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Tristan: Un nuevo tirano

    No soy alguien que disfrute de la guerra, por lo general siempre busco la vía pacífica para todos los pueblos, ya que siempre es la población la que paga las consecuencias de las guerras. Busqué la vía pacífica con todos los planetas que supuestamente estaban bajo el dominio de mi reino, pero al ser abandonados por su gobernante anterior y experimentar la libertad que da la muerte del tirano o el olvido puede ser perfecto para la prosperidad interna. Sin embargo, con la muerte de un tirano, viene otro que puede ser peor que el anterior y si este te ofrece que te unas de forma amable y políticamente a su reino, debes obedecer o perecerás en las ruinas pidiendo una segunda oportunidad.

Observo como mis tropas toman la última ciudad del planeta. El ataque empezó conmigo hace una semana. Una semana bastante productiva si soy honesto, una persona normal le tomaría siglos conquistar un solo planeta. A mí me tomó una semana. No necesité sacrificar mi ejército para la labor, simplemente desaté el infierno en la tierra. Mis sombras atacaron a cada soldado que se atreviera en ponerse en mi camino. Caminé un buen pedazo con mis sombras detrás de mí. Eso sí, la población civil le dejaba intacta siempre y cuando no interfirieran en mis planes. No soy un monstruo.

Los civiles se quedaban adentro mientras que tomaba lo que me pertenece. Ya en la capital fue distinto. Los pueblerinos de las provincias planetarias no se metían. Simplemente se rendía en cuanto me veían, se arrodillaban en cuanto pasaba. Pero la capital es otro asunto, la gran metrópolis tenía ganas de pelear. Sus buenos soldados postrados rodeando cada flanco de la capital, podría haberlos derribados fácilmente, pero de qué serviría pasar cinco años sometiendo a otros planetas para que me dieran sus armas y ejércitos y no usarlos. Así que simplemente veo el baño de sangre desde una colina, mis soldados están protegidos por mí, el enemigo no.

Mis soldados no tienen la misma gentileza que yo tuve en de dejar vivos la población civil. La toma de la ciudad fue dos días después que llegaron mis soldados a atacar. Esta si la dirijo yo, mi ejército se dividió en cinco, una fracción bien grande se asegura las provincias lejanas y las ciudades de este planeta. La segunda división se encarga de vigilar todas los portales y salidas del planeta. Tercera división en inteligencia, asegurar el terreno para luego su gobierno absoluto. Cuarta y quinta división, en acompañarme en la toma de la capital. La cuarta en asegurar la capital y la quinta en la toma del palacio real y el parlamento. Yo tomo el palacio real el cual se encuentra una buena parte de soldados que custodian las puertas.

Derribo a cada uno de los soldados y mi escuadrón entra en el palacio. Me muevo veloz hacia el interior en búsqueda de la familia del gobernador. Una última oportunidad es lo que les voy a dar, la oportunidad de morir pacíficamente. Tomar prisioneros no es opción para mí, son problemas que luego tendré que enfrentar, problemas más grandes por mi debilidad. El personal está escondido en las bodegas y catatumbas, envío a mis sombras a acabar con ellos. El gobernador y su familia están en una bóveda custodiada por un grupo de veinte guardias.

Llego sin ningún problema a la bóveda, no pierdo mi tiempo y los ejecuto a todos a una velocidad impresionante. No todo lo pueden hacer las sombras. Bueno, algunas cosas sí. Tomo la puerta con materia oscura y la arranco de los muros. En su interior se encuentran un buen número de personas, niños, mujeres y hombres, de los cuales se interponen delante de los más vulnerables.

—¿Se encuentra el gobernador Frederick? —pregunto calmado, considerando la adrenalina que siento.

—¿Así que tomó el planeta señor Godness? —pregunta el señor Frederick.

—Le advertí que esto pasaría —comento tranquilo—. Se los dije a todos aquí presente. Solo tenían que hacer los que les ordenaba y ya, todos en sus puestos felices y con sus familias vivas.

—Quería que nos arrodillaremos a usted, a volver a la miseria como cuando vivía Robert —replica Frederick.

—Yo no soy Robert —contraataco poniendo mis manos a mis espaldas—. Conmigo vienen dos alternativas, de las cuales usted y su gabinete escogieron la equivocada. No busco enriquecerme, solo busco armonía en mi reino. Y que todos los que habiten en él se apeguen a mis reglas.

—Tiranía es lo que ofrece.

—Llámenlo como quieran, pero era una alternativa donde nadie moriría. Donde ustedes y sus familias estarían a salvo y no escondidos en una bóveda mientras que sus soldados y ciudadanos mueren. Podré ser un tirano, pero no soy un cobarde. —Suspiro cansado—. Sé que tienen veneno por si esta opción ocurría, yo les sugiero que lo beban y me facilitan el trabajo, y sus hijos también lo agradecerán.

Se escucha un murmullo entre las mujeres y los niños empiezan a llorar.

—¿Y si nos negamos? —pregunta uno de los hombres de la fila.

—Morirán bajo mis sombras. —Señalo al gran tumulto de sombras a la espera de mis órdenes—. Es mejor el veneno, ustedes no quieren sufrir.

—¿No toma prisioneros? —pregunta una mujer al fondo.

—Ya tengo suficientes afuera, no quiero más —digo calmado. Pero ya me estoy impacientando—. Tienen un minuto para beber el veneno, no lo cumplen, me hago a un lado y las sombras destrozaran sus cuerpos.

—¿Y no es un cobarde al permitir que otros hagan su trabajo? Y así dice ser un dios...

Listo, pierdo la paciencia. Sale de mi mano una extensión de materia oscura y destrozo el cráneo del hombre. Escucho gritos y le doy órdenes a las sombras de acabar con los adultos. Creo un escudo con los chicos para que no vean la muerte de sus progenitores. La sala se queda en silencio en menos de cinco minutos. Guío a los chicos hacia a fuera, en total son diez; cuatro chicas y seis chicos. Creo un muro que da a la bóveda.

—Bien, de ustedes depende que siga derramando más sangre —hablo más calmado—. Sus padres cometieron muchos errores, pero ustedes no los pueden cometer ¿entendido? —Los muchachos asienten—. No soy un asesino de niños, pero dependiendo de lo que ustedes decidan, actuaré en base a eso. No los castigaré por las decisiones de sus padres ¿quieren irse con ellos de forma pacífica o someterse a mí y mis designios?

Los jóvenes se miran aterrados unos con otros.

—No quiero morir señor —dice una niña, no debe tener más de ocho años—. Tengo miedo del infierno.

—Irían al Inframundo primero, y dependiendo del juicio que se sometan sus corazones podrán estar tranquilos por allá o si han cometido algún crimen o falta, irán al infierno —digo amable. Muestro esta compasión porque también soy padre y odiaría que alguien no tuviera la misma gentileza con mis hijos.

—Usted dijo que nuestros padres cometieron errores, déjenos vivir y arreglarlos —habla un chico como de quince años, se nota que tiene los ojos hinchados—. Nosotros nos someteremos y seremos leales a usted, mi señor.

—No nos mate, seremos sus esclavos si usted lo desea —dice una chica de como doce años.

—Con esta conquista busco la armonía y mi dominio en mi reino, si siguen esa promesa, podrán vivir. Piensan en traicionarme, serán ejecutados. Piensan en vengar a sus padres, serán ejecutados, no importa la edad que tengan ¿les quedó claro? —exclamo autoritario. Ellos asienten temerosos—. Tengo que seguir con mi invasión. Un grupo de sombras los llevarán a unas habitaciones y serán custodiados por ellas. Cuando termine lo que tenga que hacer, vendré y les proporcionaré refugio siempre y cuando sean leales y no hagan trampa.

—¿Quién será el nuevo rey? —pregunta una de las niñas pequeñas.

—Yo soy el rey y único que existe.

Mis sombras escoltan a los niños fuera de la bóveda. Me muevo de allí hasta las afuera del palacio, el cual se encuentra casi intacto, pero los cuerpos se mis soldados y los de este planeta apilados.

—Todo es más sencillo cuando eres un dios —dice la voz del señor Seth—. Las conquistas se toman en menos tiempo, tienes la sangre más helada al momento de arrebatar una vida.

—Solo es el inicio de una nueva etapa —digo sin emoción—. ¿Se vuelve más sencillo el hecho de matar?

—Lo único que importa es que tu familia esté lejos de todo esto. La percepción de ti va a cambiar y no necesariamente para bien. Eso es lo difícil, cuando a los que amas te ven con las manos llenas de sangre, solo se finjan en eso y no en que lo hiciste para que no sufran un destino peor —dice alzando la mano y los soldados muertos se empiezan a levantarse, los demonios ya están listos para guiarlos hacia el Inframundo—. Tienes muchos planetas Tristan, cada uno es un peso que te vas cargando ¿crees que puedes gobernarlos a todos?

—Creo que tengo un propósito y pienso mantenerme fiel a ello. Espero que su hijo cuide bien de la capital.

—Mi hijo lo está haciendo bien, es determinado al igual que tú. Considero que ambos pondrán este reino en su máximo esplendor —dice observando los muertos—. La fuerza, la inteligencia y la determinación son valores que hay que tener presente en estos eventos. —Él ve que varios hombres en uniforme se me acercan—. Te dejo, tengo nuevas almas que atormentar.

Me tengo que quedar en este planeta por lo menos tres años para establecer un nuevo gobierno y armar un mayor ejército para las siguientes conquistas. Hay millones de planetas sin mi control. Eso no debe seguir, tengo que poseerlo todo y a todos.

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