Capítulo treinta y tres.
"Tienes derecho a equivocarte y no sentirte culpable de tus errores"
―Walter Riso
Por alguna razón lo imaginó mayor, así que a Riley le tocó digerir la sorpresa de encontrarse a un hombre de cuarenta y pocos con el aspecto de cargar con el peso del mundo. Le aumentaba un par de años las arrugas debajo de los ojos y la línea delgada de sus labios fruncidos, concediéndole un aspecto severo.
―Si no supiera que eres un Egerton, aseguraría que eres una copia masculina de Piper ―le dijo al permitirle la entrada―. Qué irresponsabilidad la de ambos andar por ahí sin seguridad.
No quiso llevar a nadie consigo. Prefirió que su guardia se quedara a reforzar la de ella. En Dinamarca, su ducado no tenía tanto valor como en Inglaterra.
―Nadie me ha seguido si es lo que le preocupa.
Nadim le pidió que lo acompañara escaleras arriba.
―Podría ocupar mi tiempo en un sermón que apele a tu conciencia y raciocinio, pero he gastado mi energía con la visita de Piper.
―No sé si está enterado de lo que sucedió.
Se detuvo a pocos escalones del descanso y dio un giro abrupto hacia él.
―¿Qué ocurrió?
―Haciendo el cuento corto, Cristina empujó a Piper por las escaleras. Fue operada y está en cuidados intensivos, estable.
Le centelleó una furia en la mirada que hizo sentir pequeño a Riley.
―Ven conmigo.
Caminaba tan a prisa que no tuvo tiempo de notar lo que lo rodeaba hasta llegar a un despacho en el que se encerraron apenas entraron. Le pidió tomar asiento. Riley le explicó lo que sucedió mientras él aseguraba las ventanas y echaba una mirada cada tanto al pasillo.
―¿En qué se basa ella para poner a Christina como culpable? ―indagó, acomodándose en el asiento junto a él.
―La encontró una vez discutiendo con Markus. Le dijo que debía hacer permanente su regencia. Después, la descubrió en la habitación de sus padres y le hizo insinuaciones sobre el asesinato, o eso es lo que le pareció, pero me parece que lo sucedido en las últimas horas habla por sí solo. La empujó frente a toda la familia.
Él asintió, y no hizo nada más durante un rato.
―He considerado muchas teorías y pensado lo imposible ―comenzó a decir―. Que tal vez la misma Lauren lo asesinó y luego se suicidó o que lo hice yo y no lo recuerdo. Mis sospechas han caído incluso sobre la reina madre, pero ninguna me ofrece respuesta. Desde que lo conozco, Markus nunca expresó interés por anteponerse a su hermano. Quería vivir una vida de aventura y viajar con su familia. El día del asesinato, estaba tan lejos del país que, una vez que tuve en mis manos la evidencia, los descarté a ambos, pero lo que me dices...
―¿Le parece que tiene sentido?
―Tiene, y bastante, pero al final del día no es más que otra posibilidad. No tenemos evidencias y así no podemos avanzar.
―Así que tampoco me tomará en serio.
―Lo hago, pero hay preguntas que toman tiempo responderse. Piper es brillante, lo supe al verla, pero imprudente. Lo único que le cabe en la cabeza son sus propias ideas.
―Piper sólo quiere respuestas. Está siendo muy difícil para ella que las preguntas se acumulen sin ver una solución.
―Yo navego el mismo barco. La familia del chofer que llevaba a mi esposa e hija también. No conseguirá la paz que busca hasta que no se abra a otras posibilidades. Deberías estar de mi parte. Tiene metido a tu padre entre ceja y ceja.
―Piper me dijo que usted tenía evidencias que exculpaban a mi padre ¿Cuáles son?
―Si no se lo dije a ella que pronto será mi reina, ¿qué te hace pensar que a ti sí?
―Porque soy mucho más objetivo que ella. No me cierro a ninguna posibilidad.
―Si es así, no te necesito aquí, te necesito con ella. Ábrele los ojos. Piper es inteligente y conoce a su padre mejor que nadie. Aleksander descubrió algo que provocó su muerte. Si Piper canalizara su ingenio, podría descubrir qué sin exponer su vida.
―Lo intentaré, pero Piper no es una mujer que haga las cosas por imposición.
―Tal vez no sea de esa forma. Si tiene espíritu de supervivencia, este incidente le hará cambiar de proceder, y ahí es cuando te necesitará. Todos necesitamos un soporte y parece que ella te ha seleccionado a ti como el suyo.
―No me siento con la fuerza de un soporte, sino con la de una montaña derrumbándose.
―Nadie siente tener la fuerza en los momentos difíciles, pero es así como la obtenemos. Sobreviviendo a los golpes.
Riley asintió, y debió ser un mal movimiento porque pronto comenzó a dolerle la cabeza.
―¿Qué hay sobre Christina? Markus dijo que sufre de esquizofrenia.
Por el gesto que hizo, supo que lo desconocía.
―La acusación es seria. Es la princesa consorte y su marido el rey, sin contar que también lo acusas a él. No me puedo arriesgar y culparlos sin evidencias o el caso se destruiría. Sin embargo, tenemos una base con la que comenzar. Voy a centrar mi investigación en ambos, principalmente Christina. Quiero asignarte una de las tareas más importantes, por no decir que la primordial.
―Escucho.
―Protégela ―no tuvo que mencionar su nombre para saber que se trataba de Piper―. Dependemos de ella en más de una forma. Tendrás bajo tu responsabilidad la seguridad física de nuestra primera reina reinante, sí, pero también de la hija de mi mejor amigo y la única que puede poner fin a nuestra pesadilla. Si la quieres, cuida mucho de ella. No soportaría perderla también.
Lo supo por los gestos que hacía, de pena y dolor, que veía a Piper como la hija que perdió. De estar viva, tendría la misma edad que ella. Debía ser difícil para él mirarla y saber que su niña nunca crecería. Le revolvió una sensación de quemazón en la barriga, y entendió por qué a los ojos de Piper, Nadim no era culpable. El dolor que lo envolvía era tanto que se sentía afectado, como si tal pena fuese la suya.
―Me aseguraré de que esté bien ―le dijo―. Tengo un compromiso personal con su bienestar.
―Si es así, vete. Te necesito allá. De todos modos, me estaré cambiando de propiedad. Con la visita de Piper y ahora la tuya, este lugar ya no es seguro. Tengo muchos documentos importantes que no puedo dejar que nadie más obtenga.
―¿Entre ellos las evidencias que exculpan a mi padre?
―Sí.
―¿Por qué no puedo verlas?
―Es confidencial.
―Necesito algo que me convenza de que mi padre es inocente.
―Pensé que para ti Christina era la responsable.
―Quiero quedarme tranquilo, o en el caso opuesto estar preparado. Mi padre tiende a darme sorpresas.
―No puedo decirte que no lo hizo, porque el incidente de las pasadas horas ha devuelto a la investigación al principio, pero sí tengo evidencia importante más a su favor que en contra.
―Es que si él llegase a estar involucrado, no sé que pasaría conmigo y con Piper.
―Te debe de haber dado varios dolores de cabeza para que dudes de ella, eh ―le vio la primera sonrisa desde su llegada―. Estarán bien siempre que aprendan a sobreponerse a las tormentas, y me parece que les tocará atravesar un par. Cuando la lluvia les caiga encima, aprendan a danzar debajo de ella y no a escamparla. Así es como se forman bases sólidas.
Seguro que a lo que se refería no era a la auténtica lluvia que le cayó encima al bajar del auto y caminar hacia la entrada del hospital.
Con el golpe del aire frío sobre la ropa húmeda, lo consumió un escalofrío que le hizo temblar hasta los huesos. Secó algunas gotas que aún no las había absorbido la tela y avanzó hasta el ascensor. La espera pareció eterna, en especial con la música suave en danés que no entendía. El pitido le indicó que había llegado al piso.
Pasó junto a una enfermera que le daba indicaciones a un familiar, un hombre arropado por chaqueta y pantalón negro. Traía unas botas de caza manchadas por el fango viejo y un par de guantes que se ajustaba mientras escuchaba.
―Fue ingresada de nuevo a cirugía ―le dijo ella―. Tuvo otro sangrado interno. Salió hace, no lo sé, media hora, pero el médico no permite la entrada a nadie, sólo de un pequeño grupo de empleados ¿A quién debo informarle?
La pregunta confundió a Riley, pero no prestó atención. La enfermera parecía incómoda por su presencia y lo saludó con un asentimiento de cabeza. Él hizo lo mismo.
Al doblar la esquina, el puño de acero lo golpeó en el estómago al encontrar a Elinor llorando en el hombro de su padre, casi a gritos y sin poder respirar. Danya se mantenía en silencio, sentada en los asientos de enfrente. En una esquina vio a Maude, con la mano cerrada presionando su boca mientras lloraba. Le pesó el mundo entero al descubrir a la reina madre pálida y llorosa.
Acortó la distancia como un gigante patoso.
―¿Qué pasó?
Hubo un silencio de segundos que se sintió como una eternidad, y después su madre se levantó, se acercó a él y dejó reposada una mano en su hombro.
―Cariño, tienes que tomarte esto con calma.
―¿Cómo me pides calma si todo el mundo está llorando? ¿Qué es lo que sucedió?
―Mi madre entró a ver a Piper ―escuchó a la duquesa―. Despertó, pero comenzó a convulsionar, así que la llevaron de vuelta al quirófano. Fue otra hemorragia interna.
Riley sintió ganas de vomitar al tiempo que manos de cristal golpeaban sus costillas, rasgándolo en el interior.
―Supongo que ya está bien, ¿no es así?
―No sabemos nada, cariño ―Danya le acarició el brazo―. Hemos estado esperando desde entonces.
―Aunque a ti no te preocupa tanto ―le gritó la duquesa―. ¡Te fuiste del hospital aunque te pedí que pasaras a verla! ¿Qué era más importante que Piper?
Riley no respondió. Comprendía su rabia, pero sobretodo su angustia e impotencia. Intentaba buscar un responsable en el que desplazar todas sus emociones, y él era el candidato perfecto. De todas formas, no tenía energía para combatirla, no cuando el dolor de cabeza parecía aumentarle y su estómago vacío amenazaba con escupir el té de horas. El no haber comido nada le estaba pasando factura.
Se abrió paso hasta el asiento más próximo. Golpeó por accidente el brazo de Maude y ella se apartó. Riley le echó un vistazo.
―Si sigues llorando, gastarás toda el agua de tu cuerpo.
Intentó bromear con ella, pero la pobre no paraba de llorar. Supuso que así había estado por horas, porque tenía los ojos hinchados y la nariz muy roja.
―Tranquila. Piper va a estar bien. La conocemos bien. Es más fuerte que cualquiera de nosotros.
Asintió frenéticamente, pero no dijo nada, y mucho menos dejó de llorar. Pensó que era mejor no insistir en levantarle el ánimo ―en especial cuando el suyo parecía que lo hubiese pisoteado un grupo de elefantes― y que sacara con el llanto toda la preocupación acumulada.
Riley frotó las manos en su pantalón hasta que sintió el apretón de su madre. Pensó que quería brindarle apoyo hasta que la familia se puso en pie. Al levantar la cabeza, vio a Benjamín acercarse. No tenía buena cara. Elinor debió notarlo también por la manera en que su boca se torció previo al llanto.
―Ella está bien ―dijo de inmediato―. La intervenimos a tiempo, pero ya no puede recibir visitas, no durante las siguientes horas. Es posible que la visita de su abuela fuera lo que la alteró. Está sedada, por tanto no tiene ideas claras. La hemos ubicado en un área de máxima seguridad.
Algo de aquello perturbó a Riley.
―¿Por qué máxima seguridad?
―Es la heredera aparente, por supuesto. Ya se hizo público el incidente. Puede atraer la atención no deseada del asesino de sus padres. No podemos dejar ningún área vulnerable, así que deberéis distribuir la guardia como mejor os parezca ―fijó su atención en la reina madre―. Debería ir a descansar, mi señora. La niña está en buenas manos ―le indicó con la cabeza a la duquesa que lo siguiera―. He conseguido a un par de buenos terapeutas. Ven conmigo a la oficina.
Se apartó del duque para encaminarse junto al español. A Riley le pareció que su padre había montado mala cara antes de frotarse la cara, pero le fue difícil saberlo, pues el cambio de gesto fue muy breve, una cosa de un segundo.
La reina madre se devolvió al asiento.
―Tal vez debería ir al palacio, pero no quiero quedarme en el Christian IX.
Maude se sorbió los mocos.
―Le prepararán una habitación en el de Federico. Puedo llamar a Meredith. Yo, mm, tengo... ―metió las manos en el bolsillo del pantalón y sacó un teléfono―. Tengo el teléfono de Piper.
Con la mención de su nombre, volvió a echarse a llorar.
―Lo lamento ―musitó casi incomprensible―. Es mi culpa. Señora Olena, lo lamento tanto. Yo le provoqué esto a Piper.
Dejó el teléfono sobre uno de los asientos y se echó a correr por el pasillo. Riley se disculpó con ambas y marchó tras ella. La encontró frente al elevador presionando los botones a prisa y con rabia.
―Maude ―la llamó. Cuando estuvo cerca de ella, la tomó por la muñeca y la apartó con cuidado―. Déjalo. Tú no hiciste nada.
Ella asintió, frenética.
―Esa mujer perdió la cabeza cuando me encontró con Ivar. Piensa que Piper me pidió que lo sedujera, por eso se le fue encima. Si yo no lo hubiera conocido...
Se quebró en un llanto agudo que le erizó la piel, y por un instante no supo que hacer. De tratarse de Piper, la abrazaría, pero a ella no era muy cercano. Tampoco sabía que decirle para que se sintiera mejor.
―No eres responsable de lo ocurrido ―se le acercó y tendió una mano hacia ella, descansándola en su hombro. Suspiró―. Vamos, que hasta yo lo sería más que tú. Lo que paso entre tú e Ivar es algo que nadie puede prever. Son del tipo de cosas que pasan y ya, como Piper y yo. No es correcto andar por ahí arrepintiéndose de sentir algo bonito. Piper se enfurecerá si te escucha hablar así.
Cubriéndose el rostro con ambas manos, Maude se le acercó y se recostó de su pecho. Riley la dejó llorar, a pesar de lo incómodo y ridículo que se sentía al tener los brazos abiertos, como si evitase tocarla. Él no era de abrazos, salvo que fuera su familia o sus parejas, alguien muy cercano. A sus amigas, jamás. Ni siquiera con Elinor y el gran cariño que sentía por ella tenía gestos como esos.
La escuchó calmarse minutos después.
―¿Qué te parece si vamos por algo a la cafetería? ―le ofreció―. No he comido nada en más de doce horas.
Se le separó con un asentimiento débil.
Dejó sobre la mesa la bandeja de comida y dos vasos de cartón, uno con café y otro con te.
Con la primera mordida del emparedado, Riley sintió que iba a vomitar como consecuencia de haberse privado de comida durante horas. Cuando se hubo repuesto del malestar, tomó un poco de su té con la mirada fija en Maude, que sacaba trocitos de la lechuga con pinchazos de las uñas, cabizbaja.
―Come ―movió el plato hacia ella―. Tengo dos hermanos pequeños. Sé cuando insistir.
Ella movió la cabeza.
―No tengo hambre.
―Yo tampoco, pero no es inteligente castigarnos a nosotros mismos.
―Hace unas horas estabas lleno de rabia ¿Por qué ahora te siento más tranquilo? Piper fue intervenida una segunda vez ¿Sabes lo serio que es una hemorragia interna?
Lo sacudió el escalofrío que se esforzaba por ignorar.
―No estoy tranquilo ―le dijo―. Estoy cansado. Mi mente está agotada y todo lo demás en pedazos, pero debo tener fe. Piper va a mejorar.
―Tengo miedo, por su brazo. También soy violinista y si esa lesión le impide tocar otra vez, Piper quedará destruida. La tranquiliza mucho tu compañía, pero sé que necesita su violín.
Él asintió, consciente de que ella no lo estaba mirando.
―Piper va a estar bien. Me da muchas rabia que esto haya pasado, pero no es el primer golpe al que sobrevive. Se levantará. Le tengo tanta fe que es lo único que me mantiene cuerdo.
El rostro de Maude se descomprimió en una mueca de preocupación y dolor.
―¿Qué haremos cuando reciba uno que la derrumbe y del que ya no pueda levantarse?
―Estamos destinados a recibir el último golpe tarde o temprano, pero este no será el suyo. La conoces más tiempo que yo ¿Cuándo se ha rendido sin luchar?
A ella se le formó una sonrisita en los labios.
―Nunca. Es algo que siempre admiré de ella.
―Es que ella es así. Va por ahí inspirando a la gente aunque suele dudar de sus propias capacidades.
―Mm ―Maude extendió la mano hacia su vaso para beber del café―. Todavía recuerdo la primera vez que la vi. Teníamos nueve años y acabábamos de ingresar a un nuevo curso de la escuela de música. Era el único lugar donde podíamos coincidir porque tomaba clases en casa ¿Te ha pasado que conoces a alguien, te cae fatal al principio y luego que la tratas es diferente a como pensaste que era?
A él se le formó una sonrisa.
―Me suena conocido.
―Yo era la mejor en violín hasta que ella llegó. Acaparó la atención porque era una princesa y encima porque era una buena, muy buena violinista. Islas Feroe es un país pequeño, inusual como residencia de la familia real, así que toda la atención estaba centrada en ella, pero Piper vivía en una burbuja. Sólo quería tocar, y hacía cosas bellísimas que me frustraba porque a mí no me salían. Yo pensé que tal vez no era tan buena. Quería dejar la clase. Un día se acercó y me dijo que no tocara el violín, que tocara mi brazo. Pensé que estaba loquita, así que hice como que me retiraba lentamente, pero ella siempre ha mirado de esa forma tan especial, un silencioso "atiéndeme y escúchame", así que, cuando me detuve, volvió a decirme lo mismo. No toques el violín, toca tu brazo. Una y otra vez. Debí parecerle perdida, porque se montó el violín al hombro y me explicó sílaba a sílaba como si fuese una tonta. Para ella, el violín no era un instrumento. Lo veía como su brazo, una parte de su cuerpo. Uno no va por ahí maltratándose, por tanto tampoco había que hacerlo con el violín. Me pidió que lo tocara como si se tratase de mi cuerpo. Piper me enseñó a amar más el violín de lo que alguna vez lo hice.
Con aquello, Riley entendió que aún le quedaban muchas cosas por conocer de ella, y quería saber más. Escuchar bonitas anécdotas aliviaba un poco su dolor.
―¿Fue su abuela quien decidió darle clases en casa?
Maude asintió.
―Solo la dejaba salir para sus clases de violín y en los últimos dos años decidió que tomara clases privadas en casa. Piper estaba ansiosa por irse de Tórshavn para tener un poco de libertad. Nunca salía sola, así que no tenía amigos, sólo a mí. Por mucho tiempo, pensé que la reina madre era una bruja sobreprotectora. Ni siquiera le permitía tener un teléfono o computadora. Era ridículo. Después entendí que estaba intentando evitar que Piper descubriera la verdad sobre sus padres. Me hizo prometer que no diría nada. Callé porque era un secreto familiar, uno muy grande, no porque me pareciera correcto. Si lo hubiese sabido desde un principio, a estas alturas ya se habría proclamado.
Acercó el café a su nariz para olerlo. Parecía que eso la tranquilizaba más que beberlo.
―Christina hizo que Piper dudara de sí misma. Es que no estuviste aquí, pero tuvieron una pelea espantosa el día antes de su presentación. He sentido mucha inquietud por esa mujer desde entonces. Alguien que se burla de los difuntos padres de una niña no puede ser buena persona.
Ambos levantaron la cabeza con la aproximación de unos pasos lentos, y a Maude se le borró el color de la cara cuando sus ojos conectaron con los de Ivar. Le sonrió apenas, pero por lo débil y forzado del gesto supo que la había escuchado.
―Está bien, no me enfado ―le dijo―, pero tengo algo peor que decirles.
Riley fue el primero en preguntar.
―¿De qué se trata?
Suspirando, tiró del espaldar de una de las sillas y se acomodó sobre ella.
―Mi madre fue internada para evaluación psiquiátrica. Encontramos que su medicación ha estado intacta desde los pasados cinco meses.
Riley le montó mala cara, pero no dijo nada.
―Ha estado bajo tratamiento médico toda su vida. Mi padre y yo solíamos estar muy al pendiente de que no dejara de tomarse el medicamento. Es descuidada, y llegó un punto en mi vida donde todo giraba en torno a la preocupación de si está haciendo lo correcto o no. Estuvo estable por ocho años. Pensé que por fin podría hacer planes para mi futuro sin esa responsabilidad. De verdad creí que estaba mejor, más consciente. Tuvimos algunos problemas ajenos a su tratamiento y por ello decidí mudarme a Inglaterra. Lleva sin medicación el mismo tiempo que llevo yo en otro país. Nos confiamos. Creíamos que todo estaba bajo control y no nos dimos cuenta de que había suspendido por si misma la medicación, aun cuando sabíamos que ya lo había hecho antes. Temo que somos en parte responsables de lo que sucedió.
Lo vio abrir y cerrar las manos y luego entrelazar los dedos sobre la mesa.
―Mi madre está como en una burbuja. Todo lo que recuerda lo hace diferente, incluyendo el incidente con Piper. Bueno, y así de malo como es, empeora.
Por como se tensó mientras intentaba mantener erguido su cuerpo, supo que era importante.
―Mi madre y yo hablamos antes de que todo esto sucediera. Estábamos en su habitación. Mencionó a Piper y dijo algo que me dejó muy preocupado. Sobre Aleksander.
Riley descansó las manos sobre los muslos para mantenerse tranquilo.
―¿Qué dijo?
―No la comprendí bien. Se alteró y cambié de tema para evitar que entrara en una crisis, pero dijo un par de cosas. Que Piper le quería hacer el mismo daño que intentó hacerle su padre, pero que afortunadamente no pudo. También que estaba cansada de que vieran a mi tío como un buen hombre. Yo lo conocí, y sí que era un buen hombre, aunque recuerdo haberlos encontrado una vez, no sé cuanto tiempo antes de su muerte, discutiendo casi que a gritos. Era muy pequeño y he presenciado tantas discusiones por la enfermedad de mi madre que he pasado mi vida entera intentando no recordarlas. Es confuso. Los dos se callaron cuando me vieron. Dos días después, mis padres y yo nos fuimos en el yate rumbo al Caribe y lo siguiente que supimos fue sobre el asesinato. No pensé en ese día durante mucho tiempo porque no tenía motivos.
―¿Y ahora?
Con la pregunta de Riley se le escapó un suspiro. Después se rascó la nuca antes de presionar las manos abiertas sobre la mesa.
―¿Qué tan mal hijo sería si pensara que mi madre...? ―no pudo terminar la pregunta. El peso de sus propias palabras era asfixiante―. Mi padre llamó al Inspector para que abriera el caso, pero quedará pendiente hasta que le hagan una evaluación a mi madre. No sé lo que pasará después, aunque Piper seguramente querrá iniciar una investigación.
―No quiero hacerte el momento más amargo de lo que es, pero he considerado que tal vez tu padre también...
Ivar levantó la mano, pidiéndole silencio.
―Apenas me he abierto a la idea de que mi madre pudo tener algo que ver con el asesinato de mi tío. No metas en mi cabeza la posibilidad de que mi padre también. Es difícil para mí. Ese asesinato dejó a una niña huérfana y a una familia rota. Trato de buscar una alternativa donde las dos personas que me dieron la vida no sean las responsables. Déjame tener fe.
Riley se obligó a permanecer en silencio, tratando de recordarse a si mismo que él no era el único afectado con tan complicada situación.
―¿Cómo está Piper? ―Indagó.
Riley alzó ambas cejas al tiempo que daba un trago a su té. Estaba frío.
―La operaron otra vez por una segunda hemorragia interna. El médico dice que está bien, pero que no recibirá visitas por ahora. Al parecer, ver a su abuela la alteró muchísimo.
Ivar asintió.
―Mi padre habló sobre una lesión en el hombro ¿No le afectará al tocar el violín?
―No ―sentenció―. Ordenaré que preparen una habitación especial para ella en mi propiedad donde recibirá las mejores terapias.
Ivar volvió a asentir.
―Lo mejor será que busque otro lugar donde quedarme.
―De ninguna manera. Contaba con que tú y Maude le hicieran compañía.
―No creo que se sienta cómoda teniéndome cerca.
―Piper no tiene nada en contra tuya. Ahora más que nunca necesita a sus amigos y familiares. Requerirá de un ambiente tranquilo para su recuperación. Si te atreves a abandonar la propiedad, puedes levantarte ahora e irte con la seguridad de que no volveré a cruzar palabra contigo. No hiciste nada para dañarla, así que no actúes de forma contraria.
Después de un rato, Ivar sonrió.
―Está bien.
―Quisiera pedirte que lleves a Maude a casa. Ha estado aquí toda la noche y necesita descansar.
La aludida negó con la cabeza, pero Riley asintió con la misma vehemencia.
―Deberían llevar a la reina madre también, si es que no se ha ido ya. De todas formas, nadie podrá verla hasta que el médico lo indique. No tiene sentido que se queden aquí.
―En tal caso, ve tú también a descansar ―le sugirió Ivar.
Riley negó con la cabeza.
―Ya descansé un par de horas. Me quedo aquí y cualquier cosa les aviso. Intenten llevarse a Elinor también. Si no duerme un poco, se desplomará en el suelo en cualquier momento.
―Yo creo que es más fácil convencerte a ti que a ella.
―Busca a Benjamín. Él la convencerá.
―¿Está aquí?
―Sí. Lo llamó porque es el único médico en quien confía.
―Qué mujer más rara. Le pide el divorcio para después estarlo llamando cuando ocurre una crisis familiar.
―Parece que hay personas que se llevan mejor después del divorcio, como mis padres por ejemplo.
―¿Cómo haces para que no te explote la cabeza? Mi tía Elinor, la primera esposa de tu padre, es amiga de tu madre, la segunda esposa. Él ahora está casado con mi tía Birith, la tercera esposa, que es la hermana de la cuñada de mi tía Elinor, y tú estás saliendo con la sobrina de la primera esposa de tu padre, quien es a su vez la hija de la mejor amiga de su actual esposa ¿Sí lo resumí bien?
―No lo sé. Me perdí después de que mencionaras que está casado con Birith.
Maude se echó a reír.
―No debería sorprenderle a ninguno. Así es como se relacionan las casas reales. Por suerte, yo provengo de una familia sencilla.
―Yo provengo de ambas ―especificó Riley―. Mi madre no es noble.
Maude se inclinó un poco hacia Ivar.
―Fue concebido fuera del matrimonio al igual que Piper ―musitó en voz baja, pero no la suficiente para que el aludido no la escuchara―. Oh, y nació el 14 de febrero. Es una comedia andante, ¿no te parece?
Ivar se echó a reír.
―Qué bárbara ―dijo Riley―. Ya veo por qué Piper y tú son amigas.
―Nos une la sangre escandinava.
Riley negó con la cabeza mientras sonreía. Después, se puso en pie.
―Voy a buscar un poco de té caliente. Intenten que ese par de mujeres se vayan a descansar.
Maude también se puso en pie.
―Está bien, pero volveré en un par de horas y te tocará a ti irte a casa a descansar.
Lo cierto es que nada pudo apartarlo del hospital al día siguiente, en especial cuando ya entrada la tarde, el médico autorizó las visitas y tuvo ―¡por fin!― la oportunidad de verla.
Lo condujeron a una fría y apartada habitación con las puertas dobles de cristal. En la entrada, cuatro guardias armados custodiaban y controlaban el acceso. Desde afuera, pudo observarla acostada en una camilla, pero la distancia le hizo perder detalles. Con la impaciencia martillándole en el cuerpo, se acomodó la rasposa bata que le habían obligado a ponerse.
―El médico autorizó diez minutos ―le recordó la enfermera. Después, sonrió mientras asentía y se marchó.
Riley ordenó a los guardias que se apartaran, y con el corazón en el puño accedió al interior.
Un persistente pitido hizo mella en su poca calma, pero se obligó a dar respiraciones profundas para tranquilizarse, llevándose el fuerte olor a alcohol que predominaba en cada pasillo que había recorrido hasta los pulmones. Rodeó la camilla, situándose en su costado derecho, y un golpe con el puño de acero en el estómago incrementó su pena al verla por fin después de horas.
Dormía ausente de cualquier daño, cualquier malicia, con una palidez inusual en su rostro que le supo a congoja. Una cánula en la nariz la conectaba al oxígeno, haciéndole recordar la respiración trabajosa de la última vez que la vio. El brazo izquierdo descansaba apenas sobre su costado. Se le veía hinchado, supuso que por la operación. El derecho estaba acomodado sobre la cama, atravesado por una intravenosa. La gota del suero caía lenta, muy lentamente, y pronto comenzó a sentirse ansioso.
Se enfocó en aquella pequita que tenía en el labio, que evocó una de sus sonrisas, dulces y sagaces, como la de una conquistadora de corazones. Dando pasos lentos, se le acercó y fue, despacio, guiando su mano hasta la de ella. Le provocó un escalofrío sentir su piel fría, pero el agonizante aguijonazo pasó pronto cuando el calor de ambos cuerpos le calentó el corazón.
Se permitió suspirar mientras acercaba sus manos entrelazadas y las llevaba a la boca. Le dejó un beso allí, suave y cuidadoso, porque le aterraba como el infierno lastimarla.
―¿Sabes, chiquilla? ―musitó apenas, tanto que él mismo no podía entenderse con claridad. Le dolía la garganta por el esfuerzo de no echarse a llorar―. Me has dado suficientes sustos para una vida entera. Tienes que parar. No es sano para mi corazón.
Le dolió que el pitido de la máquina fuera su respuesta, no su voz, tan cálida y ávida.
―No se siente bien este silencio ―trazó círculos pequeños con el pulgar―. Me acostumbré a que tu voz los llenara. Ser paciente es algo que me ha costado un poco. Te has tomado lo tuyo en despertar, y tal vez si te digo cuánto te he extrañado, te animes a hacerlo antes ¿Lo harías? Porque es cierto. Te he extrañado muchísimo.
El silencio se burló de aquella lágrima que se derramó, cansada de esperar. Aterrizó sobre la sábana blanca y en ella se formó un círculo vacío y gris. Volvió a dejarle un beso en la tersa piel, mientras le palpitaba en el corazón una añoranza inquebrantable.
―Mira como me tienes, princesita caprichosa ―sonrió ante el recuerdo―. Al borde del precipicio. Ten piedad de mí, que no soy mas que ese pobre diablo al que alguna vez compadecí. Enamorarse de una mujer terca. Mi Dios, que castigo y bendición.
Con un suspiro le acompañó la opresión en el pecho por la espera. Fijó la mirada cansada en su rostro dormido. La ausencia de su rubor amenazó con quebrarle la poca calma que le restaba. Le vino a la memoria el rostro de Christina y la inocencia con la que había preguntado si Piper ya estaba muerta. Que ganas de ir a gritarle ¡no, miserable, está viva y solo lograste hacerla más fuerte! Porque la conocía, conocía la fuerza de su espíritu, aunque a veces se le quebrara el alma. Había aprendido a ser valiente a pesar de la cacería que sus miedos iniciaban de vez en cuando en contra suya, a pesar de sus impulsos mal trabajados y de su dolor inquieto que la hacía cometer estupideces. Piper tomaba todo lo que le caía encima y crecía, pero aún le quedaba tanto que aprender. Rogaba al cielo que esta desgarradora experiencia le sirviera.
―Afuera está mi madre ―le dijo sin detener los movimientos circulares en su mano―. Vino al enterarse de que algo había pasado en el palacio. No he visto las noticias. No quiero saber qué dicen por ahí. Es posible que se quede hasta que despiertes y pueda presentarte ante ella. Te tiene un gran aprecio y aún no te conoce, probablemente porque eres la única que me ha hecho querer sentar cabeza. Me supongo que es como dice la canción de Frank Sinatra. I saw them all, just couldn't fall 'till we met. It had to be you.
Le vino a la memoria algo que Alan le había dicho aquella noche en el bar, que si comenzaba a cantar significaba que estaba enamorado. Sonrió, sabiéndose perdido.
Pero la dicha le duró poco. El silencio sin respuesta lo quemaba como metal caliente.
―Por favor, chiquilla, acaba ya con este tormento ―le plantó otro beso en la mano, y con los ojos cerrados disfrutó del calor de su contacto―. Te quiero, Piper.
Lo sobresaltó una tos.
Abrió los ojos. La vio, los vio, su par de lunas, escondidos tras los párpados entrecerrados, perturbados por la luz. Inspiró con dificultad a través de los labios entreabiertos, jadeante y quejumbrosa por el dolor que la martirizaba. Intentó moverse en la cama, pero la molestia de los golpes la paralizó. Riley le acarició la mano temblorosa mientras sonreía.
―No te esfuerces, tranquila ―le dijo con suavidad. Se inclinó hacia ella y le acarició la mejilla―. Todo va a estar bien.
Se le cerraron los ojos por el dolor, pero al abrirlos su cuerpo se encorvó un poco. A Riley le preocupó que se lastimara, así que comenzó a acariciarle el pelo. Pronto, notó como se iba calmando.
―¿Por qué? ―la escuchó decir. Su voz era pesada y ronca, casi irreconocible―. Hospital, ¿por qué?
A él se le secó la boca ¿A caso no lo recordaba? De ser así, pensó que era mejor. El recuerdo podría inquietarla. Por desgracia, no recordarlo también, y la ausencia de memorias era aquello que la impulsaba a realizar estupideces.
―Te caíste por las escaleras del palacio ―respondió. Hizo un largo respiro antes de continuar―. Christina te empujó.
Por como había torcido la boca para controlar el llanto, supuso que lo recordó.
Piper volvió a toser.
―¿Qué día? Hoy... ¿qué día es?
―Eso no importa. Lo importante es que estás bien.
―Riley ―mencionó su nombre con tanta firmeza, con su autoridad de siempre, que él no pudo evitar sonreír―. Dime.
La contentura se apagó con el balde frío de su pregunta.
―Es 26 de junio.
Inspiró por la nariz. El abrupto cambio de su rostro se paralizó al percatarse de que tenía la cánula. De fondo, el pitido de la máquina se intensificó cada tanto, y Piper comprendió después que estaba conectada a ella. Hubo otro cambio en su rostro, que vacilaba entre la tristeza, la confusión y la desilusión. A Riley le costó seguir el hilo de sus emociones.
La notó afanosa al parpadear, como si el agotamiento y el sueño por la anestesia amenazara con llevársela otra vez.
―Perdí mi proclamación.
―Ya habrá tiempo para eso.
―Christina...
―Deja de preocuparte tanto. Me haré cargo de eso más tarde.
―¿Dónde estoy?
―Cuidados intensivos ―se le acercó un poco más―. Solo me dieron diez minutos.
―¿Por qué?
―Te diré todo después. No te fuerces. Descansa.
Al intentar moverse, un gemido de dolor se escapó de sus labios. Piper se sintió mareada. Le dolía todo el cuerpo: las piernas, los costados, la cabeza, hasta los brazos ¿Tanto dolor por una caída?
―No quiero descansar ―su voz se quebró al hablar. Se hizo de fuerza para apretarle la mano―. Riley...
Piper giró la cabeza y la descansó hacia un lado cuando las palpitaciones se hicieron insoportable. Un gritó se ahogó en su garganta al observar su brazo izquierdo hinchado.
―¿Qué pasó? ―Piper sintió la tensión en el apretón de Riley, y en el rostro de él encontró un disfraz de calma―. ¿Por qué está tan hinchado?
―Oye, tranquila ―su voz suave la inquietó aún más, y su mente se imaginó lo peor―. Todo va a estar bien.
A Riley se le rompió el corazón cuando la vio llorar.
―Mi brazo ―sollozó, y después comenzó a toser.
―Escúchame con atención ―la tomó por la barbilla para obligarla a mirarlo―. Te prometo que todo va a estar bien. Céntrate en salir de esta y déjame a mí preocuparme por el resto.
Piper le apretó la mano con más fuerza, haciéndole sentir su desesperación.
―Tengo miedo ―tosió un par de veces―. No me dejes sola.
―No lo haré.
Pero su promesa se vio amenazada por la llegada del médico y dos enfermeras.
―La visita debe terminar ―anunció Benjamín. Se les acercó con una sonrisa―. Es bueno ver que has recobrado la consciencia ¿Cómo te sientes?
―Mi brazo ―fue lo primero que dijo―. ¿Qué pasa con él?
Benjamín miró a Riley de reojo, y él se encogió de hombros.
―Caíste del lado izquierdo y te dislocaste el hombro. Fue necesaria una operación.
Vio como le temblaron los labios y deseó hacer algo más para aliviar su dolor.
―¿Ya no podré tocar el violín? ―con la pregunta estalló en llanto, desgarrador y tortuoso.
Riley levantó su mano con cuidado y le dejó un beso.
―Te hemos coordinado terapias ―le dijo en un tono tranquilizador―. En estos momentos están preparando una habitación en mi casa para que las tomes allí. Saliendo de aquí, te irás conmigo. No voy a quitarte los ojos de encima. Me encargaré personalmente de mantenerte segura.
Ella intentó asentir, pero desistió ante el primer palpitar en la parte baja de la cabeza.
―Necesito que te retires ―le dijo Benjamín―. Debo revisarla.
No muy contento, asintió. Separarse de ella era lo menos que quería hacer. Solo sintiendo su compañía encontraba la paz en medio de la tormenta. Resignado, le dejó un beso en la frente y le dio una suave caricia a su mano.
Piper la apretó para impedir que se fuera.
―No te vayas ―parecía desesperada. El pitido enloquecedor volvió evidente su sospecha―. Por favor.
Riley miró al médico y este, después de pensárselo, aceptó. Se posicionó junto a ella y le sostuvo la mano con la mirada fija en su par de lunas. Las pálidas mejillas recobraron un muy sutil rubor, casi imperceptible, pero que le inyectó contentura.
Poco después, la vio batallar con el sueño, parpadeando con lentitud, haciéndola verse muy dulce. El gesto inyectó vida a su corazón, y la más auténtica sonrisa de dicha se le dibujó en la boca. Verla aunque fuese por unos minutos, erradicó la oscuridad que lo había torturado durante horas.
―Te quiero ―le susurró. Ella abrió los ojos, y a él se el ensanchó la sonrisa―. Te quiero.
Una sonrisita se le formó a ella en la boca. Después, se quedó dormida.
Riley es un hermoso. Amo mucho a esta pareja. Él es el raciocinio que a Piper le hace falta, su complemento perfecto🥺❤ no es ni de cerca como Charles (excepto en lo protector), pero este hombre mencanta 😍❤
No pude adelantar mucho la edición esta semana porque me enfermé, así que aún no puedo decirles cuando retomo las actualizaciones dobles. Veré si les tengo respuesta la próxima semana 😏❤
Les cuento que pronto, muy pronto, super pronto, se viene una bomba, una importante revelación, quizás la más importante (y han hanido varias). Agúzate que te están velando 🎶
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro