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Octava vida

—¿Desde cuándo puedes caminar?

Habían ido a un parque cercano que ambos conocían. Era como si tuvieran eso en común. Que huir hacia un parque para respirar fuera lo más sensato con calmar los pensamientos que se le vinieran a la cabeza. Chan Yeol tuvo curiosidad de ese hecho mientras le pasaba una lata de refresco que compró de un puesto cercano tras darle un poco de privacidad ante toda la situación que se presentó y ahora traería posibles consecuencias.

—Gracias —Yu Ri agradeció por la bebida antes de resoplar y pensar por dónde comenzar—. Fue a partir de la tercera o cuarta semana de rehabilitación. Cuando, realmente, me decidí a superar esto y a la vez me dio miedo saber qué pasaría después. Me conocí a mí misma y no era la persona que supuse lucía frente a los demás. Yo... Era despreciable. Y sentí este accidente, un castigo que no sabía cuánto más debía cargar.

—No creo que seas despreciable o peor que tu prima. Siento, más bien, que te dejaste llevar por los comentarios que hicieron un hoyo en ti y te están consumiendo por dentro —soltó Chan Yeol sin pensarlo y dándole otro sorbo a su bebida en lo que veía nada en particular—. Si dejas que ese hoyo siga creciendo, realmente, desaparecerás. Y no hablo de tu persona, hablo de tus metas y sueños. De lo que quieres seguir haciendo, como continuar practicando ballet. ¿Por qué eso quieres, verdad? Dime, Yu Ri.

¿Quieres seguir practicando ballet?

Esa pregunta.

Esa pregunta no era la primera vez que se la habían hecho. Chan Yeol era la cuarta o quinta persona que le hacía aquella cuestión, dejándola en un completo silencio.

Si se ponía a recordar sus primeros años, se veía a sí misma con ilusiones inocentes y una confianza que fue cambiando a medida que crecía y sus ambiciones giraban en torno a grandezas. Cómo recibir elogios, marcar distancia con sus compañeros, esforzarse más en sus prácticas e incluso sabotear a algunos con palabras que en su momento no recapacito como ahora que podían ser muy hirientes. Por eso, ese día, del accidente, ninguno de sus compañeros le ayudo y más bien, escuchó entre los murmullos a su alrededor de que tendrían más ventaja con saber de qué el cisne negro no estaría en competencia. Lo que le hacía estar segura de lo que diría a continuación.

—Sí, eso quiero —afirmó, pues a pesar de haber pasado un proceso de rehabilitación y a su vez asistido a terapia psicológica, no desistieron con derrumbar sus ilusiones. Por supuesto, que iba a regresar. Pero, dando la contra a su yo anterior, esta vez, sería una nueva Yu Ri, que no dejaría su ambición estropear la imagen que iba a proyectar desde ahora para mostrar la calidad de persona que podía ser ante los demás—. Yo quiero que puedan conocerme.

—Y lo harán, no debes cerrarte. Que no eres despreciable. Ni lo pienses. No eres así —comentó Chan Yeol dándole un último sorbo a su bebida, que se quedó a mitad de su cuello por permanecer sorprendido ante la inesperada cuestión que le hizo Yu Ri. Tosiendo fue que volvió a verle.

—¿Estás bien? —Chan Yeol asintió, por lo que Yu Ri se relajó un poco y volvió a preguntarle—: ¿De dónde me conoces? Me hablas con una familiaridad cuando nunca te he visto. Lo gracioso es que, a pesar de ser un desconocido, no sé por qué siento que puedo hablarte con una confianza que no suelo mostrar mucho. Además... —Yu Ri le miró de arriba abajo para cerciorarse de algo en particular—. Debería hablar más formal contigo a sabiendas de que me debes llevar unos seis o siete años. ¿Eres un acosador?

Debido a esa última interrogante, Chan Yeol, definitivamente, negó rápido cuando agitó sus manos bien alzadas y se portó algo torpe por estar balbuceando al no saber cómo mentir. Ese comportamiento infantil hizo extrañamente traer a la mente de Yu Ri el rostro de su gato. A lo cual, reaccionó para ponerse de pie y despedirse.

—¡Me tengo que ir! ¡No te preocupes! Ya sabré qué decir. Y descuida, gracias.

Chan Yeol intentó detenerle soltando palabras incompletas con respecto a que podría sucederle por esta revelación ante su prima, que seguramente su tía ya esté por enterada. Aunque no pudo hablar más con ella o al menos seguirla a su mismo ritmo por notar su rostro estar tomando otra forma; mostrándose unos bigotes blancos a los lados de su nariz, así como unas orejas asomando en su cabeza y maullidos, empezó a soltar a medida que volvía a verse tan cerca al suelo hecho una bola de pelos.

—Fue por su gato, no te preocupes.

Ese tono tan familiarizado en su mente causó hacerle voltear para notar detrás de él a esa insípida bruja que lo había vuelto a transformar —nuevamente— en un gato. La vio con tan mala cara que la muchacha solo tomó aire y resoplo de brazos cruzados por saber que continuaba esa gresca de no ser amigos.

—Lo hice por una razón que logró su objetivo, ¿o no? Conseguiste devolverle la esperanza. Tómalo como algo bueno. Porque te ayuda a estar más cerca de regresar a tu típica vida humana.

En parte, era cierto, Chan Yeol tuvo que admitir que, si no hubiera vuelto a hacer un humano, de repente, la situación pudo ser otra. Sin embargo, tampoco se sentía tan augusto de seguir siendo un gato. Y todavía sentía preocupación de lo que le fuera a pasar a Yu Ri.

No se puede negociar contigo, ¿verdad? Aunque haga algo bueno, me seguirás juzgando. Y sí, tienes razón. No puedes confiar en una bruja. Pero, ten algo por seguro, no soy tan mala persona. Yu Ri estará bien. Se ve alguien fuerte, después de todo lo que ha afrontado. Además, tus palabras de aliento no estuvieron tan mal como digamos. Fueron los mismos ánimos que le diste a Jung Woo y su padre. Que, por cierto, ellos también se encuentran bien. Por supuesto, tuve que llenar la ausencia que dejaste en sus vidas.

¡Es cierto! ¿Cómo están? ¿Cuándo podré verlos?

—No es así de fácil, Chan Yeol. Ellos ya se han olvidado de ti.

¡¿Qué?!

—Quedará con ellos el recuerdo de que alguien les cambió la vida, pero no sabrán quién fue. Porque a medida que estés más cerca de volver a tu forma humana, tu forma animal irá desapareciendo, con todo lo que hiciste en esa etapa. Como lo que acabas de hacer ahora. Cuando Yu Ri vuelva a esa habitación donde te dijo que le esperes, no estarás tú porque estás aquí, pero, si lo estará su gato, el verdadero, Ezequiel.

Chan Yeol cerró los ojos. Tenía mucho que procesar. Era extraño en él sentir una presión en el pecho por personas que no creyó conocer alguna vez en su vida. En situaciones que estaban sumamente alejadas de su realidad. Una brisa fría golpeó su peludo rostro, dejando oír las palabras que en un principio le dijo la bruja y ahora tenían más sentido. Como no verla a ella en ese momento. Pues entre un par de chasquidos desapareció en un abrir de ojos para encontrarse, al igual que en un principio, solo en las calles.

—¡Hyuk! ¡Estás tocando mal otra vez! —le reclamó un muchacho a otro que traía entre sus brazos un bajo eléctrico—. ¡Vuelve a empezar! ¿Dónde putas está Chan Heon? —su mirada recayó en toda la habitación sin encontrar rastro del susodicho, por lo que empezó a marcar algún número en su teléfono.

—Si Chan Heon no contesta alguna de esas llamadas, Jin Hwan lo matará —comentó un chico de gafas hacia Hyuk que bien miraba la escena del otro muchacho, maldiciendo por nadie contestarle a través de la línea.

—Chan Heon es hombre muerto —respondió en un tono burlón que trajo la mirada del muchacho que llamaba insistentemente para darle ciertos reclamos a ambos en molestia que Chan Heon no contestará ninguna de sus llamadas.

—¡Lo siento! ¡Lo siento! —una voz conocida para los tres muchachos atrajo la atención para que lo vieran recién llegando a la práctica. Se encontraba agitado por haber corrido y sin llegar primero a su casa para cambiarse el buzo escolar que delataba donde había estado. En la espalda cargaba su mochila y una funda de guitarra con calcomanías.

Ese era Chan Heon. Un estudiante que cursaba el penúltimo año escolar. Y había llegado tarde a la práctica de la banda que se unió hace un año. Si no fuera tan amable y responsable, en parte, lo hubieran echado de la banda hace meses. Pero tocaba tan bien la guitarra y cantaba muy bien que fue el único aceptable para ser el vocalista del grupo, aunque mintió sobre su edad en la audición.

Hyuk y el chico de gafas, que se llamaba Hoe Hyun, tragaron saliva en lo que estaban expectantes por saber que iba a decirle Jin Hwan a Chan Heon cuando se acercó hacia él con una mirada nada amigable.

—Cámbiate ese puto buzo y ponte una mejor ropa. Tenemos para ensayar media hora antes de ir a ese festival. ¿Entendiste?

Chan Heon asintió, sin ninguna pizca de temor y ojeando a Hyuk como a Hoe Hyun para saludarlos.

—¿Qué están mirando? —comentó Jin Hwan para alzar la voz a continuación—: ¡A ensayar, idiotas!

El ensayo duró justo lo señalado por Jin Hwan para dirigirse después hacia el auto estacionado de Hoe Hyun a una cuadra y que fue el obsequio de su padre por haber ingresado a la Universidad Nacional de la ciudad. Se sabía que el examen era muy reñido para cualquier postulante. Que incluso venían desde otras provincias para poder rendirlo. Encima, su carrera no tenía tantos cupos. Siendo un orgullo para su familia, aquel logró.

A Chan Heon todavía le faltaba un año para culminar la escuela, pero tenía por seguro lograr, igual que Hoe Hyun, su ingreso a la Universidad Nacional. Por ello, ponía empeño en sus estudios como en las demás actividades que debía realizar. Si por algo estaba en la banda, más que por diversión, era por necesidad. No era el único trabajo que tenía. Pero conseguía ingresos más rápido que los otros. Y con eso podía darle cierto sustento a su familia.

Solo tres de sus hermanos, de siete que eran, sabían que formaba parte de una banda. Él no les contó nada; sin embargo, lo averiguaron por su cuenta. Cuando su hermana menor, por un año, observó a un grupo de estudiantes de su mismo grado mirar cierto vídeo en particular que habían hecho viral por el chico de una conocida banda parecerles muy lindo. Aunque el chico del vídeo se viera tan diferente a como suele verlo todos los días, su hermana estaba muy segura de que se trataba de él y lo fue a confrontar. Chan Heon era pésimo para mentir. Durante esa charla, su hermano, que era menor, por dos años, y el otro de cuatro años, supieron también de la noticia.

Chan Heon estuvo hablando por teléfono con dos de sus hermanos de camino hacia el campo abierto donde se realizaría el festival de música y puede que esta vez tuvieran suerte de ser contratados por alguna disquera. Ese era el sueño de Jin Hwan; volverse famoso. No por nada era el líder y baterista del grupo. Conocía cómo se manejaba el mundo del espectáculo desde los quince años, cuando empezó a probar suerte en diversas compañías de música. Pero no consiguió pasar ninguna audición, por lo que dejó de presentarse en solitario para mejor hacerlo en grupo.

—¿Listo?

Hyuk miró hacia Chan Heon para darle ánimos por ser turno de la banda para mostrarse frente a una gran audiencia de aficionados a la música en sus diferentes géneros. Chan Heon tomó aire, cerró los ojos y volvió abrirlos al instante para sujetar con más confianza su guitarra eléctrica y acercarse pronto a estar delante de aquel micrófono sobre el escenario.

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