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Demian: Juegos Para Adultos

    Bueno, debo decir que soy ¡UN PUTO GENIO! AAAAAAAAAAAAA.

—Bueno, con esto podemos decir que se pagó la remodelación de la zona sur —dice Meghan saliendo de su asiento y me abraza eufórica. La cargo por toda la oficina.

—¡Lo logramos, mi amor! —exclamo besándola en sus labios.

—Aún nos falta algunos asuntos, pero sí —dice saliendo de mis labios—. No podemos gastar todos los ingresos en ayudas sociales. Tenemos que seguir haciendo alianzas con los nobles del reino, pero vamos por buen camino.

No me había sentido tan feliz, cuando Tristan escribió que logró prescindir de tres empresas y dar esos contratos a una sola empresa que es la que él y yo fundamos, pero que en papel es de Meghan. Meghan es increíble, ella siempre me apoya en cualquier plan que tengo, claro, cuando tiene que ponerme los pies a la tierra, lo hará sin dudar. Mi esposa se encarga de la administración y dirige todas las transacciones. Yo me encargo de conseguir la materia prima y en materia legal. Hemos trabajado como locos para ir pagando poco a poco las deudas internas de la capital, que ya hemos conseguido al menos un 40% pagar. Con las demás provincias me toma más tiempo. Tristan nos consigue los contratos e inyecta efectivo necesario para ser competitivos.

—Tenemos que mejorar la relación con los nobles —comenta Meghan volviendo a su escritorio.

—Ya le bajé los impuestos a cambio de un porcentaje de sus ganancias. ¿Qué más quieres? —Cuestiono recostándome en el escritorio de mi esposa.

—Me refiero a las provincias —dice poniendo sus brazos en mis piernas—. Seraphine y Atlas se han hecho aliados con los ducados fronterizos de su reino. Tenemos que ponernos alertas con los ducados del interior. Realizar visitas de vez en cuando no estaría mal.

—Ya las hago cuando tengo que llevar el hierro de Luna y traerme su pago —digo acariciando su cabeza.

—Pero, tenemos que estar más presente. Que se graben tu cara como rey y olviden la de Tristan, eso es lo que tenemos que hacer —dice volteando su cara para mirarme—. Hubo coronación, pero tú eres el que da la cara por este reino.

—Tienes razón, debo hablar con los ministros para trazar un plan más amplio en torno a políticas del reino —digo pensativo—. También puedo realizar una especie de cumbre anual, donde los duques vengan, hablemos de cuestiones del gobierno y trazar mejores propuestas. O destinar concejales y definir un gabinete.

—Calma, lo menos que quieres es crear más burocracia que ralenticen el gobierno. —Ella se endereza—. Tienes que destinar al menos tres meses al año para visitar tus territorios y no te pase lo mismo que el gobierno anterior y los planetas. Afianzarte es lo que necesitamos.

—Entiendo, tienes razón ¿te quieres encargar de eso? —pregunto estirando mi mano hacia su cabeza, ella se vuelve a acostar en mi regazo—. Alía llega hoy.

—Lo sé —suspira nostálgica. Mi madre se llevó a Alía desde que atacó a Meghan, mi esposa no estaba de acuerdo, pero cuando le dije que había perdido al bebé que esperaba por el arranque de Alía, no presionó más sobre el tema—. Tengo su habitación lista, le llené de flores y algunos juguetes. Espero que tu madre no haya sido dura con ella.

—Mamá sabe lo que hace, lo importante es que aprenda a controlar sus emociones, con el tiempo sus poderes —respondo acariciándole la cabellera—. Espero que te sientas cómoda con nuestra hija aquí.

—¿Por qué no me sentiría cómoda con nuestra hija? —pregunta saliendo de mi regazo indignada—. Es una niña de tres años recién cumplidos que apenas está aprendiendo a gestionar, y sí. Lo que hizo está mal, pero juzgarla como adulto es igual de malo. Y como sus padres tenemos que orientarla para que no se descarrile y mucho menos crezca con un resentimiento hacia nosotros.

—Solo quiero que estés a salvo —confieso triste.

—Nuestra hija estuvo con su abuela estos meses aprendiendo y seguirá aprendiendo con el paso de los años. Pero nosotros como padres tenemos que enseñarle que sus acciones tienen consecuencias y no malcriar sus acciones. —Ella me toma de la mano—. Además, tu madre me puso protecciones.

—Solo no quiero que vuelva a pasar —digo besando su delicada mano—. Te amo demasiado para verte sufrir.

—Yo también te amo —dice levantándose, me sostiene por las mejillas mientras que yo la sostengo por la cintura—. ¿Alguna vez te dije que tienes unos hermosos ojos?

—¿Si te refieres a lo negro de la pupila y como el iris se pierde? Sí, me lo has dicho —digo acercando mi boca a la suya, pero su dedo me lo impide—. ¿Qué sucede?

—¿Te gustan mis ojos? —pregunta tierna. Tiene los ojos normales, un café oscuro.

—Me encanta que solo me miren a mí, la verdad me pongo celoso cuando miras a alguien más —digo atrayéndola más a mi pecho. Presiono su suave trasero con mis manos, de forma juguetona le levanto el vestido para tocar su piel.

—Eres posesivo Demian ¿te lo había dicho? —susurra mientras que sus manos van hacia mi pecho—. Aunque, bueno. Siempre fuiste un niño que tenía todo lo que quiere.

—Bueno, este niño quiere tener un momento placentero con su esposa justo en este escritorio —gruño deshaciendo los nudos de su vestido.

—Eso no es profesional —ronronea se voltea para pegar su trasero a mi regazo—. Creo que yo tampoco lo soy.

—Hay que corregir esa conducta señora Godness, eso no es propio de una dama —digo metiendo mis manos por dentro de su corpiño.

—Y no es propio de un caballero como usted tentar a una dama como yo. —Contonea su trasero y mi erección hace su acto de presencia—. Su amigo de abajo ya está listo señor.

—No me tiente señora, que no quiero pecar de lujurioso —digo en su oído y ella se retuerce. Me deshago por fin del vestido. Su piel se eriza con mi tacto, sus manos me rodean la nuca y sus pechos se elevan un poco.

Desciendo hasta su zona intima, donde me deleito en masajear de forma delicada. Ella gime y se aferra a mi cuello.

—No sabes el placer que me genera tus gemidos —susurro en su oído y ella se derrite en mí. Muevo mis dedos hacia su interior y luego los saco. Repito la acción varias veces hasta que se corre. Sus gemidos solo aumentan mis ganas de follarla cada vez más—. Voy a cogerte por ese culo para que sepas quien es tu dueño.

La volteo y se afinca en el escritorio, me bajo los pantalones y la sujeto por su cintura mientras que muevo mis caderas hacia su culo de forma lenta, quiero deleitarme de su rica humedad. Quiero permanecer de esta forma con ella, solo el placer como acompañante. Mi esposa es la mujer más hermosa, sensual, inteligente, picara, ambiciosa, talentosa que he conocido. Ella me hace sentir como el hombre más afortunado del universo. En este momento de placer sólo se puede escuchar como nuestros cuerpos chocan como si estuviéramos aplaudiendo en una función de una forma salvaje y desproporcionada. La diferencia es que nuestras manos no nos duelen, solo soy yo tomando esos gemidos, esa carne, ese placer que solo ella me puede ofrecer.

Lo maravilloso de ser un dios es que no me canso en lo más mínimo. Puedo hacer este delicioso movimiento, sin importar las veces que me corra dentro de ella. Puedo continuar embistiéndola las veces que sea necesario. Pero la forma en la que se contornea, en la que gime mi nombre, las palabras de amor y su calor, son mejores. El orgasmo es vacío si no siento su cuerpo pidiéndome más. Amo hacer el amor con ella, no importa si es el sexo más cochino y morboso, de igual forma para mí es amor. Todo lo que haga para ella y por ella es amor para mí.

Disminuyo el ritmo hasta simplemente quedarme quieto abrazándola y susurrarle cuanto la amo.

—Seguirte el ritmo es complicado —exclama exhausta—. No me sueltes porque siento que me voy a caer.

—Nunca te soltaría ni queriendo —digo moviendo mi rostro por su cabello, huelo el aroma de flores y sudor. Que rico aroma.

—¿Me podrías llevar cargándome a la habitación? Estoy muy agotada —susurra al punto del desmayo. Obedezco de inmediato a sus palabras. Salgo de ella y la cargo sin problema en mis brazos.

Me teletransporto a nuestra habitación y camino hasta llegar a la cama, donde la dejo con cuidado. Ella se encuentra inconsciente, me preocupo un poco porque ya nos ha pasado antes. Me imagino que es por el alto rendimiento que la someto. Me voy rápido al cuarto de baño, tomo un paño y lo sumerjo en el agua del lavabo. Salgo con el paño y le limpio los interiores del muslo, el cual se encuentra bastante blanco por mi semen. Solo le limpio los muslos hasta llegar a la rodilla, dejo su vulva intacta porque no sé si así la embarace.

Regreso al cuarto de baño y me limpio mi pene igual. Vuelvo a la habitación y cubro a Meghan con la gruesa sábana. Me devuelvo hacia mi oficina y me visto rápido. Limpio algunos fluidos que cayeron al suelo y el escritorio, recojo las prendas de Meghan. Organizo el escritorio, todo limpio como debe ser una oficina gubernamental.

Meghan y yo compartimos la oficina, pero no es la oficina de Tristan y Lina, esa es de ellos y no me gusta entrar allí. Al igual que la habitación principal, yo tengo la mía con Meghan, pero todo se maneja donde esté yo. Tener poder es complicado, es una relación tormentosa; por un lado, la amas con locura. Por el otro, no quieres saber nada de la condenada. Es como me había dicho mi padre una vez "todo es tu culpa porque eres la cabeza de todo un reino." Si tu pueblo no tiene para comer, aunque le pongas todo en bandeja de plata, es tu culpa. Si tienen mucha comida y se les pudre, es tu culpa. Ascenso económico, es tu culpa. Decadencia social, es tu culpa.

En conclusión, tienes que tener los pantalones bien puestos para mantener un reino estable. Me siento por un momento para analizar bien las cosas.

¿Quiero tener el control de todo el continente del reino del Oeste? Sí, por supuesto. ¿Quiero el control planetario? No, que fastidio. Tengo que llegar a un pacto con Seraphine lo más rápido posible. Ella quiere recuperar el poder de su padre en la capital, aunque actualmente no puede. Sin embargo, eso no le impide crear lazos con los ducados fronterizos a su nuevo reino. El cual no es un mal reino, solo que no tiene ese factor de tranquilidad que uno quisiera como inversor y gobernante. Pero sé que mi prima no es mala gobernante y sé que en un futuro hará próspero ese reino, la cuestión es ¿la quiero como aliada o enemiga?

Afianzarme será una elección complicada, pero no imposible. Hacer pactos con el resto de ducados, crear buenos contratos y mejorar por mil la infraestructura del reino es primordial. Con esos planes concretos de gobierno, puedo llegar a un acuerdo con Seraphine por el bien común. Ella no quiere que el reino de su padre se vaya a la mierda y yo no quiero que mi reino se vaya a la mierda. No voy a ceder mi poder, pero podemos llegar a una vía pacífica. Que no me joda la vida y yo no le jodo la existencia.

Salgo de mi oficina y camino por el castillo para seguir pensando mejor mi plan. Sin embargo, me encuentro a mi madre con mi hija en una sala, ambas están jugando con muñecas.

—Papi —exclama mi hija en cuento me ve. Ella sale corriendo hacia a mí y yo la cargo instintivamente—. ¡Te etañé! —exclama con una amplia sonrisa, la misma sonrisa de Meghan.

—Y yo a ti mi amor bello —digo besando sus mejillas—. ¿Cómo te fue con la abuela Laila?

—¡Muy bien! —exclama contenta—. Ella me da duces ando algo bien.

—¿En serio? —Miro a mi madre frunciendo el ceño.

—Leí hace un par de años un libro que habla del refuerzo positivo, y me pareció interesante poder aplicarlo. El libro dice que entre menor sea el infante, mayor captación tendrá y tuvo razón —dice complacida de sí misma.

—No le puedes dar dulces tantas veces, eso le puede hacer daño —reprendo a mi madre—. Diabetes, por ejemplo.

—Alía es nieta de dos seres más poderosos del universo e hija de un gran dios ¿en serio piensas que le dará diabetes por comer algunas golosinas? —replica mi madre sarcástica—. Además, le daba chocolate solo cuando lograba controlar bien sus arranques de ira. Eso merecía chocolate. Caramelos, cuando lograba apuntar bien a quien dirigir el ataque y bastoncillos por la gravedad del ataque.

—Es decir, que casi no durmió cuando estuvo contigo —mascullo molesto.

—Sí domí papi y mucho —dice Alía en defensa de mi madre.

—Sabes que mis entrenamientos son exhaustivos, y mi nieta hermosa no fue la excepción —dice mi madre satisfecha consigo misma—. Puedes cuestionar mis métodos, pero no mis resultados. Por ejemplo, con Aldrish, tu sobrino. Él ya domina sus poderes de toxicidad.

—Sí, de verdad ¿por qué la descendencia de papá y tú nos heredaron poderes raros? —pregunto recordando como mi amado sobrino en una rabieta derritió el comedor de mi madre.

—Si hablas estupideces, tus poderes son magníficos —comenta mi madre restándole importancia.

—A ustedes no les pareció muy genial cuando me multiplicaba y no me dejaba agarrar o la vez que por poco me caigo de la cornisa por lo mismo —hablo serio.

—Son contados los momentos que tu padre ha sentido miedo y esa vez fue una de ellas —dice no tan divertida.

—¿Y mami? Tiero decile te ya no le voy ser daño —dice Alía con una sonrisa.

—Mami está dormida, tu papá la dejó agotada. —Ahora vuelve su sonrisa malvada.

—¿Té le hiciste a mami? —pregunta Alía molesta.

—Jugamos en la tarde, y como sabes yo tengo más resistencia que mami y por eso se cansó —digo disimulando las ganas de zarandear a mi madre.

—¿Es juego de adutos, veda? —pregunta curiosa.

—Sí, ese mismo —digo rascándole la panza—. ¿Te quedas a cenar mamá?

—Por supuesto, mi vida —dice poniéndose a mi lado—. Solo quiero decirte que tu padre y yo estamos orgullosos de como juegas con Meghan. Un digno hijo de tu padre.

—Está mi hija presente, ten un poco de consideración —reprendo a mi madre.

—No peleen, no me gusta —dice mi hija haciendo un puchero.

—Tu papi es el que empieza, mi amor —dice tomando a mi hija—. Dile a papi que no me regañe. —Pone a la altura de su cara el rostro de mi hija—. Te queremos papi.

—Y yo a ustedes —digo frunciendo los labios.

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