Pruebas
La Estación de Paso se veía muy distinta en verano.
El huerto de la azotea de Emmie estaba lleno a rebosar de tomates, guisantes, coles y sandías. El gran salón estaba lleno a rebosar de viejos amigos. Empezando por mis cazadoras, quienes estaban allí después de haber recibido una buena paliza en su más reciente excursión para atrapar a la zorra teumesia.
Aún así, estaba muy feliz de verlas. Las abracé y lloré con cada una de ellas, dedicando varios minutos para todas, sin olvidarme de ninguna.
—Esa zorra es imposible de cazar—dijo Reyna Ávila Ramírez-Arellano, frotándose el cuello magullado—. Nos llevó directas a una guarida de hombres lobo, la muy gamberra.
—Uf—convino Thalia Grace, sacándose un diente de hombre lobo de la coraza de cuero—. La ZT siempre destrucción a donde va. Peoria está prácticamente en ruinas.
Me reí.
—La zorra teumesia es imposible de cazar, no de matar—les dije—. Esta noche les contaré las estrategias que he desarrollado para cazarla sin cazarla.
Reyna suspiró.
—Sí, nos sería de mucha ayuda.
Le sonreí.
—Y, dime ¿Te arrepientes de haber decidido alistarte?—le pregunté.
Ella me sonrió de regreso.
—Ni por un momento. ¡Es muy divertido!
Thalia le dio un puñetazo en el hombro.
—Esta de aquí es una gran cazadora. Sabía que lo sería.
Emmie las llamó desde la cocina para que echasen una mano con la cena, porque las zanahorias no iban a picarse solas. Las dos amigas se fueron juntas riendo y compartiendo anécdotas. Me alegro el corazón verlas tan contentas, aunque lo que entendiesen por diversión fuese una imposible caza del zorro que arrasaba grandes zonas del Medio Oeste.
Jo estaba enseñando a Georgiana, hija de ellas (y es posible que también de Apolo), a forjar armas en la fragua.
Por otro lado, el espadachín Litierses parecía estar adaptándose bien. Estaba supervisando un "programa de visitas de elefantes" con Livia, la huésped de la Estación de Paso, y Hannibal, del Campamento Júpiter. Los dos paquidermos retozaban juntos por el jardín trasero y coqueteaban lanzándose balones medicinales.
Después de cenar, pude charlas con Leo Valdez, que acababa de volver después de prestar servicios a la comunidad durante un día entero. Estaba enseñando manualidades a niños sin hogar en un refugio de la zona.
—Es estupendo—dije.
Él sonrió mientras mordía un trozo de las galletas recién hechas de Emmie.
—Sí. Hay un montón de chicos como yo, ¿sabes? Nunca han tenido gran cosa. Lo mínimo que puedo enseñarles es que le importan a alguien. Además, algunos son unos mecánicos increíbles.
—¿No necesitan herramientas?—pregunté—. ¿Un taller?
—¡Festo!—dijo Leo—. Un dragón de bronce es el mejor taller móvil. La mayoría de los chavales lo ven como un camión, con la Niebla y todo eso, pero algunos... saben lo que se cuece.
Jo pasó camino a los pajares de los grifos y le dio una palmadita en el hombro.
—Este se está portando muy bien. Tiene potencial.
—Gracias, mamá—dijo Leo.
Jo se burló, pero parecía encantada.
—¿Y Calipso?—pregunté a Leo.
Una oleada de emociones cruzó por su rostro; eso bastó para revelarme que Leo estaba más enamorado que nunca de la antigua diosa y que la situación todavía era complicada.
—Está bien—dijo por fin—. No conozco a nadie a quien le guste la secundaria. Pero la rutina, las tareas, la gente... Se lo pasa genial. Supongo que es muy distinto a estar atrapada en Ogigia.
Asentí con la cabeza, pero la idea de que a una exinmortal le gustase la enseñanza secundaria tampoco tenía mucho sentido para mí.
—¿Dónde está ahora?
—En el campamento musical.
Me lo quedé mirando.
—¿Perdón?
—Es monitora de un campamento de música—dijo Leo—. Para chicos mortales que tocan música y tal. No sé. Va a estar fuera todo el verano.
Meneó la cabeza; era evidente que estaba preocupado, era evidente que la extrañaba.
—Nos vendrá bien a los dos—dijo, forzando una sonrisa—. Ya sabes, un poco de tiempo separados para pensar. Conseguiremos que funcione.
Reyna pasó y oyó la última parte.
—¿Hablando de Calipso? Sí, tuve que hablar en privado con mi hermanito aquí presente.—Apretó el hombro de Leo—. No se llama "mamacita" a una chica. Hay que ser más respetuoso, ¿entiendes?
—Yo...—Leo parecía dispuesto a protestar, pero dio la impresión de que cambiaba de opinión—. Sí, vale.
Reyna me sonrió.
—Valdez se crió sin su madre. Nunca aprendió esas cosas. Ahora tiene dos madres de acogida grandes y una hermana mayor que no tiene miedo de darle un guantazo cuando se pasa de la raya.—Le dio alegremente con un dedo contra la mejilla.
—Ni que lo digas—murmuró Leo.
—Alegra esa cara—dijo Reyna—. Calipso vendrá. A veces eres un petardo, Valdez, pero tienes un corazón de oro imperial.
Diana:
Siguiente parada: el Campamento Júpiter.
Así obviamente tenía que volver yo para narrar esta parte.
Y bueno, tal vez se pregunten "Diana, ¿qué opinas sobre la decisión de Artemisa sobre dejar el consejo olímpico?"
Y mi respuesta es simple: que idiota.
Está bien, entiendo que es lo que necesitamos y realmente creo que fue la mejor decisión. Pero, a pesar de lo alocada que me pueda llegar a poner, sigo siendo romana. Renunciar al poder no es algo muy romano que digamos.
Tendré que tener una conversación muy seria conmigo misma más tarde.
Pero volviendo a las visitas:
No me sorprendió que Hazel y Frank se hubiesen convertido en la pareja de pretores más eficientes y respetados que habían dirigido jamás la Duodécima Legión. En un tiempo récord, habían impulsado un proyecto de reconstrucción de la Nueva Roma, reparando todos los desperfectos de nuestra batalla contra Tarquinio y los dos emperadores, e iniciado una campaña de reclutamiento con los lobos de Lupa para captar a nuevos semidioses que vivían lejos de la civilización. Como mínimo veinte habían llegado desde mi partida, cosa que me hizo preguntarme dónde habían estado escondidos y lo ocupados que debían de haber estado el resto de dioses en las últimas décadas para tener tantos hijos.
—Vamos a instalar más barracones allí—me dijo Hazel, mientras ella y Frank me enseñaban el campamento reparado—. Hemos ampliado los baños termales y estamos construyendo un arco del triunfo en la calle principal de la Nueva Roma para conmemorar nuestra victoria sobre los emperadores.—Los ojos color ámbar le brillaban de emoción—. Estará chapado en oro. Una barbaridad.
Frank sonrió.
—Sí. Que nosotros sepamos, la maldición de Hazel se ha roto oficialmente. Hicimos un augurio en el templo de Plutón y resultó favorable. Ahora puede invocar joyas, metales preciosos... y utilizarlos o gastarlos sin provocar ninguna calamidad.
—Pero no vamos a abusar de ese poder—se apresuró a añadir Hazel—. Solo lo utilizaremos para mejorar el campamento y honrar a los dioses. No vamos a comprar yates ni aviones privados ni collares gordos de oro com colgantes de diamantes en los que ponga "H + F x siempre"
Frank hizo un mohín.
—No. supongo que no.
Hazel se mofó de él.
—No, ni hablar—se corrigió Frank—. Sería una horterada.
Frank todavía se movía pesadamente como un simpático oso pardo, pero su postura parecía más relajada y su humor más alegre, como si estuviese empezando a asimilar que su destino ya no estaba regido por un palito. Para Frank Zhang, como para el resto de nosotros, el futuro estaba ahora abierto.
De repente se animó.
—¡Ah, y mira esto, Diana!
Giró su capa morada de pretor como si estuviese a punto de transformarse en vampiro (cosa que Frank podía hacer sin problemas). Sin embargo, la capa simplemente se convirtió en un enorme jersey cruzado.
—¡Descubrí cómo hacerlo!
Hazel puso los ojos en blanco.
—Frank, cielo, ¿puedes pasar del jersey cruzado?
—¿Qué?—protestó Frank—. ¡Es impenetrable y comodísimo!
Más tarde visité a mis demás amigos. Lavinia Asimov había cumplido su amenaza/promesa de enseñar a bailar claqué a la Quinta Cohorte. La era ahora temida y respetada en los juegos de guerra por su capacidad para formar un muro de escudos a la vez que hacía un shuffle de tres tiempos, sea lo que sea eso.
Tyson y Ella volvían a trabajar felices en su librería. Los unicornios todavía estaban militarizados. El plan de expansión de templos concebido por Jason Grace seguía avanzando, y cada semana se incorporaban nuevos santuarios.
Finalmente, llegué con "ella"
—Lo lastimaste—dije fríamente mientras me aparecía justo enfrente de Annabeth Chase.
Entonces casi me desmayé del susto, la semidiosa frente a mí tenía un vientre abultado de casi ocho meses.
—Mierda, ¿pero que hiciste?—mi atención se desvió del enfado que sentía hacía con la chica y procedí a hacer un rápido chequeo del estado del niño en su interior. No me culpen, no por nada soy la diosa del parto.
Annabeth se quedó en silencio por un tiempo.
—Lo sé...—es todo lo que dijo.
Terminé de hacer la revisión y me separé de ella, tratando de retomar mi expresión molesta.
—No sé si debería felicitarte o juzgarte—admití.
Ella se sentó en un banco.
—Lo que sea está bien, sé que me equivoqué.
—Eso es quedarse corta.
Annabeth respiró entrecortadamente antes de empezar a sollozar.
—¿Cómo se puede ser tan idiota?—preguntó ella al aire.
Coloqué una mano sobre su hombro.
—Quiero que sepas que, aunque lo lastimaste, a pesar de todo el daño que le hiciste, Percy aún está dispuesto a ser tu amigo—murmuré—. El mismo se asustó por lo que hizo en el Tártaro, y no se perdona por haberte asustado a ti.
—No era yo misma...—murmuró la hija de Atenea.
—Lo sé—dije—. He visto el Tártaro con mis propios ojos, ese sitio saca lo peor de uno, te cambia. Pero eso no es una excusa para lo que hiciste.
Annabeth se limpió las lágrimas, pero otras más tomaron el lugar.
—¿Cómo es que está dispuesto a perdonarme?—preguntó.
Suspiré.
—Creo que tú conoces la respuesta—le aseguré—. Tal vez perdiste para siempre la oportunidad de ser su pareja. Pero él no olvida que fuiste su mejor amiga. Y si hay algo que sabemos de Percy es que el nunca...
—Abandona a sus amigos...—terminó ella.
Me levanté de mi asiento y miré a la semidiosa una última vez.
—Piensa sabiamente cada una de tus acciones, Annabeth Chase—le advertí—. Yo creo que las segundas oportunidades, al igual que Percy. Pero las Parcas no comparten esa filosofía.
Ella asintió levemente con la cabeza.
—Ahora dime—seguí—. Como veo que el planeta no a ardido en llamas. ¿Tu primo logró detener el Ragnarok?
Annabeth levantó la mirada lentamente.
—S-sí, Loki está atrapado en una nuez, o algo así dijo Magnus.
Dejé escapar un suspiro.
—Bien, nuestros caminos se volverán a cruzar, semidiosa—prometí—. Confío en que habrás corregido tu rumbo para entonces.
Y con esas últimas palabras, desaparecí en un destello plateado.
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