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21. Pasado

GIANNA

Salimos del castillo con todas las tropas formadas a nuestras espaldas. A mi lado se encuentran Kellan, Lucifer, los demonios Mayores, los representantes de la ciudad y, por último Erik y Numeya. Aún no he hablado con ellos, más que nada porque no sé qué decirles, no sé cómo hacer que se sientan mejor porque lo que les ha sucedido es una mierda y ni yo sé que pensar sobre eso.

Han vivido engañados durante toda su vida y ahora tienen que enfrentarse al demonio que posee el cuerpo de su verdadero padre. No sé quién habrá sido capaz de hacer esto pero, sin duda alguna, esas personas no están bien de la cabeza.

Nos adentramos al bosque que nos conducirá a Moonskai. Si bien es cierto que iríamos más rápido en coches, no podemos arriesgarnos a que nos vean llegar y la única manera de ocultarnos por completo es usando el bosque como escondite.

Andamos en silencio, cada uno sumido en sus propios pensamientos mientras carga su mochila y sus armas. Llevamos lo justo y necesario para acampar y tampoco podemos cargar muchas armas, solo las que nos caben encima.

Miro a Kellan a mi lado, está con el ceño fruncido y la mandíbula apretada a más no poder.

¿Estás bien? —le pregunto mediante el vínculo.

Él me mira y me dedica una débil sonrisa. Frunzo el ceño preocupada.

Sí, solo estaba pensando —me responde restándole importancia al tema.

Lo analizo y suspiro al percibir la tensión que emana su cuerpo.

Kellan —llamo su atención de nuevo— ¿Qué sucede? —insisto.

Él suspira y me mira a los ojos, en los suyos puedo apreciar cierto temor y preocupación. Lo miro confundida esperando a que hable.

Estoy preocupado —habla finalmente—. Me preocupa lo que vayas a descubrir sobre tus padres, sobre las cosas que hicieron durante su reinado, y, sobre todo, me preocupa lo que descubrirás sobre mí —murmura.

Frunzo el ceño.

No sé a qué se refiere con todo esto, pero no me importa lo más mínimo. Lo que descubra no va a cambiar mi manera de verlo y creo que, en el fondo, es eso lo que realmente le preocupa.

Kellan, nada de lo que pueda descubrir va a hacerme cambiar de opinión sobre ti. Puede que nos conozcamos desde hace poco tiempo, pero tengo claro que eres una persona que merece mucho la pena y no voy a permitirme perderte por cualquier tontería —le digo—. Además, no necesito saber nada de tu pasado para quererte, porque sé que tu presente y tu futuro son tan tuyos como míos —termino de decirle y me detengo igual que él, provocando que el resto del pelotón nos rodee y sigan andando.

Suspira y se pasa una mano por el pelo con frustración.

Joder —maldice acercándome a él y mirándome a los ojos. Toma aire y puedo ver como sus ojos se cristalizan. Se me encoje el corazón—. Tengo miedo Gianna, tengo miedo de perderte, porque aunque ahora digas que nada va a cambiar lo que piensas de mí, sé que sucederá —murmura cerrando los ojos. No entiendo nada—. Y, por mucho que me cueste, debo ser yo quien te lo cuente. No es justo que te enteres por tus padres —termina de decir y una lágrima desciende por su mejilla, la limpio con mí pulgar.

Lo miro confundida, aún más confundida que antes. Todo esto es porque voy a hablar con mis padres, no entiendo por qué ha cambiado de parecer cuando hace unas horas me ha pedido que les pregunte a ellos sobre el laboratorio pero, si lo que realmente quiere es contármelo él, está en su pleno derecho.

No quiero forzarte a nada Kellan, si no quieres contármelo aún esperaré a que estés listo, igual que tú estás esperando por mí. Si lo que quieres es que no les pregunte a mis padres sobre el laboratorio, no lo haré, pero no quiero que te sientas en la obligación de contármelo —le digo posando mis manos en su rostro.

Sus ojos parecen analizarme.

Lo sé, pero debes saberlo —me dice mirándome con tristeza.

Suspiro.

Sé que no va a dejar que le diga lo contrario, así que solo esperaré a que me lo cuente cuando mejor le parezca.

Miro a nuestro alrededor y solo quedan algunos rezagados, el resto ya nos ha tomado la delantera.

—Vamos —le digo para después besarlo castamente.

Cuando nos separamos, con mis pulgares, limpio las lágrimas que quedan en sus ojos y le regalo una sonrisa cargada de sinceridad.

—Estaremos bien —murmuro antes de empezar a andar con él a mi lado.

No tengo muy claro si esta última frase ha sido para él o para mí, pero sé que nos hace falta un poco de esperanza para afrontar todo lo que se nos viene encima.

Andamos un par de horas más, en las que ya hemos alcanzado a nuestro pelotón, y nos detenemos al lado de un pequeño riachuelo. Hay quien rellena sus botellas mientras otros deciden sentarse en la orilla para relajarse o simplemente se quedan observando el agua correr pensando en todo lo que pueden perder si las cosas no van a nuestro favor.

Me agacho a la orilla del río para lavarme la cara y beber un poco de agua. Veliazka no se caracteriza por sus ríos ni lagos, pues la mayoría son de aguas oscuras, pero cuando encuentras uno de agua cristalina puedes estar seguro de que va a ser el agua más limpia que hayas visto jamás.

Me paso las manos mojadas por el rostro y mantengo los ojos cerrados unos instantes, suspiro y al abrir los ojos me llevo un susto.

—Mierda —murmuro observando a Jade a escasos centímetros de mi rostro.

Está muy graciosa, lleva un pequeño gorro de pescador de color morado que conjunta con su chaleco y su pantalón, en su diminuta nariz puedo apreciar una manchita de color blanco, lo que supongo que será protector solar y, a su espalda, lleva una diminuta mochila de acampada.

Niego con la cabeza mientras me rio.

Intenté convencerla de que se quedase en el castillo, pero no hubo manera, puede que sea diminuta, pero a tozuda no le gana nadie.

—¿Todo en orden Jade? —le pregunto aguantando la risa.

Ella mueve su cabecita efusivamente haciendo sonar un suave tintineo acompañándose de un saludo militar.

Vuelvo a reír.

Jade deja las cosas en el suelo y se dirige a beber agua para después ponerse a jugar con los peces.

Me incorporo y busco a Kellan con la mirada. Lo encuentro sentado en unas rocas con Numeya y Erik, estos dos siguen desanimados pero aun así le dan tema de conversación. Me acerco a ellos.

—Hola chicos —saludo sentándome entre las piernas de Kellan, dejando que sus brazos me rodeen—. ¿Cómo lo lleváis? —pregunto.

Numeya suspira y Erik me mira intentando mantener una pequeña sonrisa que se convierte en una mueca.

—Lo mejor que podemos —dice Numeya—. Es que, no me cabe en la cabeza no haber estado con mi verdadero padre nunca. Todos los momentos felices, los cumpleaños, sus lágrimas al recordar la muerte de mamá, el orgullo cuando algo nos salía bien... todo ha sido mentira, un engaño de un demonio al que ni siquiera hemos hecho nada... —se queja conteniendo las lágrimas.

—Mira Numeya, no voy a decirte que sé cómo te sientes porque no es así, por lo tanto lo único que puedo decirte es que, de cierto modo, es un alivio saber que vuestro padre no es un traidor. Sé que eso no va a compensar todas las mentiras que habéis estado creyendo a lo largo de los años, pero podéis tener el consuelo de que vuestros padres fallecieron luchando por aquello que querían, por vosotros y por su reino —le digo apoyando mi mano en las suyas.

Ella me mira con los ojos cristalizados y asiente tratando de contener las lágrimas.

Suspiro.

—Hablando de padres —digo captando la atención de los chicos—, ya tenemos el libro de mi madre y puedo realizar el conjuro que nos permita comunicarnos entre nosotros, como ya sabemos quién es el traidor, creo que lo más lógico sería usarlo como método de comunicación entre los líderes de cada tropa, para organizarnos mejor —le hago saber. Ellos asienten—. Bien, cuando acampemos me comunicaré con mis padres para informarles sobre lo de Ozak y enterarme de si sabían algo y me lo han ocultado —aviso y me separo de Kellan mirando a los hermanos—. Por ahora intentad tomároslo con un poco de calma todo esto chicos, Kellan y yo iremos al frente de las tropas junto a Lucifer y los Demonios Mayores, buscadnos si necesitáis alguna cosa. Saldremos en cinco minutos —me despido mientras Kellan se levanta.

Se posiciona a mi lado y pasa uno de sus brazos sobre mis hombros. Suspiro y andamos en silencio hacia nuestras mochilas.

—Sé que crees que no deberían estar aquí —me dice mientras rebusca algo en su mochila—, pero, en parte, creo que una de las pocas cosas que ahora mismo les hace seguir adelante es el hecho de querer comprobar con sus propios ojos que ese hombre nunca ha sido su verdadero padre. Y, puede que no estén al cien por cien de sus habilidades pero merecen la oportunidad de despedirse de su padre, bueno, del cuerpo de su padre —explica sacando de su mochila un trapo desgastado de color vino. Lo miro curiosa cuando lo despliega y me deja ver una daga de oro y plata envejecida y bastante sucia.

Se incorpora sin apartar su vista del arma. Frunzo el ceño cuando me la tiende esperando a que la coja. Acerco mi mano al arma con cautela sin despegar mi mirada del gesto tenso de Kellan. Antes de que mis dedos logren rozar la empuñadura, la mano de Kellan me detiene.

Lo miro a los ojos encontrándome con la batalla que se está librando en su interior y lo miro preocupada.

Toma aire y me devuelve la mirada.

—Cuando la toques... —Se aclara la garganta antes de seguir— Cuando la toques verás todo lo que sucedió aquel día, absolutamente todo. Verás uno de los días más trágicos de mi vida y verás cosas que desearías no haber conocido jamás —me advierte con la mirada cargada de preocupación.

Asiento y lo miro a los ojos por última vez y, antes de tocar la daga, poso mi mano en su mejilla a lo que él cierra los ojos.

Tomo aire dispuesta a averiguar una parte del pasado de Kellan. Dirijo mi mano al objeto que sostiene y cuando mis dedos rozan el metal todo desaparece dejándome en un vacío blanco, frío y silencioso que, segundos más tarde, da lugar a una habitación oscura y mugrienta.

Camino por la habitación observando lo que se encuentra en ella. En el centro de la oscura sala hay un sofá cubierto con una sábana blanca y polvorienta, frente a este hay un televisor con la pantalla rota. En la otra punta de la habitación puedo apreciar una chimenea con una pequeña repisa, sobre esta hay marcos con fotos de una familia. Me acerco a mirar.

En una de las fotos hay una mujer de pelo negro y ojos rojos, parece un vampiro y tiene las manos posadas en su abultado vientre, junto a ella hay un hombre alto, rubio y de ojos marrones que se me hace demasiado familiar.

Poso mi mirada en otra de las fotos, en esta se encuentran la misma mujer y el mismo hombre que en la anterior pero esta vez están acompañados de una niña de unos cinco años, con el pelo rubio y ojos rojos sosteniendo un bebé de ojos grises. Kellan.

Frunzo el ceño al ver otra foto en la que aparece la familia con otra niña más pequeña pero sin Kellan.

Está claro que estoy en la casa de Kellan, o de su familia, pero no entiendo por qué.

Me dispongo a avanzar hacia las escaleras que se encuentran en uno de los laterales de la sala cuando el sonido de una puerta abriéndose capta mi atención. Giro sobre mis talones y mis ojos captan la figura de un niño, no puedo ver su rostro por la oscuridad de la sala, pero sus ojos rojos relucen llenos de ira.

El niño empieza a avanzar hacia mi dirección pero, antes de lograr ver su rostro, se desvía para empezar a subir las escaleras. Decido seguirlo hasta la planta alta, allí me recibe un panorama parecido al de la sala anterior con la diferencia de que logro escuchar el murmullo de alguien. Parece que el niño también lo escucha y se dirige a una de las puertas pero, antes de abrirla, se detiene frente a esta, lleva una de sus manos a la cinturilla de su pantalón y de ahí saca una daga de oro y plata.

Abro los ojos como platos al identificar la misma daga que me ha mostrado Kellan y que me ha traído hasta aquí. De repente todo cobra sentido, el niño que me da la espalda es él. Sin siquiera pensarlo, abre la puerta bruscamente causando que la mujer y las dos niñas que hay dentro de la habitación se sobresalten, son las mismas que las de las fotografías de abajo. La menor de las niñas empieza a llorar mientras la otra la consuela y la madre mira a Kellan perpleja.

—Kellan —pronuncia en un jadeo mientras sus ojos se cristalizan.

La mayor de las niñas parece comprender y sus ojos se llenan de ilusión. Pero esta dura poco, pues Kellan alza su brazo izquierdo cerrando su mano con lentitud causando que las tres empiecen a quedarse sin aire.

Contemplo la escena sobrecogida y sintiéndome impotente por no poder detenerlo. Cuando por fin deja de usar su poder, la mujer y las niñas están en el suelo y, prácticamente, sin aire. Miro a Kellan confundida cuando se acerca a paso lento pero firme hacia la que es su madre, ésta retrocede arrastrándose hasta quedar acorralada contra la pared.

—No —murmuro cuando veo que Kellan se dispone a enterrar la daga en el estómago de su madre y me acerco a ellos tratando de detenerlo pero es imposible, no pueden verme ni oírme.

Segundos más tarde la daga se abre paso entre la piel de la mujer provocando que ésta se retuerza de dolor mientras de su boca empieza a brotar un hilo de sangre. 

En la habitación resuenan los gritos y sollozos de la madre y las dos niñas que contemplan la escena horrorizadas desde la otra punta.

Kellan saca con brusquedad la daga del estómago de su madre para enterrarla de nuevo. Otro grito. Repite el movimiento pero antes de enterrarla de nuevo, la mujer la detiene agarrándola con la mano.

—¿Por qué? —pregunta débilmente mientras la sangre fluye fuera de su cuerpo.

Puedo ver como en el rostro de Kellan se forma una sonrisa cruel que hace que me estremezca.

—Es vuestra culpa —le dice a la mujer mientras le arrebata la daga cortando así la palma de su mano—. Todo lo que me ha pasado y todo lo que me pasará es y será siempre vuestra culpa —añade para luego mirar a las dos niñas. Su sonrisa se ensancha en el momento en el que empieza a andar hacia ellas.

Los sollozos aumentan mientras la mujer trata de ponerse en pie sin éxito.

—No les hagas daño Kellan —le suplica la madre. Él no le presta atención y se detiene frente a las niñas—. ¡Kellan son tus hermanas, no las toques! ¡Por favor! —ruega desesperada.

Kellan se ríe y niega con la cabeza.

—Ojalá os hubierais preocupado por mí la mitad de lo que te estás preocupando ahora por ellas —escupe con rabia para luego volver a reír—. Diría que lo siento, pero no es verdad, los cazadores y los sobrenaturales no deben convivir —añade antes de deslizar la daga por la garganta de la pequeña.

Abro los ojos como platos y mi grito se mezcla con los de la mujer y la otra niña que, ahora, sujeta el cuerpo sin vida de su hermana pequeña entre sus brazos cubriéndose de la sangre que sale a borbotones de su cuello.

—¡Laila! —grita la mujer arrastrándose desde la otra punta de la habitación.

A Kellan parece no afectarle el hecho de haber asesinado a su hermana, es más, creo que hasta se ha ensanchado su sonrisa.

Mis ojos se cristalizan al ver como Kellan dirige la daga hacia su otra hermana, ésta trata de detenerlo usando sus poderes pero, al ser mestiza, no tiene fuerza suficiente para impedir que la daga se deslice por su garganta igual que lo hizo por la de su hermana.

Mis ojos se cristalizan y mi garganta se cierra dejándome escuchar los gritos y sollozos desesperados de la mujer. No puedo apartar la mirada del cuerpo de la niña convulsionando en el suelo hasta que queda sin vida completamente.

La mujer consigue incorporarse y aprovecha que su hijo está distraído mirando satisfecho los cuerpos de las niñas para abalanzarse sobre él e inmovilizarlo pero, aunque Kellan aparente unos diez u once años, tiene más fuerza que ella y logra dejarla debajo de él.

—Mala idea madre —dice manteniendo su sonrisa intacta—. Que pena que Haakon no esté aquí para disfrutar del espectáculo pero bueno, la función debe continuar —añade para acto seguido enterrar la daga en el pecho de su madre.

Ahora mismo mis oídos solo son capaces de percibir el sonido de los débiles latidos del corazón de la mujer, latidos que, en cuestión de segundos, desaparecen.

Trato de procesar todo lo que ha sucedido en esta habitación en cuestión de minutos pero no le encuentro una explicación lógica a nada de esto.

Una pregunta ronda mi mente mientras paseo mi mirada por la habitación cubierta de sangre. ¿Por qué asesinó Kellan a su familia? No lo entiendo.

Mi mirada se posa de nuevo en el niño que aún está sobre el cuerpo inerte de su madre, en cuestión de segundos sus ojos adquieren su color natural, gris, y las lágrimas empiezan a caer de ellos sin control.

Ahora sí que no entiendo nada.

Veo como Kellan agarra de nuevo la daga y se aparta de los cuerpos sollozando. Se para en el centro de la habitación y posa la daga en su pecho para empezar a enterrarla lentamente.

—¡No! —grito tratando de detenerlo.

Sigue enterrando la daga hasta que la empuñadura de esta ya no la deja avanzar. El cuerpo de Kellan cae al suelo mientras la sangre sale de su pecho sin control.

Sollozo y me tapo la boca con las manos.

De repente el cuerpo de Kellan se ilumina y desaparece de la sala dejándome aún más confundida de lo que ya estaba.

En cuestión de segundos me encuentro de nuevo en el bosque con Kellan frente a mí. Las lágrimas caen de mis ojos cuando fijo mi mirada en los ojos de Kellan.

Me mira sin moverse, asustado.

El corazón me va a mil y aún estoy tratando de procesar todo lo que he visto. No soy capaz de encontrar una explicación lógica para todo eso y me asusta, me asusta mucho porque hace un rato le he prometido al hombre que tengo enfrente que nada me iba a hacer cambiar de opinión sobre él.

Kellan suspira y baja la mirada al suelo.

—¿Por qué? —es lo único que logro articular.

—No pude evitarlo —murmura.

Lo miro perpleja. ¿Cómo se supone que no puedes evitar asesinar a tu familia?

Parece haberme leído la mente cuando vuelve a hablar.

—Lo que has visto sucedió diez años después de que los del laboratorio me capturasen, habían hecho todo tipo de experimentos conmigo en ese tiempo y, para aquel entonces, querían probar si sus esfuerzos habían dado resultados —me explica pero sigo sin entender lo que me dice—. Gia, manipularon mi cuerpo durante diez años y lograron controlarlo a su antojo. El día que sucedió eso... —Se pasa las manos por la cara, está frustrado— El día que hice eso no podía controlar mi cuerpo ni mi mente, era su marioneta —solloza—. Mi cuerpo no respondía a mis órdenes, lo vi todo, lo sentí todo pero no pude detenerlo. Después de matar a mi madre recuperé el control y traté... te juro que lo intenté... pero no lo logré... me regresaron al laboratorio antes de perder la consciencia —termina de explicar con las lágrimas cayendo de sus ojos.

Me siento mal por él, no pudo evitar hacer lo que hizo y tuvo que ver como él mismo asesinaba a su familia. Le creo, le creo porque después de recuperar el control quiso quitarse la vida y tampoco le dejaron. Ha tenido que vivir toda su vida con ese peso encima, no le ha quedado alternativa.

Me acerco a él y lo abrazo.

Tras unos segundos nos separamos y le seco las lágrimas que quedan en su rostro. Le sonrío ligeramente.

—No fue tu culpa —le recuerdo—. Por cierto —digo separándome ligeramente de él— ¿Qué tienen que ver mis padres en todo esto? —pregunto al acordarme de que me dijo que mis padres sabían sobre el laboratorio.

Él suspira.

—Tus padres crearon el laboratorio —confiesa provocando que abra los ojos como platos.

N/A:

¡Holiis!

Hasta aquí el vigesimoprimer capítulo. 

Cuéntame qué te parece en los comentarios y si te gusta deja tu estrellita⭐. Recuerda que así conseguiremos que la historia llegue a más personas 💕💫.

¡Ha empezado el viaje hacia Moonskai! ¿Qué cosas crees que les esperan a nuestros personajes durante el trayecto?

¿A alguien más se le cae la baba con Jade? ¡Es monísima!

¡Por fin hemos podido conocer algo sobre el pasado de Kellan! Aunque... quizá habría sido mejor no saberlo...
¿Qué te ha parecido? ¿Como puede Kellan cargar con tanta culpa?

¡Por cierto! Ha habido un nombre que ha aparecido por segunda vez en estos últimos capítulos... ¿Crees que tendrá un papel importante en un futuro? ¿Cuál?

Espero que te guste la historia y te agradecería si pudieses compartirla con tus amigos y amigas para que puedan disfrutarla igual que tu.

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¡¡Disfruta de la lectura!!

•Neoma•

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