Capítulo 5
Un mes. Pasa un mes desde el momento en el que nuestras vidas cambian con la entrada de los soldados en el palacio. Veintinueve días, para ser más exactos.
Y dos semanas desde que mis padres se van de viaje oficial y me dejan al cargo.
También pasan dos semanas desde que Elalba y yo peleamos cada día y desde que cada empleado de esta casa me da las gracias al verme pasar.
Y sobre todo, pasa un mes desde que intento que el soldado me hable.
Conseguí que Maritza preguntara su nombre a uno de sus compañeros y mi sonrisa se ensanchó al ver su expresión la primera vez que le llamé por su nombre.
Ethan Ace Beckett.
Cruzo el pasillo hasta llegar a la sala del té y allí me encuentro con el castaño. Sonrío.
Camino los pasos que nos distancian y le susurro un "buenos días".
Pero este día, precisamente este día, Ethan rueda los ojos y suelta un suspiro cargado en una expresión de fastidio.
Es la primera que le veo expresarse realmente y mi corazón se rompe levemente al notar que estoy siendo molesta con él. Y darme cuenta de repente de cuan cargante he sido el último mes.
De repente, el peso de los "buenos días" cada día, me cae sobre los hombros y me angustia.
Si no quería saludarme ¿Por qué tenía que obligarlo?
Por un capricho infantil de niña aburrida. Trago saliva.
—Lo siento. —Susurro y evito las lágrimas que se acumulan en mis ojos. Odio llorar. Me limpio antes de que salgan incluso.
—Lo siento, discúlpame.
—Vuelvo a repetir, más alto esta vez.
Me giro sobre mis talones dispuesta a dejarlo en paz de una buena vez.
—Buenos días, Princesa. —Su voz me detiene en seco. Mi corazón comienza a latir acelerado y las comisuras de mis labios se ensanchan. Doy la vuelta.
—¡Oh dios mío, sabes hablar!
—Alza una ceja y me mira extrañado.
—¡Son tus primeras palabras! ¡tus primeras palabras!
—Aunque quiere resistirse a ello, deja salir una sonrisa casi imperceptible.
—¿Sabe que no puede hablarme, verdad? —Me encojo de hombros.
—Teniendo en cuenta que me han repetido las reglas unas doscientas veces... sí, lo sé.
—Sonrío.
—¿Y entonces porqué lo hace?
—No rompe su posición erguida aunque se esfuerza por mantenerme la mirada.
—Porque las reglas son estúpidas y me encanta romperlas.
—Confieso sin más.
—No puede hablarme. —Me reitera. Suelto un suspiro cargado.
—¿Cómo se llama? —Esa pregunta le pilla desprevenido.
—Princesa, me ha llamado por mi nombre antes. —Me recuerda. Con obviedad, chasqueo la lengua.
—Lo sé. Pero he tenido que recurrir a métodos muy arriesgados para describir su nombre. Hubiera sido más fácil que se hubiera presentado. —Me encojo de brazos.
—Yo me llamo Jaqueline.
—Continúo.
Noto como traga saliva y carraspea.
Hace un nuevo intento por ignorarme pero he conseguido encontrar el principio del hilo y no pienso dejar de tirar.
—¿Otra vez vamos a jugar a esto? Soy difícil de cansar. —Le guiño un ojo.
Y finalmente, aunque a duras penas, cede.
—Todos me llaman Ethan. —Me muerdo el interior de la mejilla para evitar sonreír.
—Entonces te llamaré Ace. —Y esta vez, una sonrisa se dibuja en sus labios. Aunque aparenta seriedad, sé que no es así.
—¿Piensa arriesgar su corona por hablar con un simple soldado? —Su pregunta es fría y directa. Y por un segundos mis ganas de bromear decaen.
—¿Cómo está tan seguro de que yo quiero esa corona? —Su expresión cambia por completo. Definitivamente no se espera esa respuesta. Y una vez más, celebro mi victoria internamente.
—¿Quién no la querría?
—Yo. —Digo sin más. Parece no querer indagar en el tema. En general, no quiere hablar en lo absoluto. Y lo entiendo.
Pero no puedo evitar sentir que ha sido una conversación rara pero que me ha gustado.
—Hasta mañana, soldado. —Me retiro por mi cuenta, con cierto nivel de euforia.
Supuse que cuando lograra mi objetivo de sacarle alguna palabra, dejaría de estar interesada en él.
Pero la verdad es que mi interés no ha hecho más que crecer y crecer y ahora sólo deseo desesperadamente que llegue mañana.
Supongo que debe pensar que soy la típica Princesa que ama su corona y su vida privilegiada. Y eso es algo que detesto.
Ojalá pudiera mostrarme al mundo como verdaderamente soy.
Pero aunque no pueda mostrárselo al mundo, al menos se lo mostraré a él.
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