme un poco sobre mecánica las últimas semanas. —Considerando que estaba por mudarme a California para asistir a la Universidad de Berkeley, y tenía que hacerme responsable del auto— él considera que aprender las cosas básicas para reparar el auto en caso de una pequeña emergencia sería de gran utilidad para mi salto a lo que en casa llamamos "dejar el nido" o al menos, mamá lo llama así.
Aunque Nolan va a vivir conmigo, él no sería de gran ayuda. Su padre nunca le enseñó a manejar un auto. Supongo que tiene miedo de que se lo llegue a robar a mitad de la noche para llevar chicas a pasear por las luminosas calles de Indiánapolis como en algún momento el idiota de mi hermano mayor Mike hizo. Claro que se metía en problemas con mamá y papá, pero eso nunca lo detuvo.
En realidad, Nolan había aprendido a manejar hacia un tiempo atrás, por nada más y nada menos, que el mismo Mike. Aún recuerdo esa tarde de Spring Brake, cerca de Fort Harrison State Park. Los tres habíamos salido de paseo, y el —en ese entonces— irresponsable de Mike, había bebido lo suficiente para creer que en su mano tenía seis dedos en lugar de cinco. En ese entonces yo tenía la muñeca rota, —larga y muy penosa historia sobre cómo sucedió. No entraré en detalles— la única alternativa, era mi mejor amigo de la infancia, Nolan.
Fue bastante divertido. Mike solo gritaba: "—¡Acelera. Frena. No, no, ve más despacio. El otro carril!—" y Nolan tenía la peor expresión de angustia dominando sobre su rostro que nunca antes había visto.
Yo moría a carcajadas desde el asiento de atrás. Después de esa tarde de muchas charlas, alcohol y de evadir al tránsito, las verdaderas clases para Nolan comenzaron al día siguiente.
En realidad, pasamos muchos momentos juntos. Bueno, no demasiados con Mike, pero entre Nolan y yo, sí. De entre mis amigos varones, él es mi favorito. Y bueno, la maravillosa pero siempre mandona Jenna Doherty —mi vecina y mejor amiga, igualmente de la infancia— siempre ha estado a nuestro lado. Aunque Jenna es nuestro pequeño corderito alegre y optimista, las cosas de hombres, las realmente importantes y personales las hablo únicamente con Nolan. Es como mi confidente. Mi segundo hermano.
Y aunque sé que es nuestro último verano en Indianápolis antes de la Universidad, no me deprimo tanto pues sé que Nolan estará a mi lado, haremos y viviremos las más grandes locuras universitarias paseando por Santa Mónica.
Mi mano pesa un poco, pues la caja nueva de herramientas que mi padre me obligó a comprarle, parece estar perfectamente equipada. De ese modo, yo me llevo a California la antigüa, la que siempre ha estado en nuestro garage y que por alguna extraña razón, a Mike no se la dio cuando se fue a Stanford hace tres años.
El calor del sol es intenso, me encadila un poco el reflejo del río central de Indianápolis cuando voy caminando por la Avenida principal, pero no me molesta demasiado. La ciudad es tranquila a diferencia de otras como Nueva York, que es a donde Jenna se irá en unos días. Presiento que será duro despedirla en el aeropuerto, pero al menos ella tendrá un viaje corto. Yo tendré que manejar bastantes horas, aun turnándome con Nolan.
Extrañaré el viento fresco y las calles de la ciudad que me vio crecer y vivir mis mejores momento de la infancia y posteriormente, adolescencia.
Trato de ver la hora en el teléfono para asegurarme de llego a tiempo a casa, pero entonces recuerdo que lo dejé cargando en la cocina, junto al horno de microondas.
Nunca salgo sin mi celular de casa por cualquier emergencia, pero en ésta ocasión decidí que no era necesario. Conozco la ruta a la perfección.
Cuando me desvío por la calle más tranquila y me alejo de la avenida principal —mayormente para buscar sombra— me encuentro con la tienda de música en la que Nolan y yo trabajamos hace un tiempo. "Vinyl Sounds". Nos hicimos muy amigos del dueño —El Sr. Marsh— era muy buen jefe. Demasiado alivianado para su edad y estar casado, aunque sin hijos. Me paro frente al cristal para verificar si aquella guitarra eléctrica color rojo sigue ahí. Y en efecto, luce tan hermosa y resplandeciente, y aunque no sé un carajo sobre música me provoca tocar algo en ella.
En ese momento, veo que el Sr. Marsh está en el mostrador observando su celular y casi tres segundos después aparta la mirada, hacemos contacto visual y me hace un pequeño saludo antes de salir a encontrarme rápidamente en la calle.
—Hola Sr. Marsh —Lo saludo con una sonrisa cuando la campanita de la puerta hace su tan familiar sonido cuando alguien entra—. ¿Cómo va la venta?
—Ezra. —me llama al instante en que se para frente a mí, pero su expresión no es de alegría. Ni siquiera sonrie. Se ve preocupado, anonadado y con la piel ligeramente pálida, sobre todo en el rostro. Aún sostiene su celular en la mano, pero ésta le tiembla ligeramente. —Dime que no es verdad lo que aparece en las redes.
No entiendo ni lo más mínimo de lo que está hablando. Frunco el ceño confundido y le pido que me explique mejor, cuando inclina la pantalla del celular en dirección mía y me deja ver un chat de Whatsapp donde aparece la captura de un perfil de Facebook. Específicamente, el perfil de Nolan.
La captura no tiene nada anormal ni importante. Lo que me deja helado, casi que paralizado, es el mensaje bajo ésta:
«David, este es el chico que se suicidó»
No entiendo absolutamente nada. Me quedo helado, y por alguna extraña razón, no puedo apartar la mirada de la última palabra.
—¿Es verdad lo que le sucedió a Stotch? —me pregunta el Sr. Marsh sacándome del trance y regresándome a la realidad al instante en que su voz se hace presente. Aún veo la expresión de horror en su rostro. Está tan sorprendido como yo, que ninguno sabe qué decir.
Niego con la cabeza rápidamente.
—No, no, ese no puede ser Nolan, tiene que ser un error. —Le respondo con una sonrisa nerviosa que parece mas bien una mueca temblorosa.
Me despido con un breve: —Tengo que irme. Lo veré después— y comienzo a caminar rápidamente sin dejar de pensar que es un error y están confundiendo a Nolan con el trágico accidente que tuvo otro chico. Pero la intriga me carcome con rapidez, así que cuando menos lo noto, camino más rápido, y cuando caigo en cuenta de que estoy jadeando y mi pecho se está acelerando descubro que estoy corriendo tan rápido que incluso siento que dejo atrás algunos carros del tránsito.
No paro de pensar en que llegaré a casa y mis padres me dirán que todo está bien —O eso es lo que deseo—. Me explicarán que se trata de otra persona. A quien, quizá le ocurrió algo verdaderamente horrible y muy lamentable. Le llamaré a Nolan y ambos nos reíremos del malentendido. Pero él estará ahí, yo se que sí.
El sudor corre por mi frente y por mi cuello bajando lentamente por mi columna vertebral. No me importa el clima ni el cansancio, y menos cuando estoy a media cuadra de llegar a casa.
Cuando finalmente llego, me dirijo al garage cuando veo una silueta trás el cofre del auto de Mike. No importa quién sea, —mi padre o él— pero quiero explicaciones.
—Oye. —Digo al instante en que me detengo y dejo caer la caja de herramientas con todo su peso al suelo, lo que hace un estruendo bastante notable.
Mike se asoma por un costado del cofre. Veo que le hace algo al auto, pero no me importa.
—¿Qué haces? —me pregunta aún sosteniendo la llave inglesa en su mano izquierda.
—Dónde están mamá y papá. —le pregunto con el poco aliento que comienzo a recuperar después de correr sin parar por lo menos nueve calles.
—Adentro, creo que... —comienza a decir cuando señala el interior de la casa con la herramienta en su mano, pero no me quedo para escucharlo terminar de hablar. Corro enseguida al interior de la casa, y a lo lejos solo distingo un: —¡Por qué, qué pasa! ¡Hey! —de Mike.
Irrumpo en la casa azotando la puerta —cosa que le molesta a mis padres pero sinceramente no me importa si me reprenden— veo que mamá habla por el teléfono fijo de la cocina y mi padre se mantiene de pie junto a ella. Sin embargo, veo que tiene los brazos cruzados y el ceño fruncido, al menos hasta que se da cuenta de que los miro fijamente a pocos metros de distancia. Relaja su posición un poco, pero es para mostrarme una mirada compasiva y algo decaída. No me gusta para nada.
Finalmente, mamá cuelga el teléfono luego de dos minutos donde me entero de casi nada, simples —Ya veo. Entiendo. ¿Necesitas algo? Cuando será—.
Ambos intercambian miradas, y veo que mamá se muerde el labio inferior con un poco de fuerza. Eso hace cuando está nerviosa. O está ocultado algo.
—Vine corriendo... —comienzo a decir con mejor claridad que hace un momento con Mike ya que logré recuperar el aliento— De camino a casa, me dijeron algo extraño. Algo sobre Nolan. ¿Ustedes...saben algo al respecto?
Ninguno responde.
Nuevamente. Eso no me gusta.
—Hijo la mamá de Nolan llamó. —finalmente comienza a decir mi madre con un poco de intriga en su voz mezclado con algo que yo llamaría "malas noticias".
—¿Has hablando con Nolan recientemente? —pregunta mi padre alzando una ceja, pero su tono de voz es calmado, y casi diría que compasivo. ¿Por qué mantienen ese sentimiento de compasión?
—Hace cuatro días fue la última vez. Hablamos sobre Berkeley. ¿Por qué?
Por alguna razón desconocida comienzo a sentir el ambiente pesado, y aunque en teoría ya no estoy corriendo, nuevamente siento como si me faltara el aire.
—¡Qué carajos ocurre! —les grito con fuerza apretando la mandíbula y formando un puño en ambas manos.
Y entonces, se miran una última vez antes de que mi padre diga:
—Al parecer. Nolan...fa...falleció anoche.
Mi cuerpo se relaja al instante, abro un poco las manos sintiendo su movilidad luego de ejercer sobre sí mismas demasiada presión. Abro los ojos completamente anonadado. Doy un par de pasos hacia atrás mientras espero a que digan que no es Nolan y ellos están tan confundidos como el Sr. Marsh. Pero entonces, mi padre termina de hablar—. Se suicidó en su habitación.
Siento que mi cabeza gira, me tiemblan las manos y un sonido agudo se hace presente al instante sintiendo que todo se aleja poco a poco como si fuera a desmayarme. Me tambaleo hasta caer en el segundo escalón de las escaleras alfombradas de la casa. Hundo las manos en mi cara y posteriormente me las llevo al cabello para jalarlo con un poco de fuerza.
Me quedo incrédulo. «¿Nolan? ¿Mi mejor amigo? ¿El chico que llevo conociendo desde los siete años? ¿Ese Nolan? No, es mentira. Y si creen que está muerto, quizá solo está en coma, y desperatará.
Eso hará. Están equivocados, Nolan no se fue, él no se suicidaría. Él no. »
Mis padres se mantienen inmóviles. Avanzan con cuidado hacía mí esperando a que estalle en llanto, gritos o desesperación, pero se quedan nuevamente quietos cuando ven que no hago absolutamente nada.
Entonces con una mirada neutral y fría les digo: —Él no está muerto. O despertará. Se están equivocando. Todos ustedes.
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