De regreso en la estación, ¿aún hay pan?
Heloise y Abelard sabían adónde tenían que ir. Dieron vueltas alrededor del tejado de la Estación de Paso hasta que una sección de las tejas se abrió y dejó que los grifos descendieran al gran salón.
Aterrizaron en la cornisa, uno al lado del otro en su nido, mientras Josephine y Leo subían por las escaleras de mano para reunirse con nosotros.
Josephine abrazó primero el pescuezo de Heloise y luego el de Abelard.
—¡Oh, mis tesoros! ¡Están vivos!
Los grifos se pusieron a arrullar y se apoyaron contra ella a modo de saludo.
Josephine sonrió a Meg McCaffrey.
—¡Bienvenida! Yo soy Jo.
Meg parpadeo; por lo visto, no estaba acostumbrada a recibimientos entusiastas como ése.
Calipso medio se apeó, medio se cayó del lomo de Heloise. Se habría despeñado de la cornisa si Leo no la hubiera agarrado.
—Quieta mamita—dijo—. ¿Estas bien?
Ella parpadeó con aire soñoliento,
—Estoy bien. No te preocupes. Y no me llames...
Se desplomó contra Leo, que la mantuvo erguida con dificultad.
A continuación nos miró preocupado en busca de respuestas.
—¿Que le sucedió?
—Creo—dije— que Calipso consiguió hacer magia.
Le conté lo que había pasado en el zoo: el encuentro con Litierses, la huida y como las redes del estadio habían salido disparadas al cuelo como un calamar lanzado con un cañón de agua (uno de los prototipos de armas menos logrados de Poseidón).
—Fue de locos—añadió Meg, cosa que no ayudó mucho.
—Litierses—murmuró Leo—. Odio a ese tipo. Percy, espero que lo destruyas la próxima vez que lo veas. Pero por ahora... ¿Está bien Calipso?
Josephine tomó el pulso a Calipso y luego pegó la mano a su frente. Desplomada contra el hombro de Leo, la hechicera roncaba como un jabalí.
—Se le fundió un circuito— anunció Josephine.
—¿Que se le fundió un circuito?—gritó Leo—. ¡No me gustan los circuitos fundidos!
—Solo es una expresión, amigo—dijo Josephine—. Se excedió con la magia. Deberíamos llevarla a la enfermería con Emmie. Dame.
Josephine sujetó a Calipso. Haciendo caso omiso de la escalera, saltó de la cornisa y cayó sin problemas seis metros por debajo.
Leo frunció el ceño.
—Yo también podría haber echo eso.
Percy rió entre dientes.
—Tal vez con unos súper brazos robóticos.
Leo sonrió.
—Buena idea, trabajaré en ello— se volvió hacia Meg. La reconoció de la historia que les contamos sobre la arboleda. Después de todo, no abundan las niñas con ropa de color semáforo y lentes con forma de ojos de gato.—Tu eres la dichosa Meg— dedujo.
—Sí.
—Genial. Yo soy Leo. Bueno, voy a ver a Calipso— se deslizó por los pasamanos de la escalera y me dejó con Percy y Meg.
Los grifos se instalaron en su nido, cacareando satisfechos el uno con el otro. Heloise se veía bastante bien, al menos todo lo bien que se puede estar cargando un huevo, pero no parecía en lo absoluto afectada por haber cargado con pasajeros.
Me volví hacia Meg. Esperaba poder hacerla entrar totalmente en razón sobre Nerón, pero sería complicado.
—Fuiste a ayudarnos. Gracias.
Meg se agarró los codos. En sus dedos centrales, un símbolo con forma de media luna, la guadaña de Deméter, brillaba en un par de anillos dorados. Eso me hizo pensar en que no estaban esas hojas doradas con las que había aparecido en el zoo, supuse que los anillos eran las espadas camufladas, pero no estaba segura.
—Tenía que hacer algo con ese tipo— señaló los diversos cortes en el cuerpo de Percy—. Era malo.
—Eso no te lo puedo discutir.
Percy se sujetó el brazo. Tenía heridas en todas partes. Lo había vendado lo mejor que pude durante el vuelo, pero necesitaba atención médica urgente.
—Eso me recuerda— dijo—creo que debería ir a la enfermería, las veo luego.
Se fue cojeando por donde se habían ido Josephine y Leo.
—También tenía que hacer algo contra los que me trajeron de Nueva York—continuó Meg, adoptando una expresión de asco—. Marcos y Vortigern. Dijeron las cosas que harían en Indianápolis—Sacudió la cabeza—. Cosas malas, para todos, pero con un énfasis en ti y en... tu cuerpo.
Apreté los puños.
—Entonces es bueno saber que están muertos.
Meg me miró sorprendida.
—¿Que les pasó?
—Litierses los decapitó antes de ir al zoológico, se asesinan entre los del mismo bando, en el triunvirato no hay lealtad real, solamente hambre de poder, traición y muerte.
Meg analizó mis palabras.
—¿Y en tu bando son mejores?
—Eso quiero pensar.
Ella se quedó mirando a los grifos que estaban contentos de volver a su hogar. Se acurrucaron para un merecido descanso. Metieron la cabeza debajo de las alas y se pusieron a ronronear, era una escena adorable, incluso con sus ronquidos que sonaban como sierras mecánicas.
—No podré luchar junto a ustedes—dijo—. Se Nerón se entera de que lo traicioné, me mandará a buscar, preferiría permanecer en secreto, al menos hasta que decida totalmente mi bando.
—Yo... está bien, se que tomarás la mejor decisión al final.
Meg era bastante fuerte en su exterior, podía usar plantas para teletransportarse, podía derribar tejados usando algo de hiedra y logró eliminar a un escuadrón entero de germani con un cañaveral de bambú, era sin duda la hija de Demeter más poderosa de los últimos siglos, tal ves la más poderosa de la historia. No me venía a la mente ningún otro hijo de Demeter con tales habilidades.
La joven se frotó la nariz.
—¿Hay comida?
Me pregunté si al igual que Percy ella tendría un trauma respecto a su alimentación, decidí preocuparme por eso más tarde, en ese momento yo misma estaba bastante hambrienta.
—Hay comida—contesté—te aseguro que te gustará, el pan y el queso casero de Emmie es excelente.
—Me alegro de que le gusten— dijo una voz detrás de mi.
Me volví.
En lo alto de la escalera, Emmie asentía con orgullo.
—Britomartis está abajo. Querrá hablar con usted, mi señora.
—Gracias—fue lo primero que dijo Britomartis al verme— por favor, siéntense.
Inspeccioné mi lugar y luego el de Meg, buscando artefactos explosivos, aún sin el ojo experto de Leo me conocía las mañas de la diosa, por suerte no había nada, decidí tomarlo como gesto de agradecimiento por liberar a los grifos.
Habían servido una sencilla comida: más ensalada, pan y queso. Perfección.
Meg tomó un gran pedazo de pan y lo masticó con fruición. Bueno.. digo masticó, pero se metió tanto pan a la boca que era difícil saber si sus ingredientes llegaron a triturarlo. Me extrañó esa forma de comer por alguien que fue criada por Nerón, pero luego pensé qué tal vez esa era su forma de revelarse, "tal vez tú mandes, pero no puedes controlar todo, como decidir cómo voy a comer" daba a entender su actitud.
Britomartis entrelazó las dedos por delante de ella. Incluso ese gesto parecía una compleja trampa.
—Emmie—dijo—, ¿que tal está la hechicera?
—Descansa tranquilamente, señora—dijo Emmie—. Leo y Josephine fueron a ver cómo está... Ah, ahí están.
Josephine y Leo se dirigieron a la mesa; Leo tenía los brazos extendidos como la estatua del Cristo Redentor de Río de Janeiro.
—¡Pueden estar todos tranquilos!—anuncio Leo—. ¡Calipso está bien!
—Percy también está bien, por si alguien se lo preguntaba.—dijo el hijo de Poseidón, entrando detrás de Leo, estaba cubierto en vendajes y ungüentos, no se veía del todo recuperado, pero tampoco se veía mal del todo.
—Si, Percy—dijo Emmie— pero en cuanto acabemos aquí tienes que volver a la enfermería, no se cómo te las arreglaste para sufrir tanto daño.
Percy se encogió de hombros y tomó asiento.
—Bien—Britomartis habló—. Tal y como prometí, les voy a dar información que los llevará directamente al palacio del emperador, donde podrán ya sea liberar a los prisioneros... o ser ejecutados de forma horrible pero creativa.
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