Seraphine: Teatro
Regreso al castillo y me pongo a trabajar hasta la hora de la cena. Quiero dejar todo listo para unirme a Atlas en el campo.
—No te he visto todo el día —dice Atlas entrando a la oficina con Draco en brazos—. Supongo que fue productivo la visita a tu madre.
—Algo —digo terminando de anotar en una libreta todo lo que tengo que pagar para fin de mes—. Dámelo.
Atlas me entrega a Draco; mi bebé de piel gris, ojos de un rojo intenso y el pelo blanco como el de su madre.
—¿Bebé quiere a mamá? —pregunto mientras que lo alzo y mi niño estira sus manitas hacia a mí—. Mamá ama mucho a bebé, mucho. Mucho.
—Vamos a cenar —dice Atlas con una sonrisa, los tres nos vamos al comedor. A Draco no le gusta sentarse en su silla cuando ya ha sido cargado mucho tiempo por alguno de los dos. Me lo acomodo en un brazo mientras que ceno con Atlas.
—Me gustaría acompañarte a los campos —digo dándole a Draco su crema de verduras.
—¿Y eso? —pregunta confundido—. Odias el campo.
—Una cosa es que no me agrade y otra es que lo odie. Además, tengo que empezar a trabajar fuera de la oficina —digo mirándolo fijo.
—Bien, mañana voy a supervisar la recolección del verano. Este año fue muy bueno, con lo recibido se podrá pagar las deudas pendientes a la corona —dice algo desanimado.
—Yo tampoco quiero hacerlo —digo estirando mi mano y él la toma.
—Pero no tenemos opción, tenemos que pagar las deudas de Olena —dice con un nudo en la garganta.
Cada día le va afectando más su muerte. Al principio no se preocupaba en pensar en ella, pero con el tiempo y viviendo aquí. Es más notorio que su humor se va poniendo más deprimente.
—Porque no hacemos algo después de mañana. Algo divertido en familia —le propongo y él asiente.
—¿Cómo qué? —pregunta mientras que pica su carne.
—Podemos ir al nuevo teatro que abrieron hace un mes, hacer algo más que no sea trabajar —le propongo y asiente con una leve sonrisa—. Te noto extraño ¿hice algo que te haya molestado?
—No, para nada —me dice con una mueca—. Vamos al teatro.
Terminamos de cenar y los tres nos vamos a la habitación a descansar. Atlas le gusta cargar a Draco y leerle un cuento antes de dormir. Al bebé le encanta pasar tiempo con su padre y eso me hace feliz, al igual que Atlas.
—¿Estás seguro que no quieres hablar conmigo? —pregunto ya en la cama. Él se acuesta en la cama y me mira preocupado.
—Todavía hay familias buscando a sus muertos en el lado oriental. Hace una semana fui a un orfanato y había casi mil niños huérfanos por lo de Maegor —dice mirándose las manos.
—¿Qué me quieres decir con eso? —pregunto con el ceño fruncido.
—Nada —dice dándose la vuelta.
—Me culpas por sus padres muertos —digo irritada.
—Solo digo que es nuestra culpa que esos niños y que más de la mitad de la gente no tenga donde vivir o que no tengan una familia —dice mirando al techo.
—Es culpa de tus hermanos por iniciar una guerra que no iban a ganar. Es culpa de Maegor todas las muertes...
—Pero Maegor no transformó a un ejército de espectros poseídos que arrasaban todo a su paso —masculla molesto—. Y ya sé que fue una reacción a mi muerte, pero no eran las formas de hacer las cosas.
—¿Qué quieres que haga entonces? ¿Qué llore, que me vuelva en su madre?
—Que sientas empatía o una emoción honesta de tus actos —exclama molesto.
—Hacerme reina y trabajar en este reino creo que es una forma de responsabilizarme por lo que hice. Pero bueno, supongo que era mejor que todos se mataran entre sí y nadie se culparía de lo sucedido. Ya que según tú soy lo peor que le ha pasado a este reino y es mi culpa que esos pobres niños estén sin hogar. Creo que lo mejor era que te quedaras en el calabozo de Maegor.
Salgo de la cama y me voy de la habitación. Me instalo en la habitación de al lado y me quedo allí. Atlas no viene a hablar conmigo, me quedo esperando toda la noche observando la puerta para que venga a arreglar las cosas, pero ni siquiera se levantó de la cama. No le molesta vivir en el castillo de Olena, le molesta vivir conmigo. Lo he visto estar feliz afuera conviviendo con la gente, cuando está con Draco, pero conmigo se pone serio. He mejorado en mi apatía, intento ya no ponerme de malhumor. Me he vuelto más simpática, lo veo en las mentes de las personas, pero él solo ve el monstruo que posee personas y las mata sin piedad.
Supongo que eso es una cualidad que no le podré quitar de la cabeza, es su problema como me vea. Si él quiere estar conmigo, que lo esté, pero no le voy a rogar que se quede. Mi mamá me había dicho que no se podía ser buena en todo. Puedes ser una buena reina, esposa o madre; sin embargo, tienes que sacrificar una faceta a lo largo de la vida. Descuidar el reino no es opción, de eso depende tu vida y tu sustento. Descuidar a mi esposo o a mis hijos solo es daño colateral a mis acciones.
Prefiero ser una buena reina y madre.
Me levanto de la cama temprano y voy a mi habitación. Atlas está dormido, al igual que Draco. Me voy a vestir para trabajar fuera de la oficina, no en el campo, no me gusta el campo. Se lo había propuesto a Atlas porque creía que estaba de duelo por su madre, pero en realidad me resiente. En esos términos, no lo quiero cerca. Terminada mi vestuario de un par de pantalones de cuero, camisa con volantes azul y abrigo de igual color. Usar vestidos solo sirve en momentos formales donde no se me exija mucha movilidad. Busco la vestimenta de mi bebé y la pongo al lado del corral para vestirlo, me provoca que se venga conmigo a trabajar.
Draco es un reloj, tiene una hora fija en la que se levanta. Seis de la mañana. Puede levantarse unos minutos antes o después, pero a las seis ya mi bebé se despierta. Y hoy no defrauda, él me mira y sonríe, estira sus manitas para que lo cargue lo cual hago amorosa. Él me examina el rostro con sus manitas y yo lo llevo al mesón donde le quito su pijama y le pongo su ropita del día. También preparo la pañalera y los dos salimos silenciosos de la habitación. Camino con mi bebé en brazos y con la pañalera en un hombro. Le ordeno a una sirvienta que busque su carriola y que venga la niñera de Draco.
Los dos nos sentamos a desayunar, primero le doy su cremita de avena y leche. Él es un bebé muy glotón, ya va para los cuatro meses y come como si su vida depende de eso. Ya cuando me toca desayunar, aparece Atlas.
—¿Por qué te llevaste a Draco? —pregunta cargando a mi bebé.
—Porque vamos a pasar el día juntos —replico comiendo mi desayuno. Chorizo, frijoles, huevo frito con buenos trozos de pan.
—No va vestido para el campo —dice sentándose con Draco en su regazo.
—No va al campo, me va a acompañar en un recorrido por la ciudad y las provincias cercanas —digo picando mi chorizo ahumado. Creo que lo mejor que tiene este palacio son sus cocineros.
—Pensé que iríamos al campo —dice frunciendo el ceño.
—Dejaste en claro que mi presencia te causa conflictos morales —replico seria—. No pienso incomodarte en tus asuntos, no sería correcto.
—Solo dije que tu falta de simpatía me resultaba inquietante —replica tomando un cubierto y empieza a comer, pero batalla con Draco porque él quiero comerse la comida de su padre.
—Disculpa que no rompa a llorar y me aflige, pero no te preocupes. Voy a ver cómo hacerles la vida más linda a tus huérfanos —digo tomando mi jugo de fresas. En serio, a ese cocinero debo aumentarle el sueldo—. Voy a ver cómo está el orfanato, y veré cómo puede contribuir, tal vez en educación y comida.
—Gracias —dice más tranquilo—. Deja eso —reprende a Draco por poner las manos en el plato y tocar los frijoles. Atlas toma una servilleta y le limpia las manos a Draco. Mi bebé protesta e intenta tomar el plato de su padre, pero me levanto tomo a mi bebé en brazos—. Mejor.
—Sí, no quiero que se ensucie tan temprano.
—Escuché que en el teatro por los momentos se presentan solo músicos ¿no hay problema?
—¿Quieres ir conmigo? —pregunto dándole trocitos pequeños a Draco de huevo.
—Eres mi esposa —replica encogiéndose de hombros—. Y no me gustaría ir sin ti.
—¿Por qué no me buscaste anoche?
—Porque soy idiota —responde y estira su mano hacia mí.
—Claro que lo eres.
Terminamos de desayunar por poco, él se va a los campos para supervisar las cosechas y yo trabajo en la ciudad con Draco. No duró mucho tiempo que estuviera limpio porque su pasatiempo favorito es gatear y lo hace incluso en las paredes, se pega no sé cómo y cuando llega al techo empieza a llorar y se suelta. Lo tomo en mis brazos y lo consuelo mientras que estoy en el banco.
Atlas regresa a los tres días y vamos al teatro, dejamos a Draco porque aún es muy pequeño para que se logre comportar en eventos públicos. La música es relajante, es un recital de jóvenes graduados de la primera academia de música en el reino. Tocan tres sinfonías y es maravilloso. Al final de la velada nos vamos a la habitación.
—Te amo y perdón por hacerte creer lo contrario.
—Lo sé —digo y lo beso, ambos terminamos cogiendo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro