El papel de carta sabe bien, aparentemente.
La vista al mar era espectacular. Las olas rompían contra los acantilados, y las gaviotas daban vueltas por el cielo. Lo único que arruinaba la imagen era el empleado de mudanzas corpulento y sudoroso en un camastro consultando sus mensajes.
El hombre alzó la vista cuando llegamos a la terraza. Frunció el entrecejo, se levantó de mala gana y entró pesadamente, dejando una mancha de sudor con forma de empleado de mudanzas en la tela del camastro.
—Si todavía tuviera la cornucopia—dijo Piper—, dispararía unos jamones cocidos a esos tipos.
Piper trepó la valla de la terraza y se sentó encima mirando hacia nosotros, con los pies enganchados en las barras. Supuse que se había sentado allí cientos de veces y ya no pensaba en la altura. Mucho más abajo, al pie de una escalera de madera en zigzag, una estrecha franja de playa abrazaba la base de los acantilados. Las olas rompían contra las rocas dentadas. Decidí no sentarme con Piper en el barandal.
Grover miró el camastro sudado—el único mueble que quedaba en la terraza—y optó por quedarse de pie junto conmigo y Percy.
—Bueno— me apoyé en el barandal al lado de Piper—. Conoces a Calígula.
Sus ojos pasaron del verde al café, como la corteza de un árbol al envejecer.
—Sabía que había alguien detrás de nuestros problemas: el Laberinto, los incendios, esto—señaló la mansión vacía a través de las puertas de cristal—. Cuando cerramos las Puertas de la Muerte, luchamos contra muchas personas que habían vuelto del inframundo. Tiene sentido que detrás de Terrenos Triunvirato estuviera un emperador malvado.
Piper era una chica muy joven y sin embargo había tenido que luchar muchas batallas. Dijo: "Cuando cerramos las Puertas de la Muerte" como sus compañeros de la escuela dirían "Cuando fuimos a nadar a la casa de Fulano"
—Sabíamos que había un laberinto en llamas—continuó—. Gleeson y Mellie nos hablaron de él. Dijeron que los sátiros y las dríades...—señaló a Grover—. Bueno, no es ningún secreto que la pasaron mal con la sequía y los incendios. Luego tuve unas pesadillas. Ya saben.
Todos asentimos con la cabeza. Todos sabíamos que los semidioses no podían echarse una siesta sin verse atormentados por augurios y presagios.
—En fin—continuó Piper—, pensé que podríamos buscar el centro del laberinto. Me imaginé que el responsable de que nuestra vida se hubiera convertido en un infierno estaría allí y que podríamos devolverlo al inframundo.
—Cuando hablas en plural—dijo Percy—, ¿te refieres a ti y...?
—A Jason. Sí.
Su voz se apagó al pronunciar el nombre, precisamente como le sucedía a Percy cuando se veía obligado a mencionar a Annabeth Chase.
—Pasó algo entre ustedes dos—deduje.
Ella se quitó una mota invisible de los jeans.
—Ha sido un año difícil.
Percy abrió mucho los ojos.
—No. No me digas que ustedes también rompieron.
—Si, terminamos.
—¿De verdad?— dijo Grover balando—. Pero yo oí... Yo pensaba...
—¿Tú pensabas qué?—la voz de Piper ni se alteró—. ¿Que estaríamos juntos para siempre como Percy y Annabeth?—miró la casa vacía, no como si echara de menos los antiguos muebles, sino como si se imaginara el espacio totalmente redecorado.
Percy hizo una mueca.
—Ahora que lo mencionas...
Piper abrió mucho los ojos y se llevó una mano a la boca.
—Espera, ¿dijiste: "ustedes también"? Por favor no me digas que tú y Annabeth...
—Sí, así fue—asintió Percy.
—Pero... ¿cómo? ¿Que sucedió?
Y por tercera vez tuve que escuchar esa historia. Estaba planteándome seriamente escribirla en un libreto y venderlo a una compañía de telenovelas turcas.
—Eso... no suena a algo que haría Annabeth—dijo Piper impactada—. No después de lo angustiada que estaba cuando desapareciste.
Percy suspiró con tristeza.
—Es foso cambia a las personas. No disculpo en lo absoluto a Annabeth, pero entiendo lo que le pasó. Mentiría si digiera que yo mismo no he cambiado, hay días en los que sencillamente no me siento yo mismo. Pero supe salir adelante sin lastimar a otros de promedio.
Se hizo un largo silencio.
—Bueno—dijo Percy—. Tú turno, suelta el chisme.
Piper se encogió de hombros.
—Nada demasiado serio en realidad. Simplemente las cosas cambian. La gente cambia. Jason y yo... empezamos de una forma extraña. Hera nos manipuló, nos hizo creer que teníamos un pasado común que en realidad no existía. Con el tiempo todo se sintió planeado y organizado. Nada era realmente genuino y se acabó. Luchamos contra Gaia. Luego pasamos meses buscando a Leo. Después intentamos adaptarnos a la escuela, y cuando por fin tenía un poco de tiempo para respirar...—vaciló escrutando cada una de nuestras caras como si se diera cuenta de que estaba a punto de confesar los verdaderos motivos, los motivos más profundos, a unas personas que (con la excepción de Percy) apenas conocía.
Recordé que Mellie se había referido a Piper como "pobrecilla" y el desagrado con el que la ninfa de las nubes había pronunciado el nombre de Jason.
—En fin—dijo la chica—, las cosas cambian. Pero estamos bien. Él está bien. Yo estoy bien. Por lo menos..., lo estaba hasta que esto empezó—señaló el gran salón, donde los empleados de la empresa de mudanzas cargaban ahora un colchón hacia la puerta principal.
Decidí que había llegado el momento de tomar al toro por los cuernos. O, más bien, de tomar al toro por los cuernos si los de la empresa de mudanzas no se lo hubiera llevado.
—¿Qué pasó exactamente?—pregunté—. ¿Qué hay en todos estos documentos amarillos?
—Cómo el que tienes en la mano—especificó Percy.
Piper miró la carta con asco, apenas dándose cuenta de que aún tenía la carta.
—Finanzas N.H—siguió Percy—. Neos Helios. Calígula.
Piper le arrojó la carta.
—Deshazte de ella. Por favor.
Grover la tomó y se la comió en unos segundos.
—Adoro el papel de carta, está riquísimo.
El comentario arrancó una débil sonrisa a Piper.
—El resto es todo tuyo—prometió—. En cuanto a lo que dice en las cartas, todo es palabrería legal y financiera aburrida. En resumen, mi papá está arruinado—arqueó una ceja—. ¿De verdad no han visto ninguna crónica de sociedad? ¿Ni las portadas de las revistas?
—Eso mismo les pregunté yo—dijo Grover.
Percy y yo nos encogimos de hombros a la vez.
—No es algo que me suela interesar—dije—. ¿Cuándo empezó todo?
—Ni yo lo sé—dijo ella—. Jane, la ex-asistente personal de mi papá... estaba involucrada. También su gestor financiero. Su contador. Su agente. Esa empresa Terrenos Triunvirato...—abrió las manos como si describiera un desastre natural que no podría haber previsto—. Se tomaron muchas molestias. Debieron dedicar años y decenas de millones de dólares para destruir todo lo que mi papá había construido: sus méritos, sus bienes, su reputación en los estudios. Todo se perdió. Cuando contratamos a Mellie..., se portó estupendamente. Ella fue la primera que vio los problemas. Intentó ayudar, pero ya era demasiado tarde. Ahora mi papá está peor que arruinado. Tiene muchas deudas. Debe millones en impuestos de los que ni siquiera estaba al tanto. Lo máximo a lo que podemos aspirar es a evitar que lo metan a la cárcel.
—Esto está mal—dijo Percy—. Bastante mal.
—Tampoco puedo esperar mucha compasión—dijo Piper—. Deberían ver a los chicos de mi escuela. Se dedican a sonreír con superioridad y hablar de mi a mis espaldas. Más de lo normal, quiero decir. "Bua, pobrecita. Has perdido tus tres casas"
—La gente tiende a no ver a los famosos como personas—dije—. Por lo que cuando tienen un problema, un problema real, la gente es incapaz de empatizar y entender la seriedad del asunto.
—Lo sé, créanme que lo sé—dijo Piper—. A mi me dan igual las cosas, pero el simpático ex-guardabosques que trabajaba para nosotros de piloto se va a quedar sin trabajo. Y Mellie y Gleeson tuvieron que irse. También el personal de la casa. Pero sobre todo... me preocupa mi papá.
Seguí su mirada. Tristan McLean deambulaba ahora por el gran salón mirando las paredes lisas.
—Ha estado recuperándose—nos explicó Piper—. El año pasado lo secuestró un gigante.
Me estremecí. Alguien podía quedar marcado gravemente si lo raptaban gigantes. Ares había sido secuestrado por dos hacía milenios y después de que Hermes y yo lo liberamos jamás volvió a ser el mismo. Antes era arrogante, pesado y molesto. Después, arrogante, pesado, molesto e irritable.
—Me sorprende que tu papá no haya perdido la cabeza—dije.
El rabillo de los ojos de Piper se puso tirante.
—Cuando lo rescatamos de las garras del gigante, utilizamos una poción para borrarle la memoria. Afrodita dijo que era lo único que podíamos hacer por él. Pero ahora... ¿Cuántos golpea puede soportar una persona?
Grover se quitó el gorro y le quedó mirándolo tristemente. A lo mejor estaba dando sus respetos, o a lo mejor sólo tenía hambre.
—¿Qué hará ahora?
—Nuestra familia todavía tiene propiedades en las afueras de Tahlequah, Oklahoma, el terreno cheroqui original—dijo Piper—. El fin de semana aprovecharemos el último viaje en el avión para volver a casa. Esta batalla la ganó su emperador malvado.
No me gustaba que se refirieran a los emperadores como "míos"
Además, la idea de que Tristan y Piper se vieran obligados a desplazarse al este me recordó las visiones que Meg nos había mostrado la noche anterior: ella y su padre habían sido expulsados de su hogar con los mismos documentos legales de color diente de león, habían huido de su casa en llamas y habían acabado en Nueva York. Habían huido del fuego de Calígula para caer en las brasas de Nerón.
—No podemos dejar que Calígula gane—le dije a Piper—. No eres la única semidiosa a la que él ha elegido como objetivo.
Ella asimiló las palabras.
—¿A que se refieren?
—Una hija de Deméter—explicó Percy—. Meg McCaffrey, actualmente tiene doce años, pero alrededor de cuando tenía cinco los obligaron a ella y a su padre a abandonar y luego lo incendiaron. Su padre murió poco tiempo después.
Piper se llevó la mano derecha a la boca.
—Pobrecilla, ¿ella está bien?
—Hacemos lo que podemos—dije—. Ahora está en nuestro refugio en Palm Springs, espero haciendo algo que le agrade. No quisimos meterla demasiado en esta misión.
Piper asintió con la cabeza.
—¿Cuanto hace que Calígula amarga la vida a los semidioses?
—Varios miles de años—contesté—. Él y los otros dos emperadores no han vuelto por las Puertas de la Muerte. En realidad nunca se fueron del mundo de los vivos. En el fondo, son dioses menores. Han teñido milenios para forjar su imperio secreto. Terrenos Triunvirato.
—¿Y por qué nosotros?—preguntó Piper—. ¿Por qué ahora?
—En tu caso, todo apunta a que Calígula no te quiere en medio—dije—. Si estás distraída con los problemas de tu padre, no supones una amenaza, sobre todo si estás en Oklahoma, lejos de su territorio. En cuanto a Meg y su papá..., no lo sé. Él estuvo implicado en un trabajo que Calígula consideró amenazante para él.
—Algo que habría ayudado a las dríades—añadió Grover—. Teniendo en cuenta dónde estaba trabajando, tuvieron que ser los invernaderos. Calígula arruinó a un hombre de la naturaleza.
Nunca había oído a Grover tan furioso. Para los sátiros no había mayor elogio a un humano que llamarlo "hombre de la naturaleza"
Piper estudió las horas en el horizonte.
—Creen que está todo relacionado. Calígula está preparando algo, echando a todo el que supone una amenaza para él, creando ese Laberinto en Llamas, destruyendo a los espíritus de la naturaleza.
—Y, si mi última visión es acertada, encerrando al Oráculo de Eritrea—dije. Creando una trampa... para mí.
—Pero ¿qué quiere?—inquirió Grover—. ¿Cuál es su propósito?
Eran buenas preguntas, ninguna de la que tuviéramos la respuesta.
—Me gustaría preguntarle a la sibila—dije—, en caso de que aquí alguien sepa cómo encontrarla.
Piper apretó los labios.
—Ah. Por eso están aquí.
Nos dio un rápido vistazo a todos.
—Iré por mis armas—dijo—. Nos vamos de paseo.
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