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Tenemos que pedalear sobre un barco. ¿Como? ¿Que no tenemos que?

Me pasé la tarde en el gallinero de los grifos, ayudando todo lo que pude a Heloise, intentando tranquilizarla y que no hubiera complicaciones.

En una ocasión vi a Calipso y a Leo andando con Emmie por el gran salón, enfrascados en una conversación. Varias veces vi a Alamedas flotar por la sala retorciéndose las manos.

Más o menos durante la segunda hora de cuidar a los grifos, Jo retomó la fabricación de su aparato de localización en el taller. Percy abecés se aparecía por allí realizando cualquier tarea que le encargaran.

La única persona a la que no vi durante la tarde fue a Meg. Supuse que estaba en la azotea, quintuplicando la velocidad de crecimiento del huerto. De vez en cuando miraba arriba, preguntándome si se derrumbaría el techo y sería sepultada en nabos.

Para la hora de la cena estaba agotada. Sin embargo, Heloise cloqueaba satisfecha encima de su huevo recién puesto.

Esa noche dormí como un muerto; un muerto de verdad, no de los decapitados de color naranja que no se están quietos. Al alba, provistos de las indicaciones de Emmie para llegar al complejo de Canal Walk, Percy, Leo y yo estábamos listos para recorrer las calles de Indianápolis.

Antes de irnos, Josephine me llevó aparte.

—Ojalá pudiera ir con usted, mi señora. Esta mañana haré todo lo posible por entrenar a Calipso para ver si recupera el control de su magia. Mientras están fuera, me sentiré mejor si llevas esto.

Me dio un grillete de hierro.

—Es una cadena—dije.

Odiaba las cadenas, sencillamente detesto que me retengan.

—No, en realidad—contestó Josephine—. Es el aparato de localización en el que he estado trabajando.

Presionó una pequeña hendidura situada en el borde del grillete.

Unas alas metálicas se extendieron a cada lado con un "clic" y empezaron a zumbar a la frecuencia de un colibrí. El grillete por poco se me escapó de las manos.

—La idea era hacer dos tobilleras, pero no me dio tiempo. Iba a mandarlas a...—hizo una pausa, realizando un esfuerzo visible por controlar sus emociones— a buscar a Georgina para que la trajeran a casa. Como ya no puedo hacerlo, si se meten problemas, sí la encuentran...—Jo señaló la otra hendidura de la tobillera—. Esto activa el radiofaro de recalada. Me indicará dónde están, y ten la seguridad de que enviaremos refuerzos.

No sabía exactamente qué podrían ser, sería peligroso que ellas fueran al rescate, dejando la estación sola. Aún así se lo agradecí.

—Claro—me abroché el grillete alrededor del tobillo. Me quedaba muy ajustado, pero al menos de esa firma podía esconderlo debajo del dobladillo de los jeans.

—Gracias, por favor no se muera—acto seguido se volvió y regresó con paso resuelto a su taller.

Media hora más tarde tenía una buena y una mala noticia. La mala era que no era buena idea llevar un grillete de hierro cuando se maneja bote de pedales. La buena noticia era que no tenía que pedalear con esa cosa.

Nuestro medio de transporte fue idea de Leo. Cuando llegamos a la orilla del canal, descubrió un muelle en el que alquilaban embarcaciones que estaba cerrado hasta la próxima temporada. Decidió liberar un patín de pedales de plástico verde azulado e insistió en que lo llamáramos el temible pirata Valdez. (No creo que sea necesario explicar porque Percy y yo nos negamos)

—No había robado un bote desde hacía años—dijo Percy. Descubrí que el podía controlar el barco con su mente, por lo que los pedales se movían solos y el timón giraba para donde necesitáramos sin necesidad de hacer nada—debimos dejar algo de dinero en el puesto.

—¿Has robado un bote?— preguntó Leo—. Pasa contexto.

Miré a Percy, también quería saber por qué robó un bote.

El suspiró.

—Fue cuando fuimos en tu búsqueda—explicó—. Acabamos de perder a Bianca, estábamos cerca de la Presa Hoover y necesitábamos ir rio arriba, encontramos un puesto de canoas y... bueno les dejé un par de dracmas y una nota para explicar porque habían desaparecido dos barcos.

—¿Que les dijiste?—cuestionó Leo—. Se me perdió una diosa, necesito sus barcos.

Le lancé a Leo una mirada acetona, el se encogió en su asiento.

—Solo les dije que les debía un barco—continuó Percy, tal vez debería pedirle ayuda a mi padre si lo vuelvo a ver.

Después de un rato Percy preguntó:

—No prefieren que busque la rejilla por el agua y luego les diga dónde está.

Percy:

Leo señaló a Artemisa "discretamente" negando con la cabeza.

Su expresión era fácil de descifrar, "no me dejes solo con la ex-diosa odia hombres"

A Artemisa tampoco le parecía agradar la idea, miraba a Leo y luego a mí suplicantemente, decidí que si los dejaba solos Leo sufría un terrible "accidente"

Decidí volver a sentarme e intentar percibir alguna desviación en el flujo del agua que me indicara la posición de la rejilla.

Sin embargo me quedé sumido en mis pensamientos, había algo que me preocupaba de encontrarme con las cazadoras, y no era precisamente el cómo podrían reaccionar al verme tan cerca de su señora, de esa preocupación era muy consciente. Lo que me molestaba era algo más, pero no sabía que.

Artemisa:

Era un buen plan, pero me negaba a quedarme sola con el chico Valdez, probablemente lo terminaría matando. Miré a Percy, pidiéndole con la mirada que no lo hiciera. El suspiró con resignación y se volvió a acomodar en el barco. Sonreí aliviada.

—Bueno, en ese caso nuestra mejor opción es observar con atención buscando la rejilla—dijo Leo— además ¡viajamos con clase!

Percy alzó una ceja.

—Construiste el Argo II, ¿y esto te parece clase?

Leo sonrió orgullosamente.

Percy se encogió de hombros.

—Tienes razón, es más cómodo que los ataques constantes en el Argo.

Percy y yo íbamos sentados en la parte delantera. Mientras que Leo iba vigilando en el asiento trasero por si la rejilla estaba detrás de nosotros.

—¿Que fue exactamente lo que viste en tu visión?—preguntó Percy después de un rato—. Ya me dijiste que fue, pero no como.

Leo se volvió hacia nosotros.

—¿Que visión?. Ah... Cuando te fuiste a vomitar, entiendo.

Decidí hacer como si no hubiera hablado.

—Bueno, Cómodo culpa a Apolo de su muerte—dije.

—¿por qué?— preguntó Leo.

—Probablemente por que el lo mató.

—Ah— Leo asintió sabiamente con la cabeza—. Eso lo explica todo.

Les conté la historia, me preocupaba la clase de venganza que el emperador pudiera estar pensando contra Apolo, hasta ahora muchas personas me habían querido atacar para vengarse de lo que alguna vez les hizo mi hermano, sin embargo nadie tenía la mente tan alterada e inestable como Cómodo.

Al acabar la historia, Leo y Percy se quedaron meditándolo en silencio.

—Brutal—dijo Leo finalmente—. Pero parece que el Emperador Gandul merecía morirse.

Asentí.

—Era engreído, orgulloso y egoísta, casi llevó a roma a la destrucción.

—Suena a que era la pareja perfecta para Apolo.

—Sí, tienes razón.

Durante un rato, el único sonido que sonó en el canal fue el traqueteo de nuestro esquí. Hacía eco en los diques de tres metros y por los lados de los almacenes de ladrillo en proceso de transformación en bloques de apartamentos y restaurantes. Las ventanas oscuras de los edificios nos miraban y me hacían sentir claustrofobia y desprotección.

—Hay otra cosa que no entiendo—dijo Leo—. ¿Por qué Cómodo? O sea, sí el triunvirato está firmado por los tres emperadores más poderosos y peligrosos, el dream team de supervillanos romanos, Nerón es una elección lógica. Pero ¿el Hombre Comodón? ¿Por qué alguien más malote y más famoso, como Máximo el Máquina o Atila el Huno?

—Atila el Huno no fue un emperador romano— dijo Percy.

—Por lo que respecta a Máximo el Máquina—dije—. Sería una buena elección, pero no fue un emperador de verdad. Y encunaría a por qué Cómodo es miembro del triunvirato, Meg dijo que Nerón le contó que era el más débil de los tres, supongo que quería a alguien cruel pero fácil de controlar.

—Un intermediario entre Nerón y el tío del Oeste—dijo Leo— un... ¡Que chingados es esa cosa!—Leo señaló el agua después de haber cambiado por accidente al español.

En el estribor. Una hilera de ondas se formó en el agua verde, como si hubieran disparado una flecha en horizontal a través de la superficie.

—¿Viste que era?— preguntó Percy.

Leo asintió con la cabeza.

—¿Una... una aleta, quizá? ¿Hay peses en los canales?

—abecés, pero no es muy común que digamos, y menos en sitios tan urbanos de Estados Unidos— respondí.

Percy señaló la proa.

—Allí.

Justo delante de nosotros, aproximadamente un centímetro por debajo de la superficie, unas escamas se ondularon y se sumergieron.

—No es un pez—dijo Percy—. Es otra parte de la misma criatura.

—Eso significaría que es más grande que el boté—apuntó Leo.

Miré a Percy, teníamos la misma hipótesis.

—Una serpiente—dijimos.

—A poco más de diez metros el agua se desvía hacia un lado—dijo Percy—la rejilla tiene que estar allí. Pedaleen, yo distraigo al reptil.

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