Perseus Vs Litierses. Hagan sus apuestas.
En mis más de cuatro mil años de vida había buscado muchas cosas: sitios para acampar, presas desafiantes, arcos compuestos. Pero nunca un sitio perfecto para morir.
Sabía que Percy se abstenía a matar a sus enemigos, pero si ya habían cruzado las Puertas de la Muerte y revivieron podía hacer una excepción ¿no?
El espadachín blandió su espada de un lado a otro.
—Me divertiré matándolos.
—¿Y qué pasó con lo de "Tráiganmelos vivos"?
Litierses se encogió de hombros.
—Cambié de opinión. Primero, el techo se me cayó encima. Y luego, mis guardaespaldas fueron engullidos por un cañaveral de bambú. Supongo que no sabrán nada del asunto.
Intenté divisar a una hija de Demeter vestida como semáforo escondida en los alrededores, si estaba cerca no la encontré.
—No.
—Supongo que tendré que decirle al emperador que se resistieron a ser detenidos.
Abelard siseó a Litierses, pero el grifo parecía reacio a atacar. Puede que después de todo Litierses si hubiera utilizado sus siniestros instrumentos de adiestramiento con él y su compañera.
El espadachín me asaltó a una velocidad vertiginosa. Blandió su espada en horizontal, directa a mi cuello. Lo último que pensé fue lo mucho que extrañaría al cosmos. Lo último que olí fue una mezcla de aroma a mar y otro de manzanas asadas.
Con un sonido metálico y una lluvia de chispas, el arma de Litierses se detuvo en seco mientras cuatro hojas se cruzaban frente a mi: La espada de Litierses, Percy con Contracorriente, y dos cimitarras doradas, probablemente de oro imperial, empuñadas por la joven Meg McCaffrey.
El deshojador retrocedió analizando a la nueva ficha en el tablero. Percy desviaba la mirada de Litierses a Meg constantemente y ella hacía lo mismo.
—Me preguntaba cuando ibas a salir de tu escondite. Has firmado tu sentencia de muerte.
Meg descruzó las espadas. Respondió con un simple pero poético:
—Nanay.
Calipso me miró. Esbozó una pregunta silenciosa: "¿Amiga o enemiga?"
"Ni la menor idea", convine, lo que no era muy tranquilizante.
Litierses dio un paso a un lado para bloquear la salida. Cojeaba ligeramente, probablemente debido al incidente del tejado.
—Tú me tiraste encima el tejado lleno de hiedra—dijo—. Tú hiciste que el bambú atacara a mis hombres.
—Si—dijo Meg—. Eres tonto.
Litierses siseó molesto. Percy rió entre dientes.
—Me agradas, pero quisiera saber si estás con nosotros o en nuestra contra.
La niña me miró, había cierta duda en su mirada, pero tal vez había echo caso a mi consejo y había decidido que Nerón era su enemigo, o tal vez me equivocaba e intentaría matarnos.
—Ayudarlos, creo...
Era mejor que nada.
Litierses rió.
—He oído que eres una espadachina aceptable, McCaffrey, pero ninguna niña puede competir con el Segador de Hombres.
—Meg—dije—no te voy a decir que hacer, pero si puedes partirle la cara a este sujeto, te lo agradecería.
Literses señaló a Meg con su espada.
—Sabes, niña. Demeter también es mi madre. Sus hijos son los mejores espadachines. Nosotros comprendemos la necesidad de segar. Es la otra cara de sembrar.
Percy sujetó a Contracorriente con ambas manos.
—Tenias que ser hijo de Deméter, ahora me sentiré mal por humillarte.
El deshojador apretó los puños.
—¿Por qué? ¿Porque los hijos de Deméter son "débiles"?
Meg alzó una ceja en dirección a Percy.
Este solo rio con descaro.
—Yo bien sé que los hijos de Deméter suelen ser pacíficos, no débiles. La razón es que soy hijo de Poseidón, sabes cómo funciona eso ¿verdad?
Litierses apuntó su espada a Percy.
—Ustedes y su maldito instinto protector, eso no cambia nada, voy a destruirte aquí mismo.
Percy se puso frente a Litierses con su espada en alto.
—Ustedes váyanse, tomen a los grifos y salgan de aquí, yo me ocupo de...
—Del Lerdo, entendido— asintió Meg.
El segador lanzó una estocada. Percy paró el espadazo y empujó a Litierses hacia atrás. Dieron vueltas uno alrededor del otro; dos espadas girando en una danza mortal.
Mientras tanto, me encaminé hacia los grifos. Sin embargo era reacia a apartar la vista del combate, como si sólo con mirar a Percy pudiera darle fuerzas de alguna forma. Cosa que cuando era una diosa podría haber echo sin problemas, pero ahora como mortal no tanto.
Calipso se puso delante de Heloise, protegiendo a la futura madre con su cuerpo.
Llegué al lado de Calipso.
—Ustedes tomen a Heloise—dije—. Tengan cuidado con su barriga. Percy es el más pesado de los cuatro así que irá conmigo en Abelard.
Calipso miró el duelo de espadas que se desarrollaba a toda velocidad.
—Dense prisa.
Me volví hacia Abelard.
—¿Estas listo?
El grifo graznó decidido y permitió que me montara en el y metiera las piernas detrás de la base de sus alas.
Calipso siguió mi ejemplo con Meg frente a ella, se sentaron ahorcadas con cuidado sobre el espinazo de Heloise.
Los grifos impacientes por marcharse, dejaron atrás el duelo de espadas y entraron en el ruedo. Litierses dio una estocada cuando pasé junto a él. Me habría cortado el brazo derecho, pero Percy paró su golpe, luego en un rápido movimiento hizo un corte en la pierna izquierda de su rival y lo pateó en el pecho haciéndolo retroceder.
—¡Si se llevan esos grifos, sólo conseguirán sufrir más!—me advirtió Litierses—. Todos los prisioneros del emperador morirán despacio, sobre todo la niña.
Me temblaban las manos de ira, pero aún así logré colocar una flecha en el arco.
—¡Percy!—grité—. ¡Vamos!
Litierses volvió a avanzar hacia Percy, lanzando tajos y estocadas. Yo no era ninguna experta en esgrima, pero ambos parecían bastante igualados. Debo de admitir que me hubiera gustado ver un combate en el que Litierses no hubiera sido aplastado bajo un techo y Percy no hubiera sido disparado de un tren en movimiento. Pero aún con esas era abrumadora la cantidad de ataques que ambos intercambiaban.
—¡Adelante, Artemisa!—me provocó Litiereses—. Dispárame esa flecha...—se quedó en silencio al tener que concentrarse en que Percy no le cortara los brazos.
Sabía que podría disparar sin problemas, pero por la velocidad de los ataques era más probable que mi flecha fuera triturada entre las hojas sin hacer daño real a nadie, o en el peor de los casos, le podría dar a Percy, menos mal que mi plan nunca fue dispararle al deshojador.
Me incliné hacia la cabeza de Abelard y dije:
—¡Vuela!
El grifo se lanzó al aire como si mi peso añadido no fuera nada para el. Dio vueltas alrededor de las gradas del estadio, chillando para que su compañera lo siguiera.
A Heloise le costó más. Avanzó pesadamente hasta la mitad del suelo del ruedo, batiendo las alas y gruñendo con malestar antes de alzar el vuelo. Con Meg y Calipso aferradas desesperadamente a su pescuezo, Heloise empezó a volar describiendo un círculo cerrado detrás de Abelard. No podíamos ir a ninguna parte con la red encima de nosotros, pero yo tenía problemas más inmediatos.
Percy tropezó y paró el golpe de Literses por poco. Su siguiente tajo cortó a Percy en el muslo y le rasgó el pantalón. La prenda azul rápidamente se tiñó de rojo debido al flujo de sangre.
Litierses sonrió con cansancio.
—Eres bueno, Jackson. Tal vez tan bueno como yo, pero sólo uno de nosotros saldrá bien de este duelo.
Percy le sonrió también medio agotado, pero con un brillo salvaje en su mirada. Tenía la mirada de un depredador que encontró una presa digna y desafiante.
Ambos volvieron a cruzar espadas, ambas hojas echaban chispas al contacto, Percy dio un quiebro a la izquierda evitando un ataque, y en un rápido movimiento hacia arriba hizo un corte a Literses que iba desde el abdomen hasta el lado derecho de su pecho.
El deshojador soltó un grito de dolor y respondió pateando con fuerza a Percy en la cara, el hijo de Poseidón retrocedió y se volvió a poner en guardia.
—Abelard—murmuré—, tenemos que recoger a Percy. ¡Baja!
Me sentía un poco mal de tener que interrumpir su duelo, claramente estaba emocionado por el combate, yo misma me hubiera enojado bastante si me apartaran de una batalla reñida y justa de un oponente que por fin estuviera a mi nivel. Pero teníamos una misión que cumplir.
El grifo me obedeció con entusiasmo de más. Estuve a punto de errar el tiro. Envíe la flecha volando no a Litierses, sino al cuadro de mandos situado al lado del asiento del emperador, apuntando a una palanca que había visto tenía escrito OMNIA, "todo".
¡ZAS! La flecha dio en el blanco. Los escudos de acrílico de todos los recintos bajaron en una servía de gratos "ca-chanc".
Litierses estaba demasiado ocupado para percatarse de lo que había pasado. Eso suele pasar cuando un grifo te ataca desde el aire. El deshojador retrocedió y dejó de Abelard atrapara a Percy con sus agarras y volviera a alzar el vuelo.
Litierses nos miró fijamente mientras se sostenía el hombro derecho en el cual había una muy profunda herida.
—Esto no ha acabado, Jackson. Aún está por verse quien de nosotros es...
Entonces una manada de avestruces acorazadas lo arrolló. El espadachín desapareció bajo una oleada de plumas, alambre de púas y verrugosas patas rosadas.
Mientras Litierses chillaba, acurrucándose para protegerse, las serpientes aladas, los caballos escupe fuego y el toro etíope se unieron a la fiesta.
—¡Percy!— estiré el brazo. Mientras Abelard lo agarraba precariamente con sus garras, el semidiós soltó su espada sin miedo a perderla, pues esta volvería a él en forma de bolígrafo. Me tomó la mano. De algún modo, consiguió subirse a Abelard y sentarse atrás de mí.
Las serpientes voladoras se dirigieron revoloteando a Heloise, que graznaba en actitud desafiante y batía sus fuertes alas mientras ascendía hacia las redes. Abelard la siguió.
El corazón me latía con fuerza. No podríamos atravesar la red. Estaría diseñada para resistir la fuerza bruta, los picos y las garras. Creía que nos estrellaríamos y caeríamos al suelo entre las bestias.
Pero un momento antes de que nos estrelláramos contra la red, Calipso levantó los brazos. Gritó de rabia, y la red salió despedida al cielo, arrancada del techo.
Salimos del ruedo volando. Miré a Calipso asombrada. Ella parecía tan sorprendida como yo. Acto seguido se desplomó y cayó de lado. Meg la sostuvo para evitar que se cayera.
Mientras los grifos se elevaban en el cielo, miré al ruedo. Los monstruos se hallaban enzarzados en h a salvaje batalla campal, pero no vi ni rastro de Litierses, al parecer Percy si tendría esa revancha.
Meg se volvió a verme.
—Volviste—dije.
Ella asintió débilmente.
—Pensé en lo que dijiste, yo... necesito ver la otra cara de la moneda, decidir si Nerón es el bueno o el malo.
—Entiendo...
—Podemos hablarlo luego, en este momento no estoy lista.
Asentí.
—Como quieras.
Me recargue en el pecho de Percy para recuperar el aliento, el se contrajo en un gesto de dolor.
—Perdón—dije—¿estás bien?
—Si—dijo el con voz cansada—. Se que te sonará raro, pero disfrute de ese combate, hacia mucho que no encontraba a alguien que estuviera a mi mismo nivel.
—Encontraste a una presa digna—dije—. Lo hiciste bien.
—Gracias...
—Ahora bien, Percy—me volví para verlo—. Ten más cuidado, no quiero que mi único amigo se muera desangrado, ni de ninguna otra forma.
Percy sonrió levemente.
—Sabes, es la primera vez que dices abiertamente que no quieres que me muera.
Le sonreí de regreso.
—¿Que quieres que te diga? Somos amigos.
...
Bien, aquí un "algo que no sabía que quería, pero lo quiero" no me pregunten por qué, pero necesito un fan art de Percy, Artemisa, Leo y Calipso vestidos como los personajes principales de konosuba.
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