Luna: Karma
—No creo que Tristan te haya amenazado de esa forma —cuestiona Estrella observando como sus hijas juegan en la piscina de pelotas de Dorian. Mi pequeño les tira las pelotas, mientras que ellas las esquivan o se las devuelve.
—Ay por favor Estrella, no tenemos quince años. Te estoy diciendo la verdad, vino y me amenazó que, si no le daba a Louisa, llenaría todo el castillo de sombras —digo enojada.
—Te creo, pero me resulta improbable que te haya amenazado considerando tu pasado con las sombras. Tristan lo sabe y no creo que llegara a ese extremo, tal vez solo soltaría materia para asustarte.
—Aunque soltara materia o sombras, no está bien —exclamo enojada. Entiendo por mi pasado con Tristan, cualquier cosa que diga ahora de él sea desestimada casi por completo, lo entiendo. Pero es frustrante que esta vez sí haya siquiera pensado en eso, y no pueda probarlo—. Y lo sabes, además, me estaría declarando la guerra.
—Una guerra que no ganarías —dice sin quitarle la vista a sus hijas, la miro fatal y ella se da cuenta—. Es cuestión de números, aunque tengas la ventaja de la protección de los Einars, las tropas de Tristan te rodearían y destrozarían todo a su paso.
—Eres un consuelo hermanita —comento ácida.
—No lo tomes a mal —dice mirándome serena—. Solo es estrategia.
—¿Sabes que soy su mejor aliada comercial? Y tiene el descaro de amenazarme de esa forma —me quejo, quisiera seguir quejándome de mi hermanito, pero no puedo porque Dorian corre hacia a mí llorando mientras que se sostiene la mejilla izquierda—. ¿Qué pasó mi niño?
—¡No fue nuestra culpa! —exclama Emilia llegando rápido hacia su madre.
—Si dices eso es porque si lo fue —digo seria. Examino la mejilla de mi niño y la tiene con un gran moretón. Con mis poderes creo una pequeña bola de hielo y se la pongo en la mejilla—. No te la quites, te ayudará para la desinflamación. Te la quitarás cuando te lo diga, mientras te quedarás conmigo.
—Sí mami —dice mi pequeño, Estrella regaña a sus hijas y las obliga a disculparse—. Está bien, no dolió tanto.
—Ya no más juegos por el día de hoy —dice Estrella y las niñas se sientan a su lado tristonas.
—¿Mami, cuando veremos a la prima Lou? —pregunta mi bebé con los ojos llorosos—. El hombre malo le puede hacer daño.
—¿Habla de Tristan? —pregunta Estrella mirando a mi hijo.
—El hombre malo hizo llorar a mi mami y a Lou —exclama mi hijo molesto, aunque hace una mueca por el dolor de la mejilla—. Y dañó mi pelota.
—Es tu tío, y tienes que respetar —lo reprende mi hermana.
—Entonces primero que respete él —protesta Dorian firme.
—Digno hijo tuyo —dice mi hermana sacudiendo la cabeza—. ¿Y dime Dorian, qué hizo tu tío?
Mi hijo le cuenta casi lo mismo que le dije a Estrella, pero con la diferencia que desde el punto de vista de un niño de cinco años.
—Yo quiero a mi prima Lou, ella me cuida y juega conmigo. A parte, ella molesta a Julieta y eso me gusta —replica mi hijo aún con la bola de hielo en la mejilla—. Ahora estoy solo contra Julieta.
—¿Y qué pasa con Julián? —pregunto tomando la bola y observo la mejilla de mi hijo, la hinchazón se está disminuyendo.
—Primero, Julián es mi mejor amigo. Segundo, Julieta y yo acordamos que no nos meteríamos con Julián porque es muy sensible y llora si le dijéramos algo feo. Y a parte, yo no quiero meterme con Julián, él es un amor.
—Concuerdo que no involucren a Julián —asiento tranquila, no miente Dorian cuando dice que Julián es un amor—. Por cierto, ¿cómo te van con los guardianes de tus niñas?
—Papá nos intercambió —protesta Daphne abrigándose molesta. Su guardián corre por la estructura de juegos de Dorian, mientras que huye del jaguar de Emilia.
—No es justo, solo porque ellas tienen dragones —Emilia se queja—. Zyran, deja a ese pavo.
—¡Me quiere comer! —grita el pavo real correteando hasta que salta hasta la piscina de pelotas.
—No quiero comerte, pequeño Fitz, solo saborearte un poquito —dice el jaguar desde arriba mientras que se relame los dientes.
—Nadie comerá a nadie —exclama mi hermana tajante y los animales se tranquilizan—. Y su padre solo quiere entrenar a los guardianes de sus hermanas para que no hagan desastre aquí.
—La mamá de Julián tiene a su dragón aquí, y el dragón de la hija del jefe Sigurd nació, creció y fue entrenado aquí mamá —protesta Daphne—. Nosotras estábamos bien con papá.
—¿Y qué tiene de malo que estén conmigo? ¿Les hace falta algo, comida, techo, ropa? No tengo los altos muros de oro de su padre, pero yo soy su madre y estarán conmigo les guste o no —exclama mi hermana molesta, las niñas no dicen nada más.
Los dragones empezaron a crecer y, Taurus y su padre presionaron hasta el punto de quitarle la custodia a mi hermana de Edwina y Renata. Ahora ellas tendrán que ser criadas allá para ser jinetes de dragón. Daphne y Emilia vivían con Taurus hasta hace un año, y digamos que aún no se adaptan a vivir con Estrella. Las niñas odian el castillo militar de mi hermana, odian no poder vestir sus elegantes vestidos, pasear con su padre por los majestuosos jardines de mi marido. Estrella ha intentado igualar casi en vano ese estilo de vida, pero mi hermana no les presta atención a esas cosas superficiales.
Hizo que su jardín plantasen rosas, pero a las niñas no les gusta que solo haya rosas. Ordenó a impermeabilizar el castillo, pintarlo; poner buenos muebles en la sala, comedor y las habitaciones de las niñas y la de ella. Pero a las niñas no les gusta el estilo rústico de su madre. Estrella intenta jugar con ellas, pero a las niñas no les gusta jugar con espada y fingir ser caballeros, les gusta ser damas de sociedad. Estrella intentó inscribirlas en un colegio de sus tierras, pero las niñas pusieron el grito al cielo porque ellas eran educadas en el palacio y no se relacionaban con plebeyos. Me apena decir que yo era así, con razón nunca pude hacer amigos.
—¿Te parece si visitamos a Seraphine? de seguro ya debe parir —sugiero y mi hermana me agradece con la mirada.
Los cinco más los guardianes de los niños nos vamos al castillo de Seraphine y Atlas. Mis sobrinas se pegan al pantalón de su madre al ver a los guardias de mi sobrina mayor; con sus cuernos altos, dientes afilados, pieles de distintos colores y tan altos como los techos lo permiten. Los guardias nos guían hasta la habitación de Seraphine, nos abren las puertas y un soldado nos anuncia.
—¡Tía Luna! —exclama mi sobrina desde la cama—. Tía Estrella, que gusto verlas.
—¿Por qué estás en cama? —pregunta mi hermana acercándose hacia Seraphine.
—Complicaciones, tuve un percance con una caída y los médicos me dijeron que tenía que guardar reposo hasta que nazca el bebé —dice mirando a sus primos—. ¿Y Edwina y Renata?
—Con nuestro padre —responde Emilia asustada, corre hacia su madre.
—¿Y por qué Dorian tiene una bola de hielo en la mejilla? —pregunta preocupada—. ¿Louisa vino contigo?
—No, tu padre se la llevó —respondo sentándome en la esquina derecha de la cama—. ¿Sabes en qué planeta se encuentra él ahora?
—Está en Breestone, allí se asentó por los momentos hasta la próxima conquista —responde honesta, ella se endereza y Estrella le acomoda la almohada—. ¿Cuándo se la llevó? ¿Mi madre sabe de esto?
—Dudo que tu madre sepa algo, y tu padre lo hizo hace un mes —respondo seria.
—No tenía idea, de todos modos, Breestone es un buen planeta. Es bastante rico en cuanto a recursos y administración. Mi padre ha hecho buenos aliados para la conquista —responde Seraphine tranquila.
—No es un lugar para que tu hermana esté, mucho menos en víspera de una conquista de esa magnitud —replico molesta.
—No estoy entendiendo por qué el malestar tía, mi padre no pondría en peligro a sus hijos. Si se la llevó fue porque podía estar a salvo con él —replica mi sobrina seria.
—Louisa estaba a salvo conmigo, estaba de maravilla. Estudiando, haciendo amigos...
No termino porque Atlas entra en la habitación agitado.
—¿Qué pasa? ¿está todo bien? —pregunta poniéndose las manos a la cadera—. Me dijeron que vinieron y pensé que ya...
—Todavía sigue adentro, cariño —Seraphine lo tranquiliza. Veo veloz la mente de Atlas y descubro lo que temía.
—Fuiste tú —digo acusadora y me levanto para mirar fijo a ese maldito soplón—. Le dijiste a Tristan que Seraphine y Louisa estaban peleadas ¿lo niegas?
—¿Qué está pasando aquí? —pregunta Estrella confundida.
—Sí lo hice ¿y cuál es el problema? Mi esposa estaba mal por eso, lo más sensato era que su padre supiera y pusiera un alto —se justifica mirando a mi sobrina.
—¿Qué le dijiste a mi padre Atlas? —Pregunta Seraphine aterrada.
—Le dije que Lou y tú se habían peleado bien fuerte y que Lou se fue a vivir con tu tía Luna —dice y no sé quién lo mira peor, si Seraphine o yo—. Tenía que saberlo, es su padre.
Estrella me aparta de Atlas, ella sabe que podría causarle daño a ese imbécil.
—Sí, y Tristan me quitó a mi sobrina por tu culpa —exclamo enojada.
—Lo lamento, pero Tristan tenía derecho a saber sobre sus hijos —sentencia Atlas—. No voy a discutir con ustedes, y mucho menos en mi casa...
—Atlas —llama Seraphine alterada—. Ya viene.
—¡Llama a los médicos ahora! —exclama Estrella, de todos, es la única que logra reaccionar. Atlas sale de la habitación a toda velocidad, Estrella se va con Seraphine y la saca de la cama—. Luna, busca agua, un recipiente grande y sábanas ¡ya!
—Toma las de la cama —chilla Seraphine. Corro hacia el cuarto de baño y busco el recipiente, pero todos son pequeños. Fabrico con mis manos una ponchera de hielo y la lleno con agua. Escucho que Estrella le da órdenes a Daphne y a Renata.
Salgo del cuarto de baño con la ponchera por la mitad de agua, obviamente la levito con mis poderes. La bajo y Estrella hace que entre Seraphine en ella, Daphne también entra en la tina, ella tiene sus manos pegadas en la parte baja de la espalda de Seraphine, mi sobrina se encuentra desnuda por completo y con las rodillas flexionadas.
—Luna sostenla —Estrella me ordena y obedezco mientras que mi hermana se agacha y examina a Seraphine—. Ya veo la cabeza, no falta mucho Seraphine. —Ella asiente. Estrella palmea su vientre mientras que Seraphine puja—. Daphne, no te despegues de ella, por favor.
—No lo haré mamá —dice la niña asustada.
Estrella tiene sus manos juntas haciendo como si fueran una cesta para sostener al bebé. Seraphine vuelve a pujar y por fin sale el bebé. Estrella deposita el bebé en el agua para limpiarlo, y eso provoca el llanto del recién nacido.
—Quiero verlo —dice Seraphine, su voz pareciera que se hubiera drogado.
—Daphne, quita una mano lentamente. Estás aplicando mucho poder —dice Estrella cortando el cordón umbilical con una navaja, cauteriza el condón y la placenta cae al agua—. Emilia, la sábana.
La niña le entrega un trozo desgarrado de la tela y mi hermana envuelve con la tela al bebé con piel grisácea, si no fuera por el llanto, pensaría otra cosa peor. Seraphine se endereza y la ayudo a salir de la tina. Daphne se pone a su costado sin soltarse de su prima mayor. Le improviso un pañal con las telas para que no manche la cama con la sangre y la acuesto con cuidado. Daphne se suelta con cuidado, pero Seraphine abre los ojos como platos en seguida.
—¿Qué me hizo? —pregunta más alerta.
—Puedo quitar el dolor de las personas —dice al lado de su prima en la cama.
—Yo puedo curar, si necesitan que lo haga —Emilia habla al lado de Dorian, él ya no tiene la bola en su mejilla sino la mano de su prima.
—¿Cómo te sientes? —pregunto, pero mi sobrina no responde porque las puertas se abren y entra Atlas con un grupo de médicos—. A buena hora.
Los médicos se acercan a nosotras y toman al bebé para examinarlo. Unas sirvientas se llevan la tina con agua y los fluidos de Seraphine. Atlas se pone al lado de su esposa mientras que es examinada. Estrella y yo nos quedamos con los niños observando la habitación.
—¿Deberíamos avisar a la familia? —pregunto y ella asiente. Tomo una pequeña bola de hielo le envío un mensaje a mis padres, mientras que Estrella se encarga de llamar a Tristan y Lina.
Un sirviente nos pide que abandonemos la habitación y nos conduce a una sala de estar. Los niños no se separan de nosotras y nos quedamos en silencio hasta que llega mi padre. Mi hijo corre hacia su abuelo.
—¿Cómo está Seraphine? —pregunta mi padre acercándose a nosotras con Dorian en brazos.
—La dejamos bien, el parto fue rápido y sin complicaciones. En cierto punto se lo agradezco a Daphne —habla mi hermana y su hija sonríe para sí misma.
—¿Ya le avisaron a Tristan y a Lina? —pregunta mi padre poniendo a Dorian por detrás de su nuca y sentándolo en sus hombros.
—Yo les avisé —responde Estrella con sus hijas a su lado—. Ya solo falta que vengan.
—Yo les aviso al resto de la familia —dice mi padre y desaparece con mi hijo por el pasillo.
—Cuando las cosas se tranquilicen, harás las paces con Atlas —me dice Estrella apoyando su cabeza con la de Daphne.
En ese momento entra mi madre agitada. Ella se sienta entre las dos y la abrazamos.
—Aproveché que Seth está de buen humor y me dejó venir ¿cómo está Seraphine? ¿Qué ha pasado?
Le cuento a mi madre que ella está bien. También le cuento toda la historia de Seraphine, Louisa y cómo esta ultima se fue a vivir conmigo, y como Tristan me amenazó si no le entregaba a su hija. Y que fue gracias a Atlas que Tristan se enteró de todo.
—Otra vez no, por favor no —exclama mi madre cansada—. Ya han pasado muchos años Luna de lo mismo.
—¿Es en serio? —exclamo indignada—. Ya ni sé para qué me molesto. —Me levanto enojada—. ¿Para qué carajo mentiría?
—No se dice eso, es que...
—¡Tía Luna! —chilla la voz de Louisa por detrás, me volteo y ella me abraza fuerte—. Te extrañé tanto.
—Ay mi niña, yo igual —digo soltándola y le sostengo las majillas—. ¿Cómo estás? ¿Dónde te tiene tu padre?
—En su planeta, me inscribió en otra universidad y casi no salgo mucho. Ni siquiera me deja sola ni un solo momento —dice mientras que se queja—. Aprovechemos que está con Seraphine y fuguémonos. Quise escaparme, pero tiene bloqueado todo el planeta. Vámonos y pon bloqueadores en el castillo y en las fronteras por si cumple su amenaza de llenarte el palacio de sombras.
—¿Qué dices hija? —pregunta mi madre y Louisa le cuenta su versión de los hechos y como su padre usó sus poderes para someter a Louisa y llevársela—. Tristan no puede hacer eso, no es propio de él.
—Tampoco es propio de él tener un guardarropa más grande que el de mi madre, o que su baño sea más lujoso que el de ella. —Louisa nos cuenta gran parte de los planes de Tristan y cómo ha cambiado en estos cinco años—. Ahora resulta que el señor le desagrada el barro o que no soporta usar la misma camisa más de una vez.
—¿Ahora si me creen? —les digo con una sonrisa triunfante a mi madre y hermana.
—Me dejan sin palabras —dice mi hermana anonadada.
—¿Qué ocurre aquí? —pregunta mi padre entrando y saluda a Louisa con un fuerte abrazo.
—¡Déjalo, él es mío! —protesta Dorian desde arriba.
—Te lo aguantas mocosito. —Lou le saca la lengua y él la mira asombrado.
—Louisa nos actualiza de los últimos acontecimientos —responde mi madre, pero no necesitamos decirle nada porque él ve la mente de todos.
—Necesito hablar urgente con Tristan —habla firme mi padre.
—No vas a hacer nada, no pienso volver a cuando ellos eran unos niños —sentencia mi madre.
—No voy a hacer nada de eso, solo hablar con él ¿O te parece correcto que haya amenazado a Luna de esa forma o por lo de Louisa? —dice mi padre serio.
—Vamos a esperar que venga y que él mismo cuente su versión y así tener todo el panorama completo —dice mi madre y todos nos tranquilizamos. Cada uno toma asiento, Louisa se sienta a mi lado con mi padre y Dorian.
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