Capítulo cuarenta y tres
Estoy molesto y estresado, la maldita historia que estuve preparando para subir el 31 se me borró, de mis archivos, quiero decir.
Y como no alcancé a subirla aquí, pues la perdí.
Digo, aún me acuerdo de cómo iba, pero era bastante larga para ser un oneshot. Y no creo poder volver a escribirla a tiempo para que quede con el día de Halloween.
De verdad una disculpa, sí quieren les puedo contar brevemente en el siguiente capítulo de que se trataba, seriamente odio cuando algo a lo que le puse esfuerzo simplemente desaparece, incluso me había animado a hacer el Lemon, que no me quedó muy bien pero hice el intento.
Otra vez, una disculpa.
...
La cámara estaba totalmente abarrotada. Resultaba tranquilizador ver a todo el mundo junto, aunque la población hubiera disminuido mucho y el mar de vendas blancas pudiera haber provocado el mismo deslumbramiento que el resplandor de la nieve.
Cuando me vio, Percy señaló el único asiento libre que había en toda la habitación, el que estaba precisamente junto a él en la primera fila, al lado de los cenadores más importante y de los semidioses con problemas de accesibilidad.
Reyna entró cojeando a la cámara inmediatamente detrás de mí. Todos los asistentes se pudieron de pie. Esperaron en un silencio respetuoso mientras ella se dirigía a su asiento de pretora al lado de Frank, quien saludó con la mano a su compañera. Una vez que estuvo sentada, todos los demás siguieron su ejemplo.
Reyna hizo un gesto a Frank como diciendo: "Que empiece la diversión"
—Bueno—dijo Frank, dirigiéndose al público—, doy por iniciada esta reunión extraordinaria del pueblo de Nueva Roma y la Duodécima Legión. El primer punto de la agenda un agradecimiento formal a todos. Sobrevivimos gracias al trabajo en equipo. Hemos asestado un tremendo golpe a nuestros enemigos. Tarquinio está muerto: muerto de verdad, por fin. Dos de los tres emperadores del triunvirato han sido eliminados, junto con su flota y sus tropas. Hemos logrado todo eso a un precio muy alto. Pero todos se comportaron como auténticos romanos. ¡Vivimos para ver otro día!
Hubo aplausos, asentimientos de cabeza y unos cuantos gritos de "¡Sí!" Y "¡Otro día!". Un chico del fondo, que no debía de haber prestado atención durante la última semana, dijo: "¿Tarquinio?"
—Segundo—dijo Frank—. Quiero decirles que estoy sano y salvo—se dio unos golpecitos en el pecho para demostrarlo—. Mi destino ya no está ligado a un trozo de madera, cosa que está muy bien. Y si todos hicieran el favor de olvidar que me vieron en ropa interior, de los agradecería.
Ese comentario despertó algunas risas.
—Bueno...—adoptó una expresión serie—. Es nuestro deber informarles algunos cambios de personal. ¿Reyna?
La observo inquisitivamente, como preguntándose si en realidad lo haría.
—Gracias, Frank—Ella se puso de pie. De nuevo, todos los presentes que podían levantarse se levantaron.
—Chicos. Por favor—nos indicó con la mano que nos sentáramos—. Esto es bastante difícil.
Cuando todos estuvimos sentados, escudriñó las caras de la multitud: muchas expresiones de inquietud y tristeza. Sospechaba que mucha gente sabía lo que se avecinaba.
—He sido pretora mucho tiempo—dijo Reyna—. Ha sido un honor servir a la legión. Hemos pasado momentos duros juntos. Unos años... interesantes.
Hubo unas cuantas risas nerviosas. "Interesantes" era una forma muy amable de decirlo.
—Pero ha llegado la hora de que deje el cargo—continuó—. Así que renunció a mi puesto de pretora.
Un gemido de incredulidad resonó por la cámara, como si acabaran de mandar tarea un viernes por la tarde.
—Es por motivos personales—dijo Reyna—. Como mi cordura, por ejemplo. Necesito tiempo para ser Reyna Ávila Ramírez-Arellano, para averiguar quién soy fuera de la legión. Puede que me lleve unos años, o décadas, o siglos. Y por eso...—se quitó la capa y la insignia de pretora y se las dio a Frank.
—¿Thalia? ¿Diana?—dijo.
Ambas pasamos al frente, Thalia recorrió el pasillo central para llegar conmigo y nos pusimos frente a Reyna.
—¿Quieres hacerlo tú o lo hago yo?—me preguntó Thalia.
—Hace un buen tiempo que no lo hago—contesté—. Déjame esto a mí.
Me volví había Reyna, quien asintió con la cabeza.
Empecé a hablar:
—Repite conmigo: "Juro fidelidad a la diosa Diana. Renunció a la compañía de los hombres, aceptó ser una doncella eternamente y me uno a la Caza.
Reyna repitió cada palabra sin dudar, sentí un leve destello de energía en mi interior, emití un muy leve brillo plateado qué pasó a Reyna.
Que bien, aún podía reclutar a nuevas chicas. Tenía miedo de que no funcionara y quedáramos allí paradas en medio de todo sin saber exactamente qué hacer.
Reyna se veía como si le hubieran ofrecido una nueva vida, cosa que era cierta: infinidad de años, con cero interés y sin pago inicial. ¿Piénsenlo?
Thalia le agarró el hombro.
—¡Bienvenida a la Caza, hermana!
Reyna sonrió.
—Gracias—se volvió hacia la multitud—. Y gracias a todos. ¡Larga vida a Roma!
La multitud volvió a levantarse y ovacionó a Reyna. Aplaudieron y zapatearon en el suelo con tal júbilo que temí que la cúpula reparada con cinta adhesiva se desplomara encima de nosotros.
Finalmente, cuando Reyna se hubo sentado en la primera fila junto con Thalia (ocupando los lugares de dos cenadores quienes se tuvieron que retirar al fondo de la sala), todo el mundo volvió a centrar su atención en Frank.
—Bueno, chicos—extendió los brazos—, podría estar todo el día dando las gracias a Reyna. Ella ha dado mucho a la legión. Ha sido la mejor mentora y amiga posible. Jamás se le podrá sustituir. Por otra parte, ahora estoy solo en el cargo, y tenemos una silla de pretora vacía. Así que me gustaría aceptar candidaturas a...
Lavinia inició el coro:
—¡HA-ZEL! ¡HA-ZEL!
La multitud no tardó en unirse a ella. Hazel abrió mucho los ojos. Trato de resistirse cuando las personas sentadas a su alrededor la jalaron para que se levantara, pero estaba claro que su club de fans de la Quinta Cohorte había estado preparándose para esa posibilidad. Uno de los miembros sacó un escudo, y subieron a Hazel como si fuera una silla de montar. La elevaron por encima de las cabezas y la llevaron al centro del Senado, dándole vueltas y coreando: "¡HAZEL! ¡HAZEL! ¡HAZEL!". Reyna aplaudía y gritaba con ellos. Sólo Frank intentó mantenerse neutral, aunque tuvo que taparse la sonrisa con el puño.
—¡Bueno, cálmense!—gritó finalmente—. Tenemos una candidatura. ¿Hay alguna más...?
—¡HAZEL! ¡HAZEL!
—¿Alguna objeción?
—¡HAZEL! ¡HAZEL!
—En ese caso, reconozco la voluntad de la Duodécima Legión. ¡Hazel Levesque, por la presente eres ascendida a pretora!
Más aplausos exaltados. Hazel parecía aturdida cuando lo colocaron la capa y la insignia de Reyna y la condujeron a su silla.
Al ver a Frank y Hazel uno al lado del otro, no pude evitar sonreír. Se veían tan bien juntos: sabios, fuertes y valientes. Los pretores perfectos. El futuro de Roma estaba en buenas manos.
—Gracias—consiguió decir Hazel por fin—. Yo... yo haré todo lo que esté en mi mano para ser digna de su confianza. Pero hay que tener en cuenta un detalle. Ahora la Quinta Cohorte se queda sin centuriona, así que...
La Quinta Cohorte completa empezó a cantar al unísono:
—¡LAVINIA! ¡LAVINIA!
—¿Qué?—la cara de Lavinia se puso más rosa que su pelo—. Oh no. ¡Lo mío no es mandar!
—¡LAVINIA! ¡LAVINIA!
—¿Es una broma? Chicos, yo...
—¡Lavinia Asimov!—dijo Hazel—. La Quinta Cohorte me leyó el pensamiento. Como primera medida en el cargo de pretora, por tu heroísmo sin igual en la batalla de la bahía de San Francisco, te asciendo por la presente a centuriona... a menos que mi compañero pretor tenga alguna objeción.
—Ninguna—dijo Frank.
—¡Entonces adelántate, Lavinia!
La chica se acercó a la tribuna acompañada de más aplausos y silbidos, recibió la nueva insignia de su cargo. Abrazó a Frank y a Hazel, y aunque no era el protocolo militar habitual, a nadie pareció importarle.
—Gracias, chicos—anunció Lavinia—. Bueno, Quinta Cohorte, primero vamos a prender tap. Luego...
—Gracias, centuriona—dijo Hazel—. Puedes sentarte.
—¿Qué? No bromeo...
—¡Siguiente orden del día!—terció Frank, mientras Lavinia volvía dando saltos malhumoradamente (si eso es posible) a su asiento—. Somos conscientes de que la legión necesita tiempo para curarse. Hay mucho que hacer. Este verano nos dedicaremos a reconstruir. Hablaremos con Lupa de la necesidad de captar más reclutas lo antes posible, así que volveremos de esta batalla más fuertes que nunca. Pero de momento la batalla está ganada, y tenemos que honrar a dos personas que lo han hecho posible: ¡Diana, la antigua diosa de la caza, y Percy Jackson, nuestro antiguo pretor!
La multitud aplaudió tan fuerte que fue incapaz de oír lo que Percy me dijo inclinándose levemente hacia mí.
Cuando nos levantamos para aceptar el agradecimiento de la legión, me sentí incómoda. Sólo quería sentarme y taparme la cabeza con una toga. Yo había hecho muy poco en comparación con Hazel o Reyna o Frank, por no hablar de todos los que habían muerto: Jason, Dakota, Don, Jacob, la sibila, Harpócrates... y docenas más.
Frank levantó la mano para pedir silencio.
—Bueno, sé que a los dos los espera por delante otra larga y difícil misión. Todavía hay un emperador que necesita que le partan el podex.
Mientras la multitud reía, deseé que nuestro próximo cometido fuera tan fácil como Frank lo pintaba. El podex de Nerón, sí... pero también quedaba el asuntito de Pitón, la vieja enemiga mortal de mi hermano, que actualmente vivía como okupa en el antiguo santuario de Delfos.
—Y tengo entendido—continuó Frank— que partirán pronto del campamento.
Miré a Percy y ambos asentimos con la cabeza, nos iríamos a la mañana siguiente, más tardar.
—Además—intervino Hazel—, me imagino que los dos piensan visitar a Ella y Tyson al amanecer y pedirles ayuda profética para la siguiente fase de su misión.
Asentimos con la cabeza.
—Pero esta noche—dijo Frank— queremos honrar lo que han hecho por este campamento. Sin su ayuda, puede que el Campamento Júpiter no siguiera aquí. Así que nos gustaría ofrecerles estos regalos.
El senador Larry vino por el pasillo desde el fondo de la sala con una gran maleta deportiva. Llegó a la tribuna y dejó la maleta. Sacó el primer regalo y me lo ofreció con una sonrisa.
—¡Es un nuevo arco!
Larry debería haber sido presentador de concursos.
"Que bien. Necesito un nuevo arco", fue lo primero que pensé.
Entonces miré más detenidamente el arma que tenía entre las manos, abrí los ojos desmesuradamente.
Una obra maestra de roble dorado, con unas vides talladas que destellaban a la luz como si estuvieran ardiendo. Su curva tirante irradiaba poder. La cuerda estaba tejida con bronce celestial y... ¿esos eran hilos del telar de las larvas? ¿De donde habían salido? Y lo mejor, el arco no pesaba casi nada.
—Esto, este arco es de...—las palabras de mi hermano resonaron en mi cabeza "Y recuerda, tienes permiso de usar mi arco"—... gracias, Apolo—murmuré en voz baja.
Levante el arma, un potente brillo blanco baño la sala, y cuando recuperé la visión, el color del arco había pasado del dorado al plateado.
—Increíble—murmuró Percy.
—Ha estado en el cuarto de los tesoros del principia durante siglos—explicó Frank—. Nadie puede manejarlo. Pesa demasiado para tensarlo. Créeme, yo lo habría hecho si hubiera podido. Fue originalmente un regalo de Apolo a la legión, pensamos que seguramente el querría que lo tuvieras. Ahora que has recuperado la fuerza divina, pensamos que podrías darle buen uso.
No sabía que decir. Tensé la cuerda sin ningún problema. O mi fuerza era más divina de lo que creía, o el arco sabía que Apolo me lo había prestado. Oh, sí. Podría hacer mucho daño con esa preciosidad.
—Gracias—dije.
Frank sonrió.
—Siento que no tengamos ningún cuchillo de fuego de repuesto.
—Pero—dijo Hazel—. Me parece que Tyson tiene algo para Percy.
El joven cíclope vino hacia nosotros saltando animadamente.
—¡Sí, sí, sí!—dijo él.
Sacó un pequeño saco de cuero de su bolsillo y se lo tendió a Percy.
—¿Es lo que creo que es?—abrió el saquito y extrajo un reloj bastante chulo.
—¡Es un reloj de muñeca!—exclamó emocionado Tyson.
Percy se quedó como esperando que Tyson agregara algo más por cosa de medio minuto, pero el cíclope sólo se quedó callado mirando con emoción.
—Oh, jeje—Percy se colocó el reloj en el brazo izquierdo—. Bastante cómodo...
Tyson se echó a reír con ganas.
—Dioses, te lo creíste—dijo—. ¡Es un reloj escudo!
Percy se quedó atónito por un segundo.
—Tú solo... ¿acabas de hacerme una broma?
—¡Sí! ¡Y caíste, hermano!
Percy presionó su reloj y éste se extendió hasta convertirse en un gran escudo griego, la parte de atrás estaba forrada en cuero y contenía diversas imágenes de las aventuras del semidiós y el cíclope.
—Tyson... ¡es increíble!
El cíclope aplaudió con emoción.
—Y lo mejor de todo, has esto con los dedos—flexiono dos dedos de la mano y extendió los otros tres, formando un tridente con los dedos.
Percy imito el gesto... no pasó nada.
—Con la mano del escudo—especificó Tyson.
Entonces funcionó, por unos segundos, el escudo de cubrió de una extraña energía azul por unos momentos antes de desaparecer.
—¡Lo hice con magia!—dijo emocionado Tyson—. Detiene totalmente el movimiento de lo que lo impacte por unos segundos si el mecanismo está activo, puedes usarlo para atrapar las armas de tus enemigos.
Para hacer la demostración golpeó levemente la superficie de metal con una herramienta que sacó de otro saco de cuero. Al soltar lo que me pareció un desarmador, la herramienta se quedó pegada completamente quieta en el escudo por unos segundos antes de caer al suelo.
—Increíble...—Percy le dio un fuerte abrazo a Tyson—. Gracias, hermano.
—¡Bueno, pues!—dijo Frank—. Sé que ya comimos en el funeral, pero tenemos que celebrar los ascensos de Hazel y Lavinia, desearle a Reyna lo mejor en sus nuevas aventuras, y despedirnos de Diana y Percy. ¡Y, cómo no, tenemos un pastel de cumpleaños para Diana! ¡Fiesta en el comedor!
...
Los romanos siempre supieron hacer fiestas increíbles, ni con los siglos que han pasado perdieron el toque.
Estaba agotada cuando llegué a la habitación de invitados en el café de Bombilo.
Entonces recibí otra pequeña sorpresa.
Percy entro poco después de mí sosteniendo un par de conos de helado, no sabía de donde los había sacado, pero eso llamó mi atención inmediatamente (¿Mencioné que tengo una debilidad por el helado?)
Me ofreció uno de los conos.
—Sé que no es mucho—dijo—. Y que no es realmente tu cumpleaños. Pero me acordé de cuando cumplí dieciséis y me olvide por completo de eso porque... ya sabes, Crono destruyendo el Olimpo y esas cosas. Y pensé, en buscar por la Nueva Roma una buena heladería para darte algo.
Le sonreí, puede que se me escapara una pequeña lagrimita.
—Gracias...—atiné a decir.
Percy sentó a mí lado.
—Diecisiete años, D. Es todo un logro.
—¿Sí sabes que técnicamente tengo mil ciento trece años, verdad?
Percy se rio.
—Lo sé, pero legalmente tienes diecisiete.
Respiré profundamente.
—Sabes... aunque creo que Apolo hubiera aprendido muchas más cosas de estar en mi lugar... no me arrepiento de haber venido yo, he obtenido amigos, aprendido bastantes cosas, y... pues te tengo a ti.
El se inclinó hacia mí y me besó, cosa que recibí gustosa.
—Feliz cumpleaños, D.
...
Bien, esto me lleva a hacerles una pregunta:
¿Quieren que mantenga a Diana como protagonista hasta que lleguen de nuevo a la zona griega? ¿O prefieren que ya lleve tiempo como Artemisa para el inicio del siguiente libro?
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