Demian: El bien y el mal
—Háblenme de sus reportes —digo sentado en la mesa de reuniones del reino del Oeste. Los diez ministros hablan de sus avances como retrocesos. He estado en este trono desde hace cinco años y pareciera que hemos dado un solo paso en salir de esta crisis financiera. Me reúno una vez al mes con Tristan para hablar sobre asuntos de estado, él ha podido enderezar a cuarenta planetas en lo que lleva por fuera, mediante acuerdos comerciales, disminución de los impuestos y venta de armamento pesado. Cada planeta tiene la capacidad de defenderse, pero Tristan no quiere que solo se defiendan ellos, sino su propio sistema galáctico.
El dinero que ha recogido ha servido para financiar los ejércitos imperiales, al igual que los barcos para los viajes espaciales. Los planetas se abastecen por sí mismos y comercian entre ellos, es raro cuando se comercia con el reino sombrío.
Los ministros terminan de dar sus reportes y empieza las discusiones. ¿Qué es la prioridad exactamente? ¿Los pobres sin comida? ¿La deuda interna que lo único que hace es asfixiarnos a todos? Incluso con el dinero que empezaron a pagar los seres de luz, no logramos cubrir ni la cuarta parte de lo que se debe. Lina ha sido un gran apoyo en permitirnos comerciar entre los reinos del Sur y Norte. El maldito Robert había bloqueado el comercio marítimo con los demás reinos porque no quería nada con los dioses. Lina y yo pusimos fin a eso, Luna comercia con Seraphine y parte del ducado de Ghosttown.
Financiamos cinco obras públicas; saneamiento es la primordial, de allí salen las otras ramas como salud hospitalaria, educación básica y media, construcción de carreteras y distribución de comida medianamente gratuita. Implementando eso hemos podido frenar múltiples revueltas, pero eso no significa que la gente no quiera revelarse y solo esperan el más mínimo error para volver a las calles.
Otro día termina y yo me encuentro tan cansado, soy un dios y estoy cansado de toda esta mierda. Camino por los pasillos del palacio hasta llegar al comedor. Meghan se encuentra sentada al lado de la silla alta donde encuentra mi hija Alía.
—¿Otro día estresante? —pregunta mi esposa jugando con mi hijita
—Hasta la pregunta ofende—digo besando la frente de mi niña. Ella me sonríe y agita sus manitas. Alía nació hace casi dos años, su llegada ha sido un umbral de esperanza para mí, mi esposa y obviamente mis padres.
Ella me sonríe y los tres comemos, al menos de forma pacífica. Alía hace los típicos ruidos de una bebé de dos años. Aunque me emociona cada vez que me llama papá. Meghan también se emociona cuando la llama mamá. Alía es nuestra adoración y hacemos todo para que ella sea feliz.
Siempre comemos los tres solos porque Lina se tuvo que regresar al océano para atender los asuntos de su reino, ya que Lucian no es el rey para tomar todas las decisiones importantes. También por el tamaño de su reino, ella no puede ausentarse por mucho. En ese sentido se parece a mi padre, y por eso la entiendo. Y Louisa ya no vive en el palacio porque se fue con Luna a su reino a estudiar en su universidad. Luna tiene un moderado centro de estudios en su reino, enfocado en la ingeniería y la economía, Louisa escogió la primera opción. Seraphine y Lina le dijeron que estudiara aquí, pero ella se negó porque estaría sola. Seraphine se enojó bastante con su hermana, por lo que escuché es que se dijeron cosas desagradables y las dos sufren de lo mismo y es su terrible carácter.
La cena transcurre sin muchos contratiempos, la única que produjo el ruido fue Alía. Nosotros nos levantamos para irnos a nuestra habitación a descansar.
Meghan y yo nos acostamos juntos, nuestra hija está en su cuna. Mi esposa me besa el cuello mientras que miro al techo pensando todo lo que tengo que hacer en el mes. Viajar al interior del reino para resolver el tema de la recolección de impuestos y a supervisar que las obras se hagan. También tengo que supervisar el monumental pedido de Luna de comida, es que ella no pide pocas cosas que le hagan falta, literalmente este reino alimenta el suyo, a cambio de sus minerales. Ella paga una porción del veinte por ciento en coronas y el resto en acero, hierro y carbón.
En cierto punto, hacer negocios con ella, nos ha ayudado a ir limpiando la imagen del reino del Oeste. Es que es la hija del rey Cosmo, él es confiable al igual que sus hijos. Ya no siento ese picor como antes de no tener el poder que me corresponde, simplemente es agotador todo esto de ser "rey provisional" o primer ministro, no importa el título, tengo el peso de todo un reino en mis hombros.
—¿En qué piensas? —pregunta mi esposa encima de mi pene erecto. Ella se endereza y sus pechos me miran tentadores—. Sabes qué, es una pregunta estúpida.
—Lo siento —digo culpable—. Tengo mucho que hacer y no me concentro.
—Lo sé, pero ya hemos hablado que, dentro de esta habitación, el trabajo queda afuera —dice seria—. Lo prometiste.
—Lo sé, me disocié. —Me estrujo el rostro—. Por favor sigue, yo me concentro.
Ella se baja de mí y va hacia la cuna a ver a la bebé.
—Por favor, ven. —Me siento en la cama—. Entiéndeme, tengo todas estas responsabilidades y se me dificulta dejarlas a un lado.
—Te entiendo, tenemos casi las mismas. —Ella se voltea y se acerca—. Es que ya no tenemos tiempo para nosotros. Ni siquiera para tener sexo.
—Ven preciosa. —Aparto las sábanas y ella se acuesta a mí lado. Meghan apoya su cabeza en mi pecho y yo le acaricio el pelo—. Las canciones de Aurora ya están cobrando sentido.
—Tuvieron sentido para mí hace mucho tiempo —dice entrelazando su pierna con la mía y su rodilla roza mi pene. Aún tengo ganas de coger con ella—. Solo digo que me gustaría estar como antes ¿sabes? Pero no me malinterpretes, me enorgulleces que ahora tengas mayor relevancia en tu familia y en la política...
—Pero ya no nos vemos casi —termino la frase por ella—. Antes no comprendía como mis padres podían estar siglos separados, él ocupándose del Inframundo y ella aquí. Me parecía que era por falta de voluntad por parte de ambos. Pero no es así, yo me ausento un día y ya todo se vuelve un caos.
—Así es. —Ella me mira con sus cansados ojos negros—. Pero no podemos abandonar esto. Tu padre nos colgaría sin tan solo lo pensáramos.
—Sí, aunque no sé qué es peor. Las amenazas de mi padre o tener a Seraphine como garrapata en el culo —comento ácido. Ella y yo nos hemos distanciado por múltiples diferencias en la forma de manejar el reino. Ella lo perdió por culpa de mi padre, y eso ella lo sabe, sé que lo sabe porque me culpa por tenderle una trampa. Trampa que ni tenía idea hasta que ella me abordó en mi oficina.
—Confiesa —exclamó entrando molesta—. Eres un mentiroso manipulador.
—¿Qué te pasa? —exclamé molesto—. No puedes entrar de esa forma ¿estás loca?
—Tú enviaste esa carta, fuiste tú todo el tiempo —exclamó dolida—. Tú planeaste quedarte con mi trono.
—¿Qué dices? Yo no he planeado nada —dije confundido—. ¿Qué te pasa?
—Tú planeaste el secuestro de Atlas, que me enterara y así perder el control para que tú te quedaras con el trono sombrío —exclamó con un palpable enojo.
—Yo no planeé nada, yo no hice nada de lo que dices —exclamé molesto. Pero caí en cuenta que mi padre me pidió que falsificara una carta de Tristan, pero él no me dijo el significado, solo que modificara lo que él ya tenía con la letra de Tristan. Pero pues claro que eso no se lo dije a Seraphine—. Mira Seraphine, entiendo que el secuestro de Atlas te afectó en gran medida. Pero yo no tuve nada que ver con eso. Ahora te pido que te relajes, te sientes y me expliques tu teoría para así llegar al fondo del asunto ¿te parece?
Ella me miró rabiosa y se fue. Desde entonces muchas cosas empezaron a tener sentido. El trato de mi padre se volvió más cercano y también sus acciones en proclamarme como el protector de este reino. Mi madre me había dicho algo hace mucho tiempo.
—Las personas cometen el fatídico error de subestimar la mente y la determinación de tu padre —dijo entregándome unas hierbas y yo las puse en un cesto—. Y cuando menos te lo esperes, ya estarás sin nada y muerto. Él puede tener sus arranques de ira, pero cuando se trata de obtener lo que quiere puede ser la persona más paciente del universo.
No me extraña que todos los acontecimientos de hace cinco años los haya planeado mi padre. Y lo que me incomoda es que ahora soy el blanco de esos planes ¿todo eso fue para que estuviera aquí?
—Ningún hijo mío va a ser menos que nadie —le había dicho mi padre a mi hermana cuando era niño.
—Es mejor que no me digas tus planes —dijo mi hermana mientras que estaba en sus piernas.
—Maldito imbécil —digo ahora sí en el presente y me levanto de la cama.
—¿Qué sucede? —exclama Meghan confundida.
—Ya vengo —le digo mientras que me pongo unos pantalones y mi abrigo.
Salgo de mi cuarto y me teletransporto hacia el castillo de mi madre en busca de respuestas. Recorro el lugar apresurado, por la hora debe estar en su habitación o en su oficina. Me decanto por su habitación y no me decepciona.
—¿Qué sucede hijo? —pregunta sentada al frente de tocador—. ¿Le pasó algo a mi bebé?
—Ella está bien —digo acercándome a ella, mi madre me entrega su cepillo y como si fuera un niño de nuevo, le peino su sedosa cabellera negra—. Tenemos que hablar.
—Me lo imaginé, la forma tan abrupta de tu llegada me indica por dónde van los tiros —dice mirando tranquila el espejo.
—¿Lo sabías? —pregunto separando su cabello para trenzarlo.
—Sí, tu padre me contó su plan —dice tranquila—. Él siempre ha querido lo mejor para nosotros.
—¿Hasta qué punto llegaron sus planes? —pregunto molesto.
—Hijo, no te enojes. —Ella me mira a través del espejo—. Las cosas funcionan así. Kenan, tu tía Liora y yo lo hacemos. Eres muy joven para entender cómo funciona esta dinámica familiar.
—¿Crear guerras y muertes para mantener a la familia? —cuestiono molesto mientras que empiezo a hacerle la siguiente trenza.
—Sí, así son las cosas. Nosotros somos los dioses y el universo es nuestro para hacer lo que queramos —dice como si nada—. Demian, tu padre y el resto de la familia no peleó durante milenios para conquistar estas tierras por nada. Todo fue por un solo propósito, pensé que te lo había dicho.
—Lo hiciste, pero no deja de estar mal —replico tomando un listón del tocador y ato el pequeño mechón de pelo que no se pudo trenzar.
—Está mal si decides que lo esté —dice dándose la vuelta—. Ahora eres un dios y rey...
—Tristan es el rey —la corto y ella frunce el ceño.
—Tal vez, pero él está lejos reunificando los planetas. Mientras que tú, mi maravilloso hijo, estás en el trono reinando y siendo el rey que tanto pediste ser. —Ella sonríe y me toma la mano—. No le des tantas vueltas...
—¿Cómo quieres que no lo haga? —Me suelto de ella.
—Demian, todas las cosas que suceden en el universo es por mano de cualquier dios. Pero la cuestión aquí es no interferir con los planes de Kenan, ese es el truco hijo mío. Así que ven con tu madre, no me gusta que te enojes conmigo.
—Y a mí no me gusta que me ocultes las cosas —digo volviendo con ella—. Todo lo planean ustedes. Las guerras, las muertes, la hambruna...
—Hay daños colaterales, lo reconozco. Pero así funcionan las cosas, estás donde estás por las acciones de tu padre y mías —dice levantándose y llevándome con ella a su cama—. A ti te gusta ser alguien poderoso por muy cansado que pudiera ser.
—Sí, pero las vidas...
—Hay un balance universal, Demian. —Ella se mete a la cama—. Una cuota de muertes se tiene que cumplir para que el universo no colapse. Ahora eres un dios, tienes que ver más allá del bien o el mal, lo único que importa es la estabilidad universal.
—No pienso que sea lo más adecuado.
—Tal vez no lo sea, pero es lo que es y no lo que te gustaría que fuese. —Ella me mira con una sonrisa—. Te pediría que me hicieras compañía, pero imagino que tu esposa te aguarda.
—¿Y papá? —pregunto observando la amplia habitación de mis padres.
—En el Inframundo. —Disminuye su sonrisa—. Tiene que arreglar a los nuevos inquilinos.
—Ellos eran amigos de mi padre —digo recordando a Robert, Olena y a sus hijos.
—Sí, pero una cosa es la amistad y otra son los negocios. Y cuando los amigos se toman atribuciones no correspondidas y te roban, dejan de serlo y se vuelven problemas que hay que eliminar.
—No quiero ser como ustedes, no quiero pensar así —digo abatido.
—Eres inocente, mi amor. Tarde o temprano el poder y el trono te corromperán y harás todo para mantenerlos —dice tomando un gran oso de peluche marrón que le regalé hace años—. ¿Y sabes por qué lo harás? Porque eres esposo y padre, y cuando lo que más amas se vuelva un arma contra a ti, te darás cuenta que la única forma de protegerlas, será sacrificando a todas las vidas posibles ya sean inocentes o no. —Ella acomoda al oso marrón, solo faltó trenzarle unas rastas y que tenga arranques de ira para que sea mi padre—. Ven y dale a tu madre un beso de buenas noches y regresa con tu esposa.
Hago lo que me dice y me regreso más cansado a mi habitación. Ya Meghan está dormida, supongo que estará molesta por no darle el sexo que quería. Me acerco a mi hija y la veo dormir. Sacrificar vidas inocentes para mantenerla a salvo, sacrificar mi moral para que esté a salvo. Solo me pido a mí mismo que eso nunca suceda.
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