Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

El final de una batalla, el comienzo de otra:


Tuve que correr, no estoy orgullosa, pero era eso o ser arrollada por una docena de germani. Además, las palabras de Nerón resonaban en mis oídos. Destruir los fasces sería letal. No podía permitir que ninguna otra persona corriese ese riesgo. Tal vez al Leontocéfalo la situación le había parecido divertida pro motivos que Lu no había entendido. Tal vez mi sacrificio no se podía evitar tan fácilmente como ella creía.

Tropecé con Luguselva, que consiguió atraparme sin matarme de una cuchillada. Will, que seguía brillando como una lamparilla superpotente, había apoyado a Nico contra la pared y estaba curándole las heridas. Criii-Bling lanzó un silbido agudo, y más trogloditas llegaron a montones al salón y atacaron a las fuerzas del emperador en un frenesí de chillidos de minero y sombreros elegantes.

Me costaba respirar e hice un gesto de asentimiento con la mano a Rachel.

—Ve a ayudar a Percy—le pedí—. Yo me haré cargo de los fasces.

Lu frunció el ceño.

—Diana, ¿estás segura de que puedes destruirlos? Sin morir en el intento, quiero decir.

—No y no—contesté.

Rachel se quedó mirando al aire, como si estuviese descifrando una profecía escrita en los juegos de luces de la bola de discoteca.

—No puedo ver el resultado—dijo—. Pero tiene que intentarlo.

Tomé los fasces, esforzándome por no desplomarme a causa del peso. El arma ceremonial zumbaba y vibraba como el motor de un coche de carretera al sobrecalentarse. Su aura hizo que se me abriesen los poros y me pitasen los oídos. El costado me empezó a sangrar otra vez, si es que había parado en algún momento. No me entusiasmaba que me gotease sangre por el pecho hasta la ropa interior cuando tenía una importante misión que cumplir.

—Cúbranme—pedí.

Lu entró a combate dando estocadas, tajos y patadas a cualquier germani que conseguía superar a los trogloditas. Rachel sacó el legendario cepillo de plástico azul para el pelo y se lo lanzó al bárbaro más próximo pm le dio en el ojo y le hizo gritar.

Ese germanus debería haberse sentido honrado.

Rachel echó a correr para intentar arrastrar a Percy hacia el resto de nosotros. Al otro lado de la sala, Meg se encontraba bien. Más que bien. Había convencido a todos los hermanos adoptivos que le quedaban de que tirasen las armas. Ahora se encontraba enfrente de ellos como una general que intentaba animar a sus desmoralizadas tropas. De momento los semidioses obedecían sus órdenes y permanecían quietos, pero cualquier señal de debilidad por parte de Meg, cual alteración en la temperatura del combate, y podían romper filas y matar a todo el que pillasen.

Tampoco resultaba de mucha ayuda que Nerón diese saltos en el sofá gritando: "¡Matad a Diana! ¡Matad a Diana!", como si yo fuese una cucaracha que acabara de ver correteando por el suelo.

Por el bien de todos, tenía que darme prisa.

Agarré los fasces con las dos manos y traté de separarlos. El haz dorado de varas emitió un brillo más radiante y más cálido que iluminó los huesos y la carne de mis dedos, pero no cedió.

—Vamos—murmuré, volviendo a intentarlo, con la esperanza de recibir un arranque de fuerza divina -. ¡Si necesitas otra vida inmortal como sacrificio, aquí me tienes!

Debería haberme sentido ridícula negociando con un hacha ceremonial romana, pero después de mis conversaciones con la Flecha de Dodona, me parecía un acto de lo más razonable.

Los trogloditas prácticamente estaban humillando a los germani. Lu lanzaba tajos, pinchaba y paraba golpes con los puñales que tenía por manos. Rachel había logrado arrastrar a Percy y lo había dejado junto a Will antes de ponerse en actitud protectora delante de mí y de vez en cuando murmuraba: "Diana, ahora estaría bien", cosa que no me ayudaba.

De momento Meg todavía tenía controlados a sus hermanos adoptivos, pero la situación podía cambiar. Hablaba con ellos en tono alentador y me señalaba con una expresión que decía: "Diana tiene a su presa donde la quiere. Destruirá a papá en cualquier momento. Mirad"

Ojalá yo hubiese tenido su seguridad.

Respiré entrecortadamente.

—Puedo conseguirlo. Solo necesito concentrarme. ¿Tan difícil es acabar conmigo misma?

Traté de romper los fasces por encima de la rodilla, lo que hizo que estuviese apunto de romperme la rodilla.

Al final Nerón perdió la calma. Supuse que la satisfacción que podía obtener pisoteando su sofá y gritando a sus secuaces tenía un límite.

—¿Es que tengo que hacerlo yo todo?—chilló—. ¿Tengo que matarlos a todos? ¡Olvidan que SOY UN DIOS!

Saltó del sofá y vino directo hacia mí con laso resuelto, mientras su cuerpo empezaba a brillar, porque Will Solace no podía tener la exclusiva. Oh, no, Nerón también tenía que brillar.

Los troglos rodearon al emperador. Él los apartó bruscamente. Los germani que no se hicieron a un lado lo bastante rápido también fueron despedidos a la siguiente zona horaria. Parecía que Meg quisiese retar personalmente a Nerón, pero cualquier movimiento que la hubiese alejado de sus hermanos adoptivos habría hecho añicos su delicada tregua. Nico todavía estaba semiconsciente, Percy estaba directamente inconsciente. Y Will se hallaba atareado tratando de reanimarlos a ambos.

Eso dejaba a Lu y Rachel como mi última línea de defensa. No podía permitirlo. Ellas ya se habían puesto bastante en peligro por mí.

Puede que Nerón diese el menor de los dioses menores, pero aún así tenía una fuerza divina. Su brillo aumentaba conforme se acercaba a los fasces: como Will, como Apolo en sus momentos de rabia...

Se me ocurrió una idea... o tal vez algo más profundo que una idea, una especie de reconocimiento instintivo. Al igual que Calígula, Nerón siempre había querido ser el nuevo dios del sol. Había diseñado su gigantesco Coloso dorado para que tuviese el cuerpo de Apolo con su cabeza. Sus fasces no representaban simplemente un símbolo de poder e inmortalidad; representaban su pretensión de divinidad.

Así que lo supe: por poderoso que sea el sol, por grande y brillante que sea, el mundo eventualmente le dará la espalda y quedará en la total oscuridad. Y la única que podía iluminar durante las oscuras noches, era la luna.

La luna no brillaba con luz propia, lo hacía con el poder del sol. Los rayos de luz de luna no eran más que luz del sol reflejada.

Durante las noches, el sol no era nada sin la luna. Sin ella, la estrella no podría mostrar su luz al mundo.

Y como la luna, decidí que yo no brillaría por el sol de Nerón.

—¡Apártense!—les dije a Lu y Rachel.

Ellas echaron un vistazo atrás y me miraron como si estuviese loca.

—¡CORRAN!—les dije.

Se separaron a cada lado justo antes de que Nerón se abrieses paso entre ellas.

El emperador de detuvo enfrente de mí, con los ojos parpadeantes de poder.

—Has perdido—dijo—. Dámelos.

—Tómalos si puedes.

Yo también empecé a brilla. Un resplandor plateado se intensificó a mí alrededor poco a poco, incrementando más y más a cada segundo. Los fasces empezaron a vibrar y a sobrecalentarse. Nerón gruñó y agarró el mango del hacha.

Para nuestra sorpresa mutua, yo agarraba el arma con la misma fuerza que él. Jugamos al tira y afloja, balanceando la hoja del hacha de acá para allá, tratando de matarnos el uno a la otra, pero ninguno de los dos lograba imponerse. El fulgor que nos rodeaba aumentó como un bucle de retroalimentación, aclaró la alfombra bajo nuestros pies y blanqueó las columnas de mármol negro. Los germani habían dejado de luchar para protegerse los ojos. Los troglos gritaron y se retiraron; sus gafas oscuras no los protegían bastante.

—¡No... puedes... quedártelos, Diana!—dijo Nerón apretando los dientes, mientras tiraba con todas sus fuerzas.

Sentí que perdí el control por un nano-segundo, entonces, una mano se posó firmemente sombre mi hombro. Me volví y no había nadie. O mejor dicho, solo estaba yo.

Me miré a mí misma a los ojos y asentí con la cabeza.


Artemisa:

—Soy Artemisa—sentencie, tirando en la otra dirección—. Diosa de la luna. ¡Y... revoco...tu...divinidad!

Los fasces se partieron en dos: el mango se hizo astillas, y las varas y las hojas doradas explotaron como una bomba incendiaria. Un tsunami de llamas me invadió, junto con miles de años de la ira contenida, el miedo y el ansía insaciable de Nerón: las perversas fuentes de su poder. Yo mantuve mi posición, pero Nerón salió despedido hacia atrás y cayó en la alfombra, con la ropa ardiendo y la piel salpicada de quemaduras.

Mi brillo empezó a atenuarse. No estaba herida... o, al menos, no más de lo que estaba antes.

Los fasces se habían roto, pero Nerón seguía vivo e intacto. ¿Todo había sido en vano, entonces?

Por lo menos el emperador ya no se regodeaba. Ahora lloraba de desesperación.

—¿Qué has hecho? ¿No lo ves?

Fue entonces cuando empezó a desmoronarse. Sus dedos se desintegraron. Su toga se deshilachó hasta transformarse en humo. Una nube resplandeciente le salió de la boca y la nariz, como si exhalase su fuerza vital con sus últimas bocanadas. Y lo peor de todo, ese resplandor no desapareció sin más. Se derramó hacia abajo, le entró en la alfombra persa y se coló por las rendijas entre las baldosas del suelo, como si tirasen de Nerón—a zarpazos y a rastras—a las profundidades, poco a poco.

—Le has dado a ella la victoria—dijo gimoteando—. Has...

Lo que quedaba de su forma mortal se disolvió y fue absorbido por el suelo.

Todos los presentes de la sala se me quedaron mirando. Los germani soltaron las armas.

Nerón se había ido por fin.

Yo quería sentir alegría y alivio, pero lo único que sentía era agotamiento.

—¿Se acabó?—preguntó Lu.

Rachel estaba a mi lado, pero pareció que si voz viniese de muy lejos:

—Todavía no. Ni por asomo.

Mi conciencia se iba debilitando, pero sabía que ella tenía la razón. Ahora entendía cuál era la verdadera amenaza. Tenía que ponerme en marcha. No había tiempo que perder.

Sin embargo, me desplomé en los brazos de Rachel y me desmayé.









Me encontraba sobrevolando otro salón del trono: el Consejo de los Dioses del Monte Olimpo. Los tronos estaban dispuestos alrededor de la gran hoguera de Hestia formando una U. Mis familiares, los que tenía, estaban sentados viendo una imagen holográfica que flotaba encima de las llamas. Era yo, que yacía desmayada en los brazos de Rachel en la Torre de Nerón.

De modo que... estaba viendo como ellos me veían viéndolos a ellos... esperaba que no llevaran demasiado tiempo haciendo eso.

—Este es el momento más crítico—dijo Atenea, con algo de preocupación disfrazada en su voz—. Corre serio riesgo de fracasar.

—Hum.—Ares se recostó y se cruzó de brazos—. Ojalá siga adelante. He apostado veinte dracmas.

—Qué cruel—lo reprimió Hermes—. Además, son treinta dracmas, y te di muchos puntos de ventaja.—Sacó una libreta encuadernada en piel y un lápiz—. ¿Alguna apuesta de última hora, familia?

—Basta—rugió Zeus.

Iba vestido con un sombrío traje de tres piezas negro, como si fuese a mi funeral. Su barba morena greñuda estaba recién peinada y engrasada. En sus ojos parpadeaban rayos tenues. Casi parecía preocupado por mí situación.

Claro que era tan bien actor como Nerón.

—Debemos esperar a la batalla final—anunció—. Lo peor todavía está por llegar.

—¿No crees que ya fue suficiente?—preguntó Apolo. Se me rompió el corazón de volver a ver a mi hermano. Se veía apagado y demacrado, como si no hubiera dormido o comido en siglos. No emitía luz, no sonreía, solo estaba allí—. ¡En los últimos meses ha sufrido más de lo que podrías haber esperado! ¡Ya sabemos que tienes un problema con que te desafíen, pero esto ya fue demasiado lejos!

Zeus echaba chispas por los ojos.

—Te recuerdo, Apolo. Que ella está en esa situación porque tomó el castigo que te CORRESPONDÍA A TÍ.

Apolo bajó la mirada.

—Entonces... déjame terminar esto por ella—pidió—. Tráela de regreso y permíteme acabar a mí con Pitón, es mi enemiga ancestral, es mí...

No dijo la última palabra, pero esta se quedó flotando en el aire.

RESPONSABILIDAD

—No entiendes todas las fuerzas que están en juego, hijo—dijo Zeus—. Artemisa debe enfrentarse al último desafío por el bien de todos nosotros. El peso de todas tus acciones y errores calló sobre tu hermana, espero esto te de una lección, porque definitivamente tú la necesitas más que ella.

Por su lado, Hefesto se inclinó en su butaca reclinable mecánica, y ajustó los aparatos ortopédicos de sus piernas.

—Y si fracasa, ¿qué? ¿Once dioses del Olimpo? Es un número muy descompensado.

—Podría funcionar—dijo Afrodita.

—¡Cállate!—le ordenó Apolo.

Afrodita pestañeó haciéndose la inocente.

—¿Qué? Solo digo que en algunos panteones hay menos de doce. O podríamos elegir a un nuevo duodécimo.

—¡Un dios de los desastres climáticos!—propuso Ares—. Sería genial. ¡Él y yo podíamos colaborar muy bien!

—Basta, todos.—Le reina Hera estaba sentada con un velo oscuro sobre la cara. Entonces lo levantó. Para mi sorpresa, tenía los ojos enrojecidos e hinchados. Había estado llorando—. Esto ha durado demasiado. Demasiadas perdidas. Demasiado sufrimiento. ¡Pero si mi marido insiste en llegar hasta el final, lo mínimo que podéis hacer todos es no hablar de Artemisa como si ya estuviese muerta!

Hala, pensé. ¿Quién es esta mujer y qué ha hecho con mi madrastra?

—Desvanecida—corrigió Atenea—. Si fracasa, su destino será mucho peor que la muerte. Pero pase lo que pase, empieza ahora.

Todos se inclinaron para mirar la visión de las llamas cuando mi cuerpo empezó a moverse.

Entonces volví a mi forma mortal y me encontré mirando hacia arriba, no a los dioses del Olimpo sino a las caras de mis amigos.




...

Bien, ya solo quedan diez capítulos más del libro, así que aquí va algo que podría ser interesante, o podría no serlo.

Durante estos últimos capítulos, pueden dejar preguntas para que al final yo las responda junto con los agradecimientos finales: pueden ser cosas más personales del tipo tag, pueden ser sobre pjo o simplemente pueden pedir una opinión sobre algo.

Realmente pueden preguntar lo que sea, aunque, claro, yo me reservo el derecho de responder algo que se me haga muy personal. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro