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Decimosexta vida

—Toma —la voz de Ga Ram ofreciéndole una lata de jugo de la máquina expendedora, sacó de sus pensamientos a Baek Hyun para agradecer cuando cogió la bebida—. ¿Te quedaste hasta tarde otra vez? —Ga Ram se sentó a su lado para abrir su refresco y tomar breves sorbos.

Baek Hyun apenas lo miró, pues su vista se mantenía en el decorativo que contenía el forro de la lata que su dedo índice y pulgar tamborileaba.

—Sí, no pude descansar bien —confirmó, dejando pensativo a Ga Ram que dejó de beber su refresco.

—¿Siguen... las pesadillas? —trató de no sonar muy chismoso, sino preocupado.

Baek Hyun asintió.

Siendo esa respuesta suficiente para hacerle saber que ese tema todavía no se podía tocar. Y respeto su decisión, no comentando nada más al respecto y volviendo a consumir su refresco.

Habían pasado exactamente dos meses desde aquel irreparable incidente que cobró la vida de su mejor amigo; Jong Dae. La noticia le cayó como balde de agua fría. El escenario de reconstrucción se repetía una y otra vez en su cabeza, no dejándolo descansar bien por las tediosas pesadillas. Tuvo que pedir permiso de ausencia en su trabajo para acudir con un psicólogo que le recetó pastillas para dormir. Pero, nada de eso ayudaba en su recuperación. Cada vez se mostraba más distraído con su entorno, estando advertido de que podría perder su trabajo por su nulo desempeño en esta temporada.

Tuvo que salir de aquella casa que vivía de recuerdos con su mejor amigo para mudarse a un departamento en el centro. El lugar era grande y con un balcón para observar los edificios brillar en la noche. Una agradable vista que sin duda Jong Dae disfrutaría, por eso lo hizo, alquilar, justamente, ese departamento. Porque así sentía que no se estaba olvidando de él completamente.

—No te olvides de hacer los informes de Excel con respecto a la lista de los alumnos que se han inscrito para la próxima temporada. Te ayudaría, pero estoy full con los deberes de mi otro trabajo. Trata de no olvidarte. El jefe te tiene en la mira —fueron las palabras de su compañero de trabajo que había estado ayudándole con los reportes en estos días, pero en esta ocasión tendría que Baek Hyun hacerlo por su cuenta.

—No te preocupes, Jun Su —respondió, oyendo un suspiró pesado de su parte antes de despedirse y colgar la llamada.

Hace semanas que Baek Hyun no revisaba su laptop. No se encontraba al tanto de sus correos o haber visto siquiera las noticias nacionales. Estaba desactualizado.

Se preparó primeramente una taza de chocolate caliente a sabiendas de que el invierno estaba empezando. Colocó un pan de molde en la tostadora y vertió cuando estuvo bien dorado una capa de mermelada. Supuso que un desayuno dulce trataría de no hacerle sufrir mucho con la realidad.

Cuando prendió la laptop, observó varios mensajes de actualización para ciertos programas aparecer en la pantalla, aunque no fueron los únicos mensajes que recibió. Al ingresar a su correo electrónico fue bombardeado por más de cien mensajes. Entre propaganda de productos que consumía, estudios, idiomas, informes de trabajo y de sus amigos y familiares.

No leyó ninguno por enfocarse únicamente en aquellos informes que debía realizar. Una tarea que con las horas se volvió tediosa por haberse quedado dormido y padecer de esas insoportables pesadillas que lo hicieron levantar la cabeza con sobresaltó de la mesa para darse cuenta que seguía en su departamento, no en otro lado como lo vio en esa pesadilla que tuvo.

Sintió aquello, una señal clara para despejar la mente. Guardó su laptop en una maleta junto con dos carpetas de papeles y un libro. Se aseguró de estar llevando su billetera antes de cerrar la puerta de su departamento y con la maleta colgando en un hombro se dispuso a bajar hacia la estación de autos para sacar su bicicleta del área permitida para guardarla. Manejo por varios minutos hasta llegar hacia la biblioteca central. Hace mucho que no frecuentaba ese sitio y sintió que era hora de conectar nuevamente con la marea de personas que andaban por todas partes.

—Gracias por su puntualidad, Sr. Byun —comunicó una de las encargadas de la biblioteca tras recibir aquel libro que Baek Hyun solicitó hace una semana. No habrá venido físicamente a la biblioteca, pero consiguió que le envíen un libro por medio de un repartidor—. ¿Desea algo más? —debido a que se quedó algo aturdido de notar personas a su costado, a su atrás y sentadas en los bancos esperando por ser atendidos.

—No, nada más, gracias —se despidió con un asentimiento de cabeza para ponerse a caminar hacia los grandes estantes de libros que parecían un laberinto.

Apretando la correa de su maleta camino mirando a cada lado mientras tragaba saliva por percatar que las personas lo observaban y eso lo ponía nervioso. Su vestimenta tampoco es que ayudará. Baek Hyun se puso una casaca de tela azul marino que la capucha la tenía bien puesta sobre la cabeza para taparle la mitad del rostro. Lucía como alguien sospechoso o bien no quería que nadie lo moleste. La calma recién le volvió al cuerpo cuando encontró una mesa libre donde acomodarse. Esa zona le gustó; algo alejada de las demás personas y viendo más mesas vacías a su alrededor.

—En cinco días viajarás a Suecia para poder presentarte a esa audición, hijo —comunicó su madre mirándolo por el espejo del estuche de su maquillaje al estar retocándose los labios—. Yo y tus hermanos estaremos viajando dos días después que hay tiempo hasta el día de tu presentación. Tengo que dejar los papeles listos para las funciones de esos días en el auditorio. Y además de tener que...

Chan Yeol se fue haciendo de oídos sordos cuando sus ojos se toparon a través de la luna del auto en cámara lenta con un muchacho en bicicleta. Supuestamente, sus recuerdos se habían desvanecido, pero hubo una inquieta sensación en él de conocer a esa persona. Es como si debiera hablarle. Así lo sintió y pidió al chofer que se detenga, eso causó a su madre querer saber qué ocurría cuando notó a su hijo abrir la puerta y salir sin dar explicaciones.

Entre rápidos trotes cruzó la pista para estar pidiendo a Baek Hyun que se detenga, aunque no estaba funcionando porque siguió pedaleando como si no oyera a nadie. Una idea absurda se le vino a la cabeza. Algo cómica, pero necesaria. Chan Yeol recogió una pequeña piedra del suelo y recordando las pocas clases de béisbol que practicó, la lanzó contra la espalda de Baek Hyun provocando no solo su atención, sino también hacer que se cayera de la bicicleta. Era de esperarse que Baek Hyun no lo viera con buena cara en cuanto posó sus ojos sobre él.

Ambos se fueron a sentar en una banca del parque donde Chan Yeol empezó a limpiar con alcohol y algodón los raspones de Baek Hyun en sus manos y rodillas. Haber ido a la farmacia más cercana era su forma de disculparse. Aunque Baek Hyun tampoco es que se haya molestado mucho, simplemente no entendía por qué quería hablar con él.

—Tampoco lo sé —respondió Chan Yeol—. Solo te vi y sentí que debía hablarte.

—Quizá sea por las noticias. De repente, me viste en las noticias.

—¿En las noticias? —preguntó al no comprender.

Baek Hyun se le quedó mirando, queriendo saber si era alguna especie de broma, pero vio sinceridad en aquella confusa expresión en su rostro y resopló.

—¿Tú...? No sabes nada, ¿verdad?

—No, no sé —se sinceró—. No suelo ver las noticias. Y más, por haber estado ausente de mí mismo desde hace dos meses. No lo sé, así lo siento. Como sí... me faltará algo.

Como sí... me faltará algo.

Esas palabras atravesaron muy dentro de Baek Hyun para retirar su mano que estaba recibiendo una bendita por levantarse enseguida de la banca.

—¿Qué ocurre? Falta todav-

—Tengo que irme —le avisó pronto sin dar más explicaciones. Sabía que Chan Yeol lo iba a seguir, por lo que se subió a su bicicleta y comenzó a pedalear, a pedalear con fuerza y rápido, para alejarse de él al estar sintiendo las lágrimas brotar de sus ojos.

Tras ser regañado, Chan Yeol puso su mejor sonrisa cuando llegó con aquel traje oscuro que su madre le hizo vestir en la gala de coctel de una causa benéfica para ampliar más áreas en el hospital de niños que se inauguró en el centro a principios de año.

—Qué grato contar con su participación, señora Park —saludo aquel hombre en sus sesenta y con un peluquín negro a juego con su esmoquin de gala por ser el anfitrión. Con apenas un apretón saludo a la señora Park a comparación de Chan Yeol que recibió un apretón más fuerte en su mano—. Joven Park, que jubiló verlo recuperado y siendo partícipe de esta causa benéfica. Sírvase, sírvase todo lo que quiera hasta dar inicio con las subastas.

La señora Park apenas y estiró los labios para sonreír y dando dos leves toques contra el brazo de su hijo le avisó para seguir integrando más en la reunión al saludar a otras personas.

Chan Yeol aflojó un poco el cuello de su camisa y corbata por sentirse asfixiado con tantas personas desconocidas que hacían entumecer sus mejillas, de tanto sonreír por no saber de qué hablar con ellos. Se echó agua contra el rostro resoplando frustrado en el lavadero. Verse al espejo, ni siquiera mejoraba su aspecto, solo se sentía no encajar en ese sitio porque siempre detesto estas pomposas reuniones. No quería ser el hijo mayor. Hasta sabía que Jae Su, a quién le llevaba solo cuatro años más, se sentía más cómodo en estas reuniones. Él hablaba como todo un hombre importante de negocios. No por nada, era quién más se interesaba en los negocios de su padre.

Volvió a mojarse el rostro y tener ese impulso de querer escaparse como un gato que salta a través de los muros. Salió decidido de los sanitarios. Era extraño en él y también la primera vez que lo hacía; huir de una de las reuniones de sus padres. Se remangó las mangas de su saco y tuvo que ingeniárselas para trepar un árbol que sus ramas le permitieron caer contra la acera de afuera, pudiendo saltar aquel muro de ese gran recinto.

Una vez en libertad, por así decirlo, sintió ser recibido por un frío viento tras la noche haber caído. Sacó el móvil que traía en uno de los bolsillos de su pantalón para poner las llamadas y los mensajes en silencio. Sabía que esta huida traería consecuencias, pero quería sentir los minutos que esté caminando por el centro en una completa tranquilidad. Por supuesto, no era tan tranquilo el paseo cuando notaba ser observado por varias jovencitas que cuchicheaban y hasta le tomaban fotos nada discretas. Siendo aquello que lo condujo a entrar hacia un restaurante para esconderse.

—¡Bienvenido, señor! Tome asiento.

Chan Yeol dejó de estar viendo a través de las lunas de la puerta para echarle una mirada a la persona que le dijo «señor» y percatarse de que se trataba de un animado niño.

—Tome, tome asiento, señor —siguió pidiendo.

—Oye, no soy un señ-

—¡Jung Hwan! —pronunció el hombre que se encontraba a través de la vitrina que separaba la cocina de las mesas—. No incomodes al joven. Él sabrá si quiere comer o no —el niño puso una carita triste al comienzo por ser regañado, pero ante lo último asintió e iba a retirarse si no fuera porque Chan Yeol le pidió la carta para sentarse.

Observó que el lugar no era tan ostentoso como otros restaurantes del centro, se veía más rústico, casi parecido a los puestos callejeros. No lo veía mal porque se sentía cómodo. Hace mucho, pero mucho tiempo que no comía en restaurantes de ese tipo y menos en un puesto de la calle. Lo hizo mayormente en su tiempo que fue a la universidad.

Viendo la carta supo que la especialidad de este restaurante eran las sopas. No por nada notó una gran variedad que contenían un ingrediente que no era muy de su agrado por ser alérgico.

—¿Crees que haya alguna sopa que no tenga camarón? —le consultó al niño.

Jung Hwan se le quedó viendo antes de echar una risotada y señalar con su dedo índice hacia el rostro de Chan Yeol.

—¡Henry!

Aquel nombre causó un signo de interrogación sobre la cabeza de Chan Yeol.

—¡Henry! Así se llama mi gato —anunció—. Tampoco le gustan los camarones.

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