Llegan las cazadoras. Dúo de espadachines contra emperador malvado.
Bueno, decir "explotó" no es del todo correcto. Para ser más exactos, el tejado se desplomó, como acostumbran a hacer los tejados cuando un dragón de bronce se estrella contra ellos. Las vigas se combaron. Los remaches saltaron. Planchas de metal ondulado chirriaron y se doblaron con el sonido de un choque de portaaviones.
Festo cayó en picada a través del boquete, desplegando las alas para descender más despacio. No parecía desmejorado después del tiempo qué había pasado convertido en maleta, pero a juzgar por la forma en que chamuscó al público de la tribuna, supuse que estaba un poco malhumorado.
Los centauros salvajes huyeron en desbandada y pisotearon a los mercenarios mortales y los germani. Los blemias aplaudieron educadamente, tal vez creyendo que el dragón formaba parte del espectáculo, hasta que una ola de fuego los redujo a polvo. Festo dio su propia vuelta de la victoria volando alrededor del circuito y quemando coches de carreras, mientras una docena de cables plateados se desenrollaban del tejado y bajaban a mis cazadoras.
Dioses, no puedo describir exactamente lo que sentí en ese momento, una felicidad y alivio tan grande que casi olvidaba que estaba en medio de un estadio lleno de enemigos y un emperador semidivino malvado.
Algunas chicas se quedaron en el tejado con los arcos en ristre, disparando fuego de contención mientras sus hermanas descendían al campo. Tan pronto como cayeron al césped haciendo rápel, sacaron sus arcos, espadas y cuchillos y entraron en combate. Aunque muchas al verme abrían mucho los ojos y se quedaban atónitas.
Alarico, acompañado de la mayoría de los germani del emperador, arremetió contra ellas.
El grupo de cazadoras más próximo corrió en dirección a mí y entró en cómbate con los germani. Percy yo y Livia decidimos unirnos.
Percy sonrió al reconocer a mi teniente.
—¡Cara de pino!—le gritó.
La chica de cabello oscuro cortado de forma irregular con ojos azules se volvió a él sorprendida.
—¿Percy?—preguntó Thalia mientras se enfrentaba a los germani con su réplica de la egida en el brazo.
—El mismo.
—No es que no me alegre de verte, pero ¿que haces aquí?
Percy se encogió de hombros mientras desarmaba a un germanus y atravesaba la pierna de este con contracorriente.
—En este momento, creo que lo mismo que tú.
Entonces mi teniente se fijó en mi.
—Mi señora... ¿realmente es usted?
Asentí con la cabeza.
—A pasado un tiempo, y tengo una larga historia que contarles, pero sí, soy yo.
Una de las chicas me arrojó un carcaj lleno de flechas y me dispuse a eliminar a cuanto enemigo pudiera.
Mis cazadoras observaron un poco confundidas como una vez que bajé de un salto del paquidermo peleaba lado a lado con Percy, cubriéndonos las espaldas y protegiéndonos mutuamente. Me agaché para esquivar un ataque con una lanza, le di la espalda a mi atacante para derribar con una flecha a un cinocéfalo que atacó a Percy por la espalda mientras el derribaba al gladiador que me atacó a mi sin problemas. Lancé tres flechas a la vez, derribando a tres barbaros y luego Percy elimino a un par de cinocéfalos con un certero golpe con su espada en el corazón de ambos monstruos.
Cerca de allí, Cómodo suspiró exasperado.
—Yo no programé esto para los juegos—miró a su alrededor; parecía que acabara de darse cuenta de que sólo le quedaban dos guardias y Litierses a los que dar órdenes. El resto ya estaban combatiendo—. ¡Largo de aquí, Litierses!—soltó—. Entreténganlos mientras voy a cambiarme. No puedo luchar con el uniforme de carreras. ¡Esto es ridículo!
Al Deshojador le tembló el ojo.
—Señor... estaba a punto de relevarme de mi cargo, ¿matándome?
—Ah, sí. ¡Bueno, entonces ve a sacrificarse! ¡Demuestra que eres más útil que el idiota de tu parte! Sinceramente, Midas tenía la capacidad de convertir en oro todo lo que tocaba, pero aún así era incapaz de hacer nada bien. ¡Tú no eres mejor que él!
La piel alrededor del moretón de Litierses enrojeció, como si la avestruz todavía le estuviera pisando la cara.
—Señor, con el debido respeto...
Cómodo alargó la mano rápidamente como una serpiente de cascabel y apretó la garganta del espadachín.
—¿"Respeto?"—susurró el emperador—. ¿Tú me hablas de respeto?
Las flechas volaban hacia los guardias que quedaban. Los dos germani cayeron abatidos cada uno con una flecha plateada enterrada en la nariz.
Un tercer proyectil se dirigía a toda velocidad a Cómodo. El emperador tiró de Litierses y lo interpuso entre él y la flecha, la punta asomó de la parte delantera del muslo del Deshojandor.
El espadachín gritó.
Cómodo lo soltó asqueado.
—¿Tengo que matarte yo mismo? ¿Enserio?—levantó su cuchillo.
Si hubiera sido por mí, ese bastardo ya estaría muerto. Pero por suerte para el, había alguien entre nosotros con una brújula moral más abierta al perdón, y... ¿me atrevo a decirlo? Tal vez inclusive mejor y más correcta que la del resto.
Percy tacleó a Cómodo con todas sus fuerzas y los tres: Percy, Litierses y Cómodo rodaron por el césped. Litierses buscó con las manos la empuñadura de su espada. Cuando la encontró, clavó la punta en el cuello descubierto del emperador.
Cómodo gritó y apartó al dúo de espadachines de un empujón. Se llevó la mano a la herida. A juzgar por la cantidad de sangre que salió, deduje que por desgracia el corte no le había dado en la yugular.
Cómodo echaba chispas por los ojos.
—Oh, Litierses, eres un traidor. ¡Te mataré lentamente por tu felonía!
El emperador tomó del suelo la espada de un gladiador caído, un gladio romano de oro imperial.
Litierses y Percy se miraron, formando un acuerdo silencioso.
Cómodo atacó. Ambos chicos rodaron en direcciones opuestas, esquivando el primer embate. Cómodo lanzó un tajo con su espada que Percy bloqueo, luego Litierses hizo un profundo corte en la pierna del emperador, Cómodo respondió con una patada que mandó a volar al hijo de Demeter. Sin embargo eso expuso su guardia, por lo que Percy logró hacerle un corte que le atravesaba la cara.
Cómodo rugió de dolor y lanzó varios tajos y estocadas que Percy bloqueo hábilmente, luego dio un quiebro a la izquierda e intentó apuñalar al emperador en el corazón, pero Cómodo atrapó el brazo de Percy y lo levantó rápidamente antes de azotar el semidiós contra el suelo.
Litierses a duras penas logró apuñalar por la espalda al emperador que estaba distraído, logrando que soltará a Percy, quien se levantó y cortó el pecho del emperador de lado a lado, la sangre le salía a borbotones. Cómodo lanzó un golpe a Percy que Litierses bloqueo, luego el deshojador lanzó un tajo a la rodilla del emperador, Percy intentó cortar la cabeza de su enemigo, pero Cómodo era rápido, y con su mano libre desarmó a Percy y luego le dio un fuerte puñetazo en la barriga, derribándolo.
Acto seguido Cómodo se volvió para atacar a Litierses, quien contaba con la desventaja de tener una flecha en el muslo, pero a una enorme velocidad, Percy recogió a Contracorriente del suelo y protegió al hijo de Demeter. Luego Litierses enterró su espada entre las costillas del emperador, quien rugió de dolor antes de tomar la cabeza del deshojador para intentar aplastar su craneo. Sin embargo, cometió el error de descuidar a Percy, quien hundió su espada entre las piernas de Cómodo. Arrancándole a este el grito más fuerte que hubiera oído en los últimos siglos.
No se como logré escuchar lo siguiente, pero juro que ví como Percy miraba con odio a Cómodo y le decía "Nadie se mete con Artemisa, dejaré que ella te dé el golpe de gracia"
Percy... el había atacado de esa manera a Cómodo por mi, por lo que el emperador había planeado hacer conmigo, y a propósito no lo había matado para que yo hiciera justicia por mi cuenta. ¿He mencionado que adoro a ese chico?
Estaba deseosa de mandar a Cómodo a lo peor que los campos de castigo tuvieran para ofrecer, quería matarlo de la forma más dolorosa que se me ocurriera.
Por desgracia nada de eso pasó.
Los germani más próximos, viendo a su emperador sangrando en el suelo, corrieron a ayudarlo. Demasiados como para que los espadachines los pudieran vencer, considerando sus heridas por la batalla con Cómodo.
—Livia—pedí—¿podrías sacarlos de allí?
La elefanta recogió a Litierses y a Percy con su trompa, y se alejó dando marcha atrás mientras los bárbaros cerraban filas en torno a Cómodo, formando un muro de protección y nos apuntaban con sus armas de asta. Claramente con deseos de atacar, pero el bienestar de su emperador era primero.
Un cordón de llamas cayó entre nuestros dos grupos. Festo aterrizó al lado de Livia. Los germani se retiraron a toda prisa mientras Cómodo gritaba de dolor.
Encima de Festo, Leo nos saludo con gesto de la cabeza.
—¿Qué pasa, Aquaman y compañía? Jo recibió su señal de emergencia y nos mandó a volver enseguida.
Thalia se acercó corriendo junto con Ifigenia y una chica más joven a la que habrían reclutado hace poco, durante mi período de... inactividad.
—Mi señora—Thalia se acercó medio en shock—. ¿Donde ha estado? ¿Que está pasando? ¿Y qué haces aquí Percy?, creía que estabas estudiando para ir con Annabeth a nueva roma.
Percy se tensó ligeramente pero hizo como si no pasara nada.
—Es una larga historia—dije.
—Bastante, muy larga—asintió Percy.
—Les contaré todo más tarde, lo prometo. Por ahora tenemos que salir de aquí, los refuerzos de Cónodo no tardarán en llegar—señale la zona de anotación, donde los supervivientes de la flamígera vuelta de la victoria de Festo empezaban a firmar filas: un centenar de centauros, cinocéfalos y semidioses variados de la Casa Imperial.
Miré las bandas. Una rampa subía la grada inferior de asientos, posiblemente lo bastante ancha para un elefante.
—No pienso dejar a Livia—dije.
Percy asintió.
—Leo, tú llévate a Litierses y también el Trono de la Memoria—se descolgó la silla y se la lanzó a Leo—. Ese trono tiene que volver a las manos de Georgie. Yo ayudaré a sacar a Livia.
La elefanta dejó a Litierses en el césped. Después de que el impulso de adrenalina se le hubiera pasado, el deshojador parecía estar entrando en estado de shock.
Leo frunció el ceño.
—Ejem, Percy. ¿Por qué nos llevamos a este idiota? Intento matarme en Omaha. Te intento matar en el zoo. ¿No puedo dejar que Festo lo pisotee?
—Tranquilo, solo necesita curarse. Se portará bien, ¿verdad que sí, Lit?
Litierses logró asentir ligeramente con la cabeza.
Leo suspiró.
—Como quietas, amigo. Festo, vamos a llevarnos a ese idiota ensangrentado con nosotros, ¿está bien? Pero si se le suben los humos por el camino, puedes tirarlo contra un rascacielos.
Festo asintió chirriando.
—Yo también iré con ustedes, mi señora—Thalia subió a la elefanta.
Asentí.
—Ifgenia, saca al resto de las cazadoras de aquí. ¡Vamos!
Uf, se sintió bien volver a estar al mando de mis cazadoras.
Ifgenia sonrió.
—Por supuesto, mi señora.
Leo sonrió y se colgó el Trono de la Memoria a la espalda.
—Nos veremos en casa. ¡Y no olviden comprar salsa!
Festo batió las alas metálicas. El dragón subió a Litierses y se lanzó hacia el cielo. Mis cazadoras activaron sus cabrestantes. Ascendieron cuando la primera oleada de espectadores furiosos llegaba al campo, arrojando lanzas y piedras que caían al suelo con gran estruendo.
Cuando las cazadoras se marcharon, la multitud centró su atención en nosotros.
—Livia—dije—. ¿A que velocidad puedes correr?
La respuesta, lo suficientemente rápido como para escapar de una turba armada casi sin problemas.
"Casi"
Mientras yo dirigía a la elefanta, Thalia derribaba enemigos con su arco y Percy desviaba proyectiles con su espada, y ambos eliminaban a quien fuera suficientemente tonto como cara acercársenos. Ambos primos competían por quien eliminaba más enemigos, o desviaba más proyectiles, o quien había pasado más peligros últimamente. (Lo siento Thalia, pero tengo que darle la razón a Percy en lo último), en resumen, la viva imagen de sus padres.
Livia parecía conocer los pasillos y rampas del estadio. Habían sido diseñados para grandes multitudes, y eso los hacía igual de aptos para elefantes. Dimos unas cuantas vueltas alrededor de los puestos de recuerdos, recorrimos a toda velocidad un túnel de servicio y por últimos salimos a una zona de carca en South Missouri Sreet.
¡Oh, aire fresco, cuánto te extrañaba!
Estaba tan emocionada que no logré ver al ultimo perseguidor que teníamos hasta que fue muy tarde.
—¡Artemisa!
Una lanza volaba a toda velocidad directo hacia mi. Thalia y Percy ya habían guardado sus armas, igual de confiados que yo.
Me preparé para el impacto.
—¡Aghr!
Me volví para ver a Percy, quien tenía la lanza sobresaliendo de su hombro. El muy tonto se había atravesado entre mi y el ataque.
—¡Maldito Percy y tu maldita nobleza! ¡Te vas a acabar matando solo!— le grité.
De inmediato me di cuenta de lo que hice.
—Yo... perdón, gracias por salvarme. ¿Estas bien?
Percy no respondió, parecía batallar para hablar. Estaba entrando en estado de shock.
Lo miré con preocupación.
—¿Por qué siempre tienes que ser el héroe?
El negó con la cabeza divertido, a pesar de estar quedándose inconsciente sobre el lomo del animal. Thalia lo sostenía para que no se cayera.
—Tú hubieres echo lo mismo—dijo el débilmente.
Suspiré en derrota.
—Tienes razón...
Thalia sacó una cantimplora de su cinturón. Y la estiró hacia Percy, pero mirándome en busca de permiso.
Asentí sin dudar.
—Sesos de alga, ¿por que casi te mueres cada vez que nos vemos?—dijo Thalia negando con la cabeza.
—Hey—dijo Percy—. Estaba peor cuando enfrentamos a Japeto.
Fruncí el ceño.
—¿Cuando enfrentaron a Japeto?—pregunté.
Thalia y Percy se miraron.
—Lo siento, mi señora—dijo Thalia—. Pero nos hicieron jurar por el estigio que no podríamos dar muchos detalles.
—Pero no te desanimes, Arty—dijo Percy—. Imagínate a mi y a Thalía junto con Nico di Angelo enfrentándonos a un tintan juntos. Los tres hijos de los tres grandes, el Dream Team de Los semidioses.
Logramos que Percy tomara un par de sorbos, se le despejó la mirada y su respiración se relajó, volviendo un poco a la normalidad.
—¿Que es eso? No es néctar.—preguntó el semidiós.
Asentí mientras tomaba un trago de la bebida.
—Es agua de luna—expliqué—. Uno de mis secretos mejor guardados, es por así decirlo, una bebida energética para las cazadoras, los semidioses pueden tomarla sin problemas, los mortales también, pero en menor cantidad o se les licúa el cerebro.
Thalia asintió con la cabeza.
—Muy pocos hombres llegan a probarla, considérate afortunado.
—Y a eso súmale conocer la Estación de Paso la misma semana—apunté.
—Soy un tipo con suerte, ya entendí.
Percy intentó levantarse pero se lo impedí.
—Tu vas a esperar a que lleguemos a la estación te curen—le ordene.
—Si, señora— dijo Percy un poco molesto.
Me reí entre dientes y le di un par de palmadas en la cabeza como a un perro. El me miró mal.
Thalia me miró en busca de explicación.
—Percy y yo llevamos siendo amigos un tiempo, el me a ayudado desde que caí del cielo. Hemos viajado juntos desde entonces.
Thalia analizó mis palabras.
—"Caer del cielo". ¿Te refieres a...?
—Sí, Thalia. Soy mortal.
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