Louisa: En los brazos de mi padre
Hice un trato con mis padres donde acordamos visitas por parte de ambos. Mi madre tiene que visitarme un fin de semana mensual y mi padre tiene que verme al menos tres horas diarias. Y puedo visitar a mi tía Luna un fin de semana mensual o ella visitarme. No es algo que me hubiera gustado del todo, pero todo queda en manos de las partes. Yo voy a hacer mi parte y trataré de llevarme bien con mis padres. Al menos sí fracasa esto, no será por mí.
Quiero tener mente positiva, pero yo sé quiénes son mis padres. Sé quién es Lina Godness, es una gran reina, pero no es una madre; ella misma lo dice. Y está tan metida en su reino, que no va a salir por mucho que llore o haga drama. En cierto punto, creo que me resigno a no tener a mi madre presente y no puedo cambiarlo. Ella es lo que es y así es la vida. Y mi padre, bueno. Con sus planes de conquistas y poder, no dejará tiempo para pasar el rato con su hija universitaria ¿qué les puedo aportar para que dejen sus vidas a un lado? Nada, y creo que eso está bien. No quiero ser alguien importante solo para ser mirada por sus padres. Es una forma de vida que me niego vivir.
No puedo escapar de este planeta, así que me concentro en estudiar. Voy por mediados del primer semestre, no pude adelantar, ya que el sistema de enseñanza es distinto. La física aplicada en el reino de mi tía se basa en cuerpos celestes estáticos, mientras que aquí, son cuerpos celestes móviles. Es interesante hasta que viene un profesor de porquería que quiere tratar mal a los estudiantes. Lo bueno o lo malo de mí, es que no me cayo nada.
—Es que ustedes son unos inútiles —dice mi profesor de algebra.
—No es culpa del estudiante que el profesor no tenga la paciencia o la capacidad de dar una clase adecuada. Si pasara más de su valioso tiempo enseñando y no insultarnos, tal vez comprendamos mejor su clase —exclamo en el silencio sepulcral del salón. De inmediato recibo todas las miradas, desde el terror absoluto hasta el agradecimiento.
—¡Esa no es la forma de hablar señorita...
—Godness, Louisa Godness —respondo y el hombre se asusta. Su rostro pasa por múltiples estados de emociones hasta que se recompone y sigue explicando con mejor ánimo. Incluso da una breve explicación de división de tres cifras a un par de compañeros que no se acordaban del tema.
Paso todo el día en la universidad, escogí mi horario así para tener tres días libres a la semana. En los ratos libres me la paso recorriendo la impresionante universidad, tiene forma de palacio la facultad en la que me encuentro. Llego a la biblioteca y me pongo a estudiar y a realizar mis deberes hasta la siguiente clase. Lili me acompaña, ella ha sido de gran ayuda para adaptarme a la carrera, ambas compartimos todas nuestras clases hasta que escojamos una especialidad en el quinto semestre.
—Fue osado de su parte enfrentarse al señor Smith de ese modo —dice entrando en la sección de matemáticas de las estanterías—. Aunque se lo agradezco de igual modo. Espero que no tenga problemas en el futuro, algunos profesores se toman personal las ofensas.
—Lo sé, pero si me hace algo, le digo a mi padre y él le hará una visita —digo exagerando la reacción de mi padre. Lo que haría es hablar con el profesor y llegar a un acuerdo. Pero no estoy muy segura si lo haría ahora. Aunque, eso no lo tienen que saber estas personas—. Mejor practiquemos los ejercicios del profesor Quinn, no quiero llegar perdida a su clase de física.
Ella y yo tomamos los libros y nos vamos a una de las mesas vacías, Lili se disculpa por un momento y va a buscar algo a unos estantes más alejados. Yo acomodo los libros que voy a leer, en serio necesito toda la información sobre la física planetaria, detesto no saber algo de una materia. Ya lista con mis libros y mi libreta, me dispongo a estudiar, hasta que escucho el chillido de Lili, levanto la vista y la veo con un libro con un gran gato naranja comiendo un platillo desconocido en la portada.
—¡Mira lo que encontré! —chilla de la emoción, una señora que pasaba la mandó a callar y Lili rodea la mesa, toma asiento y me enseña el libro—. Un idiota lo dejó en una de las estanterías de química. Estaba en el suelo y está en buen estado —susurra con una emoción digna de una niña—. Desde niña siempre me ha gustado las historias de este gato gordo que le encanta la lasaña y odia los lunes.
—¿Qué es una lasaña? —pregunto viendo las páginas de la novela gráfica. Lili me explica con la imagen del gato lo que es una lasaña; es un plato de lonjas de pasta con carne molida y una salsa blanca. Y así capa y capa hasta llenar la charola hasta arriba—. Suena delicioso.
—Lo es, hay un restaurante cerca del campus. Si quiere la puedo llevar hasta allá después de salir de clases —me propone guardando la novela gráfica en su bolso.
—Me encantaría —digo con una sonrisa. Ambas nos disponemos a terminar de estudiar y nos dirigimos a nuestra última clase.
Lili, un grupo de compañeros nos dirigimos a comer en ese restaurante que ella propuso. También se unen algunos amigos de Lili de otras carreras, algunas caras las conozco porque son hijos de los aliados de mi padre.
Llegamos a un lindo lugar, por la cantidad de personas, nos vamos al segundo piso del restaurante y nos dan una mesa para quince personas. A medida que transcurre la noche, más me lleno de comida y alcohol. Los amigos de Lili son divertidos y graciosos. Cada uno se va presentando y me integran en sus conversaciones sobre la carrera, drama familiar y crisis existencial dignas de un estudiante universitario.
Lili y yo nos vamos del lugar, el carruaje me deja en el palacio de mi padre. Lili me ayuda a caminar mientras que intentamos llegar a mi habitación, en serio estoy hasta las nubes con esa cerveza.
—No debí dejarla beber tanto —se lamenta la joven, pero yo le pongo los dedos en la boca—. Su padre me va a matar.
—No lo haré —dice la voz de mi padre detrás de nosotras. Lili se detiene y se pone tan nerviosa que empieza a transpirar—. Yo me encargo joven Donovan, vaya a descansar.
Mi padre me carga como un bebé hasta mi habitación.
—Debo preguntar si es la primera vez que te emborrachas —dice dejándome en la cama como a un bebé.
—Ay por favor papá, sólo me tomé unas copitas —digo con una sonrisa que luego se convierte en una gran carcajada.
—Las bebidas alcohólicas de aquí son un tanto fuertes, pero supongo que eso ya lo sabes —dice tomando uno de mis pies y me quita las botas con las medias—. No me gusta que te emborraches Lou, pero supongo que en este estado no me harás caso. —Niego con la cabeza divertida—. Excelente, mañana tendremos una larga conversación. De resto, vamos a dormir.
—No tengo sueño —protesto rodando por la cama. Él se acuesta en mi cama y yo lo intento bajar empujándolo con mis pies, pero el condenado es muy fuerte—. Vete, no te quiero aquí.
—No eres la primera pelirroja borracha con la que lidio y espero que controles la bebida, porque a diferencia de tu madre, tú si te puedes embriagar con facilidad —dice mirándome tranquilo—. Ven con tu padre.
—No te ofendas, pero cuando decía amanecer con un hombre en mi cama no me refería a mi padre —digo con una risita, él frunce el ceño molesto—. No te enojes, algún día despertaré en los brazos de un guapo hombre musculoso.
—Espero que eso sea más tarde que temprano —dice estrujándose la cara—. Y para no perder la costumbre ¿cómo te fue?
—Ay no papá, me agobias —digo cayendo en su pecho dormida.
Con una lentitud asombrosa abro los ojos, la luz del sol de este planeta es tenue, pero lo suficientemente cegadora para alguien que tiene mucho tiempo que no vive en un planeta. El olor de un suave perfume me llega y levanto la vista para ver a mi padre dormido. Ahí caigo en cuenta que él me cargó y me dejó aquí por mi borrachera. Maldigo para mis adentros, sólo me emborraché una vez estando con mi tía Luna y el regaño fue tal, que por un momento pensé que me devolvería con Demian. Espero que mi padre no pierda los estribos como mi tía.
Me muevo con cuidado para no despertarlo, pero es absurdo porque él abre los ojos y me mira sereno. Pero el movimiento me provoca un atroz dolor de cabeza.
—¿Te encuentras bien? —pregunta poniendo su mano en mi cabellera—. ¿Quieres seguir en la cama o quieres tomarte algo para la resaca?
—No debí beber así —digo saliendo de su pecho y me recuesto en la cama—. Sólo fueron siete cervezas.
—El alcohol de aquí es fuerte —dice con una sonrisita—. Sólo espero que uno, aprendas a beber con moderación; y dos, que nadie se propase contigo. Alcoholizada, eres fácil de que se aprovechen de ti.
—¿Eso es todo? ¿No me gritarás o castigarás? —pregunto confundida—. ¿Sólo una advertencia?
—Bueno, ya que insistes —dice sentándose en la cama—. Eres una princesa que, por obvias razones, reflejas mis valores y crianza. Tu comportamiento de anoche dejó mucho que desear, pero confío que aprendas a moderarte porque también eres mi hija y me dolería que algo malo te pasara. Por favor te pido que aprendas a beber, que sepas con quien hacerlo y donde hacerlo. Porque no es lo mismo emborracharte en tu casa, que en plena calle a las doce de la noche.
—Entiendo, tendré más cuidado —digo derrotada—. Pensé que me gritarías por hacer algo estúpido.
—¿Cuándo te he levantado la voz? —cuestiona ofendido—. Ni a tu hermana le levanto la voz y créeme que ha hecho cosas peores. —Él se levanta de la cama—. ¿Quieres acompañarme a desayunar? Tendré un poco la agenda libre hoy, me gustaría que me acompañaras a algunos lugares ¿quieres?
—Si, supongo —digo saliendo con cuidado de la cama.
Como con mi papá, él me da una bebida llamada café. La verdad que está rica y me ayuda con la resaca.
Mi padre y yo pasamos el día juntos, él me lleva por las fabricas industriales de la ciudad y me quedo alucinando. Escucho atenta a todo lo que le dicen los empresarios a mi padre, él concreta acuerdos comerciales y militares. Lo que no me gusta es que las empresas armamentísticas son las que tienen más financiamiento, pero me quedo en silencio. Sólo me limito a aprender, me gustaría tener mi propia empresa, pero no sé de qué invento lo haría. Me gustaría que no fuese para la industria militar.
Llegamos a una empresa minera y se me ocurre algo en cuento veo a un carro ser transportado por unos rieles de forma manual. Sería mucho más fácil si le pusieran un motor como los que tienen los barcos a vapor, pero ¿cómo se le pondría un motor de ese tamaño a un carro tan pequeño? Una duda que resolveré, eso sí lo haré.
—¿Qué piensas? —pregunta mi padre acercándose a mí y al carrito.
—En cómo hacer que se mueva sin usar magia o que lo empuje alguien —respondo en automático.
—Una gran pregunta —dice tranquilo—. Recibí una carta de tu madre, dice que vendrá a visitarte por una semana. Me imagino que ella querrá inculcarte todo el tema la política y las labores...
—No quiero política, ya te lo dije —digo mirándolo con el ceño fruncido—. Ya tengo contigo y tus clases.
—Es la forma en la que tiene tu madre en conectar contigo, velo como una forma de negociación. Pasas tiempo con ella y ve qué le puedes sacar, tener favores de tu madre te puede ayudar en un futuro —dice apartándome del carrito y llevándome hasta el carruaje, los dos ingresamos y nos sentamos. Él está al frente de mí—. Necesitas empezar a hacer conexiones, verdaderamente fuertes para lo que quieras hacer y que tengan peso tus palabras. Porque no es lo mismo que vayas por la vida con un apellido poderos, pero sin poder acceder a ese poder y sólo puedes tenerlo es a través de nosotros.
—Me frustra que todo sea política con ustedes ¿no puedo tener una relación convencional con ustedes? —pregunto enojada.
Él suspira cansado. El carruaje avanza sacándonos de la empresa minera.
—Quieres que estemos para ti, pero no quieres te involucremos en nuestros asuntos. Si te dejamos por fuera, te enojas. Si te involucramos, te enojas. —Él me mira duro—. Eres hija de dos personas poderosas, que vienen de una familia que literalmente es el universo mismo. Dime ¿dónde está la normalidad en eso? Eres lo que eres, con la familia que tienes, con los padres raros que tienes ¿Por qué no nos puedes aceptar como somos? ¿Te avergüenzas venir de nosotros? ¿Es que acaso crees que tus tías y tíos son normales? Tu familia no es normal, nosotros no somos normales y tú no eres normal. Tienes unos poderes tan grandes como los míos sin ser una diosa, tienes una inteligencia igualmente excepcional ¿por qué insistes tanto en tener algo que jamás tuviste?
Él no dice nada más hasta que llegamos al palacio y yo me voy molesta a mi habitación.
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