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26. ¿Luz al final del túnel?

GIANNA:

Me despierto al día siguiente y, para mi sorpresa, ni Erik ni Numeya están a mi lado y en la sala hay menos sanadores que ayer. Miro a Kellan y noto como su corazón parece más fuerte que hace unas horas.

—¿Qué ha pasado? —pregunto sin entender a qué se deben tantos cambios.

Uno de los sanadores me responde sin dejar su tarea.

—Su corazón ha ganado fuerzas durante la noche, las suficientes como para que usted pueda estar sin suministro de energía constante y él necesite menos atención. Parece que el señor Kellan está luchando al máximo y tenerles a usted y al bebé al lado le ha dado las fuerzas que necesitaba —me explica.

Mis ojos se llenan de lágrimas al escuchar sus palabras. Está luchando, está luchando por nosotros. Miro al hombre que yace a mi lado y sonrío con tristeza. Ahora me toca a mí.

Me levanto de la cama y los sanadores presentes hacen una mueca de horror.

—¡No puede irse señora, no sabemos si aguantará sin ustedes! —me advierte uno de ellos alarmado.

Vuelvo a mirar a Kellan y sonrío apoyando su mano contra mi vientre.

—Lo hará, los tres lo haremos —digo dejando un beso sobre su frente notando su calor—. Voy a arreglar esto, procura seguir vivo cuando vuelva —susurro—. Te amo, idiota —le hago saber antes de separarme de él por completo.

Cuando nuestros cuerpos pierden el contacto espero unos minutos y al ver que se mantiene estable decido que es momento de tomar las riendas de la situación y acabar con todo esto de una vez por todas.

—¿Dónde está mi tío? —pregunto con severidad caminando hacia la salida.

—En el templo del jardín, ha salido esta mañana a hablar con sus padres —me informa una muchacha.

Asiento con la cabeza y salgo.

Camino por los pasillos a toda prisa hasta llegar a la planta baja. Salgo al jardín y me encuentro a mi tío renegando, a los tres demonios mayores con caras de agobio y a Erik y Numeya que parecen no entender nada de lo que dice mi tío.

—¿Qué está pasando? —pregunto al llegar a su lado.

Cuando me ven sus rostros entran en pánico y empiezan a protestar.

—¡¿Se puede saber por qué estás aquí?! —pregunta Erik alterado.

—Se suponía que debía quedarse dentro —me dice Mephisto.

—¿Es que acaso quieres morir, estúpida? —pregunta Numeya cabreada.

Sin poder evitarlo suelto una carcajada.

—Lo siento —digo cuando me mira con severidad—. No podré acostumbrarme nunca a la cara de estreñida que pones cuando te cabreas —me burlo haciendo que su enfado aumente.

—Deberías estar con Kellan —dice pasando por alto lo que acabo de decirle.

Me encojo de hombros.

—Estamos bien, dentro de lo que cabe, así que tengo que aprovecharlo para acabar con ese maldito demonio —le digo seriamente.

Mi tío me mira frustrado y habla por primera vez.

—Tu padre sigue siendo el mismo capullo arrogante que hace dos siglos —me informa.

—Lo sé —suspiro—. ¿Pero has conseguido algo sobre los demonios de la creación? —pregunto.

Él asiente con la cabeza.

—La única manera de acabar con él es con la daga de tu madre, ya he mandado a alguien a buscarla al castillo de Veliazka. Deberás conjurarla recitando las palabras que tiene escritas en la hoja —explica acercándose a mí—. Para matarlo tienes que apuñalarlo en el corazón y cuando tengas la daga enterrada en su pecho deberás trazar la runa de tu madre con ella —termina de decir.

Asiento con la cabeza.

—Para eso necesitaré atraerlo a mí de alguna manera y lograr mantenerlo despistado el tiempo suficiente como para completar el ritual —le digo.

—Ahí es donde entra en el juego la sangre de tu padre, tú sangre. Sólo podrás atraerlo con ese olor, ya que es el olor de la misma sangre que lo creó, la misma sangre que sus hermanos, la misma sangre que corre por mis venas —dice.

Suspiro tratando de mentalizarme.

—Usarás mi sangre para atraerlo —continúa a lo que yo frunzo el ceño—. Vas a necesitar hasta la última gota de la tuya para enfrentarte a él y al estar embarazada dudo que puedas prescindir de ella —explica.

—Está bien —accedo—. Cuando llegue la daga lo haremos. Nos alejaremos de aquí e iremos solo nosotros dos, no quiero que nadie más resulte herido, ya nos hemos lamentado bastante —digo esto mirando a los demás. Numeya y Erik abren la boca para protestar—. No es negociable —digo con severidad.

Ambos gruñen pero no dicen nada más sobre el tema.

Vuelvo a la habitación con Kellan y paso ahí todo el día hasta que me avisan de que ya tenemos lo necesario.

Suspiro y antes de salir de la habitación dejo un beso sobre los labios de Kellan.

—¿La tienes? —le pregunto a mi tío en el pasillo.

Asiente con la cabeza y me tiende una daga enfundada.

—Salgamos al bosque —me dice cuando agarro el arma—. Cuando estemos lo suficientemente lejos de aquí podrás conjurarla —me informa.

Miro al resto de los presentes armándome de valor.

—Ten cuidado, por favor —me pide Numeya antes de abrazarme.

Le correspondo el abrazo sintiendo como solloza en mi hombro.

—Oye, hadita —la pico—, voy a estar bien, sé cuidarme sola —le recuerdo.

Ella se separa de mi aún con los ojos llorosos pero asiente con la cabeza.

—Si te pasa algo y Kellan se entera me matará, así que procura regresar de una pieza —bromea Erik tratando de ocultar su preocupación.

Suelto una risita y lo abrazo también.

Me separo y me giro a ver a los demonios mayores.

—Princesa —dicen los tres al unísono haciendo una pequeña reverencia.

Les devuelvo el gesto y cuando me voy a dar la vuelta escucho un pequeño repiqueteo que se me hace muy familiar.

—¡Jade! —exclamo cuando veo a la pequeña hada revolotear frente a mí con una gran sonrisa en su pequeño rostro— Ah, no, tu no vienes —digo al ver su atuendo de camuflaje.

Ella hace una mueca y mueve sus manos desesperadamente.

Niego con la cabeza al entender que su intención es venir conmigo si o si.

—No es discutible —le digo y miro a Numeya pidiéndole que la agarre.

—Vamos —dice ella con la hada revolviéndose entre sus manos.

Cuando ya me he despedido de todos salgo del edificio con Lucifer a mi lado.

El silencio tenso que nos acompaña hasta el jardín se rompe cuando él habla.

—Las posibilidades de que esto salga mal son muchas —me recuerda con un tono amargo.

Suspiro.

—Lo sé, pero no hay otra alternativa. Soy la única persona que puede acabar con esa criatura y si no lo hago no hará más que desatar el caos, tanto en el mundo mágico como en el humano —le recuerdo.

Salimos de los jardines y empezamos a adentrarnos en el bosque.

—No odio a tu padre —dice de pronto.

Lo miro frunciendo el ceño.

—¿Qué? —pregunto extrañada.

Él suspira y me mira.

—No lo odio, nunca lo he hecho —aclara.

—No entiendo a qué viene esto ahora —le digo.

Se encoje de hombros.

—Supongo que ya es momento de que lo sepas —dice rascándose la nuca—. Como bien sabrás, el Infierno y el Paraíso o Cielo, como le gustaba llamarlo a tu madre, existían mucho antes que el Universo —explica deteniéndose.

Asiento y paro de andar quedando enfrente suyo.

—Bien pues, antes de que se creara el Universo, tu padre y yo crecimos en el Infierno, yo le adoraba, era mi hermano... él tenía habilidades que yo soñaba tener, jugábamos a nuestra manera y siempre trataba de enseñarme cosas nuevas —explica con una sonrisa melancólica—. Cuando los dioses crearon el Universo le dieron dos opciones a tu padre, reinar en la Tierra como rey de los Infiernos y dejarme a cargo del Infierno a mí o quedarse él en el Infierno y liberarme de cargos que no me correspondían y dejarme vivir como un ser sobrenatural más.

Hace una pausa y suspira cerrando los ojos. Cuando vuelve a abrirlos el color rojo de sus pupilas arde entre la ira, la decepción y la traición.

—Tu padre sabía que yo deseaba más que nada poder tener una vida más allá del Infierno, más allá de todos los demonios y criaturas infernales. Sabía que yo quería conocer el mundo y encontrar a mi amor eterno y, aun así, decidió condenarme a estar en el Inferno por el resto de la eternidad. A él le daba igual lo que sucediera en la tierra, podía controlarlo desde el Infierno, pero su avaricia le pudo, quería poder, quería ver los efectos que tenía su poder en este mundo y le dio igual condenarme a una vida de soledad eterna por ello —dice.

—Creía que tu deber era estar allí —le digo.

Niega con la cabeza.

—No, pero tu padre tubo elección y eligió la tierra antes que a su hermano. Si él se hubiera quedado en el Infierno podría haber venido a la Tierra en cualquier momento, pero yo no, yo solo podía venir a la tierra si alguien me invocaba —dice apartando su mirada dolido—. Por lo menos fue así hasta que murió, entonces fui libre de moverme por donde quisiera, pero ya no tenía a mi hermano y la diosa no me concedió a nadie con quién pasar el resto de mis días —termina de explicar—. Yo no odio a tu padre, simplemente me dolió saber que escogió el poder antes que la familia y cuando me enteré de que iba a ser padre temí que hiciera lo mismo contigo así que me enfrenté a él, peleamos y nos distanciamos aún más de lo que ya estábamos.

Lo miro estupefacta. No tenía ni idea de esa parte de su historia.

—Lo siento —me lamento.

Él niega con la cabeza.

—Es él quién debería sentirlo y, por mucho que trate de hacer las paces con él, nunca escucha lo que tengo que decirle, cree que todo lo que hice lo hice por envidia, que me enfrenté a él por envidia... nunca me ha dejado explicarle como fueron las cosas, lo mucho que lo adoraba y lo mal que se portó conmigo... pero bueno, ahora ya es demasiado tarde para arreglarlo todo así que lo único que puedo hacer es ayudarte y guiarte para que no cometas errores tan estúpidos como los que cometimos nosotros —dice mirándome con una pequeña sonrisa.

Asiento y sonrío.

—Vamos a patearle el culo a ese malnacido —digo volviendo al tema del demonio.

Él ríe y pasa uno de sus brazos por encima de mi hombro mientras volvemos a andar.

Cuando estamos lo suficientemente lejos buscamos un claro lo suficientemente pequeño como para que mi tío esté cerca de mí y el demonio no pueda verlo.

—Creo que aquí está bien —le digo observando el lugar rodeado de árboles frondosos.

Él suspira y asiente con la cabeza.

—Bien, estaré detrás de ti, cuando hayas conjurado la daga atraeré al demonio con mi olor, supongo que aparecerá frente a ti, pero dudo que te ataque al instante, así que aprovecharé y me moveré entre los árboles para captar su atención y que puedas terminar el trabajo —explica.

—Está bien —le digo con cierto nerviosismo.

Él me mira preocupado.

—No voy a dejar que te pase nada, no lo he hecho nunca ni lo haré ahora —me reconforta agarrándome de los hombros y mirándome fijamente.

—Lo sé —le digo con una pequeña sonrisa.

Se separa de mí y se esconde entre los árboles.

Dera no nal a makia do ben (Arde en lo malo la magia de lo bueno) —recito las palabras escritas en la hoja de la daga mientras paso la mano por encima. Esta se ilumina con tonos plateados y dorados.

Cuando la hoja vuelve a su estado normal escucho como pequeñas gotas de sangre caen sobre las hojas secas del suelo y me mentalizo para lo que viene.

La criatura que aparece frente a mí no se parece en nada al demonio que hirió a Kellan, lo único que queda de aquella apariencia falsa son sus ojos rojos y sus garras afiladas. Es una criatura alta y delgada, viscosa y negra como el carbón, con lengua bífida y dientes muy afilados.

—Princesa —dice entre sonidos guturales y siseos irguiéndose ante mí.

Contengo un jadeo al percibir la energía ancestral que desprende el ser. Es como si su sangre llamara a la mía y la criatura parece notarlo.

—Mi sangre corre por tus venas —gruñe acercándose a mí con una sonrisa repugnante.

No soy capaz de decir ni hacer nada, ni siquiera cuando acerca una de sus afiladas garras a mi vientre.

—Y por las suyas —Sonríe aún más—. Aunque no sois nada más que bastardos —gruñe separándose de mí.

—Dijo el demonio que fue desterrado por sus propios creadores —gruño cansada de escuchar su palabrería apretando la empuñadura de la daga contra mi espalda.

Vuelve a sonreír.

—Si tan desterrados estamos, cómo es que estoy aquí —se burla acercándose a mí de nuevo.

—Eso me gustaría saber a mí —digo con firmeza—. Sólo alguien con sangre celestial puede traeros del destierro. Y los ángeles hace siglos que no se dejan ver —explico.

Suelta una carcajada que hace que se me encoja el estómago.

—Hay otras maneras, pero una niña tan estúpida como tú no podría conocerlas ni en un millón de años —gruñe entre dientes mientras una de sus garras se acerca a mi cuello.

Con ese movimiento veo el hueco exacto en el que debo clavar la daga así que, sin pensarlo mucho y rezando porque mi tío logre despistarlo a tiempo, le clavo la daga haciendo que gruña y se retuerza de dolor. Su garra se cierra sobre mi cuello impidiéndome respirar y alzándome del suelo.

La empuñadura de la daga empieza a arder bajo mi piel y el demonio se retuerce aún más fuerte. Pese a sus intentos por arrancar el metal de su cuerpo me mantengo firme.

Cuando la criatura está por atravesar mi pecho con su otra garra una fuerza tira de su brazo impidiéndole hacerlo. Es ahí cuando veo a Lucifer detrás de él usando su poder para retenerlo el máximo posible.

—¡Hazlo ahora! —me grita y el demonio gira su rostro hacia él.

Aprovecho el momento y, con las pocas fuerzas que me quedan, trazo la runa de mi madre en el corazón de ese ser. Cuando termino éste empieza a chillar y retorcerse soltándome por fin y cayendo al suelo.

—¡Haakon os manda recuerdos! —grita la criatura con sus últimas fuerzas.

Trato de calmarme y coger aire con normalidad pero fallo en el intento y entre jadeos y tos es muy poco el oxígeno que entra a mis pulmones. Veo como la criatura empieza a convertirse en ceniza al mismo tiempo que mis ojos se llenan de lágrimas.

—Mierda —maldice mi tío llegando a mi lado—. Tienes que calmarte Gianna —me pide tapándome la boca para que respire por la nariz—. Respira —dice haciendo lo mismo.

Unos minutos después logro normalizar mi respiración y Lucifer me ayuda a levantarme del suelo.

—Lo he hecho —susurro mirando el montón de cenizas frente a mí.

Él sonríe.

—Pues claro que lo has hecho, eres mi sobrina, no esperaba menos —bromea golpeándome ligeramente en el brazo antes de enterrar la mano en las cenizas—. Esto es tuyo —dice sacando la daga de mi madre y lo que parece ser un diamante del tamaño de una nuez.

Lo cojo y veo la runa de mi madre gravada en él. Jadeo.

—Es su corazón —digo en voz alta.

Mi tío asiente.

—Tu madre también tenía uno de estos en el joyero —bromea.

Niego con la cabeza mientras río.

Las últimas palabras del demonio resuenan en mi cabeza pero pronto algo más importante ocupa mi mente.

—Tengo que ir a ver cómo está Kellan —le digo poniéndome seria.

Asiente y empezamos a andar hacia el castillo de nuevo.

¿Se puede saber dónde estás, maldita suicida con complejo de heroína? —escucho la voz cansada de Kellan en mi mente.

Mis ojos se llenan de lágrimas y paro en seco pillando a mi tío por sorpresa.

Salvándote el culo, maldito imbécil, podrías darme las gracias —le digo entre sollozos.

¿No sabes estarte quieta? —pregunta con cierto alivio.

Una pequeña sonrisa aparece en mi cara.

Nunca, y menos cuando se trata de ti —le confieso.

Te amo —dice en un susurro.

Yo mucho más —le digo y corto la conexión.

—¿Y bien? —pregunta mi tío con cara de circunstancias.

—Está despierto —digo con una gran sonrisa.

En su rostro aparece una sonrisa cargada de orgullo.

—Vamos, sé que te mueres de ganas de verlo —dice señalando el camino.

Andamos lo más rápido que podemos hasta llegar a las puertas del castillo. Corro por los pasillos sin importarme a quién me llevo por delante y cuando llego a la puerta de la habitación siento el latido del corazón de Kellan más fuerte que nunca, igual que el mío. No lo dudo ni un segundo y entro estrellando la puerta contra la pared captando la atención de todos los presentes. Pero paso por alto sus expresiones y me fijo en el hombre que se encuentra de pie frente a la cama vestido con su ropa de combate forcejeando con Erik para que lo deje ir.

—¿Qué coño haces de pie? —pregunto furiosa acercándome a él y empujándolo a la cama de nuevo.

—Estoy bien —gruñe intentando levantarse otra vez.

Frunzo el ceño y me cruzo de brazos.

—¿Cómo vas a estar bien si casi te mueres? O más bien, si casi nos morimos los dos —digo exasperada y miro a Erik buscando alguna explicación que me tranquilice ni que sea por unos segundos.

—Quería salir a buscarte, tan pronto como ha recuperado la consciencia se ha levantado, se ha vestido y ha forcejeado con nosotros para que lo dejásemos salir —explica bajo la fulminante mirada de su amigo.

—Eres la persona más estúpida que he conocido nunca —le digo punteando su pecho con mi dedo índice.

Mi tío carraspea a mis espaldas y habla.

—Vamos a dejarlos solos para que puedan hablar —les dice al resto de personal de la sala y estos lo hacen.

Cuando escucho la puerta cerrarse y los pasos alejarse miro a Kellan de nuevo.

—Me has asustado, idiota —le digo tratando de contener las lágrimas.

Él me mira con tristeza y orgullo a la vez posando su mano derecha en mi mejilla y trazando pequeños círculos con el pulgar.

—Lo sé, lo siento mucho, princesa. Yo también he tenido miedo —admite—, miedo de perderte para siempre, de perderos —dice posando la otra mano en mi vientre—. Eres lo mejor que me ha pasado en la vida, Gianna, y odio ponerte en peligro constantemente —dice esto último apartando la mirada.

Niego con la cabeza.

—No digas tonterías, esto es culpa mía, tendría que haber venido yo sola a buscar a las chicas, tendría que haber sido yo... —sollozo mientras él me rodea con sus fuertes brazos.

Sentir el calor de su cuerpo me reconforta y calma mis sollozos cada vez que inspiro su aroma.

—Vinimos los dos porque somos un equipo y nada de lo que me pasó fue cosa tuya —dice con cierta severidad contra mi pelo—. ¿Lo entiendes? —pregunta.

Asiento con la cabeza sin dejar de aferrarme a su pecho.

—Bien —dice relajándose un poco y pasando su mano por mi pelo—. ¿Cómo están las chicas? —pregunta sacándome de mi burbuja de comodidad y volviendo a ponerme alerta.

Me separo de él bruscamente.

—Mierda —gruño—. Lo último que sé es que ambas estaban en coma —le informo y él frunce el ceño—. Tengo que ir a verlas —le digo levantándome de la cama.

—Voy contigo —dice siguiéndome.

Pongo una mano en su pecho y niego con la cabeza.

—Tienes que descansar —le digo.

Él alza ambas cejas.

—Y tú también, así que cuando nos aseguremos de que están bien nos acurrucaremos en nuestra cama y dormiremos hasta dentro de una semana —bromea pasando su brazo por mis hombros como si hace unas horas no hubiera tenido el pecho abierto en canal.

Suspiro y asiento a su propuesta. Ambos salimos de la habitación y caminamos por el pasillo buscando a alguien que pueda decirnos dónde están las chicas.

—¡Mikaela! —la llamo cuando la veo caminando al fondo del pasillo.

Ella se gira y me mira sorprendida.

—¡Vaya, princesa, me habían dicho que estaba bien, pero se la ve mejor que bien! —dice acercándose a nosotros con una sonrisa y cargando un montón de papeles en sus brazos.

Le devuelvo la sonrisa.

—Por suerte los dos estamos bien —Miro a Kellan—. Oye, no sabrás, por casualidad, dónde están las chicas —le digo preocupada.

Ella asiente con una sonrisa triste.

—Tengo entendido que las trasladaron al castillo de Veliazka ayer, ya que allí tenemos más recursos médicos que aquí —explica—. Por lo que sé, aún están en coma las dos.

Suspiro y siento como un nudo oprime mi garganta.

—Si me disculpáis, tengo trabajo que hacer —dice sin saber muy bien qué hacer.

Kellan asiente con la cabeza y ella se va.

—Vamos —dice—. Tenemos que volver a casa.

Pasamos la tarde recogiendo nuestras cosas y cuando ya lo tenemos todo nos dirigimos a la salida del castillo, ahí nos encontramos a los gemelos, a mi tío y a los líderes de las ciudades que nos han apoyada.

—Bien, muchas gracias a todos por vuestro apoyo, sin vosotros no lo habríamos logrado —les digo—. Mi más sincero pésame por todos los soldados que habéis perdido, que han caído en la batalla. Espero que sus familias y sus pueblos los honren como los verdaderos héroes que son.

Todos asienten.

—Princesa —me llama Lewis, el representante de Kasmay—. ¿Ya ha establecido una fecha para su coronación? —pregunta intrigado.

Miro a Kellan sorprendida, con todo lo que ha pasado eso era lo último en lo que pensar.

Suspiro y niego con la cabeza.

—Aún no, me gustaría esperar a que todo se calmase un poco... cuando lo considere oportuno se lo haré saber —digo tratando de esquivar el tema.

—Está bien, pero no se demore mucho —dice.


N/A:

¡He vuelto a volveeeer! Jajajajaja, lo siento, podéis matarme, de verdad, ya os dejo... esto se está demorando más de lo que tenía planeado... pero bueno, supongo que el no ver mucha repercusión ni actividad por aquí últimamente me ha desmotivado bastante. Pero como no quiero dejar las cosas a medias... aquí estamos de nuevo.

Ahora sí, cuéntame qué te parece este nuevo capítulo y si te gusta deja tu estrellita⭐. Recuerda que así conseguiremos que la historia llegue a más personas 💕💫.

Bueeeno, al fin parece que empiezan a solucionarse las cosas, despacio pero por lo menos todo pinta mucho mejor.

Ahora nos toca esperar a que Lucie y Gianna despierten del coma y entonces todo volverá a la normalidad, si es que alguna vez la ha habido en este mundo.

¿Ha vuelto a aparecer un nombre que tomó relevancia hace unos capítulos... qué tendrá que ver con el demonio que ha matado Gia?

Y yo sigo preguntándo...

¿Qué será el bebé, niño (TeamGia) o niña (TeamKellan)? ¡Hagan sus apuestas!

Espero que te guste la historia y te agradecería si pudieses compartirla con tus amigos y amigas para que puedan disfrutarla igual que tu.

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¡¡Disfruta de la lectura y agárrate que vienen curvas!!

•Neoma•

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