Quinta vida
Chan Yeol sentía culpa de que Jung Hwan tuviera el brazo enyesado. Aun cuando, el niño se encontraba agradecido de que lo haya salvado enfrentándose a aquel perro que le ganaba en tamaño. Chan Yeol no supo cómo consiguió terminar haciendo que entre alaridos el perro se fuera corriendo y verse siendo el vencedor entre ambos. Además, de que también se le agradece que por su valentía de encarar al señor Kim consiguieron apresarlo y juzgarlo por el atentado contra el señor Lee y su hijo, así como de otros delitos que empezaron a desfilar en la comisaría por los comerciantes del mercado hacer sus respectivas denuncias.
El señor Lee como que les dio las fuerzas necesarias para no seguir con las bocas cerradas ante tanta injusticia por aquel ruin hombre que debió contactarse con la constructora encargada de la construcción del mercado que robó para dar declaraciones respecto al caso de la madre de Jung Hwan. Por aquel archivo nuevamente retomarse. Y tras una semana de negociaciones, el señor Lee recibió una indemnización para poder darle un mejor descanso a su esposa en un cementerio con mucha vegetación donde podía llevarle sus flores y su fruta favorita en cada visita.
—Mira que trajo papá. ¡Pollo frito! —anunció el señor Lee desde el umbral de la puerta y agitando aquella rectangular caja con un logo conocido de una marca específica de pollo.
—¡Pollo frito! ¡Pollo frito! ¡Pollo frito, Henry! —decía un animado Jung Hwan que se puso de pie para correr hacia su padre y estar igual que él bailando como si hubiera música de fondo.
La suerte de la familia Lee no pudo ir mejor. Con el dinero que quedó, el señor Lee abrió un negocio más cerca al centro para vender sus famosas sopas, incluyendo nuevas especialidades. También se mudaron a otra casa más limpia y cómoda. Consiguiendo, en su primera semana de inauguración, poder comprarle pollo frito a su hijo.
Esa escena de un padre y un hijo volviendo a sonreír y estar más tranquilos, trajo a Chan Yeol recuerdos con su padre. Con quién dejó de compartir más a medida que fue creciendo, no siendo excusa para no pensar en su familia. En saber que posiblemente estuvieran esperando porque despierte y regrese a ellos. Así que, no podía encariñarse con esa familia y menos con su forma animal. Pero debía admitir que siendo un peludo gato hizo actos que como humano seguramente no se hubiera atrevido.
Porque, para empezar, no estaba muy al tanto de que hubiera personas con un estilo de vida demasiado chocante hasta un punto en qué se preguntaba si realmente esas organizaciones benéficas que apoyaba eran de alguna ayuda. O bien si la justicia hacía su trabajo. Debió haberse interesado más en las donaciones de su familia a ciertas entidades en vez de solo estar parado como modelo de revista, siendo fotografiado con los documentos en plena puerta de ingreso por ser el hijo mayor y encargarse de asistir a cuanto evento le pidan sus padres que vaya en representación de ellos.
—¡Chan Yeol! ¡Chan Yeol!
Quiso creer que debía ser su imaginación cuando oyó su nombre en plena madrugada mientras Jung Hwan y su padre descansaban. Pero, parecía ser real, a medida que comenzó a husmear en el salón principal y percatarse que una ventana se encontraba abierta. Le fue extraño porque el señor Lee era muy precavido con asegurar todo, por lo que se acercó medio alertado de lo que fuera ocurrir cuando llegara a saltar hacia el marco. Sin embargo, no esperó ser, rápidamente, sorprendido por un monstruo, mejor dicho, por una máscara de monstruo que usó cierta persona que le había asustado y se regocijaba por el hecho. Con mala cara vio a aquella jovencita que no le era para nada familiar.
—¿No me reconoces? ¡Debiste ver tu cara!
¿Piensas que una tontería así iba a asustarme? ¡Espera! ¿Me entiendes?
—Eres un aguafiestas. Ni siquiera quieres admitir que te asuste, minino.
¿Asustarme? Para empezar, ni siquiera sé quién eres. Y soy capaz de levantar a cualquiera en esta casa para que sepan que hay una ladrona suelta.
—¿Ladrona? —la muchacha volvió a reír, causando en Chan Yeol querer dejar de ser una especie de diversión para mejor esfumarse—. ¡Espera! ¡Espera! Supuse que ser un animal te había dado sentido del humor. Pero sigues siendo un engreído y desconsiderado humano.
¡Eres tú!
La muchacha alzó su pulgar en respuesta y se quitó toda la máscara de hule de la cabeza para dejar ver completamente su rostro. Chan Yeol quedó boquiabierto por su impactante cambio. No había rastro de que fuera esa misma anciana que conoció en un principio, pues ahora era una jovencita en sus veinte, de ojos azules, bien maquillada y de tener cabellera oscura, estaba tan rubia como el sol.
—¿Qué tal me veo? ¿Ya te enamoraste? Lo sé, lo sé. Soy toda una modelo de revistas. Considero que el rubio es mi color. Y eso que iba a tener el color de la zanahoria. Pero dijeron que esto estaba de moda.
Definitivamente, hasta su personalidad había cambiado. Chan Yeol no podía pensar que una chiquilla tonta le había estropeado la vida. Ahora podía sentirse más rabioso por ser objeto de diversión para ella.
¡Me importa una mierda el tinte que uses! ¡Devuélveme mi vida!
—Creí que estábamos llevándonos bien, Chan Yeol.
¡Deja de llamarme así!
—¿No es así cómo te llamas? ¿O es que ya te gusta que te digan Henry?
Escuchar la burla en su voz provocaba coraje en Chan Yeol por verse humillado. Él no sabía lidiar con la humillación y solo terminaba haciéndole decir palabras que después sentía remordimiento, pero no sabía cómo disculparse sin sonar que estaba empeorando las cosas.
¿Acaso eres estúpida? Ni siquiera te conozco para tratarnos con familiaridad. Estás jugando conmigo como si fuera tu amigo, cuando no es así. Solo soy una víctima en toda esta espeluznante brujería que me hace saber lo que eres. ¡Un demonio! ¡Una bruja! ¡Una jodida bruja!
A Chan Yeol no le importaba lo que tenía por decirle en respuesta, solo saltó por la ventana hacia el exterior para correr. Que cuando sentía una gran presión solía ir a trotar a los alrededores, pero, en este caso, debía usar esas cuatro patas peludas para escapar. Terminando en el parque más cercano y quedarse tomando aire en la acera. Siendo, en ese momento, cuando vio hacia la acera de enfrente, en medio de un carrito de crepes y sándwiches, a un conocido muchacho.
Parpadeó un par de veces para verificar que era cierto, que después de un mes, pudo volver a toparse con Baek Hyun. Aún lo reconocía a pesar de que cambió el color de su cabello. Y tuvo el instinto de acercarse a él si no se le hubiera sido impedido por un auto negro que se estacionó a su lado para ser cargado contra su voluntad y aplicársele una inyección para calmar su alterado estado dentro del vehículo. Viendo entre parpadeos, por estar cayendo ante el líquido que le aplicaron, ser alejado de Baek Hyun, nuevamente.
—¡Yu Ri! ¡Deja eso!
Debido a cierto escándalo, Chan Yeol empezó a recobrar sus sentidos para percatarse que se encontraba en un lugar completamente desconocido. A diferencia de su antiguo hogar, ahora tenía mayores comodidades. Estuvo descansando en una amplia y esponjosa cama que lo hizo saltar para observar cerca grandes platos de acero que contenían leche y galletas surtidas de distintos ingredientes, como solía ver en los comerciales de comida para gato, sin contar que tenía un aparato como fuente de agua que era su bebedero.
El gran espejo que se topó mientras más exploraba la habitación le hizo ver claramente su imagen de felino, acertando que su pelaje si lucia muy oscuro y sus ojos demasiado amarillos. Encima, tenía un collar con broche en el cuello que hacía ver en letras doradas, cierto nombre que no pudo interpretar por estar viéndose contra el espejo. Lo leyó al revés y no le encontró sentido.
—¡Yu Ri! ¡Noooo! ¡Deja eso!
—¡Ustedes no lo entienden! ¡No lo entienden!
De nuevo, esa bulla del principio se siguió oyendo, por lo que tuvo que dejar de inspeccionar la habitación para saber qué estaba sucediendo. Salió hacia el pasillo y se percató de lo alfombrado que lucía, haciéndole recordar la alfombra favorita de su madre en casa. Empezó a hacerse una idea de que las personas en este lugar tenían un buen estatus social. Había antigüedades como trofeos y diferentes cuadros decorando las paredes. El pasillo era tan largo que parecía estar en una mansión. Sin embargo, la escena que observó al terminar su recorrido le hizo percatarse que a diferencia del señor Lee y su hijo, esta familia, posiblemente, no se llevaban nada bien.
La joven, que estaba siendo tomada de los brazos por un enfermero para quitarle una pequeña cuchilla, no dejaba de gritar que le suelten mientras una señora mayor en sus cincuenta intentaba que pudiera guardar la calma y recapacite por su riesgosa acción. La enfermera que parecía querer aplicarle una inyección lucia tan nerviosa por lo escurridiza que era la joven, a pesar de que estaba en silla de ruedas por tener la pierna enyesada.
Chan Yeol no supo qué hacer en esa situación, pero su sola presencia pareció atraer la atención de la joven para hacerle terminar llorando y llamando a Chan Yeol por un nuevo nombre. Esa distracción fue aprovechada por la enfermera que con ayuda del otro enfermero pudieron aplicarle un medicamento para que se tranquilice y pueda ser llevada a su recámara a descansar.
—Qué bueno pudieron recuperar a Ezequiel —volvió a ser mencionado por ese nombre de parte de la señora que se puso a comentar con otra mujer un poco mayor que ella—. La señorita Yu Ri lucía más triste y preocupada en su condición por su querida mascota. Esperemos que pueda estar más tranquila, pero, de todos modos, no dejen de vigilar.
De nuevo, Chan Yeol debía volver a hacer un gato chismoso para saber qué estaba pasando y de paso encontrar alguna manera para escapar de esa lujosa prisión. Porque supo a través de las ventanas del segundo piso que se encontraba en una residencia. Y él sabía lo que era vivir entre grandes arbustos como paredes, una reja inmensa como portón donde solo se veían salir autos y tener cuantiosos pares de ojos captando sus movimientos casi las veinticuatro horas.
Desde luego, esa etapa de sobreprotección, no quería volver a pasar, por lo que debía ingeniárselas para conseguir meterse dentro de un algún auto y lograr salir con éxito, que si escapaba a cuatro patas no encontraría nada a la redonda. En esos lugares solo con auto se podía ir hacia el centro.
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