Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Gleeson pierde la el día con granadas.


¿Tan difícil podía ser encontrar a un sátiro en una tienda de saldos militares?

Resultó que bastante.

El Desmadre Militar de Macrón era una extensión sin fin: un pasillo tras otro de material que no interesaría a ningún ejército que se precie. En la entrada, un gigantesco cajón con un letrero de neón morado anunciaba: ¡SALACOTS! ¡COMPRE 3 Y LLÉVESE 1 GRATIS! En un expositor había un árbol de navidad hecho de tanques de propano con guirnaldas de mangueras de soplete y un cartel que rezaba: ¡SIEMPRE DE TEMPORADA! Había dos pasillos de medio kilómetro de largo cada uno dedicado exclusivamente a ropa de camuflaje de todos los colores posibles: café desierto, verde bosque, gris ártico y rosa chicle, por si tu equipo de operaciones especiales necesitaba infiltrarse en una fiesta de cumpleaños infantil con motivos de princesas.

Encima de cada pasillo había indicadores colgados: PARAÍSO DEL HOCKEY, ANILLAS DE GRANADA, SACOS DE DORMIR, BOLSAS DE CADÁVERES, LÁMPARAS DE QUEROSENO, TIENDAS DE CAMPAÑA, PALOS GRANDES Y PUNTIAGUDOS. Al fondo de la tienda, a un día de caminata más o menos, un inmenso cartel proclamaba: ¡¡¡ARMAS DE FUEGO!!!

—Conociendo al entrenador—dijo Percy—, estará con las pistolas.

De modo que emprendimos la caminata hacia la lejana tierra prometida de ¡¡¡ARMAS DE FUEGO!!!

No me gustaba la iluminación excesivamente intensa de la tienda. No me gustaba la música enlatada excesivamente alegre, ni el aire acondicionado excesivamente frío que hacía que el local pareciera un depósito de cadáveres.

Los pocos empleados de la tienda no nos hicieron caso. Un joven ponía etiquetas de 50% DE DESCUENTO con una etiquetadora de precios a una hilera de inodoros portátiles Porta-Popó TM. Otro empleado permanecía inmóvil con una expresión vaga en la caja rápida, como si hubiera alcanzado el nirvana de puro aburrimiento.

Cada trabajador llevaba un chaleco amarillo con el logotipo de Macrón en la parte de atrás: un sonriente centurión Romano sur hacia un gesto de aprobación juntando el pulgar y el índice.

Tampoco me gustaba ese logotipo.

En la parte delantera de la tienda había una caseta elevada con una mesa de supervisor detrás de una pantalla de acrílico, como el puesto del alcaide de una cárcel. Allí se hallaba sentado un hombre con una reluciente calva y las venas del cuello abultadas. Sus pobladas cejas blancas le conferían una expresión de sorpresa. Al vernos pasar, su sonrisa me provocó escalofríos.

—Creo que no deberíamos estar aquí—murmuré.

Grover observó al supervisor.

—Estoy seguro de que no hay monstruos. Si los hubiera, los olería. Este tipo es humano.

Sus palabras no me tranquilizaron. Algunas de las personas a las que menos aprecio tenía eran humanas. De todas formas, nos adentramos en la tienda.

Como Percy había predicho, Gleeson Hedge se encontraba en la sección de armas de fuego, llenando su carrito de compra de miras telescópicas de rifle y escobillas para limpiar cañones mientras silbaba.

Vi por qué Percy lo llamaba "entrenador". Hedge llevaba un pantalón corto de poliéster azul fuerte que dejaba al descubierto sus peludas patas de cabra, una gorra roja calada entre sus pequeños cuernos, un polo blanco y un silbato que le colgaba del cuello, como si esperara que fueran a llamarlo en cualquier momento para arbitrar un partido de fútbol.

A juzgar por su cara, parecía mayor que Grover, pero con los sátiros era difícil estar segura. Maduraban aproximadamente a la mitad de velocidad que los humanos. Por ejemplo, sabía que Grover rondaba los treinta años de edad humana, pero sólo dieciséis desde el punto de vista de los sátiros. El entrenador podría haber tenido entre cuarenta y cien años en tiempo humano.

—¡Gleeson!—gritó Grover.

El entrenador se volvió y sonrió. Su carrito estaba lleno hasta el tope de carcajs, cajas de munición y lotes de granadas plastificadas que prometían ¡DIVERSIÓN PARA TODA LA FAMILIA!

—¡Hola, Underwood y... Jackson!—dijo—. ¡Que oportunos! Ayúdenme a agarrar algunas minas terrestres.

Grover se estremeció.

—¿Minas terrestres?

—Bueno, sólo son carcasas vacías— aclaró Gleeson, señalando una fila de botes metálicos que parecían cantimploras—, pero pensé que podíamos llenarlos de explosivos y volver a activarlas. ¿Prefieres los modelos de la Segunda Guerra Mundial o los de la época de Vietnam?

—Este...—Grover me señaló—. Gleeson, le presentó a Lady Artemisa.

Gleeson frunció el entrecejo.

—Lady... ¿Lady Artemisa?—me escrutó de la cabeza a los pies—. Es aún peor de lo que pensábamos. Habrá que tomar medidas. Pero antes, échenme una mano. ¿Minas de fragmentación? ¿Minas antipersona Claymore? ¿Qué opinan?

—Creía que estaba comprando material de camping.

Gleeson arqueó las cejas.

—Esto es material de camping. Si voy a estar al iré libre con mi mujer y mi hijo escondidos en esa cisterna, me sentiré mucho más seguro sabiendo que estoy armado hasta los dientes y rodeado de explosivos por detonación por presión. ¡Tengo una familia que proteger!

—Pero...—miré a Percy, quien movió la cabeza como diciendo: "Ni lo intentes"

Digo, yo sé que con las cazadoras instalamos toda esa clase de cosas cuando acampamos, pero es porque 1) es un gran grupo de entre otras cosas semidiosas que atraerán muchos monstruos, mientras que prácticamente nadie le prestara demasiada atención a una pequeña familia de espíritus de la naturaleza. Y 2) las minas de las cazadoras funcionan mágicamente, ya que los explosivos y armas mortales (como los de la tienda) no afectaban a los monstruos en casi ningún sentido o se atoraban y fallaban sus mecanismos.

—Entrenador, ya tiene una buena cantidad de armas—dijo Percy—. Además, Mellie está preocupada. Lleva aquí todo el día.

—¡Eso no es cierto!—protestó Hedge—. Un momento. ¿Que hora es?

—Es de noche—respondió Grover.

El entrenador parpadeó.

—¿En serio? Uy, por todos los discos de hockey. Creo que me entretuve demasiado en el pasillo de las granadas. Bueno, está bien. Supongo...

—Disculpe—dijo una voz a mi espalda.

Grover soltó un grito agudo.

Me di la vuelta y descubrí que el enorme hombre calvo de la caseta del supervisor se nos había acercado sigilosamente por detrás. Era toda una proeza, considerando que medía casi dos metros quince y debía pesar cerca de ciento cuarenta kilos. Estaba flanqueado por dos empleados que miraban impasiblemente al vacío sostenido sendas etiquetas de precios.

El encargado sonrió, con sus pobladas cejas blancas arqueándose hasta el cielo y sus dientes de los distintos colores del mármol de las lápidas.

—Siento interrumpir—dijo—. No recibimos a muchos famosos y... tenis sur asegurarme. ¿Usted es Artemisa? O sea... ¿La diosa Diana?

Parecía encantado con la posibilidad. Miré a mis compañeros. Gleeson asintió con la cabeza. Grover negó enérgicamente. Y Percy se llevó la mano lentamente hacia su bolsillo donde guardaba a Contracorriente.

—Creo que me confunde—dije—. Lo siento.

La sonrisa del supervisor perdió parte de sus vatios.

—Bueno, entonces tendré que matarla por decepcionarme.

—De acuerdo, sí soy Artemisa—dije.

—¡Lo sabía! Me llamo Macrón. ¡Bienvenida a mi tienda!

Miró a sus dos empleados.

—Capturen a Diana para llevarla con el emperador. Pero antes demos una Muerte rápida e indolora a los sátiros y el semidiós.

Percy sacó su bolígrafo y lo convirtió en espada con la que apuntó a Macrón, y Grover se puso a pelear con el entrenador Hedge, que intentaba desesperadamente abrir un envase tamaño familiar de granadas mientras maldecía el embalaje a prueba de manipulaciones.

Macrón juntó sus manos rollizas.

—Ya sé que matar a los clientes es una grosería terrible. Le pido disculpas, Lady Diana. Pero el emperador tiene planes para usted y necesito ganarme su favor de nuevo.

—¿Quiere decir... que perdió el favor del emperador?—preguntó Percy para hacer tiempo.

Macrón lanzó un suspiro. Empezó a arremangarse como si le esperara una ardua y tediosa matanza de sátiros.

—Me temo que si. ¡Desde luego yo no pedí she me desterraran a Palm Springs! Lamentablemente, el princeps es muy exigente con sus fuerzas de seguridad. Mis tropas fallaron demasiadas veces, y nos envió aquí. Nos sustituyó por ese horrible hatajo de estriges, mercenarios y orejones. ¿Lo pueden creer?

Ni lo podía creer ni lo entendía. ¿Orejones?

Examiné a los dos empleados, que seguían inmóviles, con la mirada perdida y el rostro inexpresivo.

—Sus empleados son autómatas—comprendí—. ¿Éstos son los antiguos soldados del emperador?

—Desgraciadamente, sí— contestó Macrón—. Pero son muy competentes. Cuando la entregue al emperador, seguro que lo entenderá y me perdonará.

Las mangas le quedaban ahora por encima de los codos y dejaban a la vista unas viejas cicatrices blancas, como si muchos años atrás una víctima desesperada le hubiera arañado los antebrazos...

Me acordé del sueño del palacio imperial y del pretor arrodillado ante su nuevo emperador.

Recordé tardíamente el nombre de ese pretor.

—Nervio Sutorio Macrón.

Macrón sonrió a sus empleados robóticos.

—No puedo creer que Diana se acuerde de mí. ¡Qué honor!

Ojalá dejaran de llamarme por mi nombre romano mientras estaba en mi forma griega, me causaba dolor de cabeza.

—Usted mató al emperador Tiberio—dije—. Lo ahogó con una almohada.

Macrón pareció avergonzado.

—Bueno, ya estaba muerto en un noventa por ciento. Yo simplemente agilicé las cosas.

—Y lo hizo por...—un burrito helado de pavor cayó en mi estómago— el siguiente emperador. Neos Helios. ¿No es así?

Macrón asintió con la cabeza, entusiasmado.

—¡Exacto! ¡El único e incomparable Cayo Julio César Augusto Germánico!

Extendió los brazos como si esperara un aplauso.

Los sátiros dejaron de luchar. Hedge siguió mordiendo el envase de granadas, aunque hasta a sus dientes de sátiro les estaba costando arrancar el grueso plástico.

Grover retrocedió e interpuso el carrito entré el y los empleados de la tienda.

—¿Ca-cayo quién?

Percy me miró.

¿Qué quiere decir eso, Artemis?

Tragué saliva.

—Quiere decir que nos toca correr. ¡Ahora!

...


Recuerden sugerir nombres para los capítulos, y que pueden dar ideas sobre que les gustaría ver y cuando.

Espero les esté gustando, nos vemos mañana.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro