22. La verdad
GIANNA
Supongo que mi cara ahora mismo debe de ser un cuadro, no me esperaba esa respuesta. Puede que últimamente no haya tenido una buena opinión de mis padres, pero tenía entendido que eran unos de los reyes más liberales y modernos que jamás habían reinado en Veliazka y en el mundo sobrenatural.
—¿Por eso querías que les preguntara sobre el laboratorio? —le pregunto frunciendo el ceño.
Él suspira.
—Sí —responde pasándose una mano por el pelo—, quería que te enterases por ellos de eso pero a la vez quería ser yo quien te contase lo de mi familia —me explica desviando la mirada hacia el bosque.
Asiento con la cabeza.
—Sabes —Capto su atención de nuevo—, hablaré con ellos, de todo, de por qué no me buscaron, de por qué terminaron en guerra los dos mundos y de por qué crearon ese laboratorio —le digo convencida—. Y tú, estarás presente —afirmo.
Kellan hace una mueca y niega.
—No creo que sea buena idea Gia —me dice rascándose la nuca con su mano.
—¡Claro que lo es! —exclamo— Te mereces esas explicaciones tanto como yo —le digo.
Él suspira y tras un pequeño debate interno asiente no muy convencido.
—Bien —dice mientras guarda la daga en su mochila y se la echa a la espalda—. Vamos, aún nos queda un buen rato hasta el campamento —informa para luego alejarse hacia el resto de la tropa.
Termino de guardar mis cosas en la mochila y busco a Jade con la mirada. La encuentro jugando al escondite con un pez diamante y sonrío al verla tan ajena a todo lo que sucede a su alrededor.
—Jade —la llamo—, siento interrumpir pero tenemos que irnos —informo echándome la mochila a la espalda.
La hadita se despide del pez dejando un beso en una de sus aletas. Sale del agua y recoge sus cosas para luego posarse en mi cabeza.
—¿Lista? —pregunto.
Escucho un sutil tintineo que me tomo como afirmativa por parte de Jade y empiezo a andar alcanzando al resto de la tropa que empieza a desaparecer entre las frondosidades del bosque. Veo a Kellan unos metros más lejos de mí, está solo pero prefiero dejarlo tranquilo, sé que para él no habrá sido fácil revivir esos recuerdos y no creo que pueda llegar a concebir el estar ligado eternamente a la hija de los que causaron sus desgracias. Se me revuelve el estómago y contengo una arcada.
Sigo andando sola hasta que Christian se me une.
—No sabía que te iban los tatuados —dice haciendo que suelte una carcajada.
—Eres un caso —le digo mirándolo.
Me fijo en su expresión, parece pensativo.
—¿Sucede algo? —pregunto frunciendo el ceño mientras seguimos andando.
Él suspira.
—No —dice pasándose la mano por el rostro. Lo miro enarcando una ceja a lo que vuelve a suspirar—. Bueno, sí —admite.
—¿Y se puede saber qué es? —pregunto con tono curioso.
Me mira con una sonrisa triste.
—Supongo que te acuerdas de cuando nos conocimos —me dice. Asiento con la cabeza—. Yo acababa de conocer al amor de mi vida unos meses antes —confiesa pillándome por sorpresa—. No te lo dije porque las cosas con ella no fueron bien. Me rechazó en cuanto me conoció porque decía estar enamorada de otra persona, de un humano. Intenté convencerla de que eso no saldría bien. Acababan de terminar las Guerras de Cristal y los únicos que sabían de nuestra existencia eran los cazadores y sus círculos cercanos, no me daba buena espina. Ella no me escuchó, estaba cegada y me pidió que me alejase de ella y la dejase ser feliz con el humano. Y lo intenté, estuve alejado de ella por dos semanas. Fueron las peores semanas de mi vida, no comía y tampoco dormía, lo único que podía hacer era pensar en ella, en su aroma a mar y su pelo rosado —explica con tono melancólico—. Un día tuve un mal presentimiento y decidí ir a buscarla. Seguí su rastro hasta un pueblo de cazadores del norte. La encontré —dice mirándome. Su expresión me pone los pelos de punta—. Estaba crucificada en la plaza del pueblo, colgada de sus manos como un trapo, si vida y todo su cuerpo tenía profundas quemaduras por el sol. La habían atado en su forma natural, como sirena, su cola rosada estaba destrozada con rastros de sangre y seca —Me estremezco, morir quemada por el sol es la muerte más lenta y dolorosa a la que se puede someter a una sirena—. La tuvieron fuera del agua por días, la torturaron y se quedaron a ver como la vida se le escapaba. Cuando llegué allí había cientos de hombre y mujeres celebrando a su alrededor. Celebraban su muerte sin ningún tipo de escrúpulos —gruñe cabreado.
Su mirada se ha vuelto azul y en su boca asoman sus afilados dientes.
—¿Los mataste? —pregunto aunque ya sé la respuesta.
Una sonrisa sádica se apodera de su rostro y se me encoje el estómago.
—A todos y cada uno de ellos —responde con la mirada perdida en el bosque—. Pero, primero, sufrieron igual o más que ella —añade.
Asiento con la cabeza. No voy a juzgarlo, no cuando yo llevo miles de muertes sobre mi consciencia. Él mató a un pueblo entero por asesinar al amor de su vida y ni siquiera estaban marcados, ella no lo quería en su vida pero, aun así, la vengó.
Frunzo el ceño y lo miro de nuevo.
—¿Por qué me cuentas esto ahora Chris? —pregunto curiosa.
Él suspira mientras sus ojos vuelven a su color normal y sus dientes regresan a su forma.
—Porque cuando te conocí llegué a pensar que quizá no lo había perdido todo, que quizá había esperanza para mí aún —dice. Abro los ojos como platos y él suelta una carcajada—. Tranquila, no llegué a enamorarme de ti, aunque tampoco podrías culparme. Creí que, como congeniábamos y nos entendíamos y ninguno de los dos tenía al amor de su vida, podríamos llegar a tener algo más que solo sexo. Pero, cuando te fuiste, mis esperanzas se fueron a la mierda. Y ahora has encontrado a tu amor eterno —dice esto último con un poco de recelo.
—Lo siento —susurro.
Yo no sabía que estaba pasando por todo eso cuando lo conocí. Simplemente me pareció un hombre atractivo y que follaba bien. No pensé ni un instante en sus sentimientos, fui una zorra.
—No tienes por qué sentirlo Gia, lo que tuvimos fue de mutuo acuerdo y si no quise contarte esto antes fue porque no lo consideré importante en aquel momento. Pero ahora que has encontrado a tu amor eterno, me parece lo más justo para ambos —explica.
Asiento con la cabeza sin saber que decir.
Después de cinco minutos andando en silencio vuelvo a hablar.
—Quizá la diosa te de otra oportunidad —le digo.
Me muestra una pequeña sonrisa.
—Quizá —susurra. El pequeño brillo de sus ojos me muestra la esperanza que tiene en que eso suceda.
Suspiro.
La diosa no tiene costumbre de dar segundas oportunidades a nadie, pero sí que conozco casos de seres que han perdido a su pareja antes de marcarse y la diosa les ha otorgado otra. Espero que ese sea el caso de Chris.
Seguimos andando por horas hasta que casi llegamos al límite del bosque. Chris se ha ido con los soldados de su ciudad hace un par de horas y yo he estado metida en mis pensamientos todo el tiempo. Me siento agotada y no entiendo el por qué.
Busco a Kellan, Erik o Numeya con la mirada y encuentro a los hermanos hablando con Lucifer y los demonios Mayores. Me dirijo hacia ellos pero cuando llego a su lado guardan silencio y me miran. Lucifer parece contento y los demonios también, pero los chicos parecen estar en shock.
Frunzo el ceño.
—¿Interrumpo algo? —pregunto confundida.
Lucifer es el primero en hablar.
—Nada importante —dice con una sonrisa gigante.
No me lo creo, hay algo que no me cuentan.
Antes de que pueda volver a hablar, unos brazos fuertes y repletos de tinta me rodean desde atrás acompañados del aroma de Kellan.
—¿Pasa algo? —pregunta antes de esconder su cabeza en mi cuello y dejar un beso sobre su marca haciendo que me estremezca.
—Cuando he llegado estaban hablando de algo y no me lo quieren contar —le digo y hago un pequeño puchero.
Kellan se ríe mientras los demás nos miran con emoción.
Ahora sí que no entiendo nada.
Erik carraspea captando mi atención.
—Esto... ehh... creo que voy a ir a montar tiendas —dice y se larga antes de que alguien diga algo más.
—¡Voy con él! —dice Numeya para irse corriendo hacia donde está su hermano.
—Vale... —murmuro extrañada.
—Princesa —me llama Mephisto. Le hago un ademán con la cabeza para que siga hablando—. Debería hablar con sus padres cuanto antes, no tenemos tiempo que perder —me informa.
Cierto, casi lo olvido.
—Lo sé —digo en un suspiro—. ¿Vais a querer estar presentes? —pregunto.
Puede que Lucifer y mi padre no se lleven bien, pero son familia, aparte de que los Demonios Mayores quizá querrán ponerse al día con mi padre.
Ellos se miran entre si y luego niegan.
—No, ya tendremos oportunidad de hablar con él más adelante —dice Baal tratando de ocultar una sonrisa.
Frunzo el ceño y hago una mueca.
—Estáis más raros que de costumbre —les digo a lo que ellos sueltan una carcajada que retumba por todo el bosque.
Los tres demonios se retiran sin decir nada más dejándonos solos con Lucifer.
—¿Seguro que no sucede nada tío? —insisto.
El niega con una sonrisa.
—Tiempo al tiempo princesa, todo tiene su momento —dice antes de largarse.
Me quedo igual o más confundida que antes. No me gusta nada no enterarme de las cosas que suceden a mi alrededor.
Kellan se pone frente a mí.
—No tienes que hacerlo ahora si no quieres —me dice mirándome a los ojos.
Suspiro.
—Lo sé, pero necesito entender muchas cosas, necesito saber la verdad sobre todo lo que sé de ellos y de mí. Cuanto antes aclare las cosas mejor —le digo afligida.
Él asiente.
—Está bien —dice acercándose un poco más a mí y me analiza con la mirada—. ¿Gia, te encuentras bien? —pregunta frunciendo el ceño y poniendo sus manos en mis mejillas.
Suspiro.
—Estoy un poco cansada y creo que algo de lo que he comido no me ha caído bien del todo —le digo con una pequeña sonrisa—. No te preocupes, ya se me pasará.
—Deberías descansar un poco —me dice.
Niego y aparto sus manos de mi rostro.
—No, primero quiero hablar con mis padres —le digo.
Me lanza una mirada de desaprobación.
—Gia, estás pálida y tienes muchas ojeras, debes descansar un poco —insiste.
Vuelvo a negar.
—Cuando hable con mis padres —le repito.
Gruñe.
—Eres una cabezota de cuidado —protesta.
Sonrío de lado.
—Tú quéjate, pero así te gusto —digo rodeando su cintura con mis brazos.
Se le escapa una risita mientras niega con la cabeza.
—Y no sabes cuánto —dice antes de besarme.
Le sigo el beso. Es un beso delicado, como si le diese miedo romperme.
Nos separamos sonriendo los dos.
—Vamos, cuanto antes lo haga más tiempo tendré luego para descansar —le digo.
Él asiente y me guía a un lugar apartado del campamento. Empiezo con el ritual y, cuando está todo preparado y me dispongo a recitar el hechizo, Kellan me detiene.
—Necesitamos a alguien que nos mantenga anclados a este mundo —me recuerda.
Niego.
—No, esta vez voy a traerlos aquí —le informo y procedo con el hechizo.
Segundos más tarde, frente a nosotros, aparecen Adalía e Inferno.
—¿Dónde narices estamos? —pregunta Inferno mirando el bosque.
—En la tierra —digo captando su atención.
—Hija —murmura Adalía.
—Necesito respuestas —les digo.
Ellos se miran entre si y asienten con la cabeza.
Kellan se mantiene detrás de mí en todo momento.
—¿Por qué creasteis los laboratorios? —pregunto yendo directa al grano.
Ambos fruncen el ceño y una expresión de sorpresa se forma en sus rostros.
—Nosotros no fuimos lo que crearon esos laboratorios hija —habla Inferno.
Escucho como Kellan se acerca a mi lado, furioso.
—Mentira —gruñe.
Mi padre lo mira perplejo. Dudo que esté acostumbrado a que alguien le replique de esta manera.
—¿Cómo dices? —pregunta con aires de superioridad.
Kellan ríe sin gracia.
—Digo que es mentira. Todo el mundo en aquellos laboratorios sabía que los habíais creado vosotros para manipular a las criaturas y crear un ejército de híbridos —explica.
Vaya, esa parte no me la sabía.
Antes de que Inferno pueda volver a replicarle, Adalía se adelanta.
—No es cierto —dice con tranquilidad—. Esos laboratorios fueron creados por ciertos miembros de consejo, a nuestras espaldas e hicieron creer a todo el que se encontraba allí que eso era culpa nuestra —explica con los ojos cristalizados—. Nos dimos cuenta demasiado tarde de lo que sucedía y, para cuando nos enteramos, todas las criaturas que estabais ahí reclusas habíais logrado rebelaros contra ellos y escapar —termina de decir.
Kellan los mira furioso.
—Solo logramos escapar dos de los cientos de niños que había allí, el resto murieron —escupe mientras su cuerpo se tensa.
Adalía se acerca a él con mirada compasiva.
—Lo sé, y me duele no haberme dado cuenta de lo que pasaba antes. Kellan —lo llama— lo que pasó con tu familia no fue tu culpa. Fue culpa de la ambición de Daeriana y su séquito de seguidores —le explica—. Espero que puedas perdonarnos algún día por no haberlo parado antes —termina y regresa al lado de Inferno.
En parte tiene sentido lo que cuenta, pero no entiendo cómo no se dieron cuenta de lo que sucedía si estaba pasando casi en sus narices.
—¿Qué más quieres saber Gianna? —pregunta Inferno.
Tomo aire preparándome para formular la pregunta que me persigue día y noche desde hace unos meses.
—¿Por qué no me buscasteis? —pregunto.
Adalía jadea e Inferno abre los ojos como platos.
—Si lo hicimos pequeña, lo hicimos hasta que se nos informó que habías fallecido pocos años después de haberte entregado a Aisha —dice Inferno más serio de lo normal.
—Ozak me contó que dejasteis de buscarme y lo mandasteis para que me protegiera —les recrimino.
Adalía niega con la cabeza.
—Se te olvida algo hija. El Ozak que conociste jamás fue Ozak, fue Vetala. Ese demonio manipula las cosas a su conveniencia y, igual que te convenció a ti de que nunca te buscamos, nos tuvo engañados por siglos sobre tu muerte —explica Inferno. Lo miro confundida—. No fue hasta después de nuestra muerte que nos enteramos sobre la verdad, hasta entonces no sabíamos que Ozak había fallecido y que tú estabas viva. Tampoco conocíamos la relación entre Vetala y los miembros del consejo —termina.
Ahora todo tiene sentido pero sigue habiendo algo que no me cuadra.
—¿Por qué las Guerras de Cristal? —pregunto.
Adalía sonríe con tristeza.
—Sabes, se dice que desde que tú desapareciste tu padre y yo nos distanciamos. Pero un fue así, no unimos más que nunca y tratamos de hacer lo mejor para el mundo sobrenatural, pero no fue suficiente —explica con una sonrisa triste—. Un año antes de las Guerras de Cristal llegó a nuestros oídos que un cazador había empezado a reunir tropas para atacar a los sobrenaturales alentado por alguien de nuestra corte. Tu padre enfureció y decidió poner a los ejércitos a entrenar para una posible guerra pero yo me pasé los meses tratando de hacer entrar en razón al cazador y creí haberlo logrado, pero una noche saltaron las alarmas del castillo y se nos notificó que el mundo entero estaba siendo atacado por cazadores, eran miles y nos habían pillado por sorpresa. Tu padre decidió poner a los Obstenyak en acción y así igualar la batalla. Se transportó a Yosta que era donde se encontraba el cazador, estaba dispuesto a matarlo. Llegué a Yosta horas más tarde que él y me interpuse entre su espada y la del cazador. Hice mi último intento de hacerlos entrar en razón, los ojos de tu padre estaban repletos de lágrimas cuando la espada de Haakon atravesó mi espalda enterrándose en mi abdomen. Fue la única vez que lo vi llorar y fue la última vez que sentí su amor —dice mirando a Inferno con los ojos llenos de lágrimas—. Haakon sacó su espada de mí para enterrársela a tu padre que me sujetaba contra su cuerpo. Mi primer reflejo fue mandar a tu padre al Infierno, en ese momento no pensé que no volvería a verlo ni que podíamos morir al estar separados. Lo único que podía pensar era en que jamás me perdonaría que muriese de esa manera. Finalmente, nuestras tropas lograron reducir a Haakon antes de que me asesinara. Lo último que recuerdo es que me desmayé sobre el charco de sangre que salía de mi cuerpo. Días más tarde me enteré de que Haakon había asesinado al hijo que crecía en mi vientre —termina de contar y se pasa la mano por su vientre.
Sus ojos están llenos de lágrimas que caen desesperadas por sus mejillas. Inferno está con la cabeza gacha y los puños apretados a ambos lados de su cuerpo.
Todo lo que había creído durante años ha sido solo una leyenda, una distorsión de lo que sucedió en realidad. Y me lo he creído todo como una estúpida, he tratado a mis padres como mierda por simples suposiciones sin fundamento. He estado culpando de muchas cosas a las personas equivocadas. Me siento como la mierda.
Siento como la mano de Kellan aprieta mi hombro y vuelvo a centrar mi atención en las dos personas que tengo delante.
—Lo siento —susurro lo único que es capaz de salir de mi garganta ahora mismo.
Mis padres me miran sorprendidos para luego sonreír con tristeza.
—No tienes de que disculparte cariño, todos aquí hemos hecho cosas de las que nos arrepentimos y es completamente comprensible que no hayas querido hablar con nosotros más de lo necesario habiendo escuchado todas esas mentiras —me dice mi madre y se acerca a mi—. ¿Puedo abrazarte? —pregunta tímidamente tratando de retener las lágrimas.
Asiento con la cabeza y, al instante, me abraza con fuerza.
En sus brazos encuentro la seguridad que siempre me ha faltado, la misma que me proporciona el estar cerca de Kellan. No puedo evitar que las lágrimas empiecen a caer de mis ojos silenciosamente.
Unos segundos después siento como alguien más se une a nuestro abrazo y se me escapa un sollozo.
—Está todo bien princesa —susurra mi padre contra mi pelo.
Ahora mismo me siento como una niña pequeña que acaba de hacerse daño a la que sus padres consuelan.
Nos separamos un rato más tarde y me acerco a Kellan.
—Chico —lo llama mi padre rascándose la nuca incómodo. Mi madre le da un codazo en el lateral cuando parece no querer hablar más—. Siento lo de antes —murmura.
Suelto una risita al ver la cara de estreñido de mi padre.
—No pasa nada señor, yo también lo siento —le responde Kellan para luego susurrar en mi oreja—. Ya sé a quién te pareces tan orgullosa.
Se me escapa una carcajada, razón no le falta.
—Bien, tenemos que irnos —les informo al notar como mi cuerpo me pide urgentemente un descanso—. Volveremos a vernos —les digo.
Ellos asienten con la cabeza y una sonrisa en sus rostros.
—¡Espera! —me interrumpe mi madre antes de que termine de completar el hechizo que los devolverá a su dimensión— ¿Es niño o niña? —pregunta confundiéndome.
Frunzo el ceño.
—¿Qué? —pregunto confundida.
Mi madre abre los ojos como platos.
—¿Aún no lo sabéis? —pregunta emocionada.
—¿Qué es lo que tenemos que saber? —pregunta Kellan.
—Vaya par de tontos —dice mi padre soltando una risita.
Frunzo el ceño igual que Kellan.
—Gianna —me llama mi madre— ¡Estás embarazada!
Detrás de mi escucho un ruido seco, como el que hace algo muy pesado al caer al suelo.
N/A:
¡Holiis!
Hasta aquí el vigesimosegundo capítulo.
Cuéntame qué te parece en los comentarios y si te gusta deja tu estrellita⭐. Recuerda que así conseguiremos que la historia llegue a más personas 💕💫.
¡Ehh... este capítulo ha estado repleto de confesiones y revelaciones! ¿Cuál ha sido la que más te ha impactado?
¡Estoy muertisima con la notícia de que Gia está embarazada! ¿Te lo esperabas?
¡Por fin hemos podido conocido la verdad de la boca de sus protagonistas, todo empieza a tener sentido!
¿Qué te ha parecido? ¿Te esperabas algo así o algo completamente diferente?
Ese nombre... parece que dió guerra en el pasado... ¿la dará también en un futuro?
Espero que te guste la historia y te agradecería si pudieses compartirla con tus amigos y amigas para que puedan disfrutarla igual que tu.
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¡¡Disfruta de la lectura!!
•Neoma•
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