¿Quién no quiere matarnos?:
Ojalá hubiésemos podido tener una conversación normal en la mesa, pero todo tenía que girar en torno a quien quería matarnos.
No quería quitarle el apetito a nadie, sobre todo porque la sabrosa lasaña de la receta familiar de Paul me estaba haciendo babear como Estelle, pero Percy y yo empezamos a turnarnos para para contar todo lo que habíamos vivido desde que nos fuimos hacia seis meses, con la excepción de las trágicas muertes, y censurando y suavizando varias partes bastante brutales, o incómodas.
Definitivamente Sally notaba que nos estábamos guardando cosas, pero no nos presionó para que habláramos sobre ello.
Y no, tampoco hablamos sobre nuestra relación, eso se mantenía en secreto por el momento.
Relatamos nuestras batallas contra Cómodo y Calígula. Explicamos cómo habíamos liberado a cuatro antiguos oráculos y habíamos vuelto a Nueva York para enfrentarnos al último y más poderoso de los emperadores, Nerón. Paul y Sally escucharon atentamente, interrumpiéndonos solo para expresar preocupación o empatía.
Después, Meg habló sobre lo que había vivido desde que nos separamos en Palm Springs, su "reunión familiar" con Nerón y su misión para capturarnos, que utilizó como tapadera para ayudarnos.
—Entonces Nerón los está buscando—dijo Paul al final—. El Nerón original. Un emperador romano ha instalado su guarida del mal en un rascacielos del centro.
Se recostó y puso las manos en la mesa, como si tratase de digerir las noticias además de la comida.
—Creo que no es lo más raro que he oído en mi vida. Y ahora, ¿qué tienen que hacer? ¿Vencerlo en combate? ¿Otra batalla de Manhattan?
Percy se estremeció.
—No, gracias. La primera ya fue lo suficiente mala.
Asentí con la cabeza.
—Y la batalla contra Cómodo y Calígula fue... muy dura para el Campamento Júpiter. Si le pidiésemos al Campamento Mestizo que atacase la base de Nerón...
—No.—Luguselva mojó su pan de ajo en el aliño de su ensalada—. Un ataque a gran escala sería un un suicidio. Nerón cuanta con ello. Lo espera. Está dispuesto a causar enormes daños colaterales.
En el exterior, la lluvia azotaba las ventanas. Un trueno retumbó como si Zeus me advirtiese que no me acostumbrara demasiado a esa comodidad.
Luguselva tenía razón. Nerón disfrutaría de un enfrentamiento, a pesar de lo que le había sucedido a sus compadres en el Area de la Bahía, o puede que por eso mismo. Me daba miedo preguntar a Luguselva a qué se refería con "enormes daños colaterales"
Una guerra sin cuartel contra Nerón sería otra batalla de Manhattan. Cuando el ejército Crono había asaltado el Empire State Bulding, entrada del Monte Olimpo, el titán Morfeo había hecho dormir a todos los mortales de Nueva York. Los daños que había sufrido la ciudad, y su población humana, habían sido insignificantes.
Nerón no actuaba de esa forma. A él le gustaba el dramatismo. Él acogería con entusiasmo el caos, las multitudes gritando, las incontables muertes de civiles. Se trataba de un hombre que quemaba viva a la gente para iluminar sus fiestas de jardín.
—Tiene que haber otra forma—decidí—. No pienso arrastrar a más inocentes a mi guerra.
Sally Jackson se cruzó de brazos. A pesar de los serios asuntos que estábamos debatiendo, sonrió.
—Has crecido.
Me quede en silencio, aturdida, por un momento.
Ella extendió los brazos por encima de la mesa y me apretó la mano.
—La ultima vez que estuviste aquí estabas muy perdida. Eras muy... bueno, si me permites decirlo, agresiva y estabas a la defensiva todo el tiempo. Además de que no parecía importante demasiado a quien o que te llevabas contigo...
Me sentí apenada, ella tenía razón, desde luego. Había llegado a esa casa hacía seis meses en busca de Percy, necesitaba ayuda y solo podía haber confiado lo suficiente en él, pero cuando pensé en eso, jamás se me pasó por la cabeza el pensar en sí el , querría, podría, o siquiera debería ayudarme.
—Yo... perdón por eso...—me disculpé.
Sally negó con la cabeza.
—Pero veo que salió bien, Percy... no es el mismo chico deprimido que cuando se fue, volvió a ser él, tengo que agradecerte por eso.
Sonreí levemente.
—No hay problema... gracias a usted.
Ella asintió con la cabeza.
—¿En qué podemos ayudar nosotros?
Luguselva sorbió ruidosamente la laña que le quedaba en el plato.
—Habéis hecho más que suficiente, Madre Jackson y Padre Blofis. Debemos irnos.
Meg echó un vistazo por la ventana a la tormenta y luego al pan de ajo que quedaba en la cesta.
—¿No podríamos quedarnos hasta mañana?
—Buena idea—coincidió Paul—. Tenemos espacio de sobra. Si los hombres de Nerón andan ahí afuera buscándolos en la oscuridad y con el diluvio que está cayendo... ¿no prefieren que ellos siguieran ahí mientras ustedes están aquí, calentitos y a gusto?
Luguselva pareció considerarlo. Soltó un eructo largo y profundo, que en su cultura debía de ser una señal de agradecimientos o una señal de que tenía gases.
—Hablas con sensatez, Padre Blofis. Tu lasaña está rica. Muy bien. Supongo que de todas formas las cámaras nos verán mejor por la mañana.
—¿Cámaras?—me levanté—. ¿Te refieres a las cámaras de vigilancia de Nerón? Creía que no nos interesaba ser vistos.
Luguselva se encogió de hombros.
—Tengo un plan.
—¿Un plan como el del tren? Porque...
—Escúchame bien, pequeña Artemisa...
—Alto—ordenó Paul. Empleó un tono sereno pero firme que me permitió imaginarme cómo ese hombre bueno y amable podía controlar una clase—. No discutamos. Despertaremos a Estelle. Debería haberles preguntado antes, pero esto...—Nos miró alternativamente a Meg, Percy, Luguselva y a mí—. ¿De qué se conocen exactamente?
—Luguselva nos tomó de rehenes en un tren—dije.
—Luchamos a muerte en un tren—dijo Percy.
—Yo os salvé de ser capturados en un tren—nos corrigió Luguselva.
—Lu es mi tutora—intervino Meg.
Eso captó la atención de todos.
Sally arqueó las cejas. A Luguselva se le pusieron las orejas de un rojo encendido.
Paul mantuvo el rostro en modo profe. Me lo imaginé pidiendo a Meg que desarrollase lo que acababa de decir y que pusiese tres ejemplos en un párrafo bien argumentado.
—¿Tutora en que sentido, Meg?—preguntó.
Luguselva miró a la niña. Los ojos de la gala adoptaron una extraña mirada de dolor mientras esperaba que Meg describiese su relación.
Meg apartó el tenedor de su plato.
—Legalmente. Si necesito que alguien firme cosas. O que me recoja en la comisaría o... lo que sea.
Cuanto más pensaba en ello, menos absurdo me parecía. Nerón no se molestaría con los tecnicismos de la paternidad. ¿Firmar una autorización? ¿Llevar a Meg al médico? No, gracias. Él delegaría esas cosas. ¿Y el estatus legal? A Nerón le daba igual la tutela oficial. A su modo de ver, él era el dueño de Meg.
—Lu me enseñó a manejar las espadas—Meg se retorció bajo su nuevo vestido rosa—. Me enseñó... bueno, casi todo. Cuando yo vivía en el palacio, en la torre de Nerón, Lü intentaba ayudarme. Ella era... Ella era la más simpática.
Observé a la gala gigante con su camisa del Hipermercado de Electrónica y su toalla de baño a modo de falda escocesa. Se me ocurrían muchas formas de describirla, pero "simpática" no era la primera que me venía a la mente.
Sin embargo, me la imaginaba más simpática que Nerón. Claro que el listón estaba muy bajo. Y me imaginaba a Nerón utilizando a Lu como su apoderada: ofreciéndole a Meg otra figura de autoridad a la que admirar, una guerrera. Después de tratar con Nerón y su terrible personalidad alternativa, la Bestia, Meg vería a Lu como un consuelo.
—Tú eras la poli buena—deduje.
A Lu se le hincharon las venas contra el torque dorado.
—Llamé como te dé la gana. No hice lo suficiente por mi Retoño, pero hice lo que pude. Ella y yo entrenamos juntas durante años.
—¿Retoño?—preguntó Paul—. Ah, claro. Porque Meg es hija de Deméter.— Mantuvo una expresión seria, pero le brillaron los ojos, como si le costase creer la suerte que tenía de estar manteniendo esa conversación.
Yo no me sentía tan afortunada. Tenía agarrado el tenedor tan fuerte que me temblaba el puño. El gesto podría haber resultado amenazante si el cubierto no hubiese tenido clavado en los dientes un tomate cherry.
—Eras la tutora legal de Meg.— Lancé una mirada asesina a Lu—. Podrías haberla sacado de esa torre. Podrías haberlo trasladado. Haber escapado con ella. Pero te quedaste. Durante años.
—Artemisa...—me advirtió Meg.
—No, ella tiene razón. — La mirada de Lu abrió un agujero en la cacerola—. Le debía la vida a Nerón. En la antigüedad me perdonó cuando... Bueno, ya no importa, pero el caso es que le serví durante siglos. He hecho muchas cosas difíciles para él. Entonces apareció el retoño. Hice todo lo que estuvo en mi mano, pero no fue suficiente. Meg huyó con ustedes. Creí que ya se había salvado... pero volvió, y supe que si volvía a huir y Nerón la atrapaba no sería tan indulgente por segunda vez. La única forma de sacar a Meg de esa torre permanentemente es acabar con el problema de raíz, y cuando ella me contó su plan... decidí que tenía que ayudarlos.
—Obedeciste a tu conciencia—dijo Sally.
Dejé el tenedor con el tomatito pinchado. Era el mejor gesto de paz que podía ofrecer.
—¿Podemos confiar en ti?—le pregunté.
—Créeme o no me creas, da igual. Pero si no colaboramos, si no me haces caso, Nerón ganará. Destruirá todo esto.
Señaló alrededor de la sala. Ya se refiriese al mundo o a Manhattan o al piso de los Jackson/Blofis, cualquiera de esas posibilidades era inaceptable.
—Yo te creo—anunció Sally.
Parecía ridículo que a una enorme guerrera como Lu le importarse la aprobación de Sally, pero la gala se mostró sinceramente aliviada. Sus músculos faciales se relajaron. Los alargados tatuajes celtas de sus brazos recuperaron la forma de círculos concéntricos.
—Gracias, Madre Jackson.
—Yo también te creo.— Meg me miró.
Me volví hacia Percy.
—He sido traicionado por muchos amigos—dijo—. Pero también he sido ayudado por antiguos enemigos, semidioses, gigantes y titanes. Confío en Lu.
Respiré profundamente.
—Entonces también confiaré—decidí—. Muy bien, Luguselva. Cuéntanos tu plan.
Paul y Sally se inclinaron listos para recibir órdenes de movilización.
Lu negó con la cabeza.
—Vosotros no, mis buenos anfitriones. No me cabe duda de que sois fuertes y valientes, pero me aseguraré de que esta familia no sufra ningún daño.
Percy asintió con la cabeza.
—Y en eso estamos más que de acuerdo. Mañana nos iremos. A lo mejor después de un buen desayuno, tal vez de color azul, si no es un problema...
Sally sonrió, aunque había cierta decepción en su mirada, como si hubiese deseado romper la crisma a unos cuantos romanos malvados.
—De todas formas quiero oír el plan. ¿Qué van a hacer?
—Es mejor no revelar muchos detalles—dijo Lu. Pero hay una entrada secreta a la torre de Nerón: por debajo. Es la entrada por la que accede Nerón para visitar... al reptil.
Se me revolvió el estómago, "El reptil" alias Pitón, la enemiga acérrima de mi hermano y jefe final de mi travesía, suponiendo que llegara tan lejos.
—Me parece una entrada terrible—observé.
—No es maravillosa—convino Lu.
—Pero podemos usarla para colarnos—aventuré—. Y sorprender a Nerón.
Lu resopló.
—Nada es tan sencillo. La entrada es secreta, pero está muy bien protegida y vigilada constantemente. Si intentaseis colaros, os atraparían.
—Eso no suena a un plan—murmuró Percy.
Lu se tomó un instante para armarse de paciencia. Conocía aquella mirada. A menudo solía lanzársela a Apolo.
—La entrada no es para vosotros—explicó—. Pero se podrá usar para introducir a escondidas a un pequeño grupo de semidioses, si fuesen lo suficientemente valientes y lo bastante diestros para orientarse bajo tierra.
"El hijo de Hades", pensé, mientras recordaba los versos que la anfisbena le había dicho a Percy, "amigo de los que cuevas hienden, / debe llevar al trono por un sendero arcano"
Lo único más perturbador que no entender una profecía era empezar a entenderla.
—Entonces los capturarían—dije.
—No necesariamente—repuso Lu—. Si Nerón estuviese lo bastante distraído.
Tuve la sensación de que no me iba a gustar la respuesta a mi siguiente pregunta.
—¿Distraído con qué?
—Con tu rendición—dijo Lu.
Esperé. Lu no parecía aficionada a las bromas, pero habría sido un buen momento para que se hubiera echado a reír y a gritar: "¡TE LO HAS CREÍDO!"
—No lo dices en serio, ¿verdad?
—Estoy con Artemisa—terció Sally—. Si Nerón quiere matarla, ¿por qué iba Artemisa a...?
—Es la única forma.—Lu respiró hondo—. Escuchad, sé cómo piensa Nerón. Cuando Meg y yo volvamos con él y le diga que los dos habéis escapado, lanzará un ultimátum.
Paul frunció el entrecejo.
—¿A quién?
—Al Campamento Mestizo—contestó Lu—. A cualquier semidiós y cualquier aliado que esté dando asilo a Artemisa. Las condiciones de Nerón serán muy simples: Artemisa y Percy se entregarán en un plazo determinado, o Nerón destruirá Nueva York.
Me dieron ganas de reír. Parecía imposible, ridículo. Entonces me acordé de los yates de Calígula en la bahía de San Francisco y de la descarga de proyectiles de fuego griego que habrían destruido la bahía Este entera si Lavinia Asimov no Los hubiese saboteado. Nerón contaría como mínimo con los mismos recursos a su disposición, y Manhattan era un objetivo mucha más poblado.
¿Incendiaria su propia ciudad, con si torre palaciega en medio?
"Qué pregunta más estupida, Artemisa. Nerón ya lo había hecho antes. Pregúntale a Roma" dijo Diana en mi cabeza.
¿Una no puede librarse de su segunda personalidad por más de un par de horas?
—Entonces nos has rescatado—dije— solo para decirnos que debemos entregarnos a Nerón. Ese es tu plan.
—Nerón debe de creer que ha ganado—explicó Lu—. Cuando vosotros dos estéis en sus garras, bajará la guardia. Vuestro equipo de semidioses podría tener entonces una oportunidad de infiltrarse en la torre por debajo.
Percy pidió tiempo con un gesto de las manos.
—Entonces, si algo llega a salir remotamente Nerón solo... ¿destruirá la ciudad?
Miró a sus padres, como preguntándoles silenciosamente si no querían tomarse una pequeñas vacaciones fuera de la ciudad.
—No sería buena idea que intenten huir—dijo Luguselva con seriedad—. Nerón los tiene ubicados, sabe que son los padres de Percy, no ha ido por ustedes ni vendrá porque sabe que toda la ciudad está en la palma de su mano. De querer destruirla lo hará con ustedes adentro. No necesita perder el tiempo en capturarlos, pero también controla las entradas y salidas de la ciudad. Si los descubre tratando de huir....—negó con la cabeza.
—Nos tiene atrapados sin siquiera acercarse—dijo Paul.
Lu asintio.
La mirada de Percy se tornó más seria y decidía a acabar con el emperador.
—Entonces nos capturan—dijo—. ¿Qué sigue?
—Los mantendrán vivos, aunque sea un tiempo. Nerón y El reptil tienen planes para Artemisa.
Me imaginaba la clase de planes que Nerón y Pitón me tendían reservados. Ninguno de ellos incluía lasaña para cenar.
—Meg y yo seremos su apoyo—dijo Lu—. Nos mantendremos infiltradas. Cuando vuestros amigos estén en el sitio, podremos liberarlos a los dos. Y entonces, juntos, podremos acabar con el emperador.
—Un momento—intervine—. Meg ya le falló una vez, si vuelven con el rabo entre las patas y le informan a Nerón que hemos escapado. ¿Por qué iba a creerse eso? ¿Por qué no va a sospechar que se han vuelto contra él.
—También tengo un plan para eso—respondió Lu—. Tienes que tirarme de un edificio.
...
Bueno, tuve un problema a la hora de escribir esto.
Y es que cada vez que quiero escribir "Lu" el autocorrector me quiere poner "Lü Bu" creo que si corregí ese error, pero si de repente El General Volador es la tutora legal de Meg, ya saben porque.
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