Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Toxinas:


Las sorpresas no tenían fin. La tarjeta magnética funcionó. El ascensor no nos incineró ni nos mató de la caída. Sin embargo, a diferencia del anterior que había tomado, ese sí que tenía música de fondo. Subimos lenta y suavemente, como si Nerón quisiese darnos el tiempo suficiente para disfrutar del trayecto.

A mi lado, Austin toqueteaba las teclas de su saxofón. Parecía preocuparle la banda sonora.

—Ojalá fuese Miles Davis—dijo.

—Pues, no sé quién es, pero te creeré.

Las puertas del ascensor se abrieron. Salimos a un rellano con un mosaico en el suelo urbano de Nueva York en llamas. Saltaba a la vista que Nerón llevaba meses, tal vez años, planeando provocar esa hoguera gigantesca independiente de lo que yo hiciese. Me pareció tan espantoso y tan típico de él que ni siquiera pude enfadarme.

Nos detuvimos justo antes del final del rellano, donde se dividía en una T. Del pasillo de la derecha venían sonidos de muchas voces que conversaban, copas que tintineaban e incluso algunas rosas. En el pasillo de la izquierda no se oía nada.

Austin me hizo un gesto para que esperase. Sacó con cuidado una larga varilla de latón del cuerpo de su saxofón. Tenía todo tipo de accesorios nada convencionales en su instrumento, incluida una bolsa de lengüetas explosivas, limpiadores de agujeros que hacían las veces dr bridas y un estilete para apuñalar monstruos y críticos musicales que no supieran apreciar su arte. La varilla que eligió estaba equipada con un espejito curvo en un extremo. La asomó poco a poco por el pasillo como un periscopio, estudió los reflejos y la retiró.

—Un salón de fiestas a la derecha—susurró—. Está lleno de guardias y hay un montón de personas que parecen invitados. Una biblioteca a la izquierda; parece vacía. Si tienes que llegar a la esquina sudeste, tendrás que atravesar a toda esa gente.

Apreté los puños, dispuesta a hacer lo que fuese necesario.

Del salón de fiestas venía la voz de una joven que anunciaba algo. Me pareció reconocer el tono cortés y asustado de la dríade Areca.

—¡Gracias a todos por su paciencia!—dijo a la multitud—. El emperador está concluyendo unos asuntos en el salón del trono. Y pronto de solucionarán los, ejem, problemillas de los pisos de abajo. Entre tanto, disfruten del pastel y la bebida mientras esperamos a—se le quebró la voz— que empiece la quema.

Los invitados le dedicaron algunos aplausos de cortesía.

Preparé el arco. Quería arremeter contra esa multitud, liberar a Areca, disparar a todos los demás y pisotear su pastel. Sin embargo, Austin me agarró el brazo y me hizo retroceder unos pasos hacia el ascensor.

—Hay demasiados—dijo—. Déjame distraerlos. Atraeré a todos los que pueda a la biblioteca u haré que me persigan. Com suerte, tendrás vía libre para llegar a tu objetivo.

Negué con la cabeza.

—Es demasiado peligroso. No puedo permitir que...

—Eh.—Austin sonrió. Por un momento, atisbé a mi hermano en él; esa expresión que decía "Soy músico. Confía en mí"—. El peligro forma parte de nuestro trabajo. Deja que yo me encargue. Tú quédate atrás hasta que yo los saque. Luego ve a buscar lo que necesitas. Te veré al otro lado.

Antes de que pudiese protestar, Austin corrió al cruce del pasillo y gritó: "¡Eh, idiotas! ¡Van a morir todos!". Luego se llevó la boquilla del saxo a los labios y empezó a tocar a todo volumen.

Esa canción, tocada por un hijo de Apolo, provocó una estampida. Me pegué a la pared del ascensor mientras Austin corría hacia la biblioteca, perseguido por cincuenta o sesenta invitados y germani enojados y chillones. Esperaba que Austin encontrase una segunda salida de la biblioteca, o sería una persecución muy breve.

Me obligue a ponerme en marcha.

Corrí a la derecha y entré en el salón de fiestas.










Austin había despejado el lugar por completo. Hasta Areca parecía haber seguido a la turba desbocada.

Atrás quedaron montones de mesas altas cubiertas con manteles, espolvoreadas con purpurina y pétalos de rosa, y decoradas con esculturas de centro hechas con madera de balsa que representaban Manhattan envuelto en llamas pintadas. Me pareció excesivo hasta para Nerón. El bufé estaba lleno de todo aperitivo imaginable, más un pastel de motivo flamígero rojo y amarillo con varías capas. En la pared del fondo, una pancarta rezaba: ¡FELIZ HOGUERA!

En la otra pared, unas ventanas de cristal (sin duda equipadas con abundante material aislante) dominaban la ciudad y ofrecían una preciosa vista de la tormenta de fuego prometida, que ahora—alabados fuesen los troglos y sus espléndidos sombreros—no tendría lugar.

En un rincón había un pequeño escenario con un micrófono y una seria de instrumentos: una guitarra, una lira y un violín. Oh, Nerón. En un alarde enfermizo, pretendía tocar música mientras Nueva York ardía. Seguro que sus invitados habrían reído y aplaudido cortésmente mientras la ciudad explotaba y millones de ciudadanos pacerían. ¿Y quiénes eran esos invitados? ¿Los compañeros de golf multimillonarios del emperador? ¿Semidioses adultos que habían sido reclutados para su imperio posapocalíptico? Quienquiera que fuesen, esperaba que Austin los llevase derechos a una turba de accionistas trogloditas enojados.

Fue una suerte que no hubiese nadie en la sala. Habrían tenido que hacer frente a mi ira. Aún así, disparé una flecha contra el pastel, aunque la experiencia no me dejó muy satisfecha.

Atravesé el salón andando resueltamente y luego, impaciente ante el tamaño del lugar, empecé a correr. En el otro extremo, crucé una puerta abriéndola de una patada, con el arco en ristre, pero solo encontré otro pasillo vacío.

Sin embargo, reconocía esa zona por mis sueños. Por fin había llegado al área habitable de la familia imperial. ¿Dónde estaban los guardias? ¿Y los criados? Me daba igual. Más adelante debía de estar la puerta de la habitación de Meg. Corrí.

—¡Meg!—Encontré la habitación marcada con su nombre y entre sin dudarlo.

No había nadie.

La cama estaba perfectamente hecha, habían ventanales desde el suelo hasta el techo que daban al centro hasta el río Hudson. La habitación olía a friega suelos con aroma a pino, de modo que el rastro de Meg había sido eliminado. Sentí que había fallado.

—¡Hola!—dijo una vocesilla a mi izquierda.

Disparé una flecha a la mesa de noche, y de la pantalla de una computadora portátil en la que aparecía la cara de Nerón en plena videollamada se agrietó.

—Oh, no—dijo secamente, con su imagen ahora fracturada y pixelada—. Me has dado.

La imagen se meneó, demasiado grande y descentrada, como si él mismo sujetase el teléfono y no estuviera acostumbrado a usar la cámara. Me preguntaba si el emperador tenía que preocuparse por si los móviles no funcionaban, como les ocurría a los semidioses, o si el teléfono trasmitirá su posición a los monstruos. Entonces me di cuenta de que no había monstruo peor que Nerón en un radio de ochocientos kilómetros.

Bajé el arco. Tuve que aflojar la mandíbula para hablar.

—¿Dónde está Meg?

—Oh, está perfectamente. Está conmigo en el salón del trono. Me imaginaba que tarde o temprano acabarías delante de ese monitor y así poder hablar de tu situación.

—¿Mi situación! Estas asediado. Hemos arruinado tu fiesta incendiaria. Tú y tus ejércitos están siendo aplastados. Voy por ti, y como se te ocurra tocarle a Meg un diamante falso de las gafas, te mataré.

Nerón rió tranquilamente, como si no le preocupase nada en el mundo. No capté la primera parte de su respuesta, porque mi atención se desvió a un movimiento rápido en el pasillo. Criii-Bling, director general de los trogloditas, apareció en la puerta de la habitación de Meg sonriendo de júbilo, con un atuendo colonial y varias nuevas adquisiciones en materia de prendas para la cabeza sobre su tricornio.

Antes de que Criii-Bling pudiese decir algo que delatase su presencia, le hice un sutil gesto con la cabeza para advertirle de que no se moviese y se mantuviera fuera del alcance de la cámara del portátil. No quería dar a Nerón más información sobre nuestros aliados de la necesaria.

Era imposible descifrar los ojos de Criii-Bling tras sus gafas de protección oscuras, pero era un troglo listo, pareció que comprendía.

—... una situación totalmente distinta—estaba diciendo Nerón—. ¿Has oído hablar del gas sasánida, Artemisa?

No tenía ni idea de lo que era, pero a Criii-Bling por poco le saltaron los zapatos con hebilla de los pies. Frunció los labios en una mueca de disgusto.

—Muy ingenioso, la verdad—continuó Nerón—. Los persas lo utilizaron contra nuestras tropas en Siria. Azufre, betún y unos cuantos ingredientes secretos más. Terriblemente venenoso, provoca una muerte insoportable y es muy efectivo sobre todo en espacios cerrados como túneles... o edificios.

Un escalofrío me recorrió la columna.

—Nerón. No.

—Oh, yo creo que sí—replicó él, en tono aún afable—. Me has arrebatado la oportunidad de incendiar la ciudad, pero no pensarás que era mi único plan, ¿verdad? El sistema auxiliar sigue intacto. ¡Me has hecho un favor reuniendo a todo el campamento griego en un sitio! Ahora, con solo pulsar un botón, todo lo que esté por debajo del piso del salón del trono...

—¡Abajo también hay gente tuya!—grité, temblando de furia.

La expresión distorsionada de Nerón parecía de dolor.

—Sí, es una lástima. Pero tú me has obligado a hacerlo. Por lo menos mi querida Meg está aquí y otros de mis favoritos. Sobreviviremos. Lo que tú no pareces entender, Artemisa, es que no puedes destruir cuentas corrientes con un arco y unas flechas. Todos mis bienes, todo el poder que he acumulado a lo largo de los siglos, está a salvo. Y Pitón sigue esperando a que le entregue tu cadáver. De modo que hagamos un trato. Retrasaré la liberación de la sorpresa sasánida durante... digamos, quince minutos. Eso debería bastarte para llegar al salón del trono. Te dejaré entrar a ti y solo a ti.

—¿Y Meg?

Nerón se quedó desconcertado.

—Ya te he dicho que Meg está bien. Yo jamás le haría daño.

—Tú...—Me atraganté de la rabia—. Tú no has hecho otra cosa que hacerle daño.

Él puso los ojos en blanco.

—Sube y hablaremos. Incluso...—Hizo una pausa como si se le acabase de ocurrir algo—. ¡Incluso dejaré que Meg decida qué hacer contigo! Es más que justo. La otra opción es que libere el gas ahora, y luego baje a recoger tu cadáver cuando me venga bien, con los de tus amigos...

—¡No!—Traté de dominar la desesperación en mi tono—. No, ya subo.

—Magnífico.—Nerón me dedicó una sonrisa de suficiencia—. Tachán.

La pantalla de oscureció.

Me volví hacia Criii-Bling. Él me miró a su vez con expresión seria.

—El gas sasánida es muy...GRRR... malo—dijo—. Ya veo por qué la Sacerdotisa Roja me ha mandado aquí.

—¿La Sacerdotisa...? ¿Te refieres a Rachel? ¿Ella te dijo que me buscases?

Criii-Bling asintió con la cabeza.

—Ella ve cosas, como tú dijiste. El futuro. Los peores enemigos. Los mejores sombreros. Me dijo que viniese a este sitio.

Su vos expresaba tal grado de reverencia que hacía pensar que Rachel Elizabet Dare recibiría sopa de escinco gratis el resto de su vida.

El director general de los trogloditas miró con expresión ceñuda el monitor agrietado y oscuro del portátil.

—¿Es posible que Ne-JJJ-o se está marcando un farol con lo del gas?

—No—repuse amargamente—. Nerón no se marca faroles. Le gusta alardear y luego cumplir sus amenazas. Soltará ese gas en cuanto me tenga en el salón del trono.

—Quince minutos—dijo Criii-Bling pensativo—. No es mucho tiempo. Intenta entretenerlo. Yo reuniré a los troglos. ¡Desactivaremos ese gas, o te veré en el infracielo!

—Pero...

Criii-Bling se esfumó en una nube de polvo y pelo de toro.

Traté de estabilizar mi respiración. Los trogloditas no nos habían abandonado en la ocasión anterior, cuando yo creía que lo harían. Aún así, ahora no estábamos bajo tierra. Nerón no me habría informado de su sistema de distribución de gas venenoso si fuese fácil de encontrar o desactivar. Si podía fumigar un rascacielos entero con solo apretar un botón, no sabía como a los troglos les daría tiempo a detenerlo, ni a poner a salvo a nuestras fuerzas sacándolas del edificio. Y cuando me enfrentase al emperador, no tenía ninguna posibilidad de vencerlo... a menos que Lu hubiese conseguido quitarle los fasces al leontocéfalo, y esa misión también parecía imposible.

Por otra parte, no me quedaba más remedio que tener esperanza. Tenía un papel que desempeñar. Entretener a Nerón. Encontrar a Meg.

Salí resueltamente de la habitación.

Quince minutos. Entonces acabaría con Nerón, o él acabaría conmigo.

...

Bueno, como les dije, ya vi Spiderman no way home, y como les prometí, no les haré ningún spoiler.

Lo que sí les diré es que es una buena película, hubieron un par de giros que no me esperaba y es bastante espectacular en varios momentos, pero Marvel ya nos tiene acostumbrados a secuencias espectaculares, así que no es muy sorprendente.

No creo que sea la mejor película de Spiderman. Spiderman 2 sigue teniendo ese título. 

Y sí, la película tiene mucho humor estupido de Marvel, en algunos momentos me pareció bien puesto, ya que desde siempre Spiderman es un personaje cómico y bromista. Pero hubieron algunos momentos en los que pensé: "mierda, eso estuvo de más" o "¿y eso cómo para que"

Recomiendo muchísimo la película, la verdad, no creo que sea una obra maestra, pero sí me parece una buena obra. En especial si eres como yo y te la pasas diciendo "esa escena fue sacada del cómic tal" o "esa escena es de tal meme" o "las placas de ese auto son el número de cómic  en el que salió tal personaje"

La verdad es que, la película no decepciona, pero vela como lo que es, una película de Spiderman y de Marvel, no esperes encontrar diamantes en la mina de carbón. Supongo que voy a citar una frase que se repite mucho en la película: "Si nunca esperas nada, nunca acabas decepcionado" 

Y, finalmente les digo, sí ya la vieron, o ya se spoilearon por internet, no le arruinen la sorpresa a nadie. Como dije, hay cosas que eran predecibles, y otras que sí me tomaron por sorpresa, así que respeten y no arruinen la experiencia a otros.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro