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1. Jenna

Una mañana puedes despertar con toda la actitud para tener un buen día. Haces una lista de pendientes, pones tu música favorita y te levantas de la cama sintiendo que será un gran día, abres tu armario y decides ponerte linda, eliges tus mejores zapatos —esos converse blancos que usas para momentos especiales y que brillan como si fueran nuevos— tu playera favorita, unos jeans rotos que dan el toque de una aesthetic girl, y bailas por toda tu habitación mientras recoges el desorden que te dio pereza ordenar los últimos días.

El ambiente tiene esa happy vibe que se vuelve contagiosa. Hasta que esa misma mañana, alguien toca la puerta de tu habitación, irrumpe en ella y te pide con voz gélida y una mirada suplicante que te sientes en la cama porque va a decirte algo que anticipas, que cambiará tu vida para siempre.

Porque después de una noticia así. Nada se siente igual...nunca más.

◇◇◇

Trato con todas mis fuerzas de alcanzar el último par de tenis jordan color negro abandonados bajo la cama estirando el brazo todo lo que puedo, hasta que lo consigo. Me levanto de un salto y pego un chillido en señal de victoria.

Después de varios días teniendo la habitación peor que un ático abandonado, me siento orgullosa y un tanto avergonzada porque recién me digno a escuchar a mis padres y mis amigos —quienes siempre dicen que perfectamente puedo vivir en un vertedero algún día si continúo así— que ordene el desastre que opaca mi cama, el sillón junto a mi ventana, el suelo y prácticamente todo lo que en conjunto llamo habitación.

Los dejo rápidamente en el armario y me doy la media vuelta para echarme un vistazo en el espejo y verificar que todo en mi look de pies a cabeza se encuentre lo más presentable posible. Mientras me acomodo las arrugas de la blusa y me ajusto el cinturón del pantalón, no puedo evitar notar las fotos que siempre pego alrededor del marco del espejo.

Son mis mejores momentos con mis padres, y mis dos queridos —y casi adoptados— mejores amigos, Ezra Hathaway y Nolan Stotch. Aunque sea un poco extraño que, amigas no suelo tener ya que suelo ser mucho más apegada a los hombres —si es que a ese par de cabezas huecas se les puede llamar hombres— nunca me he sentido completamente cómoda rodeada de mujeres por un largo plazo.

Hemos crecido juntos prácticamente desde niños. Aunque Indianápolis es una ciudad grande, tuve la suerte de coincidir con Ezra como mi vecino, y Nolan como mi compañero de escuela todos estos años.

Después de un largo análisis emocional y mental mientras observo nuestras más alucinantes fotografías juntos, me decido a coger mi celular del buró blanco junto a la cama que por alguna extraña razón, no deja de sonar con notificaciones de lo que parecen ser una lluvia de mensajes.

En ese preciso instante, escucho a alguien tocar la puerta de mi habitación y veo en seguida que ésta misma se abre lentamente. Ahí veo a mi madre parada bajo el marco de la puerta con la expresión más horrible jamás descrita.

A sus espaldas, la silueta de mi padre hace presencia, es mucho más alto y su expresión no aligera el aura tan gris que se cargan en conjunto.
A mi madre le tiembla el labio inferior, sus mejillas brillan como si se tratara de pequeños y débiles ríos de lágrimas escurriéndose por la piel pálida de sus mejillas, sus ojos luchan por no convertirse en un diluvio, así que su estado no es para nada agradable.

Mi padre mantiene una expresión seria, casi diría que parece dolido. Mira hacia el suelo y después a mí en cuestión de segundos una y otra vez.

—¿Qué pasó? —me atrevo a preguntar cuando ninguno dice nada.

—Jenna... —me llama mi madre con un tono apagado. Entra en la habitación con pasos débiles, y mi padre la sigue de cerca. Extiende sus manos frente a mí para que las tome y se sienta a la orilla de la cama, así que hago lo mismo—. ¿Ya te dijeron lo que pasó?

Le niego con la cabeza, y busco la mirada de mi padre pero no lo consigo. Empiezo a sentir mi corazón acelerarse como si ya supiera que algo malo está por suceder.

—No, a qué te refieres con eso.

Mi madre deja liberar una cuantas lágrimas entre un sollozo ahogado, pero trata de mantener el control para seguir hablando.

—Es sobre Nolan.

Automáticamente me imagino lo peor. «Está muerto». Lo pienso tres segundos, pero sé que es mentira. Eso no podría ser.
No sé por qué siempre tiendo a imaginar lo peor en situaciones con una atmósfera intensa.

—¿Qué le ocurrió? —pregunto desconcertada mientras los observo a ambos tan rápido que siento que me podría doler la cabeza ahora mismo.

—Pequeña, tienes que ser fuerte —Finalmente dice mi padre cuando se apoya en una rodilla en el suelo junto a mí.

Ahora mismo mis pensamientos comienzan a nublarse. Los veo a ambos pero ninguno parece decir nada realmente, es como si divagaran para decirme que Nolan está grave en el hospital, o algo similiar. Las personas se enferman, o tienen accidentes. Pero también, las personas se recuperan, vuelven a ser los mismos de siempre, «¿no es así?».

No, no hasta que mi panorama cambia por completo cuando escucho a mi madre decir: —Está muerto.

La miro fijamente con rigor. Mi padre pasa suavemente su mano por mi hombro masajeándolo con delicadeza mientras mi madre aun sostiene mis manos. No me siento diferente, no siento ganas de llorar, los veo deshechos pero me reuso a creerlo. Es mentira, es una pésima broma, y sé que en algún momento comenzarán a reír y Nolan cruzará esa puerta diciendo: «Te engañé tonta», como suele hacer. Bromista hasta el cansancio.

—No. Es una broma, ¿verdad? —pregunto con una sonrisa desdibujada en el rostro mientras los observo fijamente esperando a que sonrían.

—No hija. —dice mi padre con un tono firme— Es verdad. Nos llamó la señora Stotch para decirnos que... —hace una pausa momentánea e intercambia un par de miradas con mi madre como si estuvieran hablando en algún tipo de código secreto para evitar que lo entienda de golpe. Finalmente ambos asienten, y mi madre continúa.

—Jenna, alguna vez... —comienza a decir mientras respira profundo y suelta una de mis manos para secar las lágrimas que rápidamente comienzan a brotar desde sus no tan chispeantes en ésta ocasión ojos marrones—. Nolan te dijo que se sentía solo o...confundido, tal vez triste. ¿Tenía problemas con alguien?

—¿Están haciéndome una broma verdad? —Me desvío completamente del tema y entonces los veo con seriedad para hacerles saber que están llegando demasiado lejos y ya no es divertido— ¿Dónde está Nolan realmente?

—Está muerto. —Afirma mi padre.

—¡Es que eso no es posible! —me exalto y me levanto de golpe de la cama para encararlos frente a frente.

—Es verdad Jenna, pero tienes que controlarte para eso estamos aquí. —dice mi padre mientras apoya ambas manos en cada uno de mis hombros mientras me mira con consuelo. Empiezo a sentir el peso de la situación, sus reacciones serían perfectas actuaciones si estuvieran fingiendo, pero para este punto, empiezo a creer que dicen la verdad.

—Pero... —empiezo a sentir un hueco en el pecho, la voz se me quiebra y deseo estar en cualquier otra situación que no fuera ésta—. ¿Qué sucedió?

—Él... —comienza a decir mi madre mientras se levanta lentamente de la cama— se suicidó anoche.

—No. —digo al instante. Me libero de los brazos de mi padre y me doy la media vuelta mientras niego con la cabeza rápidamente y me llevo una mano a la frente y después hacia mi boca para morder mis uñas con desesperación al sentir que lágrimas que ni siquiera asomaban por mis ojos comienzan a brotar como fuga de tubería sin control alguno. Me dirijo a la ventana donde alcanzo a ver la casa de Ezra cruzando la calle.

¿Lo sabrá Ezra? ¿Lo sabrán nuestros ex compañeros de Preparatoria?

«Ese chico tierno, amable, encantador, servicial, buen amigo, confidente, alegre y divertido, bromista hasta el cansancio, amante de salir a pasear al Central Canal en bicicleta...se suicidó. Mi mejor amigo de toda la vida, a quién vi crecer, me vio crecer, con quien compartí demasiados momentos de mi vida, ¿nunca va a regresar? ¿No voy a...volver a verlo nunca? ¿No volveré a hablar con él jamás?»

Mi mente trabaja tan rápido, que ni siquiera soy capaz de procesar mis pensamientos. El peso de la situación termina de caer sobre mí. Y comienzo a gritar tan fuerte que podrían dolerme los pulmones ahora mismo—. ¡No, no, no, no!—

Me giro en dirección a mis padres pero antes de poder protegerme entre sus brazos, me dejo caer de rodillas al suelo temblando, gritando, sintiéndome demasiado pequeña. Ellos se colocan a mi alrededor, incados en una sola rodilla, me abrazan con fuerza y por lo menos mi madre me acompaña en el llanto. Ambos me piden que me detenga, repiten; «Todo estará bien» me ruegan que sea fuerte, pero ahora mismo no puedo pensar en algo que no sea la sonrisa de Nolan, el sonido de su voz, el color de su piel, su cabello rubio castaño claro —dos tonos arriba del mío— su pecho y sus brazos fuertes, su estatura de "mono" como solía llamarlo por ser tres centímetros más bajo que Ezra. Nada puede borrar su rostro de mis pensamientos, ni siquiera el dolor de mi pecho, o las lágrimas que nublan mi visión.

Nada, solo trato de recordar la última vez que lo vi, la última vez que hablé con él pero no puedo. Los últimos días no pudimos vernos por los planes de mudanza a la Universidad. Ahora solo pienso que no pude hablarle una última vez. No pude decirle que lo amo con toda la fuerza de mi corazón.

Y ahora...ya nunca podré.

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