CAPÍTULO VEINTISIETE
Sólem/Sydney.
—Mierda... estos dos están súper pegados. —Escucho un susurro entre mi sueño. —Uf, siento que estoy viendo una escena romántica, lo extraño... ¿por qué tengo que estar aquí? Ver a estos dos así me hace llorar, ¿estará él bien? Espero que sí, porque sino...
Abro los ojos, escuchando a Urien que no deja de hablar sin parar, el cual me regresa la mirada y se calla de golpe. Yo aterrizo, dándome cuenta de lo abrazada que estoy a Naptier, separándome con rapidez, haciendo que él se remueva y despierte.
—¿Qué hora es? —Dice él con la voz ronca de recién levantado.
—Son las 8:00 de la mañana. —Le responde Urien. —¿saben que esto está mal, verdad? —Nos señala y luego a la cama.
Yo frunzo el ceño. —¿De qué hablas?
—Mm... no sé, solo digo que hay cosas que por más que queramos tenemos que evitar hacer o sentir.
—Urien, mejor vete a trabajar y deja de decir cosas sin sentido por favor. A penas me estoy despertando y ya comienzas con tu parloteo. —Le regaña Naptier.
Urien lo mira mal, sacándole la lengua.
—Eres un gruñón. Me voy entonces, los dejo solos... —Me mira de reojo antes de darse la vuelta y salir de la habitación.
Yo miro a Naptier y él me devuelve la mirada, haciendo que me sonroje y la aparte hacia el suelo.
—¿Dormiste bien? ¿No te incomodé?
—N-no... en realidad dormí bastante bien...
Él suelta una risa bastante ronca. —He de decir que yo dormí fenomenal también.
Vuelvo a mirarlo. Está con su cabello desordenado, con algunos pequeños mechones rizados cayendo por su frente, sus ojos un poco achicados por el sueño, pero que mantienen una mirada intensa con esas pestañas que le relucen y con esa ropa un poco pegada que le deja ver su abdomen marcado, y ese pantalón chandal que...
Los colores se me suben aún más, pero, ¿por qué estoy de esta forma?
—A-ah... e-es bueno saberlo.
—Iré al baño, si sigo aquí me temo que puedas botar humo por las orejas. —Se acerca bastante a mí. —Estás muy rojita, Sólem.
«Por el creador...»
Yo carraspeo la garganta, viendo cómo Naptier empieza a andar hacia el baño, cerrando la puerta al entrar.
No sé qué me está pasando, siento una sensación que nunca había sentido en mi ser y me asusta. Me aterra bastante y me confunde a la misma vez. Cada palabra, cada gesto, cada mirada suya me penetran y me hacen sentir de una manera que no logro descifrar, me hace sentirme tímida, avergonzada, ni siquiera puedo mirarlo a la cara cuando está cerca de mí porque siento que si lo hago mi corazón explotaría y me sonrojaría aún más.
¿Qué es lo que estoy sintiendo realmente? No quiero ni pensarlo, ni imaginarlo siquiera. Creo que todos estos dramas y adrenalina me están afectando de una u otra forma y me están haciendo confundir bastante.
No sé si es su forma de referirse a mí, no sé si es su atención hacia a mí, el hecho de que siempre se preocupa por cómo me siento. Realmente no sé cuál de todas esas es la causante o si en realidad son todas juntas, pero necesito pararlo. Necesito parar eso que es tan nuevo y extraño para mí sentir. Necesito hacerlo porque presiento que no nos va a llevar a algo bueno. Estoy mal, esto no está bien y debo controlarlo.
Escucho la puerta del baño abrirse. Ni siquiera sé cuánto tiempo he durado parada en el mismo sitio por estar sumergida en mis pensamientos.
Miro a Naptier. Está sin nada de ropa arriba, haciendo que evidentemente se note todo su esplendor de músculos.
Desvío la mirada con rapidez, yendo hacia uno de mis cajones, agarrando ropa interior.
—Ya puedes ir al baño.
Yo asiento con frenesí.
—S-sí, ya me di cuenta. —me rio con nerviosismo. —Iré al baño, supongo que nos veremos luego.
No espero respuesta de su parte, cerrando la puerta de un portazo. Necesito respirar, necesito ralajarme. Siento que no estoy bien, estoy hiperventilando; esto no es normal, no, no lo es definitivamente. Mi corazón está latiendo con fuerza y siento mis mejillas arder como nunca antes. Estoy palpitando hasta por los pies.
Me quito la ropa con demasiada rapidez, tirándola al piso sin nisiquiera doblarla, entrando de lleno a la ducha. Necesito enfriarme, necesito sentir agua fría por mi piel que me haga olvidar lo que pasa por mi mente y mi cuerpo. Esto es una locura demasiado extrema. Creo que son mis hormonas las que están haciéndome una jugada demasiado grande tal vez por mi edad, ¿no?
Siento las gotas de agua caer por mi cuerpo, quemando un poco al principio por el frío, el cual me acostumbro de inmediato, quitándome las impurezas de mi ser.
Al salir me pongo mi ropa interior. La verdad no quise agarrar la ropa y cambiarme aquí dentro. Todas las mañanas soy la última en entrar al baño, y cada vez que decido cambiarme aquí, cuando salgo no hay nadie, así que empecé a cambiarme fuera y es más cómodo para mí.
Recojo mi ropa usada del suelo, con mi toalla en mano, abriendo la puerta del baño con tranquilidad.
—Sólem...
—¡AH! —Trato de taparme lo más rápido que puedo. Naptier se da la vuelta en automático. —¿¡Q-qué haces aquí!? ¡Pensaba que te habías ido ya como siempre!
—E-eh... quería esperarte para irnos juntos, n-no sabía que tú pues... pues... —Él se aclara la garganta. —No sabía que salías así del baño, n-no me di cuenta.
Yo me acerco un poco, dirección a mi cajón donde tengo mis prendajes.
—Voltéate hacia la pared. Por favor...
Él lo hace sin hablar y aprovecho para buscar mi ropa. Siento mis manos temblorosas y mi corazón latir con fuerza otra vez. El baño frío que me di no sirvió de nada.
—¿No sientes que hace mucho calor aquí? ¿O soy yo quien lo siente? —Dice él.
—No. Hace demasiado calor aquí.
Agarro un pantalón de cuero negro y una blusa del mismo color de tirantes, vistiéndome con demasiada rapidez. Poniéndome de último unas botas.
—Ya puedes voltearte.
Naptier se voltea, sus ojos cruzándose con los míos. Sus mejillas están sonrojadas, y siento cómo las mías empiezan a estarlo otra vez, mientras me peino el cabello con las manos.
Naptier empieza a acercarse a mí con lentitud, mientras que yo me quedo plasmada en el mismo lugar sin poder moverme, con mi mirada fija a sus movimientos, a su mirada, a sus... labios.
Bajo mis manos, soltando mi cabello, y solo mirándolo.
Él se detiene a solo centímetros de mí, mirándome todavía con intensidad y yo sigo ahí, sin reaccionar. Puedo sentir su respiración pesada en mi nariz y en mi labio superior.
—Te ves... hermosa, Sólem. —Su mano derecha se posa en mi mejilla. Luego, la mueve, quitándome un mechón de mi cabello y dejándolo detrás de mi oreja. —No puedo evitarlo.
—¿Qué no puedes evitar? —Le susurro con un hilo de voz. No puedo casi ni respirar; ¿qué estoy haciendo? ¿qué estamos haciendo?
—El querer estar así... el querer probar... —Me susurra de la misma manera que yo a él.
—¿Qué quieres probar?
Naptier se acerca un poco más a mí y yo dejo de respirar. Siento mi cuerpo tensarse por completo, todo mi ser palpitar, mi corazón querer volar fuera de mi pecho.
Él se detiene a escasos centímetros de mí, y siento sus labios rozar los míos.
Él empieza a mover su cara de lado a lado con suavidad, con lentitud, sintiendo mis labios y yo los de él, sin llegar a presionar, sujetando mi mejilla y acariciándola con su pulgar.
Las alarmas se encienden dentro de mí.
«¿Qué estás haciendo, Sólem? Esto no está bien. No lo hagas, no está bien.»
Pongo mis manos en su pecho, alejándolo un poco de mí. Lo suficiente para que nuestros labios dejen de acariciarse, e intento calmarme, volver a respirar con normalidad, pensar con la mente fría.
—Naptier... esto no está bien. —Sigo hablándole con la voz baja.
Él se aleja por completo de mí, dándome la espalda y soltando un suspiro fuerte mientras se pasa su mano por el cabello.
—Perdóname, Sólem. Yo... me dejé llevar. —Se da la vuelta, encarándome, pero desviando su mirada a los lados. —Me iré a hacer mis deberes. Te dejaré tranquila.
—S-sí, yo... yo también saldré de aquí. Iré a buscar a Júpniel, necesito hablar con él.
—Ah... entiendo. Bueno, me iré primero. —Sonríe levemente, caminando hacia la puerta de la habitación, mirándome antes de salir. —Nos vemos luego.
—Nos vemos luego.
Cuando Naptier finalmente cierra la puerta, suelto un suspiro largo y fuerte que sale de mi interior con euforia, agarrándome el estómago con mi mano, tratando de liberar tensiones.
—¿Qué acaba de pasar? ¿qué estás haciendo, Sólem? —Me digo a mí misma. —Esto no es correcto, no repitas la misma historia...
Cierro los ojos, inhalando y exhalando despacio, sintiendo cómo poco a poco mi cuerpo se va relajando y dejo de sentir todos esos calores y dejo de pensar en él, en sus labios rozándome, en su voz hablándome de tan cerca, su mano acariciándome...
«¡Ya para de pensar, Sólem!»
Abro los ojos. Es mejor que salga rápido de este lugar porque estoy empeorando.
Me dirijo a la puerta de la habitación, cerrándola con llave al salir y guardándola en mi bolsillo del pantalón.
Me acerco a la habitación de Marlís y Júpniel, tocando primero, pero nadie me contesta. Alzo mi mirada para ver por la ventanilla pequeña de la puerta, pero no hay nadie dentro. Tenía la esperanza de al menos encontrarme con Júpniel allí.
¿Dónde habrá dormido? No puedo creer que su enojo haya llegado a tanto como para desaparecerse de nosotros y dormir quién sabe adónde.
El primer lugar donde empiezo a buscar es en la biblioteca. Aunque no parezca el lugar adecuado para Júpniel ya que supuestamente no soporta a Marlís, también hay posibilidades de que esté allí por no presentarse ayer en ningún momento.
Entro, y nada más entrar veo a Marlís, yendo yo directamente a ella.
—Buenos días, Eva. —Digo su nombre falso. Hay un par de personas cerca.
Ella me mira, sonriendo. —Buenos días, Sydney, ¿cómo dormiste anoche?
«¿Por qué tienes que preguntar justamente eso?»
—Eh, bien; ¿has visto a Mason? ¿Está por aquí? Necesito hablar con él.
—Extrañamente no. No me lo he encontrado, aunque también puede ser que sea porque desde que me levanté vine directo aquí.
Yo asiento, empezando a caminar por los pasillos de toda la biblioteca. Puede estar por aquí escondido y que ella no lo sepa.
Camino y camino. Pasillo uno, pasillo dos, pasillo tres, cuatro, cinco... no lo veo por ningún lado ni en ningún rincón.
Me dirijo a los baños, entrando al masculino también, puede estar en algún cubículo. Entro y lo primero que veo es un chico y una chica besándose y con sus manos dentro del pantalón de cada uno, lo que me hace retroceder silenciosamente y no querer volver a meterme ahí nunca más.
«Definitivamente no está aquí.»
Decido salir, dirigiéndome al comedor. No tengo ganas de desayunar. Todo lo que pasé desde que desperté me tiene con el estómago totalmente cerrado.
Al entrar, veo a demasiada gente junta que sería casi imposible poder ver entre tanta multitud a ese planeta rubio artificial. Aunque algo en mis adentros me dice que este no sería el mejor lugar para él estar. Tal vez podría estarlo en otro lugar más tranquilo y menos habitado.
Lo busco en la herrería, no está. Lo busco un poco entre el bosque, tampoco lo veo por ningún sitio. Lo busco en el establo, menos. Me dirijo a la zona de los cultivos, y a quién veo es a Naptier, haciéndome dar la vuelta automáticamente antes de que pueda siquiera verme.
Me acerco a un pequeño bar dentro del castillo. La verdad es que jamás he entrado aquí. Por lo que escuché aquí crean unas especies de bebidas fuertes que te hacen delirar y comportarte extraño, o eso fue lo que pude entender de la explicación que me dieron. La verdad no es algo que me den deseos de hacer, pero a la gente de aquí les gusta y dicen que vienen a quitarse sus penas, entonces podría ser un lugar en el que Júpniel podría estar por su sentimiento de disgusto.
Al entrar, lo primero que ves es la mesa de bebidas, donde hay varios hombres sentados con sus vasos con ese líquido, hablando y riendo muy vigorosamente entre ellos.
Atrás de ellos hay varias mesitas circulares con cuatro sillas en cada una, donde en varias de ellas hay entre hombres y mujeres hablando y bebiendo.
Comienzo a caminar dirigiéndome más al fondo, donde veo un marco de puerta, pero en vez de tener a esta misma, tiene una cortina de flecos de color rojo intenso colgando desde arriba, lo cual me llama la atención.
Cuando estoy acercándome, veo un reflejo en el rabillo derecho de mi ojo ir con rapidez a ese sitio, y logro visualizar ese porte y cabellera conocida para mí.
Corro más.
—¡Mason! ¡Necesito hablar contigo!
Entro rápido por esa cortina, pero alguien por detrás me toma del antebrazo, halándome hacia afuera.
Es un hombre de tez morena, muy grande y fuerte.
—No están permitidas las mujeres aquí a menos que no seas una de las que hacen los trabajos.
Frunzo el ceño sin entender.
—¿A qué se refiere?
—¿No escuchó? No puede entrar, señorita.
Señalo hacia ese pasillo tapado por la cortina. —¿Qué tipo de trabajos hacen ahí?
El hombre se ríe, mirándome, y yo lo miro más confundida, lo que hace que él deje de hacerlo y su semblante se vuelve a uno serio.
Él suspira. —Los hombres entran, negocian con la dama que le guste, que le caliente más, y depende del oro que le ofrezca a ella, pues la señorita, si se le podría llamar así, le hace cualquier tipo de placer sexual. —Me mira. —¿Desea saber más?
—Eh, no, gracias. Ya me iré, quería hablar con alguien pero parece que no quiere hablar conmigo. Si ve a un chico alto, delgado, con cabello rubio y ojos azules salir de ese lugar, por favor dígale que Sydney lo está buscando y que quiere hablar urgente con él.
—De acuerdo.
Yo empiezo a caminar hacia la salida del bar, sintiéndome derrotada.
Mientras voy pasando por las mesas, escucho murmullos y silbidos tras de mí, acompañado de risas y algunos comentarios obscenos que trato de ignorar completamente, porque no tienen ninguna importancia para mí en estos momentos.
Me frustra que Júpniel no quiera ni siquiera escucharme. No es necesario que me hable o que me mire, simplemente necesitaba decirle lo mucho que lo sentía y que me sentía culpable y muy mal por lo que pude hacerle sentir en ese momento donde todos estaban rechazando rotundamente sus ideas.
Pero tampoco veo justo que él quiera actuar de esa forma tan ignorante y egoísta sabiendo que esto es una misión de alto riesgo para todos nosotros y mucho más para nuestras lunas y está comportándose como si no le importara nada de esto, como si no fuéramos una familia, un equipo. No entiendo nada ahora mismo.
Se supone Tristán llegará al castillo hoy por la tarde. No sé qué clases de negocios fue él a hacer, pero espero que no sean referentes a las lunas.
—Hey, hola Sydney.
Me volteo, viendo a Vania sonriéndome a lo que hago lo mismo hacia ella.
—Hola, Nora, ¿qué tal te va la mañana?
—Mm... un poco aburrida, pero bien. Merq... —Se aclara la garganta. —Zigor, desde hace horas anda perdido en un lugar de entrenamientos que tienen cerca de aquí. Desde que se enteró fue corriendo hacia allá y no se ha dejado ver.
Me rio. —Supongo que es su lugar seguro. Teniendo en cuenta que tiene sangre guerrera. —Susurro la última oración.
—Por cierto, vi a Neymar hace un rato y... lo noté medio raro, como cabizbajo, ¿sabes qué le pasó?
La miro, tragando seco. —No, la verdad es que no sé qué le habrá pasado, ¿te dijo algo?
Ella ríe. —Si te estoy preguntando es porque no sé.
Yo me rio con ella, pero de nervios. —Ah, ja,ja,ja, sí, tienes toda la razón, qué tonta yo.
A todas estas estamos en medio de la multitud en la entrada del castillo, sin siquiera movernos de allí.
—Hablando del rey de Roma. —Dice ella mirando tras de mí.
No puede ser.
—Hey, hola chicas.
Me volteo, sin poder evitar querer mirarlo a la cara. Tiene el semblante un poco caído, triste, lo cual me hace doler un poco el pecho.
¿Por qué me estoy sintiendo arrepentida? ¿Por qué tengo ganas de abrazarlo?
—¿Ves lo que te dije, Sydney? —Dice Vania hacia a mí. —Está como triste. —Ella lo mira. —Le estaba comentando a Sydney que estabas así y si sabía qué te había pasado.
—No te preocupes. No me pasa nada. Solo es que no es mi día y ya, no hay por qué buscar conclusiones donde no las hay. —Medio sonríe. —¿Y tú, Sydney? ¿Cómo has pasado el resto de la mañana? ¿Lo pudiste encontrar?
—No. La verdad es que no. Creo que llegué a verlo pero huyó antes de yo poder acercarme, supongo que no quiere hablar conmigo.
—¿De quién hablamos? —Pregunta Vania.
—Mason. —Le digo, y ella abre la boca mientras asiente, entendiendo.
—No te vi en el comedor, ¿comiste? —Me dice Naptier, viéndome a los ojos, algo que me provoca taquicardia.
—No. No me apetece comer, lo haré más tarde en la comida.
—Bueno chicos, los dejaré, iré a la biblioteca.
Me despido de Vania, Naptier haciendo lo mismo, observándola marcharse hasta que se pierde en la multitud y entre los pasillos del castillo, creándose un silencio demasiado pesado entre nosotros.
—Oye...
—Este no es lugar para hablar. —Lo interrumpo de golpe y siento que soné demasiado dura con él, pero no quiero demostrarlo, no quiero sentirme más débil de lo que soy cuando está a mi lado.
Escucho cómo suspira. —Entonces vamos a otro sitio. —Me agarra de la mano con suavidad, pero yo la quito rápido. —Perdón... sígueme entonces.
Él empieza a caminar hacia donde se encuentran unos caminos donde hay casas por todas partes. Podría decir que es mi lugar favorito de todo este lugar tan sin alma, porque me da vibras de familia, de una especie de armonía.
Yo lo sigo en silencio, hasta que para en un punto abierto, donde hay casas, pero más alejadas. Niños jugando por todo el camino, riendo, divirtiéndose entre ellos.
—¿Qué querías decirme? —Le pregunto.
—He estado todo el día martillándome la cabeza culpándome y arrepintiéndome de haber hecho lo que hice. Aunque no lo creas me duele mucho todo esto, me siento mal porque no debí hacerlo. No debí acercarme así de ti, fue una total falta de respeto de mi parte.
Yo miro el suelo por unos segundos, pensativa, regresando mi mirada hacia él de nuevo.
—No te culpes. Yo al principio tampoco hice nada para detenerlo y soy muy consciente de ello. —miro hacia los lados, arrepintiéndome por dentro de lo que diré. —Necesitamos alejarnos. Mantener la mejor distancia posible hasta que cualquier cosa que nos esté pasando se vaya por completo y al menos yo no esté sintiendo esto tan extraño que me está pasando cada vez que estoy contigo, cada vez que te tengo cerca...
—¿Qué sientes cuando estás conmigo?
Yo lo miro al instante a los ojos, sin poder hablar. Mi respiración entrecortándose.
Yo niego con la cabeza. —No, Naptier. —susurro su nombre. —Es algo que no quiero describir con palabras, me da miedo hacerlo.
—Yo puedo decirte lo que yo siento cuando estás a mi lado.
Niego de nuevo, alzando mis manos a la altura de su pecho, pidiéndole que pare.
—No me digas nada por favor. Es mejor que evitemos toda esta conversación y todo esto que seguramente es algo pasajero y que nos está poniendo a prueba tal vez. —Evito mirarlo, dejando mi mirada fija al piso. —Hablaré con Tristán cuando regrese y le pediré que por favor me traslade a una habitación de una sola persona.
—Oye no por favor. No hagas eso.
—Es lo mejor para ambos. Siento que esto nos está afectando y antes de que llegue a algo peor, es mejor pararlo de raíz, y me separaré lo más posible de ti. —Miro sus ojos, los cuales me observan apagados, dándome ganas de llorar. —No quiero hacerlo... pero sabes que es lo mejor.
Él asiente, con su cabeza cabizbaja.
—Está bien. Como prefieras. Si eso es lo que te hace sentir cómoda, feliz, yo aceptaré aunque me esté muriendo por dentro.
Trago seco, sintiendo un nudo en mi garganta.
—Bien. Iré a la biblioteca, necesito despejar mi mente un poco hasta que nuestro jefe llegue.
—Adiós, Sólem...
Yo me volteo sin darle otro vistazo más, sin parar mis pasos, tratando de bloquear lo más posible mis pensamientos.
¿En qué momento nació este interés en mí? No lo sé, pero es algo que se irá pronto, estoy segura de ello. Siento que todo esto ha sido por la cercanía que tuvimos al principio, por la conversación de hace dos días, el hecho de que en mis peores momentos ha estado ahí apoyándome pero sin asfixiarme del todo y el hecho de haber dormido tan abrazada a él pudiendo sentir esa suavidad en sus actos y ese cariño que la verdad no sé si es solo conmigo o es con todo el mundo.
Pero desde que lo conocí y desde ese día que me descubrió mirando su hogar desde los cielos, sentí una especie de conexión con él que al principio de todo quise ignorar, quise no darle importancia porque creía que solo era la emoción de estar conociendo a los planetas por primera vez, pero pasando el tiempo me di cuenta que no era así... que era algo más que venía desde más adentro de lo que yo misma puedo llegar a conocer, pero, ¿por qué?
Me dirijo hacia la biblioteca. Marlís, Urien y Vania están allí. Justo iban a salir dirección al comedor, porque ya es más del mediodía, y me preguntaron si iría con ellos, pero dije que no. No tengo ganas de comer, ni siquiera mi estómago ha sonado desde que me levanté, así que puedo aguantar lo suficiente.
Me quedo plasmada allí organizando algunos libros, limpiando un poco algunos polvos en algunos estantes y demás. Hasta que regresan los mismos que se fueron antes, haciéndome compañía el resto de la tarde.
Al pasar las horas, hacen un llamado hacia la puerta principal del castillo. Un llamado para absolutamente todo el que habita en él y trabaja para Tristán obviamente. Por un momento pensé que tal vez se había muerto o algo malo había pasado en este lugar, pero solo era para informar que el señor Tristán llegaría en la noche por un atraso que hubo en su viaje, lo cual me tranquiliza por una parte pero me agobia en otra.
——————— 💎🌫️🌊💠🧿🌋🤎 ———————
La noche va cayendo. Todo mundo se mueve de un lado a otro organizando cosas para darle la bienvenida a su jefe tan preciado por ellos.
Yo intenté ayudar con algunas cosas. Fuera del castillo hay unas mesas bien largas con distintos platos de comida. Hicieron un banquete para celebrar, lo cual no comprendo porque simplemente va a llegar de un viaje, ni que cumpliera años o se hubiese librado de la muerte, que, siendo sinceros, si se librase de la muerte, deberían estar llorando por no tener esa pérdida que le haría un gran favor a mucha gente.
No he vuelto a mirar a Naptier por ningún lado. Júpniel es otro que no aparece como si la tierra se lo hubiese tragado, cuando debería estar aquí, pero no lo buscaré, porque con su huida esta mañana me dejó bien claro que no quiere ni verme ni hablarme, así que solo esperaré al momento donde se sienta listo al menos para escuchar lo que tengo que decirle.
Empiezo a caminar con tranquilidad dentro del castillo, yendo a donde están las habitaciones. Al menos sé que Naptier no me rechazará si miro cómo está. Espero que se encuentre en la habitación, porque no empezaré a buscarlo a él también como loca.
Cuando estoy cerca de la puerta, de repente, se empieza a escuchar alarmas en el castillo entero. Unas alarmas fuertes que al instante me retumbaron en la cabeza, obligándome a taparme los oídos y a agacharme del mini dolor que me generó en ellos.
Yo trato con dificultad devolver mis pasos hacia el piso de abajo. Siento que mientras más camino para atrás, más fuerte se escuchan esas alarmas.
Cuando estoy por llegar a las escaleras, Vania sube corriendo, agarrándome fuerte por los hombros. Su mirada es de terror pura, lo que me hace sentir un escalofrío de la cabeza a los pies.
—¡Las lunas escaparon!
———————————————————
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro