Capítulo doce
Todo el mundo me observó mientras yo avanzaba hacia el rostrum procurando no tropezar con la toga.
Percy asintió levemente desde la primera fila, un gesto discreto que nadie notó, pero era el apoyo que necesitaba.
—Me temo que traigo malas noticias—empecé—. Los antiguos emperadores César Marco Aurelio Cómodo Antonino Augusto y Cayo Julio César Augusto Germánico han unido fuerzas—describí lo que avía visto en el sueño—. Ahora mismo, navegan hacia nosotros con una flota de cincuenta yates, todos equipados con una nueva arma terrible. Estarán aquí para la luna de sangre, que es dentro de tres días, el 8 de abril, que al parecer también resulta ser mi cumpleaños en esta forma mortal.
—¡Feliz cumpleaños!—dijo Tyson.
—Gracias. Por otra parte ¿todos tienen entendido que es una luna de sangre?
Varios legionarios se removieron nerviosos y negaron con la cabeza.
Una chica levantó la mano en la segunda fila.
—Adelante, Ida—dijo Reyna, y acto seguido añadió en consideración a mí—: Centuriona de la Segunda Cohorte, legado de Luna.
No logré evitar que se me escapara una sonrisa que no iba precisamente con mi modo serio.
—¿De verdad?
Puede que sonara un poco demasiado animada, pero genuinamente pensaba que Luna se había desvanecido hacía milenios de igual forma que Helios. Claro que Helios estaba atrapado en el Laberinto por culpa de la hechicera Medea, así que no podía confiar mucho en los rumores sobre la desaprobación de los titanes.
La centuriona se levantó algo confundida por mi actitud.
—Sí, en serio.
—Bien, ¿quieres explicar a tus compañeros lo que es una luna de sangre?
Ella asintió con la cabeza.
—Si. Una luna de sangre es una luna llena que parece roja porque hay un eclipse lunar total. Es un mal momento para luchar contra no muertos. Esas noches son especialmente peligrosos.
Asentí satisfecha con la cabeza.
—Es correcta, como dijo la centuriona...
—En realidad...—Ella se levantó toqueteándose las garras—. En realidad, el color es resultado de la descomposición de la luz reflejada del amanecer y el crepúsculo de la tierra. Una auténtica luna de sangre hace referencia a cuatro eclipses lunares seguidos. El próximo es el 8 de abril, sí. Almanaque del agricultor. Calendario de fases lunares suplementario.
Se sentó pesadamente y dejó al público en silencio, anonadado. No hay nada más desconcertante que una criatura sobrenatural dándote una lección de ciencia.
—Gracias, Ida y Ella—dijo Reyna—. Diana, ¿tienes algo que añadir?
Su tono hacía pensar que no habría ningún problema si no lo tenía, pues ya había compartido suficiente información para que cundiera el pánico por todo el campamento.
—Me temo que sí—contesté—. Los emperadores se han aliado con Lucio Tarquinio el Soberbio.
Los lares de la sala parpadearon.
—¡Imposible!—gritó uno.
—¡Horrible!—gritó otro.
—¡Moriremos todos!—chillo un tercero, que al parecer había olvidado que ya estaba muerto.
—Calma, chicos—dijo Frank—. Dejen hablar a Diana.
Su estilo de liderazgo era menos formal que el de Reyna, pero parecía inspirar el mismo respeto. El público se tranquilizó, esperando a que yo continuara.
—Tarquinio es ahora un muerto viviente—expliqué—. Su tumba está cerca. Él fue el responsable del ataque que resistieron en la luna nueva...
—Que también es un momento muy malo para luchar contra los no muertos—tercio Ida.
Ella tenía razón, desde luego, pero no le gustó que me interrumpiera, y se lo hice saber con una mirada que la hizo estremecerse y encogerse en su lugar.
—... y volverá en la luna de sangre, de común acuerdo con los emperadores.
Hice todo lo posible por explicar lo que había visto en sueños y lo que habíamos hablado con Ella. Omití la referencia al trozo de leña de Frank: en parte porque no lo entendía, y en parte porque Frank me estaba mirando con ojos de cordero degollado.
—Como Tarquinio fue quien originalmente compró los libros sibilinos—resumí—, tiene lógica retorcida que vuelva a aparecer ahora, cuando el Campamento Júpiter intenta reconstruir esas profecías. Tarquinio se sentiría... "invocado" por lo que Ella está haciendo.
—Enojado—propuso Ella—. Enfurecido. Homicida.
—El caso es que Tarquinio era bastante atroz cuando estaba vivo. Los romanos lo despreciaban tanto que abolieron la monarquía para siempre. Incluso siglos más tarde, los emperadores no se atrevían a llamarse reyes. Tarquinio murió exiliado. Su tumba nunca fue localizada.
—Y ahora está aquí—dijo Reyna.
No era una pregunta.
En la primera fila, al lado de Hazel, un senador se levantó para hablar. Tenía el pelo negro rizado, unos ojos estrábicos y un bigotito rojo cereza sobre el labio superior.
—Bueno, resumiendo: dentro de tres días nos enfrentaremos a la invasión de dos emperadores malvados, sus ejércitos y cincuenta barcos con armas que no comprendemos, además de otra con oleada de no muertos como la que estuvo apunto de acabar con nosotros la última vez, cuando éramos mucho más fuertes. Si esas son las malas noticias... ¿al menos tenemos una buena noticia?
Reyna se volvió hacia mi, casi rogando con la mirada que tuviera algún plan milagroso para solucionar el problema.
Mi plan sería difícil, casi imposible. Algunas partes ni siquiera eran dignas de un plan. Pero todos necesitaban una buena noticia, una esperanza. Yo misma no estaba segura de mi plan, pero tenía que hacer como si confiara plenamente en el. Debía hacerme la fuerte hasta que me hiciera fuerte de verdad, y así fortalecer también a los romanos.
Respiré hondo.
—Los libros sibilinos son básicamente recetas de emergencia. Algunas están pensadas para apaciguar a los dioses enfadados. Otras están pensadas para pedir ayuda divina frente a los enemigos. Estoy bastante segura—(no, no lo estaba)— de que si logramos dar con la receta correcta a nuestro problema y hacemos lo que dice, puede que consiga ayuda del monte Olimpo.
Nadie rio ni me llamó loca. Los dioses no solían intervenir en los asuntos de los semidioses, pero en ocasiones excepcionales sí participaban. La idea no era del todo inverosímil. Por otra parte, nadie parecía totalmente seguro de que pudiera llevarse a cabo.
Otro senador levantó la mano.
—Ejem, senador Larry, Tercera Cohorte, hijo de Mercurio, cuando habla de ayuda, ¿se refiere a... batallones de dioses que bajarán en sus carros o a qué los dioses nos darán su bendición en plan: "¡Buena suerte, legión!"?
Tenía ganas de protestar diciendo que los dioses jamás dejaríamos a nuestros seguidores plantados de esa forma. Pero claro que lo hacíamos. Continuamente.
—Buena pregunta, senador Larry—reconocí—. Probablemente sería algo a medio camino entre esos dos extremos. Pero estoy convencida de que sería una ayuda de verdad, capaz de dar la vuelta a la situación. Puede que sea la única forma de salvar la Nueva Roma. Y creo que Júpiter fijó mi supuesto cumpleaños el 8 de abril por un motivo.
Más murmullos de la multitud. Muchas expresiones serias. Pero no detecté pánico. Ni siquiera los lares gritaron: "¡Todos vamos a morir!". Al fin y al cabo, los semidioses reunidos eran romanos. Estaban acostumbrados a hacer frente a situaciones desesperadas, retos difíciles y enemigos fuertes.
—Está bien—Hazel Levesque habló por primera vez—. Entonces, ¿cómo encontramos la receta correcta? ¿Por dónde empezamos?
Agradecí si tono seguro. Podría haber estado ofreciéndole a hacer algo fácilmente realizable, como cargar las compras o empalar demonios con estacas de cuarzo.
—El primer paso—dije—consiste en encontrar y explorar la tumba de Tarquinio...
—¡...Y MATARLO!—gritó uno de los lares.
—¡No, Marco Apuleyo! —lo regañó uno de sus colegas—. ¡Tarquinio está muerto como nosotros!
—Bueno, entonces ¿que?—masculló Marco Apuleyo—. ¿Le pedimos de buena manera que nos deje en paz? ¡Hablamos de Tarquinio el Soberbio! ¡Es un maniático!
—El primer paso—repetí— consiste en explotar la tumba y descubrir las cosas necesarias, como dijo Ella.
—Sí—convino la arpía—, Ella dijo eso.
—Tengo que suponer—continué—que si lo conseguimos y salimos con vida, tendremos más información sobre cómo continuar. Ahora mismo lo único que puedo decir con certeza es que el siguiente paso implicaría encontrar a un dios silente, signifique lo que signifique eso.
Frank se inclinó hacia adelante en su silla de pretor.
—Pero ¿no conoces a todos los dioses, Diana? O sea, tú eres una de ellos. O lo eras. ¿Existe un dios del silencio?
Suspiré.
—Pretor Zhang, existen miles de dioses tan solo en el panteón helénico. Si existe un dios del silencio desconozco de su existencia.
Frank se quedó abatido, cosa que me hizo sentir mal. No pretendía descargar mis frustraciones el chico.
—Vayamos paso por paso—propuso Reyna—. Primero la tumba de Tarquinio. Tenemos una pista de su situación, ¿verdad, Ella?
—Sí, sí—la arpía cerró los ojos y recitó—: "Un gato montés cerca de las luces que giran. La tumba de Tarquinio con caballos que brillan. Para abrir su puerta, dos-cincuenta-cuatro"
—¡Es una profecía!—dijo Tyson—. ¡La tengo en la espalda!—el cíclope se levantó y se arrancó la playera tan rápido que debía de haber estado esperando la menor excusa—. ¿Lo ven?
Todos los espectadores se inclinaron hacia adelante, aunque debía de ser imposible leer los tatuajes desde cualquier distancia.
—También tengo un poni pez al lado del riñón—anunció con orgullo—. ¿Verdad que es lindo?
Hazel apartó la vista como si se muriera de vergüenza.
—Tyson, ¿podrías...? Seguro que es un poni pez muy bonito, pero... ¿podrías volver a ponerte la playera, por favor? Supongo que nadie sabe lo que significan esos versos.
Los romanos guardaron un momento de silencio por la muerte de la claridad que representaban todas las profecías.
Lavinia resopló.
—¿En serio? ¿Nadie lo entiende?
—Lavinia—dijo Reyna, en tono tenso—, ¿estás insinuando que tú..?
—¿... sabes dónde está la tumba?—Lavinia extendió las manos—. Bueno, a ver: "Un gato montés cerca de las luces que giran. La tumba de Tarquinio con caballos que brillan". "Gato montés (wildcat en inglés)" hay un Wildecat Drive en Tilden Park, justo al otro lado de las colinas—señaló al norte—. ¿Y "caballos que brillan", "luces que giran"? Eso debe de ser el carrusel de Tilden Park, ¿no?
—Oooh—varios lares asintieron con la cabeza, como si hubieran pasado todo su tiempo libre montando en los carruseles de la zona.
Frank se removió en su silla.
—¿Crees que la tumba de un rey romano malvado está debajo de un carrusel?
—Oye, yo no escribí la profecía—replicó Lavinia—. Además, tiene tanto sentido como el resto de cosas que hemos vivido.
Nadie puso en duda eso. Para los semidioses, las cosas raras son el pan de cada día.
—De acuerdo—dijo Reyna—. Tenemos un objetivo. Necesitamos emprender una búsqueda. Una búsqueda breve, porque no disponemos de mucho tiempo. Debemos nombrar un equipo de héroes y someterlo a la aprobación del Senado.
—Nosotros—Percy se levantó, en ese momento se estaba tomando todo con mucha seriedad, y es que por más infantil que a veces puede llegar a ser, siempre sabe cuando las cosas no deben ser tomadas a juego—. Tenemos que ir Diana y yo.
Asentí con la cabeza.
—Tiene razón—dije—. La búsqueda forma parte de mi misión para recuperar mi puesto entre los dioses. Yo les traje este problema a la puerta de su casa. Yo tengo que resolverlo.
Hazel Levesque se puso de pie.
—Yo iré también. Hace falta un centurión para dirigir una búsqueda. Si el sitio está bajo tierra, ésa es mi especialidad.
Su tono también decía: "Tengo una cuenta pendiente"
Y no había ningún problema, sólo que me acordé de cómo Hazel había derrumbado el túnel por el que habíamos ido al campamento. De repente me vi aplastada debajo de un carrusel.
—Esos son tres buscadores—dijo Reyna—. El número correcto paga una búsqueda. Bueno...
—En realidad—la interrumpió Percy—. Ahora que lo mencionas...
Él y yo nos miramos fugazmente, habíamos pensado en lo mismo.
—En lo que se refiere a rituales y aspectos divinos, el ex-pretor y yo estamos conectados, de manera de que contamos como un solo individuo.
Lo habíamos descubierto a la mala en un enfrentamiento con un mago egipcio hacía ya meses, no era la más feliz de mis memorias precisamente.
—Así que, aún necesitamos llevar a uno más—terminó Percy.
Frank se puso derecho.
—Yo estaría encantado de...
—... si no tuvieras obligaciones como pretor que atender—terminó Reyna, lanzándole una mirada como diciendo: "No vas a dejarme sola, colega"—. Mientras los buscadores estén fuera, el reto de nosotros tenemos que preparar las defensas del valle. Hay mucho que hacer.
—Claro—Frank se hundió en su asiento—. Bueno, ¿hay alguien más que...?
¡POP!
Sonó tan fuerte que la mitad de los lares se desintegraron alarmados. Varios senadores se escondieron debajo de sus asientos.
En la última fila, a Lavinia le habían reventado una bomba de chicle rosa en la cara. Se lo quitó rápidamente y se lo metió otra vez a la boca.
—Lavinia—dijo Reyna—. Perfecto. Gracias por ofrecerte como voluntaria.
—Yo... pero...
—¡Solicitó la votación del Senado!—propuso Reyna—. ¿Enviamos a Hazel, Diana, Percy y Lavinia de misión a buscar la tumba de Tarquinio?
La medida se aprobó por unanimidad.
El Senado en pleno nos dio su aprobación para buscar una tumba debajo de un carrusel y pata enfrentarnos al peor rey de la historia de Roma, que daba la casualidad que también era un señor de los zombis.
El día iba cada vez mejor.
...
¿A alguien más se le hace que Cómodo tiene nombre de cantante mexicano?
Marco Aurelio- Antonio Augusto
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