24. Sangre por sangre
GIANNA
Miro a Kellan mientras observo como nuestros soldados van entrando al edificio. Está alterado, o mejor dicho, cabreado. No voy a decir que no tenga razones para estarlo después de mi entrada en modo kamikaze... pero creo que no me entiende.
Tengo que salvarlas aunque eso me suponga dar la vida por ellas, son lo único que me queda de mi pasado, lo único bueno, y sé que Mac no me perdonaría que les sucediera algo ahora que las he encontrado.
Kellan mantiene sus brazos a ambos lados de mi cabeza y respira agitado.
—Lo siento —susurro apartando la mirada.
Escucho como gruñe y abre los ojos de golpe.
—¿Sabes cuál es el problema, Gia? —pregunta pero no me deja responder— Que no lo sientes lo más mínimo.
Abro la boca para protestar pero vuelve a hablar.
—Si lo sintieras no te habrías planteado entrar así, habrías esperado a que su número de arqueros se redujera y habrías entrado cautelosamente —dice mirándome a los ojos. Los suyos están rojos por la ira y siento que en cualquier momento me quemará viva con tal de que deje de hacer estupideces.
Antes de que pueda decirle algo más, Matías llega a nuestro lado seguido por un par de soldados más. Están cubiertos de sangre y es entonces cuando me doy cuenta de que ha empezado una lucha cuerpo a cuerpo entre nuestros soldados y los de las gemelas.
—Siento estropear vuestra disputa matrimonial —dice con la respiración agitada. Kellan lo fulmina con la mirada—, pero nos irían muy bien vuestras habilidades extraordinarias para llegar vivos a casa, si puede ser eh —dice señalando la batalla que sucede a unos metros de nosotros.
Kellan gruñe para luego asentir.
Me dispongo a adentrarme entre los soldados cuando una mano en mi brazo me detiene con fuerza empujándome de nuevo contra la pared.
Miro a Kellan que sigue igual de furioso.
—Como vuelvas a hacer una estupidez como la de hace un rato me encargaré yo mismo de matarte —me amenaza.
Sonrío de lado. Está muy sexy cuando se cabrea.
—¿Entendido? —gruñe a centímetros de mi cara.
—Entendido —murmuro sobre sus labios.
Entonces me besa con dureza y rabia provocando que un gemido involuntario surja de mi garganta sin poder detenerlo.
—Lo digo muy enserio, Gianna —me advierte al separarse de mí.
No soy capaz de decir nada así que trato de tranquilizar mi respiración.
Matías y los soldados vuelven a entrar en acción cuando llegan más enemigos a la sala.
Kellan me mira por última vez antes de avanzar corriendo hacia la muchedumbre empuñando dos de sus armas.
Suspiro tratando de despejar mi cabeza y cuando lo logro me dirijo hacia el centro de la sala, me sitúo al lado de Kellan sin problema.
Nos rodea un gran número de soldados armados hasta los dientes, por suerte o por desgracia, lo único que nos diferencia de ellos es que ellos van a luchar hasta con un tiro entre ceja y ceja, nosotros no. Las gemelas han convertido a estos hombres y mujeres en sus propios zombis y están dispuestos a todo por ellas, da igual si se están desangrando o si les acaban de arrancar un brazo de cuajo, la única manera de matarlos es romperles el cuello o atacarlos con plasma.
Avanzamos todo lo que podemos situándonos en el centro de lo que parece ser un salón de conferencias. Es parte de nuestra estrategia... nosotros atraemos al enemigo al centro del edificio mientras los otros pelotones entran sin ser detectados y se hacen con el control del edificio.
Esquivo y disparo a un hombre de ojos amarillos que intenta enterrar su puñal en mi pecho, no me basta con eso así que decido romperle el cuello con un simple gesto de muñeca para luego enterrar una de mis dagas en la garganta de otro. Su sangre azul y helada me salpica provocándome una arcada de lo más desagradable.
—¿Estás bien? —escucho la voz de Kellan en mi cabeza y sonrío inconscientemente.
Lo busco por la sala encontrándolo a pocos metros de mi forcejeando con tres tipos armados con espadas mientras que a él solo le quedan un par de flechas y tres dagas.
—Mejor que tú por lo que veo —le digo a modo de burla antes de lanzar una de mis dagas a la cabeza de uno de los tipos.
Escucho el gruñido de Kellan y suelto una carcajada. Maldito perro orgulloso.
No sé en qué momento sucede pero de repente me veo rodeada de enemigos. Miro a mi alrededor dándome cuenta de que nos han rodeado a todos tratando de aislarnos y separarnos al máximo los unos de los otros.
—Mierda —murmuro.
No me gusta cómo se están poniendo las cosas y el no saber nada sobre las otras tropas me está poniendo nerviosa. Esto no puede salir mal, me estoy jugando la vida de cientos de personas y de dos de las personas más importantes en mi vida.
Mientras los soldados nos acorralan trato de trazar un plan que no nos termine matando a todos.
—Kellan —lo llamo tratando de localizarlo.
—Dime, nena —Ruedo los ojos.
Niego con la cabeza terminando de trazar el plan.
—¿Qué le sucede a un líquido que se calienta hasta hervir? —pregunto con una sonrisa sádica antes de apuñalar a un par de soldados que se me vienen encima. Uno de ellos consigue enterrar una de sus dagas en mi muslo— ¡Hijo de puta! —grito con rabia para luego romperle el cuello.
—Lo voy a matar —escucho la voz de Kellan teñida de rabia.
Sonrío mirando al cadáver que descansa en mis pies.
—Tarde —le informo—. Vamos a caldear un poco el ambiente —digo mientras disparo a la cabeza de un hombre que intentaba atacarme.
—Zah ec sua sannia erva (haz que su sangre hierva) —susurra Kellan.
Sonrío mientras extiendo mis brazos al frente moviendo mis dedos notando el calor que emana de mi cuerpo sintiéndome más viva que nunca.
—Zah ec sua sannia erva —susurro sin dejar de mover mis dedos.
Poco a poco voy notando como los soldados que nos rodean empiezan a sudar y su tono de piel se vuelve más rosado.
Mi sonrisa se extiende. La peor tortura que puede sufrir un ser de sangre fría es que esta se le caliente hasta el punto de hervir.
Sus cuerpos empiezan a perder color y a secarse, sus pieles se arrugan ciñéndose sobre sus huesos y lo único que queda de ellos en cuestión de segundos es el eco de sus gritos ensordecedores, nuestros soldados se reagrupan a medida que los otros caen, recogen a los heridos y los dejan a salvo para luego regresar por los muertos.
Cuando ha caído el último soldado que nos rodeaba bajo mis brazos y busco a Kellan pero no me da tiempo de encontrarlo cuando siento como me da la vuelta mirándome alarmado.
Su mirada pasa por todo mi cuerpo deteniéndose en la daga que tengo enterrada en el muslo y que provoca una mueca en su rostro.
—Hay que sacarla —me informa.
Ruedo los ojos.
—No jodas, pensaba llevármela puesta ¡AAH! ¡Bruto de mierda! —grito cuando me la saca de un tirón— ¡Eso se avisa antes, capullo!¡Jodeeer! —sigo protestando.
Se le escapa la risa a lo que yo lo fulmino con la mirada.
—Llorona —se burla.
—¿Llorona? ¿Te parece que te meta una bala entre ceja y ceja y luego te la arranque de cuajo, maldito degenerado? —protesto dándole toquecitos a su frente con la pistola que tengo en la mano.
Levanta los brazos en señal de paz a lo que yo gruño.
Me dispongo a caminar pero el ardor en mi pierna me lo impide haciendo que casi caiga al suelo. Por suerte Kellan me sujeta de la cintura a tiempo.
Frunce el ceño mirando la herida de mi pierna.
—¿No se te está curando? —pregunta a lo que yo le echo un vistazo también.
Suspiro.
—El embarazo retrasa la regeneración de tejidos, me curo más despacio que antes —explico.
—Tienes que irte —dice.
Niego con la cabeza.
—Solo es una herida en la pierna, curará en nada... además, me necesitáis aquí —presumo.
Él gruñe.
—Ahora es en la pierna pero la próxima puede ser en el estómago, Gia —gruñe dejando su mano en mi vientre.
—Estaremos bien —susurro poniendo mi mano sobre la suya y la otra en su rostro.
Me pierdo en sus ojos grises, cargados de preocupación y angustia y algo se me revuelve dentro.
—Tenemos problemas en la cuarta planta —La voz de Sasha retumba en mi cabeza.
—Mierda —murmura Kellan.
—Vamos —digo movilizando a todo el pelotón.
Subimos las escaleras de mármol en silencio y con las armas de fuego a punto, en este momento son las más efectivas, pues no sabemos qué vamos a encontrarnos ahí arriba.
El panorama que nos espera al llegar a la primera planta es casi tan catastrófico como el que había abajo. Pasamos de largo ayudando a nuestros heridos y rematando a alguno de los suyos. Las dos siguientes plantas están prácticamente igual que las anteriores pero a medida que nos acercamos al último tramo de escaleras antes de la cuarta se empiezan a escuchar los sonidos de la batalla poniéndome la piel de gallina.
Cuando llego al último escalón asomo la cabeza para ver bien el panorama. Frunzo el ceño al ver tan solo al pelotón de Sasha y Christian batallando con un gran número de enemigos, esto no pinta para nada bien.
—¿Posiciones? —pido para que me informen.
No recibo respuesta de nadie, lo cual solo me provoca más malestar.
Miro a Kellan detrás mío, tiene una mueca de preocupación y confusión.
—No me gusta esto —le susurro.
Él asiente y se asoma para contemplar lo que sucede ahí arriba.
—Tenemos que entrar, los están masacrando, no podemos esperar a las otras tropas si estar seguros de que vendrán —me susurra de vuelta.
Asiento suspirando e indico a nuestros soldados que avancen sigilosamente hasta el otro lado del pasillo.
Me dispongo a ir con ellos cuando la mano de Kellan sobre mi muñeca me lo impide.
Lo miro confundida.
—No irás —me impone y frunzo el ceño—. Estás herida y eso ya no es una batalla, es un matadero —expone.
Suspiro frunciendo el ceño y bajando la mirada a la herida en mi muslo. No se ha cerrado del todo y aún sangra, pero ya no me duele como antes.
Miro a nuestros soldados siendo asesinados sin compasión pero Kellan me agarra el mentón para que vuelva a mirarlo.
—Gia, si no lo haces por mí, hazlo por nuestra hija —susurra cerca de mis labios posando una mano en mi vientre haciendo que un escalofrío recorra mi columna vertebral.
Nuestra hija. Lo miro a los ojos y sonrío. Tiene claro que será una niña y su cara de ilusión al hablar de ella no tiene precio.
Suspiro.
—Está bien, dejaré que os encarguéis de esto, pero voy a bajar de nuevo a buscar a las otras tropas —le informo.
Su ceño fruncido y su mandíbula apretada me dejan saber que no le ha gustado lo que acabo de decirle, pero sabe que es mejor eso a dejarme pelear aquí arriba.
Gruñe.
—De acuerdo, pero mantenme informado y ten cuidado —dice acunando mi rostro entre sus manos.
Asiento antes de darle un pequeño beso.
—Te amo —le digo antes de empezar a bajar las escaleras sin escuchar su respuesta.
Bajo hasta la segunda planta y agudizo mis sentidos al percibir olor a veneno puro. Frunzo el ceño. Nosotros no usamos veneno puro, usamos plasma porque el veneno solo mata a las brujas y a los licántropos. Pero el olor es demasiado potente para que lo estén usando solo en sus armas. Algo aquí no encaja.
Avanzo por el pasillo desierto esquivando cadáveres con la pistola en una mano y una daga en otra, llego al fondo del pasillo topándome con una puerta de acero cerrada con un candado.
Apoyo mi oreja en la puerta tratando de escuchar lo que sucede más allá de esta pero únicamente escucho el sonido de algo líquido fluir por unas cañerías.
Poso mi mano sobre el candado, lo congelo y lo golpeo provocando que se rompa en mil pedazos. Abro la puerta lentamente y entro con el arma en alto.
Me encuentro en una sala oscura y repleta de tuberías por las cuales circula un líquido verde y fluorescente. Veneno.
Sigo el trazado de las tuberías hasta que estas se pierden en el suelo, parece que van hacia el piso de abajo. Busco una trampilla o algo que comunique directamente con la planta baja pero parece no haber nada.
Me dispongo a salir cuando, de reojo, aprecio un pequeño destello plateado detrás de una de las tuberías. Me acerco y descubro una pequeña puerta por la que apenas debe de pasar una persona. La abro cautelosamente tratando de no hacer ruido y me topo con una escalera vieja y oxidada. Asomo mi cabeza para ver lo que sucede en esa habitación.
De un momento a otro siento como toda la sangre me abandona el cuerpo y mi corazón se paraliza al ver lo que sucede. Lucie y Gianna están atadas y amordazadas en unas sillas, pero eso no es lo peor, en el brazo de Gianna hay una sonda intravenosa que le administra el mismo veneno que circula por las tuberías, a su lado, Lucie está inconsciente y tiene marcas de pinchazos en sus brazos.
—Hijas de puta —susurro.
Les han estado suministrando veneno en pequeñas cantidades para mantener sus poderes inactivos, las han estado drogando.
Empiezo a bajar las escaleras tratando de no perder la cordura.
Sí, antes quería matar a las gemelas pero ahora creo que eso sería ponerles las cosas muy fáciles. Deben pagar por todo lo que han hecho... probarán un poco de su propia medicina.
Me acerco a las chicas con prudencia, es raro que estén aquí solas sin nadie que las vigile, demasiado fácil.
—Las gemelas están en la primera planta —escucho la voz de Mikaela —, son muchos soldados, necesitamos refuerzos —Su voz cargada de preocupación me pone los pelos de punta.
—Hemos tenido problemas en la zona sur, nos estaban esperando —dice Numeya—. Hemos logrado deshacernos de ellos pero han herido a Erik —se le rompe la voz—, no puedo abandonarlo aquí —informa.
—Aquí arriba la situación está controlada, la quina tropa bajamos a ayudaros —asegura Aram.
Suspiro. Las cosas no están saliendo como había planeado y esto puede terminar en desastre si no nos movemos con cautela.
Empiezo a desatar a las chicas y le quito la sonda a Gianna. No puedo eliminar el veneno de sus sistemas porque el embarazo me quita fuerzas así que decido dejarlas en esta sala e ir a ayudar al resto de tropas.
Estoy por cerrar la puerta cuando un dolor punzante me invade el hombro izquierdo y parte del pecho cortándome el aire por unos segundos. Trato de sujetarme de la pared pero no lo consigo y caigo al suelo de rodillas.
—Kellan —susurro notando como mis ojos se llenan de lágrimas.
No recibo respuesta y el dolor aumenta.
—Kellan —vuelvo a llamarlo tratando de mantener la calma.
Las lágrimas empiezan a caer por mi rostro mientras intento ponerme en pie.
—Kellan, responde, joder —insisto apoyándome en la pared.
—Mierda —se queja y parece como si el aire volviese a circular por mis pulmones.
—Me has asustado, idiota —le digo a la vez que trato de normalizar mi respiración—. ¿Qué ha pasado? —le pregunto mientras sigo notando el dolor.
—Nada, no te preocupes, no es nada grave —jadea.
Sus palabras en lugar de tranquilizarme me alteran. No sé exactamente qué ha pasado, pero le han herido, demasiado cerca del corazón, y no es buen asunto.
Termino de cerrar la puerta y me encamino por el pasillo escuchando los sonidos de la pelea que se desata unos metros más allá. Siento dejarlos aquí pero debo ir a ver a Kellan... puede que no seamos seres fáciles de matar, pero si nos hieren en el corazón estamos muy jodidos, además, estoy segura de que se las apañarán bien ellos solos.
Subo de nuevo hasta la cuarta planta, aún no hay ni rastro de las gemelas y eso me está empezando a poner nerviosa, tanto ellas como nosotros estamos teniendo muchas bajas y que no aparezcan aún, me da a entender que tienen un as bajo la manga, y no uno cualquiera, uno demasiado poderoso.
—Tío —llamo a Lucifer mientras sigo subiendo.
—Dime, princesa —Escucho su voz agitada.
—¿Tenéis a Vetala? —pregunto esperanzada.
—Lo estamos rastreando, pero esto no tiene sentido —Hace una pausa—, su rastro nos lleva hasta un muro, una pared del edificio, pero no tiene entrada —explica.
Suspiro.
—Está bien, a ver qué averiguáis, voy a por Kellan, lo han herido en el pecho y duele como los mil demonios —digo y no espero respuesta.
Llego a la cuarta planta y la imagen que perciben mis ojos hace que mi cuerpo se paralice. Jadeo.
Kellan se encuentra tendido en el suelo, inconsciente. A su lado hay un demonio de posesión con una de sus garras enterradas en su pecho.
Un sollozo escapa de mi boca al percibir como la garra del demonio rodea el corazón de Kellan y noto como me falta el aire.
—No —sollozo al notar como sus garras empiezan a enterrarse en el tejido.
Clary me mira con una sonrisa sádica en el rostro.
—Vaya, Gianna, quién iba a decir que la hija de los dioses temería perder a un chico tan insignificante como este —se burla dejando ver todo su cuerpo.
Es entonces cuando veo su puño cerrado y entiendo por qué Kellan no ha podido oponer resistencia.
Avanzo hasta que Clary levanta su brazo libre haciéndole una seña al demonio que vuelve a apretar el corazón de Kellan provocándome un dolor intenso y persistente en el pecho.
—Si te mueves, lo mato —advierte señalando a Kellan. Paso saliva y trato de mantenerme neutral—. Buena chica, vamos a hacer un trato, Gianna. Vendrás conmigo y con mi hermana para cedernos tus poderes y el trono. A cambio, lo soltaremos a él y a las dos mocosas. Si no accedes, moriréis todos —expone.
Trato de contener la pequeña sonrisa que se asoma en mi rostro.
Parece que no saben que ya tengo a las chicas, así que aún tengo un poco de ventaja sobre ellas.
—Tenemos a Vetala, princesa, y a una de las gemelas —escucho la voz de Lucifer.
Ahora sí que sonrío provocando que Clary me mire confundida.
—Sabes, querida —hablo mientras avanzo cautelosamente—. Antes de amenazar a alguien, debes asegurarte de que tienes todos los cabos bien atados. Si no es así, te puede salir el tiro por la culata.
Cuando digo esto alzo una de mis manos en dirección al demonio y lo paralizo mientras que la otra la posiciono frente a Clary que ahora me mira con temor. Cierro los ojos, inspiro y vuelvo a abrirlos convirtiendo a la chica que tengo delante en piedra.
El demonio empieza a gritar al no sentir el dominio de Clary sobre él, así que me acerco y, cautelosamente, saco su garra del pecho de Kellan.
—Ac Inferno (Al infierno) —susurro mientras dibujo la runa de Lucifer en su frente haciendo que se desvanezca.
Escucho como Kellan tose a mi lado y me giro hacia él observando su pecho cubierto de sangre.
Pongo mis manos sobre su herida tratando de que se cure más rápido pero ni siquiera empieza a cicatrizar.
—Tenemos a Diana y a Vetala, sus soldados han caído. Hemos ganado —Escucho la voz de Frida pero no le presto atención.
Paso mi mano por el rostro de Kellan que está casi inconsciente. El dolor en mi pecho es prácticamente insoportable y eso me asusta, no pinta nada bien.
Las lágrimas caen por mi rostro mientras trato de centrar las pocas fuerzas que me quedan en curar a Kellan.
—Maldita sea —protesto desesperada al ver que no funciona—. Kellan, ni se te ocurra cerrar los ojos —le pido tratando de mantenerlo despierto.
Mi respiración empieza a agitarse y mi vista se vuelve borrosa al concentrar todas mis fuerzas en él.
Siento como me mareo y pierdo fuerzas poco a poco mientras la sangre de Kellan me mancha las manos y la ropa.
—Ayuda —susurro rezando por que alguno de los chicos me escuche y venga a buscarnos.
En cuestión de segundos todo me da vueltas y se vuelve negro.
Lo último que recuerdo es el sonido de mi cabeza golpeando el suelo.
N/A:
¡Holiis!
Hasta aquí el vigesimocuarto capítulo.
Cuéntame qué te parece en los comentarios y si te gusta deja tu estrellita⭐. Recuerda que así conseguiremos que la historia llegue a más personas 💕💫.
Parece que lo de quedarse al margen no va con Gia...
¿Se habrán terminado por fin los problemas?
¿Qué crees que pasará con las gemelas?
¿Se recuperará Kellan? ¿Y Gia?
¿Será todo igual con Gianna y Lucie?
¿Habrá sido todo demasiado sencillo?
Espero que te guste la historia y te agradecería si pudieses compartirla con tus amigos y amigas para que puedan disfrutarla igual que tu.
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¡¡Disfruta de la lectura!!
•Neoma•
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