Capítulo 24
—Princesa, tiene una visita.
—Apenas tengo tiempo para disfrutar la hermosa lluvia que cae desde el cielo y se estrella en mis ventanas.
Los nubarrones gris combinados con la tormenta y el olor a tierra mojada que desprenden los jardines del castillo.
Las mariposas en mi estómago al recuerdo de la noche anterior.
Tomo un largo suspiro y doy un vistazo al espejo frente a mí por última vez.
Aliso mi vestido lo mejor que puedo y me dirijo a pasos largos hasta la sala de visitas.
Lo primero que hago nada más entrar en esta, es mirar en el otro lado de la sala y soltar una sonrisa involuntaria.
Pero mi soldado no me responde al gesto, me da una larga mirada llena de pesadumbre y frunzo el ceño.
—Buenos días, hija. —Por detrás de mí, los Reyes aparecen vestidos de gala y justo detrás de ellos, el Duque Morrison.
La boca se me seca y la entre abro un poco.
El Duque detiene sus andanzas frente a mí, manos en la espalda y gesto serio.
—Princesa. —Saluda. Detrás de él, mi padre me da una mirada que interpreto a la perfección.
Sé lo que quiere y sólo por esta vez, voy a ceder.
—Lamento lo ocurrido la otra noche. —Digo sin más. Mi voz totalmente hueca, sin ningún sentimiento en ella y mucho menos con arrepentimiento real.
Él muestra una sonrisa que desea ser comprensiva.
—Todos tenemos días malos.
—Me excusa y alza las manos restándole la importancia.
Mis padres rompen en una sonrisa llena de felicidad y un nudo nace en mi estómago.
Recuerdo el día en que Elalba nació y recuerdo que no sonrieron así.
Nunca han sonreído así con nosotras.
—Bien. —Yo también pongo ambas manos en mi espalda y el silencio se culmina.
—Majestades, si no les molesta, me encantaría tener una conversación a solas con mi futura esposa. —El aire se escapa bruscamente de mis pulmones.
No, por favor no.
Pero por supuesto, mis padres están totalmente a favor.
—Si no la incomoda. —Me presionan en conjunto, quiero decir que no y salir corriendo. Sacarme a mi misma de esa horrible situación. Pero no puedo hacerlo o las consecuencias serán mucho peores, tan sólo asiento.
—Pueden reunirse en la sala contigua, es una solitaria sala que nadie visita y no serán molestados. —Nos giramos sobre nuestros talones y veo su intención de poner su mano sobre mi espalda mientras le guío a la sala. Pero me aparto de inmediato y tomo distancia.
Entonces, mi vista viaja hasta Ethan y soy consciente de que en cuanto empezamos a movernos, él nos sigue.
Entramos en la sala y entra tras nosotros, se aposta en uno de los rincones con total delicadeza.
Mis padres se marchan.
—Disculpe soldado, ¿le importa? —Se dirige a Ethan pero éste le ignora y ni siquiera le dedica una mirada. Antes de que la situación se ponga peor, decido intervenir.
—No recibe órdenes que no sean directas de la familia. —Le explico, metiéndome en la conversación.
—Entonces por favor, pida que se marche. —Me sugiere, dándole un vistazo al castaño. Con las manos en la espalda y la cabeza alzada, sintiéndome extrañamente fuerte, niego autoritaria.
—Si alguien entra en el palacio, estoy segura de que gustará de tener a alguien que pueda protegerle cerca, ¿no es así?
La intimidad es un precio muy bajo que pagamos para conseguir seguridad.
Mis palabras suenan fuertes y decididas, no hay rastro de dudas y doy las gracias a mi madre porque entre las pocas cosas buenas que he sacado de ella, una es saber perfectamente como manipular a alguien para jugar a mi favor.
Al final, acaba por ceder.
—Sé que no se encuentra cómoda con el cambio de fecha de nuestra futura unión. —Va directo al grano, sin ninguna curva innecesaria y yo también deseo ir en línea recta.
—No se trata de eso, no es eso con lo que no me siento cómoda. —Aclaro.
—Adelante, por favor. Puede ser totalmente franca conmigo, no hay necesidad de mentiras.
—Dice y lo primero en lo que pienso es en como va a arrepentirse de sus palabras.
Pero no pienso desperdiciar semejante oportunidad.
—Es nuestra boda con lo que no estoy cómoda. No quiero casarme siendo obligada, no quiero casarme con usted. —Su expresión cambia por completo y traga saliva.
—Es lo que el protocolo manda. —Me recuerda y ruedo los ojos con exasperación.
—Que el protocolo lo diga no significa que tenga que estar de acuerdo. —Expongo. Suspira y asiente.
—Princesa, sabe usted que es algo que no está abierto a debate. Va a tener que acostumbrarse.
—Lo sé mucho mejor de lo que usted lo hace. Así que lo haré, me acostumbraré. Fingiré ser una buena y sumisa esposa pero en cuanto crucemos las puertas interiores, no espere usted que actúe acorde a los votos matrimoniales. Porque ni siquiera pienso tener contacto verbal. —Honestidad era lo que quería y honestidad es lo que tiene ahora.
Noto que su mandíbula se apreta y la tensión va creciendo al ritmo que su enfado aumenta.
—Le he perdonado una seria humillación la otra noche. Todo el respeto que el pueblo me tenía, ha desparecido por su culpa. —El tono de su voz se va alzando y siento como la sangre hierve dentro de mis venas.
—Muestra de cuán desesperado se encuentra usted por conseguir esa corona. —Me doy cuenta demasiado tarde de cuando las palabras se me escapan. Preciso salir de aquí y trato de hacerlo.
Pero no lo logro puesto que su mano se encierra sobre mi muñeca y me apresa con dureza.
—¿Acaso quiere que su padre sepa de esto? —Apreta más su agarre y noto como sus uñas se me clavan en la piel.
—No me toque —Exijo adolorida y su agarre se vuelve aún más fuerte.
Entonces, mi vista se ve opacada con el cuerpo de Ethan y un fuerte golpe en el brazo hace que el Duque me libere. El castaño le dobla la mano detrás de la espalda y desenfunda su espada para ponérsela en el cuello.
Los latidos de mi corazón comienzan a aumentar y mi mirada va inconsciente hasta la piel de mi muñeca, enrojecida y arañada.
—Si una mujer le pide que no la toque, usted no la toca. —Le susurra, apretando más la mano en su espalda y provocando que el Duque suelte un chillido.
—¿Es que a los caballeros de la alta esfera no les enseñan sobre el respeto? —Sé que Ethan está cruzando la línea y que sus actos se ven reflejados por nuestra relación personal.
Le miro y niego, temerosa de que alguien entre en la sala y descubra la situación.
El castaño le libera y el Duque cae de forma patosa al suelo.
Se arrastra un par de metros hacia atrás, con la mirada inyectada en miedo.
Se pone de pie al lado de la puerta y alza un dedo de forma acusatoria.
—El Rey sabrá sobre su comportamiento. —Amenaza a Ethan y eso saca de mí toda una fuerza que no sabía que tenía.
—Si lo hace, alegaré que me agredió y convocaré al consejo judicial. La boda se cancelará y perderá su amada corona.
—Prometo. Mis ojos se centran directos en él, heridos y llenos de furia.
Parece que funciona pues se esfuerza en arreglar su traje arrugado y peinar su cabello antes de abrir la puerta y abandonar la habitación.
Suspiro profundo y mi brazo es tomado por Ethan.
Alza la tela de mi vestido de estos y examina. Unas pequeñas marcas en forma de dedos y un par de arañazos.
—¿Estás bien? —Evito llorar.
Su mano se posa en mi cara y alzo la mía para tocarla.
Cierro los ojos con pesadez, regocijándome en el cálido y alentador contacto.
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