Capítulo 10
"Y entonces, el sacerdote miró de uno a otro y les mostró un gesto amable.
—Sí, quiero. —Expresó la pelirroja.
Frente a ella, su amado sonrió con amplitud y plenidad. Lleno de felicidad.
—Sí, quiero. —Repitió la acción de la mujer frente a él.
Y con un beso, su amor se selló para siempre.
FIN"
Me llevo el libro al pecho mientras muerdo con fuerza mi labio y mi corazón late descontrolado.
Sonrío tanto como puedo que las mejillas me empiezan a doler.
Entonces, mis ojos buscan en los alrededores el reloj de pared y cuando veo las hacia adonde apuntan las agujas de este, la saliva se estanca al pasar por mi garganta y comienzo a toser.
Las cuatro y treinta dos minutos de la madrugada.
Rápidamente, me pongo de pie limpiando el polvo de mi vestido y pongo el libro en su sitio antes de tomar la linterna entre mis manos y salir de allí.
Regreso a mi habitación y me meto en mi cama de un salto, tras quitarme el vestido y esconder la linterna.
La mañana siguiente llega demasiado rápido. Bostezo varias veces mientras dejo que me vistan como a una muñeca.
—¿Está bien, Princesa? —Maritza examina mi rostro mientras me pregunta.
—No he dormido muy bien.
—Miento y veo como tratan en vano de tapar mis ojeras con el maquillaje.
Cuando salgo de la habitación, no me lo pienso dos veces antes de quitarme los tacones y salir corriendo.
Corro por los pasillos con el vestido alzado y una sonrisa plasmada.
Al llegar, abro la puerta con esfuerzo y me adentro en la sala del té.
—Buenos días, Ethan. —Digo, casi tan eufórica que exclamo. Él me sonríe.
—Buenos días, Prin-
Parece que se recuerda así mismo que le pedí que dejara de llamarme así y se interrumpe en plena frase.
—Buenos días. —Termina. Alzo las comisuras de mis labios. Un bostezo se me escapa.
—¿Una mala noche? —Me llevo dos dedos al labio y le miro sin saber muy bien qué responder.
—Digamos que... romper las reglas da sueño. —Al final suelto. Él alza una ceja con diversión y sus iris azules se vuelven más pequeños cuando me sonríe.
—¿Has roto alguna regla además de hablarme? —Bromea. Pongo los ojos en blanco y camino hasta quedar un escaso metro frente a él.
—Romper las reglas es lo mío.
—Presumo y enumero mentalmente las reglas que he roto. Ethan rompe en una risa.
—¿No me crees? —Pongo las manos en mi cintura y él me suelta un "Nop" remarcando una "p" final.
Entonces, tuerzo una sonrisa y no me lo pienso dos veces.
—Ven, vamos. -—Seguidamente, tomo su mano y le arrastro hasta la puerta.
—¿Qué? ¿otra vez? ¡Van a pillarnos! —Le pido silencio y me repito lo último en un susurro que ignoro.
Cruzo los pasillos en total silencio. Manos entrelazadas y corazones desbocados.
Llego a mi destino minutos después, abro la puerta de mi habitación y le dejo que pase primero.
—¿Tu habitación? —Asiento.
De la cómoda tomo la linterna y me agacho en el suelo.
—¿Qué haces? —Me agacho tan cerca de él que casi parece que le estoy haciendo una reverencia. O algo peor.
—¡Cállate, Ace! —Exclamo en un susurro.
Cuando me deshago del cristal y el papel pintado, le dedico una mirada.
La verdad es que nunca antes me había fijado tan bien en su traje.
Sus pantalones son marrones fuerte, parecen de cuero pero tienen unas líneas en los laterales, líneas de pequeños agujeros de metal.
Lleva lo que creo que es una camiseta del mismo color pero el material es parecido a la madera.
Supongo que para protegerle de las heridas.
Solamente sus brazos se ven tras la armadura de metal que tiene en el pecho.
Tiro de la tela de sus pantalones y se agacha junto a mí.
Me adentro en el túnel, me pongo de pie cuando por fin estoy dentro e Ethan me sigue. Dejo los tacones en la entrada del túnel y me agarra la mano para caminar.
Es como una calle debajo del palacio.
Es en línea recta aunque tiene desviaciones en algunos puntos.
Camino en línea recta e Ethan me sigue.
—Estos túneles se crearon para que pudiéramos entrar si hubiera un ataque. Pero mi padre creyó que no eran seguros y mandó a tapiarlos.
Sin embargo, no los tapiaron todos.
No sé a donde conduce. —Señalo una de esas desviaciones mientras caminos en línea recta.
—El de mi habitación por ejemplo, no lo tapiaron. Y algunos más que no he investigado. —Voy iluminando nuestro camino con la luz y observo como Ethan mira curioso de un lugar a otro.
Apenas puedo verlo pero sí sentir su respiración.
Y nuestras manos enlazadas.
Trago saliva y me presiono para calmarme.
Todos mis sentidos están tan activos que soy consciente de cada pequeño ruido que se escucha en el túnel. Ratas, ratones, cucarachas y demás.
—¿A dónde vamos? —Sonrío y me detengo cuando llegamos.
—Allí. —Señalo.
Una escalera de madera que hace de enlace desde el suelo hasta una puerta.
Le doy la linterna.
Tomo mi vestido con una mano y con el otro, tiro de la costura y la rompo, arrancándome parte del vestido.
Cuando logro que la prenda me llegue por encima de los tobillos y se haga más cómoda, comienzo a subir por la escalera.
Al pie de esta, Ethan pone una mano en mi cadera para protegerme y el calor comienza a subir a mis mejillas. Trago saliva y avanzo.
Mi mano se agarra al pomo de la puerta y la abro, tirando de ella hacia adentro.
Cuando he terminado de subir las escaleras, me pongo de pie dentro del lugar.
Ethan entra tras de mi.
—¿Qué es... -Su pregunta queda en el aire y su boca se abre con sorpresa.
Estamos en una de las torres del castillo.
Del suelo al techo hay alrededor de diez metros que terminan con una cúpula.
Las antorchas que yo misma mantengo encendidas, iluminan todo. Huele a libros viejos y humedad.
Hay dos estanterías de piedra, cada una mide alrededor de dos metros y están empotradas a la pared. Todas ellas están llenas de libros. La mayoría antiguos.
—Es la antigua biblioteca del palacio. No sé si lo sabes pero una de las normas del palacio es no leer. Mis padres no quieren que nuestras mentes de abran y nos eduquemos. Es más fácil controlarnos si somos estúpidos.
«Vengo aquí cada noche. Por eso las ojeras... me quedo horas aquí. Es mi pequeño paraíso. —Mi amigo no me responde, está totalmente abismado y fascinado.
Y en ese momento, mi vista baja hasta nuestras manos y soy consciente. Por fin doy consciente.
Estoy tocándole. Y no es la primera vez que lo hago. No sólo estoy rompiendo algunas reglas si no que estoy rompiendo la más importante de ellas. Estoy tocando a un hombre.
Mi mano se retira de la suya como si me hubiera dado un calambre y él me mira algo extrañado. Y de repente, siento un cosquilleo en la palma de esta y me la llevo al pecho para tratar de calmarme.
No me importa haber roto la regla.
Pero no puedo negar que sí me importa la mezcla de emociones que estoy sintiendo. Que Ethan me hace sentir.
Me pregunta si estoy bien y asiento. Entonces, carraspeo y como una buena Princesa, me recompongo.
—Si esto te parece espectacular, aún no has visto lo mejor. —Alza una ceja sin compresión y le sonrío burlona. Asiento con efusividad.
Camino y me sigue. Frente a nosotros hay una puerta de cristal que se abre deslizándose. La abro y entro en ella. —Es el balcón de la torre, mis padres lo cerraron por la biblioteca.
—Agáchate. —Me pide.
Caminamos a cuclillas hasta apoyarnos contra la pared de piedra. Es una media pared que finaliza en unos barrotes de oro y que deja unas maravillosas vistas.
—Limpio. —Susurra mi soldado y nos ponemos en pie. Efectivamente, no hay nadie.
Desde aquí se ve toda la zona. Desde los jardines hasta los barracones del ejército. Absolutamente todo.
—Esto es...-
—Perfecto. —Completo su frase.
—Hermoso. —Me corrige y sonreímos al tiempo.
Y nos quedamos allí varados, contemplando a la inmensidad de aquel infierno de oro.
Si has llegado hasta aquí es porque "las reglas de la princesa" ha robado tu corazón y si estoy en lo cierto, deberías pasarte por "si alguna vez me recuerdas" la historia que robará más que tu corazón ❤.
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