Sol: El Plan
Lo más duro que tiene que hacer un padre es disciplinar a sus hijos. Quieres lo mejor para ellos, que sean hombres y mujeres de bien, que sean personas exitosas. Pero hay una verdad incómoda y es que, a una edad determinada, ellos toman sus propias decisiones por muy dolorosas o equivocadas que sean. Ya Marcus necesita saber que es la traición y la lealtad.
Taurus me dio la lista de personas que estuvieron en una relación con la novia de Marcus, o más bien, las personas que han sido estafados por Rebeca Salomón, que ese al menos es el verdadero nombre de esa mujer y no Daniela Casa Blanca y que ni siquiera su familia es suya, sólo es otra fachada. Los Casa Blanca existen, no sé qué conexión o que artimaña usó para hacerse pasar por su hija, me imagino que fue un intercambio de intereses. Ella se mete con el príncipe, le saca dinero para ella e información para ellos. Con esa hipótesis me quedo, castigaré a esa maldita a mi forma, pero a los Casa Blanca les irá peor.
Dicen que el amor ciega, pero a mi hijo le arrancaron los ojos, la dignidad y la lógica.
Vuelo con mi dragón directo con la primera víctima. Un banquero en el reino de Castilla, la condenada estafó a veinte hombres de ese lugar. Pero solo necesito a cinco en concreto y son los que acabaron terriblemente mal.
Entro en el edificio bancario y me acerco a un guardia de seguridad.
—Buenos días señor, ¿Me podría indicar dónde queda la oficina de Alfonzo de León? —pregunto amablemente y el guardia me indica que en el tercer piso se encuentran las oficinas corporativas, allí las secretarias me podrán ayudar—. Muchas gracias.
Subo las escaleras con trote lento, la verdad ahora ya nada me cansa. Le debo a Luna mis siete horas de sueños ininterrumpidos, ella odia que me desvele así que, puso un ligero hechizo de sueño en mi cabeza. Taurus sabe de esto y por eso él se encarga de las cosas importantes mientras duermo. He rendido al máximo gracias a las ayudas de Luna, un pequeño aliado es que también me hizo un hechizo para ver cuando la gente miente.
—No puedo estar contigo, pero al menos tendrás ayuda —dijo mientras que estábamos en la cama hace ya varios años.
Lo peor de todo, es que no puedo tenerla en mi cama en lo absoluto. No puedo sentir su intimidad cuando la hacía mía, no puedo escuchar sus gemidos o la forma en la que me abrazaba mientras que me hundía todo lo que podía en ella. Mi esposa pelea para que quiten la muralla y poder estar juntos. Pero mi señora nos amenaza a todos los dioses de la luz a votar por la permanencia, es complicado votar por cuenta propia, casi nunca pasa. Ella controla nuestros votos. Luna se decepciona de mí en cada votación.
Llego al piso de las oficinas y me dirijo hacia la recepción donde hay una fila bastante considerable de unas veinte personas a lo mucho. Desecho la idea de inmediato, soy generoso y correcto hasta cierto punto, pero una fila la odio. Empiezo a caminar por el amplio pasillo hasta detenerme en la primera secretaria.
—Buenos días señorita —hablo educado, la mujer se encuentra atareada con varios fajos de papeles—. ¿Sabe dónde se encuentra la oficina del señor Alfonzo de León?
—A cuatro oficinas a la derecha —responde sin mirarme mientras que está acomodando los papeles, desde atrás se escucha como su jefe le grita que se apresura y ella sale corriendo.
Odio cuando tratan a sus empleados así, pero de eso luego me encargo. Una de las cosas que me gusta ser un dios, es que tengo el poder de hacer justicia divina y no legal.
Llego a la oficina indicada y la secretaria no está, amplio mi oído y escucho como el hombre le habla sobre asuntos de trabajo.
—¿Tiene cita? —pregunta una mujer detrás de mí.
—No de hecho, es más del asunto personal —respondo amable mientras que me volteo—. ¿Usted lo conoce? —señalo a la puerta.
—Sí, trabajo en la oficina de allá —dice señalando a la oficina de al lado—. Por cierto, me llamo Amanda Delgado ¿y usted es...?
—Sol Godness, un gusto —digo estrechando la mano de la mujer y el bullicio de inmediato se silencia y el rostro de la mujer se descompone—. ¿Cree que el señor de León tarde? Es que tengo que visitar a otras personas y tengo el tiempo medido.
—Yo lo apresuro, mi señor no hay problema —balbucea la mujer volviendo un poco en sí, ella camina hacia la oficina y entra apresurada. La gente me mira atónita y como era de esperar, se arrodillan. Digo unas cuantas bendiciones y hablo con algunas mujeres hasta que sale Amanda y la secretaria del señor Alfonzo—. Ya puede entrar mi señor.
—Muchas gracias señorita Delgado —digo agradecido y entro en la oficina del hombre, el cual acomoda veloz su escritorio—. Es un placer conocerlo señor de León.
—El gusto es mío mi señor —dice mientras que hace una reverencia un poco tosca para mi gusto—. Eh... bueno ¿desea sentarse? —Señala la silla delante de su escritorio, me siento a regañadientes, pero lo disimulo con mi sonrisa.
—Voy directo al grano ¿conoce a Rebeca Salomón? —pregunto firme, pero el hombre se descompone y se tumba en su silla—. ¿La conoce?
—¿Estoy en problemas? Créame que ya pagué todo al estado y al banco, esa mujer es lo más ruin y embustera que existe ¿Le dijo que su familia se ahogó y murió en una tormenta? —pregunta conteniendo la rabia.
—No, pero soy consciente de las mentiras de esa infame mujer —hablo manteniendo la compostura—. No vengo por usted para castigarlo, he venido para hacer justicia. ¿Tiene en su poder pruebas del fraude que cometió esa mujer?
—Sí, mi señor. Lo tengo todo guardado —dice emocionado. Le digo una parte de mi plan y el hombre acepta encantado. Nos despedimos y salgo de su oficina, las personas veían chismosos lo que pasaba adentro. Al salir de allí, otra vez todos se arrodillaron.
Es normal que se arrodillen ante mí o cualquier dios de la luz. Ya me he acostumbrado al hecho de mi divinidad, a Taurus, por el contrario, le incomoda de vez en cuando. Pero a mí me encanta este nuevo poder, la capacidad de dominar y ejercer mi voluntad a diestra y siniestra es lo mejor del día. Puedo pasar leyes sin tanto protocolo y apresar a cualquiera que me plazca si me desagrada. Tienen razón cuando dicen que el poder puede enloquecer a las personas, pero yo adoro mi nueva locura. No sé si es más peligroso que yo sea un dios y piense así.
No lo sé, tal vez si Luna estuviera aquí, me alentaría en caer de forma elegante a la locura. Ella si no le teme a nada, ¿protestas porque las medidas implementadas por el gobierno no son del agrado popular? Mi mujer va y manda un ejército y las disuelve con fuerza bruta. Me acuerdo que cuando tenía el problema con los nobles, ella me decía que ejecutara a todos los traidores, pusiera sus cabezas en picas y las colocara a las afuera del palacio como mensaje. En serio quisiera tener la frialdad de Luna, quisiera ser tan desalmada como ella para tomar decisiones difíciles.
Ese día visito a cuatro hombres más que han sido estafado por la misma mujer y todos están dispuestos en acabarla. No sé si alboroté el avispero, pero ya el daño está hecho. Cuando la reunión termine, Rebeca Salomón será ejecutada por estafa y traición. Y con suerte mi hijo sepa lo que tenía como pareja.
Llego a mi palacio después de un día agitado, llego justo a la hora de la cena y mi hermano está discutiendo con sus hijas.
—Van a sus clases y luego a jugar con sus amigas —les dice Taurus a las niñas, ellas están enojadas.
—¿Me he perdido de algo? —pregunto entrando al comedor y los tres se levantan—. ¿Mi hijo no viene a cenar?
—Tío, sabes muy bien que no —responde Edwina torciendo sus ojos almendrados, de inmediato Taurus la mira de tal forma que Edwina se retracta—. Pero él de seguro está por venir.
—Aprecio la honestidad Edwina —digo sentándome y la cena empieza. Mi hijo ya ni viene a comer conmigo. Ya no pasa tiempo con su padre como antes, no habla conmigo como antes. Esto solo refuerza mis planes, lo hago por su bien y el mío. Sin su madre y hermanos, él es lo único que tengo que puedo llamar mío y no voy a dejar que una zorra embustera me lo arrebate. No me niego a que Marcus tenga a alguien que lo complazca y lo ame de una forma romántica, pero lo que le pido a esa futura mujer, es que no me lo quite. Ya no aguanto que mi familia se fragmente más.
Ayudo a mi hermano a acostar a sus hijas, ellas son una gran diferencia de Emilia y Daphne. Edwina y Renata son más revoltosas, más salvajes y de espíritu libre. Características de un dragón.
—¿Cuándo veremos a mamá? —pregunta Renata saltando en la cama—. Quiero a mamá.
—No será ahora, ya hemos hablado de esto —dice mi hermano tomando a su hija y acostándola en la cama.
—Tío, perdón por lo de la cena —dice Edwina abrazando a su peluche—. No quería ser irrespetuosa ¿me perdonas?
—Por supuesto que sí, no podría estar enojado contigo —le digo con una sonrisa, ella mira a su lado y ve como Renata sale disparada de la cama y Taurus la alcanza sin problemas y se la cuelga en la cintura, para lanzarla a la cama y que ella se vuelva a escapar.
Hacen eso por un rato hasta que mi sobrina se cansa y esta vez sí se queda en la cama. Mi hermano se despide de sus dos hijas y nos vamos.
—Que descansen y tengan lindos sueños —les digo y ellas se despiden—. Me recuerdan a mis chicas.
—Yo al menos tengo la dicha que no hayan tenido los poderes de tus chicas —replica con una sonrisa cómplice. Edwina heredó la súper fuerza de Taurus y Renata puede levantar objetos con la mente.
—Las adoras —digo caminando con mi hermano hacia mi habitación.
—¿Si te refieres a tus hijas o a las mías? Entonces la respuesta es que las adoro a todas —responde deteniéndose en las puertas de mis aposentos—. Hasta aquí llego, tengo que planear el resto del almuerzo.
—Que quede todo listo —digo y él asiente y se retira, las puertas ya están abiertas y entro. Ya es normal para mí tener la cama vacía, eso no quita que no extrañe a mi esposa, solo es una realidad que duele aceptar.
Dos mozos me ayudan a desvestirme, tomo mi tiempo en la tina para pensar en los últimos detalles del plan. Taurus ya tiene en la mira Rebeca y a sus dos cómplices, tiene un gran control en las costas y los muelles. Solo faltan tres días para que lleguen mis invitados a mi almuerzo y con suerte entrar la semana que viene con la cabeza de Rebeca en las mazmorras. Termino mi baño y me colocan mi bata, ellos se retiran y me acuesto a dormir tranquilo y complacido.
Por fin es el gran día. Mi hermano envió a sus hijas con mi mamá ayer, mi madre adora pasar tiempo con sus nietos y mi padre consentirlos por igual. Marcus vendrá con su adorada novia a almorzar conmigo en un salón amplio donde están cada uno de los hombres que estafó. Me visto para la gran ocasión con un jubón rojo carmesí ajustado con un cinturón de tela roja con bordado dorado; pantalón blanco y botas negras. Me pongo varios anillos y una corona discreta. Me gusta ornamentar mi posición cuando la situación lo requiere.
Bajo con un sequito de guardias hasta una sala que funge como un comedor para visitas, pero sin la pomposidad del comedor principal o el privado. Este ya se encuentra repleto con mis invitados, cada uno habla de sus desgracias con Rebeca, cada uno se siente agradecido porque su dios les ha traído justicia.
—Actúa bajo tus propios intereses y que esos intereses le beneficien a un buen número de personas —dijo mi esposa cuando paseábamos por los jardines de mi palacio. Extraño sus conversaciones de política y de la vida.
Salgo de mi ensoñación cuando abren las puertas del recibidor y entra mi hijo con su patética novia.
—Me alegra verte hijo mío —comento con una sonrisa—. Señorita Casa Blanca, me alegra que haya podido venir.
—Muchas gracias mi señor —responde la perra esa con una reverencia elegante.
—Por favor, vamos. Mis invitados están esperando —les digo y ellos asienten. Mi hijo como es de esperar, no me dirige la palabra. Abren las puertas y los tres entramos al comedor por la parte trasera, justo por el motivo que presencio.
Mientras que recorro el camino hacia mi mesa, la vista se detiene en Rebeca y Marcus. Algunos invitados se inclinan ante mí, pero su mirada va para la pareja principal.
—Creo que es mejor irnos, cariño —le dice Rebeca a mi hijo, pero él me mira con el ceño fruncido.
—¿Qué tienes Rebequita, viste un fantasma? —pregunta sarcástico un hombre.
—De seguro fue que le bajó la presión, es que recuerden que sufre del corazón y por eso está así —comenta otro sujeto.
—A mí me dijo que tenía una lesión abdominal y que le quedaba tres meses de vida —comenta otro hombre—. Pero eso fue hace cuatro años.
—¿Te pagó lo que te pidió para la cirugía de su madre? —dice otro hombre.
—Pero sus padres murieron tratando de cruzar el desierto de miserables —le responde otro.
—No, estás equivocado. Se murieron ahogados en el reino oscuro, que vino un kraken y destrozó su barco —replica otro.
—A ver caballeros, necesitamos un consenso porque esto no va a llegar a ningún lado ¿Rebeca, nos puedes decir la verdad o eso es un concepto que nunca aprendiste en tu miserable existencia?
—¿No se llamaba Carmen? —cuestiono otro y los demás suspiran resignados.
—¿Qué carajo es esto? —pregunta Marcus furioso.
—El golpe que necesitabas para que veas la maldita basura y asesina que tienes como mujer —habla uno y los demás abren paso al alto hombre de piel tostada y cabellera larga recogida. Rebeca palidece al ver al hombre—. Y pensar que mi madre tenía la fe que cambiarías.
—Fabian...
—En serio no te da vergüenza ensuciar el nombre de mi madre con tus crímenes —masculla Fabian rabioso—. ¿No te avergüenza nada de esto?
—¡Tú no sabes nada de lo que he sufrido! —exclama Rebeca indignada.
—Claro que lo sé, ¿o se te olvidó cuando mi madre te recogió de la calle cuando apenas tenías cinco años y te educó con amor y principios? ¿Y cómo nos pagaste a todos que te brindaron al amor de una familia?
—¡Cállate! —exclama al borde de las lágrimas.
—¡La mataste! —exclama el hombre furioso.
—¡Eso no es cierto!
—La empujaste por las escaleras cuando te descubrió robándole —exclama con la voz ahogada por la rabia, pero también por la tristeza—. Te dio todo y le robaste ¿y para qué? ¿Por la basura de Mauricio? ¿Por un hombre que no se tentó el corazón de dejarte en ese burdel a la primera de cambio? Arruinaste a toda una comunidad, a todos estos hombres ¿y ahora por un príncipe? ¿Quién más tiene que morir para que te detengas? —cuestiona autoritario—. Jodiste a muchas personas, cada hombre y mujer que jodiste te quieren muerta. Y para tu mala fortuna o falta de raciocinio, quisiste estafar a un dios o el hijo de uno, en este caso.
La sala me mira y yo los miro a ellos asintiendo.
—¿Dime que no es cierto? —Marcus mira dolido a Rebeca—. ¿Qué todo es mentira?
—Marcus, no les creas mi amor. —Rebeca le toca el rostro a mi hijo desesperada, pero mi hijo la mira traicionado.
—Ya escuché suficiente —hablo fuerte y serio. Las personas se voltean a verme—. Cada persona aquí presentó sus respectivas denuncias con pruebas bien fundamentadas en contra la señorita Solomon. Cada denuncia con cada condena te iba a dar un total de trecientos años en prisión, pero. —Hago un breve silencio—, te metiste con lo más sagrado que tengo, hiciste lo que te dio la gana con mi hijo, le quitaste dinero, trabajaste con personas en contra de mi gobierno y mi familia. Y eso maldita, es mucho peor que toda la mierda que hiciste.
Estiro mi mano tomando de forma invisible su cuello y la atraigo hasta mis pies. No me importa sus suplicas y le prendo fuego. Sus alaridos inundan la habitación, los presentes retroceden, pero mi hijo se precipita hacia el frente para ver a su patética novia arder, cae al suelo con lágrimas en sus ojos.
—Que quede claro, que este es el final para aquellos que buscan hacerle daño a mi familia y a mi reino —exclamo y los demás hombres se arrodillan ante mí.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro