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8| De chica buena a chica mala

Mi pared estaba llena de nubes, relámpagos y olas que subían a gran una altura. El sol ni se veía. La pintura se me estaba acabando.
¿Qué pensaría papá si viera el atardecer que empezamos?

Un día en la escuela tuve que ir a la oficina para recoger unos papeles que la maestra pidió. Pasé frente a Brad cuando iba camino al escritorio de la secretaria. Él estaba sentado en la silla de espera para ir al despacho del director.

No hay que ser un genio para darse cuenta de que está en problemas. Él es típico chico malo de cabello largo, chaquetas de cuero y botas militares; viene todas las mañanas en su motocicleta y se pasa la mayor parte del tiempo en Detención.

Él me sonrió orgulloso de su reputación.

Cuando ya tuve los papeles, en lugar de ir directamente a la clase me senté en la silla junto a él.

Supongo que piensas que esta historia será de esas cliché en la que yo, la chica buena se enamorará del badboy y que me senté aquí para intentar a ser que cambie y el se niegue y que luego nos odiaremos a muerte para luego ser como almas gemelas.

Lamento decepcionarles porque no me senté ahí por esa razón y esa historia cliché no pasará.
Mi plan era otro. Quizá me luce el título de badgirl.

—¿Y ahora que hiciste? —le pregunté observando sus movimientos.

Él me miró como si no creyera que Miss Sonrisas le ha hablado. Volvió a darme la sonrisa arrogante que usó hace unos minutos.

—Yo fui el que inició la guerra de comida ayer. Un soplón me delató.

El cabello rubio y los ojos pálidos no combinarían con una mala reputación como la de él, pero eso hacía que Brad se viera más amenazante.

—¿Te expulsarán? —interrogué en lugar de preguntarle un clásico «¿Por qué lo hiciste?» Puede que no tenga un motivo como el mío pero si le preguntaba para luego pedirle que me ayudara con mi plan, tal vez me devuelva la pregunta. Y yo no quería eso.

—No. El director solo amenaza y no hace nada —Hizo una pausa y me miró con interés —. ¿Se puede saber por qué una señorita como tú habla con alguien como yo?

—Solo quería pedirte un favor.

—Ah, eres de esas personas que solo se acercan a alguien por conveniencia —juzgó.

—Lo que yo haga y por qué lo haga no te incumbe. Yo solo quiero cambiar esta perfecta reputación que tengo y tú eres el único que puede ayudarme.

Se burló de mí y luego detuvo su risa al ver que yo hablaba enserio.

—¿Segura? —Asentí con la cabeza sin hacer amago de arrepentirme. —Porque tu reputación empezó a cambiar cuando aquellas chicas nos vieron hablando juntos hace poco.

Instintivamente miré hacia el pasillo, tres estudiantes susurraban caminando en dirección opuesta a donde estábamos.

—¿Qué dices, me ayudas o no? —insistí desafiándole con la mirada.

Lo pensó un segundo y la puerta del despacho del director se abrió y el mismo salió esperando que Brad entrara.

—En el estacionamiento, después de clases —propuso Brad poniéndose de pie.

—Eso es un sí —murmuré cuando ya estaban dentro.

Durante el resto de las clases, me la pasé pensando en qué haríamos Brad y yo después.

¿Qué pensarías tú si te vas a encontrar con el badboy después de clases para cambiar la buena reputación que tienes?
Cualquier cosa puede pasar.

En el estacionamiento me paré junto a su motocicleta jugando con los hilos sueltos de mi pulsera. Luego noté que eso era muy infantil así que me apoyé en la moto y crucé los brazos y puse un tobillo frente al otro para practicar mi pose de chica mala.

—Definitivamente te luce intentar ser mala. Veremos lo que eres capaz de hacer —murmuró Brad a mi espalda.

—¿Cómo empezamos? —pregunté impaciente.

—¿Hacías travesuras de pequeña?

—No —contesté tomando el casco que me ofrecía.

—Pues empecemos con lo básico.

Toda la tarde pensé que hacer travesuras era divertido. Pero la primera vez no fue interesante.

Pusimos una funda de basura prendida en fuego frente a una puerta, tocamos el timbre y salimos corriendo para escondernos detrás de un arbusto.

Resultó que era un anciano el que vivía en esa casa y apenas tenía fuerzas para caminar como para poder apagar el fuego.

En lugar de divertirme, me sentí muy culpable. Solo corrí a ayudarle a apagar el fuego cuando vi que entraba en pánico.
Brad me regañó diciendo que no debían haber sentimientos de por medio si haría bromas.

Yo, la que doy sonrisas para mejorar el día de las personas, arruiné el día de un anciano que ni siquiera podía caminar a una persona normal.

Brad y yo salimos de ahí en su motocicleta y fuimos al centro de la ciudad.

Allí hicimos un graffiti en un túnel público. Por poco nos atrapan. Luego jugamos golf en la azotea de un edificio. De seguro hubieron unas cuantas ventanas rotas.

Mi intención era olvidarme de mis problemas siendo una chica mala, pero eso terminó por ser un problema más que se sumó a los otros.

Ya no sé que más hacer para llenar ese hueco gigante que hay en mi interior.

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