Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 5: Plegaria Entre Lágrimas

El gammar a cargo de la fortaleza de Ozlarden da órdenes de un lado para otro en su esfuerzo por dejar una buena impresión al zilér que se aproxima con su ejército. Zilér Jornan ses Jorkan, no es fácil ganarse su aprecio. Solo lo mejor le acompaña, y solo lo mejor de lo mejor, llega a alcanzar buenos rangos para estar a su lado.

—¡Abran las puertas! — ordena el gammar sin dejar de ver el mar de soldados que se aproxima.

Los cinco mil soldados se dispersan para levantar su campamento mientras que los hermanos se adelantan a la fortaleza seguidos de su escolta. Una vez cruzan estas, se cierran y Jornan se apura a desmontar.

—¡No quiero ceremonias ahora! —grita al gammar y a los hombres que corrían hacia él.

Con los largos pasos que puede dar, el zilér avanza por el patio y se adentra en la fortaleza.

—¿A dónde va con tanta prisa? —pregunta Gorah ses Ribes a su amigo.

—Está desesperado por ver a su esposa —responde Krisam.

—Ya la habrá tomado, supongo.

—¡Bah! No lo creo —replica el zilér.

—¿Para qué tener una esposa? —responde máderal Gorah —. Ya tiene edad.

—Ella lo odia —comenta Krisam.

Gorah desmonta y se aleja. Perdió el interés en saber del zilér heredero.

—Iré a beber —dice.

—Sí. En un matrimonio forzado, el amor no importa —comenta Krisam para sí mientras también desmonta.

Elina ses Arkax, deja caer una capa sobre Aurala y la zilera lo agradece, la mañana sin que haya salido el sol aún está fría; sobre todo en el puerto que recibe la brisa del mar que brota de la oscuridad.

—¡Bienvenidas damas! —saluda con entusiasmo el paler del barco —. ¡Me alegra verte de nuevo Elina!

—Y yo a ti, Yanox —responde la dama de compañía.

—¿Y esta joven es? —pregunta Yanox curioso de ver a una joven con tan finas ropas.

—Ella es A... — Elina titubea. Viajar de incógnito no es su fuerte —. Es mi prima. Hija de mi tío, Kunoz ses Oblam.

—Arassha — se apresura a decir Aurala —. Arassha ses Kunoz.

—Mi nave está a su disposición, joven Arassha ses Kunoz —anuncia el paler con una reverencia y añade mirando a la mujer junto a ella —: Como siempre lo ha estado, para la hermosa Elina.

—Siempre es un placer viajar contigo, Yanox.

El paler, suelta una risita y estira su mano para ayudarlas a abordar la embarcación de siete tripulantes. Las mujeres avanzaron hacia la proa de la embarcación.

—Conoces bien al paler de este barco —comenta Aurala con una sonrisa maliciosa.

—Es un viejo amigo —responde Elina y el claro azul de su piel se intensifica en sus mejillas.

—Es un hombre amable, aunque algo descortés. Nos ayudó con su mano izquierda.

—Si hubieras tomado la derecha, te habrías caído —replicó la dama —. Es una ilusión.

Aurala abre los ojos por la sorpresa y Elina procede a explicar.

—Perdió su mano en la batalla de Corio.

—Cuando Soutiam intentó invadir Timuria —dice la zilera sorprendida.

Elina asiente antes de continuar.

—Le rogué que no fuera. Pero se ofreció a defender la frontera y se fue.

—Entiendo. Debiste estar angustiada por él —comenta Aurala.

—¿Por ese idiota? —replica Elina con algo de enojo, pero luego suaviza su tono —. Me moría de preocupación.

Para Aurala es obvio, que ella siente algo por Yanox, pero sigue enojada por haberla dejado.

—El tiempo pasa y es mejor no desperdiciarlo con enojos.

—Ya no estoy enojada con él — dijo Elina cabizbaja —. Estoy enojada conmigo, por haberlo dejado solo cuando me necesitó.

—Bueno, por lo que veo, él...

—Ya está amaneciendo —interrumpe cortante la dama —. Será mejor que te cambiemos de ropa para que no llames la atención en el pueblo.

Comenzaron a caminar hacia el camarote. Cuando salgan, la zilera Aurala, desaparecerá; y Arassha ses Kunoz desembarcará en Isla Agdram.

El zilér Jornan se apoya del barandal en el balcón mirando al horizonte apretando los puños, en espera de su esposa. Se siente molesto y frustrado que a pesar de ser tan condescendiente con Pryra, ella no le corresponda.

Por fin, decide llegar hasta la puerta de sus aposentos y tocar impaciente.

—¡Pryra! —grita a la puerta —. ¡Abre la puerta, mujer!

Pasaron unos segundos y la puerta se abre lentamente, pero quien se asoma, es la dama de compañía de la joven zilera.

—Mi señora aún no está vestida —dice la aya de la joven.

—Apártate, es mi esposa.

—Pero mi señor...

—¡Apártate o morirás en el patio! —amenaza él con furia.

La mujer se aparta y Jornan casi la derriba al empujar la puerta. Parado en medio del salón, busca a su esposa que se ha ocultado tras una cortina de fina tela.

—¿Ahora irrumpes en mis aposentos amenazando a mi dama? —escucha a la joven decirle desde el otro lado.

—Cumpliré mi amenaza si vuelve a impedirme la entrada a los aposentos de MI ESPOSA.

—¡Tu prisionera querrás decir! —replica ella aún oculta tras la cortina.

El tono de Jornan se suaviza antes de volver a hablar.

—Veo que no has cambiado de opinión.

—¿Cambiar? —pregunta ella saliendo de detrás de la cortina para verlo directamente al rostro.

El largo traje marrón con hilos dorados, resaltan el brillo de sus ojos rubíes. Y Jornan se desarma una vez más al verla tan hermosa.

—Deberías comportarte como la zilera imperial que eres.

—¡Zilera imperial, vaya cosa! —replica Pryra con sus ojos fijos en los de su esposo —. Soy una jekara. Jekara de Véstemir.

—A la muerte de mi padre, serás Jekarzari.

—Deseo la muerte de tu padre, pero no de ser jekarzari.

Jornan levanta la mano en un gesto de querer pegarle, pero se contiene.

—Te aprovechas de lo que siento por ti —dice bajando la mano.

—No he hecho nada para merecer esos sentimientos, Zilér Jornan.

—Admito que no —confiesa el zilér —. Pero te necesito de mi lado.

—Di mejor que necesitas que mantenga a mi pueblo calmado.

—No te das cuenta, tu pueblo te ha abandonado.

—Si así fuera, ya estaría muerta —replica ella.

Jornan entiende que sigue en el mismo círculo vicioso, por lo que decide cambiar la conversación.

—Mi medio hermano ha venido conmigo y quiero que nos acompañes en la comida de esta noche.

—Debo hacerlo. Soy tu prisionera.

El zilér se acerca a ella sin dejar que el brillo de sus ojos, se aparten de los de ella.

—Si lo prefieres —le dice —, te llevaré encadenada y dejaré que comas en el suelo.

Pryra nunca le ha visto cumplir ninguna de las amenazas que le ha hecho. Pero no quiere provocarlo, porque sabe que su padre sí es capaz. Y no está segura de ese medio hermano.

—Te complaceré y asistiré a la comida de esta noche.

—Sabia decisión, mi Pryra.

La joven detesta escuchar cuando se dirige a ella con gentilezas matrimoniales. Odia escuchar como la voz del zilér se suaviza y su mirada se torna algo tierna.

Alena camina hacia su cuarto, pero al notar que el pasillo está vacío, se da el lujo de detenerse y asomarse a uno de los barandales del palacio. Uno cuya vista se dirige al oeste, y su mirada se enfoca a lo lejos, mientras los moribundos rayos del sol, el dios completo Anyal, en su puesta iluminan el horizonte con un velo anaranjado. Anyal, va a su descanso arropado por Tárzaro el dios de la noche, el miedo y la muerte.

Pero la joven sanadora espera por los amantes de la noche, Traina y Jovalis. Las lunas aparecen, alto en el cielo nocturno y Alena une sus manos para darles el mensaje que desea que le lleven a su amor. Está a punto de meditar en ello cuando escucha la voz a su espalda.

—Tienes fe en los amantes —dice la voz de la mujer.

Una disimulada sonrisa se asoma en el rostro de Alena al voltearse y encarar a la mujer que le mira sonriendo a su vez.

—Liyana —pronuncia Alena con la calma que le ha aprendido a su señora.

—Alena —responde la mujer —. Que hermosa te ves esta noche.

—Gracias. ¿Necesitas algo?

—Solo aprovecho que te veo para hablar, mi niña hermosa.

—Estaba por hacer una plegaria —indica la joven tratando de ser amable y tajante a la vez.

—¿Una plegaria a Traina y Jovalis? —pregunta Liyana con suavidad —. Conozco varias para pedir el amor, para que conozcas a un...

­—Gracias, yo solo pido por mi propia paz.

—¿La paz de saber de tu amante?

—Liyana, son cosas privadas.

La mujer se acerca a ella y sus ojos plateados perdieron el brillo usual en los demás. Alena sintió algo de miedo al tenerla tan cerca.

—Tal vez —dice Liyana —, pides por el regreso de tu zilér.

—De... ¿de qué hablas? —titubea Alena temiendo haber sido descubierta.

—Alena. El problema con tener tanta fe, es que terminas confiando en algún pilaris equivocado.

Los rojizos ojos de la dama de compañía se abrieron atemorizados, al comprender las palabras de la dama de servicio. Y realmente, su fe, su confianza en la discreción del Pilaris Kilor se rompe, con un desaliento que la sume en tristeza.

­—Pobre. Pobre Alena —continúa la mujer —. Esperando por su amor, sabiendo que nunca podrá tenerlo. Porque será de otra.

La joven se recupera y trata de empujar a Liyana fuera de su camino. Sin embargo, la mujer posa una mano en su pecho y para sorpresa de Alena, con facilidad la empuja de regreso al barandal. Para cuando se da cuenta, es demasiado tarde.

La luz violácea en la mano de Liyana le indican a Alena, que está siendo hechizada con una magia maligna y prohibida, que siembra el terror en la joven.

—Mal... eres... una malkra — alcanza a decir.

—Si sabes lo que soy, sabes lo que será de ti.

La única esperanza de Alena está en reaccionar rápido, levanta su mano y se aferra con fuerza de la muñeca de Liyana y por su poder de sanación, trata de transmitirle dolor. Ambas se enfrascan en una lucha de voluntades, por sus vidas.

Liyana gime al sentir ese dolor, pero procura resistir e incrementar su fuerza. Tiene la ventaja de haber sorprendido a la joven y la aprovechará. Alena intenta gritar y la otra mano de la malkra le cubre la boca.

—Créeme que no es mi placer hacer esto —murmura Liyana a su víctima —. El zilér Krisam debe desposar a la zilera Aurala. Dos piezas que deben ocupar su lugar. Y desgraciadamente tú, pequeña, estorbas.

Escuchando estas palabras, Alena se desmoraliza. Intenta incrementar la fuerza en la muñeca de su contrincante, pero ya no puede. Solo le queda pensar en su Krisam y llorar. Sus lágrimas se escurren abundantes por su rostro y su última visión es la de las lunas brillando en medio de la oscuridad. Alzó una breve plegaria por la protección de su amado, antes de que su cuerpo pegara violentamente en el suelo, al pie del palacio de Isla Lágrima.


Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro