Fauna: En la cara
Me levanto sudorosa de mi nido, lo cual es impresionante, ya que estamos entrando en pleno invierno. Pero si duermes con un tigre que pesa casi los 300 kilos y que se mueva más que un barco a la deriva, no puedes disfrutar mucho del clima. Salgo del nido y busco algo de agua, la sensación del sueño me deja una sensación amarga. Fue bueno ver a mamá y a Dorian, ese niño está inmenso, ya me llega por el pecho y eso que mido 1.75 metros, la misma altura de mamá, papá si mide el metro ochenta. Aunque si compartí el miedo de Dorian por ver a papá como rey.
Papá con nosotros es una cosa muy aparte al hombre insensible, serio y algo arrogante que vi en esa sala. Mi padre es risueño, alegre, divertido y amigable; juega con nosotros y hace voces raras, canta bastante. Pero supongo que es como dijo mamá, tiene que infundir miedo para que lo respeten. Tiene sentido, en el mundo animal gana el más fuerte, pero también el más inteligente.
Bebo mi agua pensativa, no es la primera vez que Flora dice cosas feas de mí. No porque seas físicamente igual a alguien, eres igual en el interior. Pero supongo que alguien más se entere de lo que me dice Flora es peor, porque lo vuelve real. Yo ignoro lo que dice Flora, que no soy tan arreglada, delicada o inteligente, que mis modales dejan mucho que desear. En fin, un insoportable dolor de cabeza. Y sé perfectamente que cuando nos coronen, ella va a querer equiparar todo el poder y la atención sobre ella. Yo puedo controlar a mis bestias, yo puedo liderar a mi manada y no va a haber problemas siempre y cuando Flora no favorezca a su corte por encima de la mía.
En Natura hay dos cortes, la de los animales y la de las flores. La primera la dirijo yo, hay personas dentro, pero fungen como sanadores y cuidadores. La segunda, la dirige mi hermana; esta se encarga de la agricultura y la protección de los bosques de la tala y la contaminación. Lo bueno de mi parte del reino es que no consume tanto como el de Flora, mis tierras son extensas llanuras, praderas y algunas montañas, donde hay pocas haciendas para las personas.
En las tierras de Flora si hay más construcción, pero no es la urbe de Solaria o la capital del reino de mi abuelo Cosmo. Son más como grandes residencias con jardines exuberantes, hay una pequeña ciudad donde se encuentran las oficinas gubernamentales, algunas pequeñas empresas, bancos, tiendas de múltiples cosas y así. Nuestro reino comparte frontera con el de nuestro abuelo y el de la tía Lina. El reino central es un continente más o menos del mismo tamaño que el reino de la luz, pero con la diferencia que el reino de mi tía Lina cuadriplica el tamaño solo en el reino central. Tiene un aproximado de cinco mil islas, de las cuales las administra entre mis bisabuelos y ella.
Me gusta ir al mar, nadar con las sirenas y las ballenas es genial. Aprendí a respirar bajo el agua gracias a ella. Puedo nadar grandes distancias, pero no grandes profundidades; la presión en el agua es dolorosa. Una vez intenté seguir a una sirena que iba más allá de lo permitido, pero cuando más iba descendiendo, más sentía un gran dolor en mi pecho y oídos, hasta el punto que sangraron. La sirena se dio cuenta y me regresó a la superficie donde me atendieron; el regaño de mi bisabuelo fue feo, pero al ver que estaba mejor, su humor también lo hizo.
La verdad, no me quejo de mi vida. Me gusta estar aquí, con mis animales corriendo por la tierra y yo con ellos. Me gusta tener una vida relativamente simple en ciertos aspectos. No me importa ser delicada o que a veces se me olvide que el cuchillo de mantequilla no sirve para picar carne o lo que sea. Sí, una vez tuve pulgas, pero es que vivo entre animales y plantas. Y, además, fueron sólo tres que tuve y salieron lo más rápido posible al darse cuenta que estaban en mí. En fin, mi hermana quiere que las personas al su alrededor sean perfectas, pero no al nivel de ella. La envidia desmedida es una de sus mayores males.
Regreso a mi nido, Gregory se apoderó del espacio, así que no me deja opción. Me monto encima de él y duermo tranquila. Dormir encima de un tigre es peligroso, pero yo también lo soy.
Escucho como suena unos pájaros, gran señal para levantarse.
—Vamos muchachón, tenemos un día ajetreado —le digo a Gregory, le rasco su panza y él ruge fuerte.
Los pobres pájaros salen volando asustados y Gregory se ríe malévolamente.
—Eso no se hace —digo halándole una oreja, él me gruñe molesto—. Vamos, tenemos un largo día.
—Me voy a comer una gacela —dice saliendo del nido y se estira—. Tengo hambre.
Sale de la habitación para cazar, fácilmente podrían servirle la comida en la mesa. Pero no quiero atrofiar más su instinto animal. Una vez fui a cazar, no me quedaron más ganas de hacerlo. Me encanta la carne, pero no me gusta ver a los animales morir, pienso que es injusto que tengamos que alimentarnos de criaturas inocentes. Pero mi abuelo lo decidió así.
—Es cuestión de equilibrio hija, no es personal —dijo una vez. Los dos estábamos caminando por el bosque, él necesitaba buscar algo—. Si comiéramos solo plantas o vegetales, acabaríamos a una velocidad abismal los recursos del universo. Y recuerda que no en todos lados crece la vida. —Tocó un árbol y este se agitó—. La preservación de esto es a lo que tenemos que asegurar.
—Pero los animales también forman parte del ecosistema —repliqué cruzada de brazos.
—Y no lo niego, en la muerte también hay vida. Un venado puede servir para que se alimenten cinco cachorros de cualquier especie, eso también es vida —dijo volviendo a caminar.
—Fauna —la voz de Flora me regresa al presente—. ¿Podemos hablar?
—¿Te disculparás por hablar mal de mí y de la familia? ¿y darás tu palabra de no volver a hacerlo? —cuestiono molesta.
—Sé que mis acciones...
—No te hagas la víctima —exclamo seria—. Tal vez no te agrade, pero soy tu hermana y también seré reina de este lugar. No puedes esparcir rumores de mí a la gente solo porque te caiga mal, tú haces cosas que me disgustan, pero no las digo a los cuatro vientos —digo molesta—. Y mucho menos hablar mal de mamá
—Sólo quise desahogarme con alguien, no sabía que ese chico estaba enamorado de ti —dice afligida.
—Si te molesta algo de mí, me lo dices en la cara. No a un extraño que ni conozco. Se supone que nos apoyamos en esto —exclamo dolida—. No comprendo por qué sientes esa necesidad de sabotear todo lo que hago, como si no soportaras que alguien puede ser mejor o igual que tú.
—No lo hago con mala intención, es que no siento que sea buena en lo que haga y me siento insegura de ti —dice con los ojos llorosos—. No quiero lastimarte, nunca ha sido mi intención. Perdóname
—¿Y mamá? —pregunto cruzada de brazos—. ¿Te disculparás con ella?
—No es tan sencillo. —Se limpia una lágrima—. Sé que tenía sus asuntos con Solaria, pero eso no quita el vacío que creó en mí. La necesité muchas veces, creo que aún lo hago. Pero no puedes forzar a crear una relación madre e hija si todavía siento alguna emoción negativa hacia ella. Mi corazón no ha sanado lo suficiente como para quererla.
—Comprendo —digo acercándome a ella y le doy un abrazo. Las dos nos vamos a desayunar y a prepararnos para el día de hoy.
Flora se va hacia la ciudad y yo al campo para lidiar con el invierno.
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