Capítulo 46
Un nuevo día llega, Alba deja la tienda de campaña y comienzo a prepararme.
El señor Greten nos informa de que sus caballos están descansando a unos metros de allí.
Termino de vestirme, acomodando mis zapatos y llevo las manos hasta mi pelo, con mis dedos lo peino, tratando de dejarlo lo más liso posible.
Lo separo en tres partes y me hago una trenza tan bien como puedo.
La ajusto y agarro una improvisada goma de pelo, hecha con un pedazo de tela que me guardé de mi antiguo vestido.
La ato en mi cabello y me pongo de pie.
Tomo aire antes de levantar la mano y abrir la tela de la tienda para salir.
Pero cuando lo hago, no salgo si no que tan sólo asomo la cabeza, dos hombres charlan frente a mí.
—¿Estás seguro de que sigue durmiendo? —Pregunta uno de ellos. Tiene el pelo negro y un bigote del mismo color, su rostro me resulta muy familiar.
—Sí, tranquilo. Además, creo que su tienda está por allí, esta es la de su hermana y ya ha salido.
Cierro la tela y me llevo las dos manos a la boca, tratando de controlar mi respiración.
Están hablando de mí.
¿Por qué están hablando de mí?
Tal vez sólo estén hablando de la forma de ayudarme y no debo escuchar conversaciones ajenas. Ya lo hice una vez y no acabó muy bien.
Sin embargo, no puedo evitar la sensación de de familiaridad ante el rostro del hombre que charla con el señor Greten.
Sin duda le he visto antes, en algún momento de mi vida.
Pero no puedo recordarlo, no debe ser muy importante.
Espero unos minutos antes de salir del todo y buscar a mi hermana.
—¿Princesa? ¿qué hace aquí?
—El señor Greten me sorprende al salir de la tienda.
—He dormido aquí. —Me giro para mirar al sitio.
El frunce el ceño, extrañado.
—Creí que era su hermana la que dormía aquí. —Trago saliva.
—Al final no... hemos dormido juntas. Pero yo acabo de despertarme y Alba ya no estaba. ¿La ha visto? —Trato de cubrirme la espalda para que no sepa que le oído y cambio de tema.
—Si, la he visto, está por allí con sus amigos. —Señala la dirección contraria en la que me encuentro y le sonrío en agradecimiento.
Entre los hombres, encuentro un grupo muy familiar para mí.
Me acerco a ellos y saludo con un animado "buenos días".
Y por primera vez en mucho tiempo, siento la alegría combinada con la emoción en el ambiente.
Siento la esperanza iluminando cada rostro.
—¿Dónde están nuestras cosas? —Cuestiono. Josh me mira y responde
—Las guardó el señor Greten, deben estar en algún sitio seguro, aunque ya no vamos a necesitarlas. —Se encoge de hombros, sonrío y me siento en el sitio libre junto a él.
Son unas sillas plegables de color verde, no tan cómodas pero mucho más que el suelo en el que nos hemos sentado y dormido por días.
Ethan me pasa una bolsa de tela. De ella saco un sándwich y una manzana.
Elalba me pasa una botella de zumo y doy un largo trago antes de dejarle en el suelo.
La comida me sabe a gloria. Sonrío ampliamente, sintiéndome mucho mejor de lo que me he sentido en días.
—Parece que el sol brilla mucho hoy, ¿o es cosa mía? —Comenta el castaño. Ante su pregunta, todos le miramos y sonreímos.
—El sol brilla mucho más hoy.
—Concuerda mi hermana, sonando feliz, reímos en conjunto.
El grupo se disuelve minutos después, yendo cada uno a cumplir con una labor del grupo para preparar el viaje al palacio del Rey Lebah.
Ethan deposita un beso en mi frente y tiro de las comisuras de mis labios, cerrando los ojos momentáneamente.
Cuando vuelvo a abrirlos, ya no está.
Mi mirada viaja de un lugar a otro, observando a los hombres.
Son alrededor de quince, más o menos.
Entonces, con mi mirada capto al moreno bigotudo de antes y entre cierro los ojos para tratar de recordar de que me suena.
Greten se acerca a él y le estrecha la mano.
Mis ojos se atascan en ese gesto y entonces, lo recuerdo.
Por una última vez, miro detrás de nosotros. Tres hombres nos corren tras nosotros varios metros pero acaban por detenerse.
Uno de ellos detiene su mirada especialmente en mi.
Relame su bigote negro y algo frustrado, se pasa las manos por el cabello. Su mirada fría, decidida y contundente, provoca que un escalofrío me recorra la columna.
Trago saliva y aparto la mirada de él, centrándome en el camino delante de mí.
Evitando gritar, cubro con las palmas de mis manos mis labios y ahogo así un alarido.
Me pongo de pie y miro de un lugar a otro, buscando con mis retinas a mi hermana o a los soldados.
Pero tras no encontrarles y totalmente asustada, corro empujando a todo el mundo en mi camino y entro en mi tienda.
Libero mi boca y el aire comienza a entrar y salir con fuerza de mi cuerpo, casi agonizando.
Es él. Es el hombre que corría tras nosotros, uno de los matones del hombre que mató a mis padres.
Y por esa regla de tres, Greten es el hombre que los mandó matar.
Pero, ¿por qué? ¿qué le hicieron ellos? Eran odiosos con todo el mundo, sí.
¡Pero tenía una vida buena! ¡cobraba mucho dinero y era libre!
¿qué pudieron hacerle tan horrible para que les mandara matar?
¡no tiene sentido!
Trago saliva y sacudo la cabeza. No puede ser él, tal vez sólo es un malentendido, tal vez no es Greten y no sabe acerca de ese peligroso hombre.
¿Pero cuál es la otra opción?
¿qué sea estúpido y no se dé cuenta de nada?
tampoco tiene sentido.
Tengo que encontrar a Ethan, tengo que hacerlo ahora.
Salgo a toda prisa de la tienda, pero es en vano puesto que ya no hay nadie allí.
¿Dónde están los demás? ¿dónde están mis amigos?
—Princesa Jaqueline. —Su voz entra en mis tímpanos y me giro con brusquedad.
—Mató a mis padres. —Le acuso, alzando mi dedo. Observo a mi alrededor, buscando mi espada. Pero no está, no tengo ni idea de donde la dejé.
—No querida. —Deja salir una risa hueca. —Yo no me mancho las manos de sangre. Sin embargo por ti, haré una excepción. —Su siniestra sonrisa me revuelve las tripas.
—¿Pero por qué? —Sollozo.
—¿Por qué, dices? —Hace una pausa.
—Le entregué cincuenta años de mi vida a esos malnacidos. Les dí todo lo que tenían, su reputación y fama.
¿Y para qué? ¿para que luego me echaran a la calle para alejar a su Princesita de los hombres?
¡yo me merezco esa corona y no tú!
¡si tan sólo supieran que duermes con un hombre que no es tu esposo!
A cada palabra, va dando un paso hacia mí y yo retrocedo.
—¡No eres digna siquiera de estar viva!
—Por favor, señor Greten. Yo confiaba en usted... —Ruego, alzando mis manos en el aire.
—Nunca confíes en nadie, Princesa. —Sus palabras activan un sensor dentro de mí.
Echo a correr.
Pero el cansancio acumulado los días anteriores hace mella en mi y me alcanza rápido. Tira de mi vestido hacia atrás, rompiendo la tela y haciéndome perder el equilibrio y darme de bruces contra el suelo.
Unas pequeñas piedras se encajan en mi mejilla y me rozan la cara, abriendo pequeñas y dolorosas heridas.
Le arrastro conmigo al caer y tira de mis piernas, la tierra y las rocas se encajan en mi piel, haciéndome gritar.
—¡Socorro! —Pero todo es en vano.
Noto la sangre caliente salir por las heridas abiertas en mi cuerpo y las lágrimas saladas aterrizar en mis labios.
Me hace girar sobre mí misma y sus manos se encajan en mi garganta.
Apreta con fuerza y un dolor me presiona ahí el aire deja de entrar en mi cuerpo y mi rostro se calienta y me quema.
Las lágrimas se combinan con la sangre y la presión.
Siento que mis ojos se cierran y la vida va abandonando mi cuerpo.
Haz algo, Jaqueline. Hazlo por Elalba. Por Maritza. Por Josh. Por Ethan.
Hazlo por ti, Jackie.
¡Muévete, joder!
En un último esfuerzo, extiendo el brazo, arrastrándolo por la arena y mis manos encuentran una roca.
La alzo en el aire y sin ver absolutamente nada, la estrello en su cabeza.
La sangre me salpica y sus manos liberan mi cuello un poco.
Lo repito otra vez, más fuerte y más sangre me salpica al tiempo que sus manos abandonan mi cuello.
Su cuerpo muerto cae sobre mi e intento gritar. Pero mi cuello dañado no logra emitir sonido alguno.
Me lo quito de encima como puedo, respirando profundo.
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