Luna:
Epílogo:
—¿Seguros de que es buena idea?—preguntó Thalia.
Nico y Will cruzaron miradas.
—No, es una pésima idea—aseguró Will.
—Pero aún así lo haremos—dijo Thalia.
—Para eso estoy aquí, ¿no es así?—respondió Nico.
La noche era fría y seca, la luna llena iluminaba el cielo y el suelo estaba cubierto por una fina capa de nieve blanca. El aliento de los presentes formaba pequeñas nubes de vaho. Había bastante emoción y expectación por lo que sucedería en poco tiempo. Pero antes había que terminar con los preparativos.
—¿Seguro de que podrás con esto, sombritas?—preguntó Thalia.
Nico rodó los ojos.
—Hades es el señor de los muertos, no solo de los que llegaron al Érebo—explicó—. Podré con esto, ahora, déjenme concentrarme.
Las cazadoras y Will retrocedieron varios pasos, formando un amplio círculo alrededor de Nico.
El hijo de Hades había preparado todo para invocar a los muertos. Sin embargo el ritual era un tanto diferente al usual. En lugar de un foso donde echar comida y bebida, había un pilar con un cuenco en la punta.
Los vientos se arremolinaron salvajemente mientras Nico recitaba cánticos antiguos, y jugaba con las reglas antiguas en un extremo peligroso. Se movía en un punto muerto, un vacío legal. Revivir a los muertos estaba prohibido, pero que los muertos fueran invocados al reino de los vivos era un área gris de la cual Nico se sabía aprovechar.
Varias columnas plateadas bajaron del cielo y se arremolinaron en el sitio, los espíritus de los muertos que habían bajado de las estrellas. Las cazadoras se movilizaron rápida y eficazmente para evitar que los espíritus tomaran las ofrendas que no les pertenecían.
Reyna divisó a uno de los espíritus, a simple vista se notaba que era mucho más grande y poderoso que los demás. No era posible distinguir ninguna de sus facciones, pero llamaba sumamente la atención el par de brillantes ojos verdes que mostraba el espectro.
Nico se distrajo un momento cuando Reyna tomó la espada de hierro estigio de su cinturón.
—Bien, hijo de perra, que estes muerto no significa que no te pueda volver a matar—dijo la cazadora mientras balanceaba la hoja de metal oscuro en dirección al espectro, cortando su esencia fantasmal y absorbiendo su alma en el hierro del odio.
Thalia miró a su amiga con nerviosismo.
—Ese era...
—Orión, sí—respondió Reyna.
La mayoría de cazadoras se tensaron al escuchar ese nombre, aunque todas sabían que él eventualmente se aparecería cuando llamaran a las almas del cielo.
Y finalmente, un grupo de figuras plateadas descendieron del cielo. Sus siluetas eran borrosa y confusas, pero se podía distinguir sus formas.
En su mayoría eran figuras humanoides, pero también habían animales de todo tipo, los que más resaltaban eran un oso y un escorpión.
Todas esas siluetas se abrieron en dos filas, dejando pasar a un último espíritu, quien se acercó con paso resuelto al altar, inclinó su cabeza y bebió del recipiente. En pocos segundos, el espectro había tomado una forma definida, traslúcida y vaporosa, pero definida al fin y al cabo.
—Hola... Zoë...—dijo Thalia.
La antigua cazadora miró a la hija de Zeus.
—Thalia, hija de Zeus—dijo, luego una sonrisa apareció en su rostro—. Sabía que serías una gran cazadora.
Las seguidoras de Artemisa se acercaron para reencontrarse con su antigua teniente, las cazadoras más antiguas presentaban a las más nuevas en un reencuentro bastante emotivo.
Solamente dos figuras permanecían al margen.
Will apretó la mano de Nico.
—¿Estas bien?—preguntó.
—Sí, es solo que... me recuerda demasiado a ese asunto con Atlas y Bianca y... ya sabes.
Will se sentó, con la espalda recargada en un árbol, junto a Nico.
—Entonces, ¿por qué accediste a llamarla?
El hijo de Hades observó la escena, viejas amigas reencontrándose, intercambios de historias, risas, presentaciones. Thalia y Zoë teniendo una conversación amigable por primera vez en sus vidas, tanto terrenal como de ultratumba.
—Por lo que viene después—respondió Nico, sonriendo maliciosamente.
Después de un par de minutos, Nico se levantó del suelo.
—Lamentó interrumpirlas—dijo—. Pero es peligroso mantener a los muertos en este mundo por mucho tiempo, así que hagamos lo que tenemos que hacer rápido.
Zoë miró al chico que acababa de hablar, estuvo a punto de no reconocerlo, pero finalmente se dio cuenta de la verdad.
—Eres el hermano pequeño de Bianca—murmuró—. ¿Nico...? ¿No es así?
El hijo de Hades miró fijamente a la cazadora.
—Y tú eres Zoë Belladona, la antigua lugarteniente de Artemisa.
Ambos mantuvieron una breve pero tensa pelea de miradas, pero finalmente fue Zoë la que cedió.
—Lamento... lo de tu hermana.
Nico suspiró.
—Lo sé, está bien, acabemos lo que venimos a hacer aquí.
Zoë se volvió hacia las demás cazadoras.
—¿Y exactamente que es?—preguntó.
Las cazadoras cruzaron miradas de inquietud y de emoción. Había algo por lo que habían estado esperando, la razón de haber preparado todo ese ritual y haber invocado el alma de Zoë desde las estrellas.
—Hoy es el séptimo día de gamelión—explicó Thalia—. El séptimo día del séptimo mes.
Zoë comprendió todo, o al menos eso creía.
—El cumpleaños de nuestra señora.
Thalia hizo una seña con su cabeza, apuntando al campamento de las cazadoras.
—Estará feliz de verte.
Zoë se encaminó hacia la tienda de su señora, con un paso resuelto sobre la nieve, sin dejar ningún rastro de su paso por el terreno. Flotaba a pocos milímetros del suelo, sumamente emocionada por poder volver a ver a su diosa después de tantos años.
Entonces, algo llamó un tanto su atención. En la nieve, cerca de la entrada de la tienda principal, habían huellas de pisadas, demasiado grandes para pertenecer a cualquiera de las cazadoras. También, la entrada estaba cerrada descuidadamente, como si hubiese sido hecho a las prisas. Eso no era algo común en Artemisa.
Luego estaba el movimiento de la carpa entera. Las tiendas estaban insonorizadas con magia, pero eso no evitaba que se pudiera notar desde fuera como los ocupantes de ésta se movían violentamente.
Eso era demasiado preocupante, las señales eran claras, alguien había entrado en la carpa de su señora, había serrado con prisas y estaba teniendo un enfrentamiento en el interior de esta.
Normalmente no se preocuparía demasiado, su señora sería capaz de eliminar a cualquiera que se atreviera a atacarla. Sin embargo, los movimientos en la carpa no se detenían ni daban señales de que lo fueran a hacer pronto.
El resto de cazadoras estaban demasiado lejos de allí, y no podía permitirse perder el tiempo en ir a buscarlas. Tenía que actuar, aunque no tuviera forma sólida, tenía que hacer algo.
La antigua cazadora entró en la carpa, y lo que vio le pareció peor de lo que jamás pudo llegar a imaginar.
Mientras tanto, a algunos metros de allí, las cazadoras, Nico y Will esperaban pacientemente.
Finalmente, llegaron los gritos:
—¡¿Zoë?!
—¡¿Jackson?!
—¡¿Pero que mierda está pasando?!
Lo siguiente que todos vieron fue a Percy correr, cubierto a duras penas, entre la nieve y los árboles, perseguido de cerca por un fantasma enfurecido que le disparaba flechas espectrales.
Nico se inclinó un poco hacia Thalia.
—¿Deberíamos decirle que los fantasmas no pueden dañarlo?
Thalia se lo pensó por dos segundos.
—Nah, lo descubrirá el solo.... Creo.
Lo siguiente que vieron, la veloz figura de Artemisa saliendo de su tienda, ya totalmente vestida, corriendo en dirección hacia donde había huido Percy.
Reyna asintió mientras veía el espectáculo ocurrir.
—Creía que los atraparía en plena sesión de besos, no de... ya saben.
Thalia sonrió malévolamente.
—Oh, pero si yo sí lo sabía.
Will miró a la hija de Zeus.
—Eres malvada.
—Lo sé.
Por lo demás, la antigua cazadora pudo tener un agradable reencuentro con su señora. Aunque la verdad es que definitivamente no se esperaba que esta se hubiera casado.
Y valla con quien lo hizo.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro