Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 38


Odiaba tener razón.

Cuando llegamos al final del túnel, la palabra MUERTE brillaba en el suelo detrás de nosotros. Nos encontrábamos en una cámara circular más grande de la que salían cinco nuevos túneles frente a nosotros como los dedos de un autómata gigante.

Esperé a que apareciera una nueva pista en la pared. Fuera cual fuera, deseaba que la respuesta fuera EN REALIDAD NO. O, por ejemplo, ¡Y LA VENCE FÁCILMENTE!

—¿Por qué no pasa nada?—preguntó Grover.

Meg ladeó la cabeza.

—Escuchen.

Me retumbaba la sangre en los oídos, pero finalmente oí a lo que Meg se refería: un grito de dolor lejano—profundo y gutural, más animal que humano—, acompañado del fuego, como si... Como si a alguien o algo le hubiera alcanzado el calor de los titanes y ahora estuviera padeciendo una muerte lenta.

—Parece un monstruo—dedujo el sátiro—. ¿Debemos ayudarlo?

—¿Cómo?—preguntó Meg.

Ella tenía razón. El ruido tenía eco, pero sonaba tan difuso que no sabía de qué pasillo venía, aunque hubiéramos podido elegir el sendero sin resolver ningún acertijo.

—Tendremos que seguir adelante—decidí—. Me imagino que Medea tiene monstruos vigilando aquí abajo. Debe ser uno de ellos. Dudo que a ella le preocupe que de vez en cuando uno de sus guardias se queme con el fuego.

Grover hizo una mueca.

—No me parece bien dejarlo sufrir.

—Además—añadió Meg—, ¿y si uno de esos monstruos activa una llamarada y viene en dirección a nosotros?

Miré fijamente a la pequeña.

—Hoy eres una fuente de preguntas siniestras. Debemos tener fe.

—¿En la sibila?—preguntó ella—. ¿En esos zapatos asquerosos?

Yo tenía respuestas para ella. Afortunadamente, me salvó la aparición tardía de la siguiente pista: tres versos dorados en latín.

—¡Oh, latín!—dijo Grover—. Un momento. Yo puedo traducirlo—miró las palabras bizqueando y acto seguido suspiró—. No, no puedo.

—¿De verdad, ni griego ni latín?—dije—. ¿Qué les enseñan en la escuela de sátiros?

—Sobre todo, cosas importantes. Como botánica.

—Gracias—murmuró Meg.

Leí la pista, obviamente sí la entendí, pero decidí aprovechar la situación para intentar sacarme algunas dudas.

—Percy—dije—, ¿tú puedes entender la pista?—le pregunté.

Él tradujo los versos en la pared:


Ahora debo hablar de la huida del rey.

El último en reinar sobre el pueblo romano

fue un hombre injusto, pero pujante en las armas.


Asentí con la cabeza.

—Eres un semidiós griego, pero entiendes, hablas y al parecer también lees latín. Estoy casi segura de que eres un legado de roma.

Percy observó su marca de la legión.

—Eso explicaría muchas cosas, ¿pero legado de quién?

—Eso no lo sé.

—Bueno...—interrumpió Meg—. ¿Cuál es la respuesta? ¿El último emperador romano?

—No, un emperador no—dije—. Durante la primera época, la ciudad de Roma estuvo gobernada por reyes. El último, el séptimo, fue derrocado, y Roma se convirtió en república.

Traté de rememorar el reino de Roma. Tenía un vago recuerdo de todo ese periodo histórico. En aquel entonces, los dioses todavía estábamos en Grecia. Roma era en cierto modo un páramo. Pero el último rey... me traía malos recuerdos.

Meg me sacó de mi ensimismamiento.

—¿Qué significa "pujante"?

—Significa "poderoso"—respondí.

—A mi me suena a como cuando se va al baño—dijo Percy—. "Pujante"

No podía argumentar nada ante eso.

—Bueno—dijo Grover—. ¿Cómo se llamaba el último rey romano?

Me puse a pensar.

—Ta... Hum. Lo tenía en la punta de la lengua, y se me olvidó. Ta-algo.

—¿Taco?—dijo Grover para ayudar.

—¿Por qué iba a llamarse Taco un rey romano?

—No lo sé—se frotó la barriga—. ¿Porque tengo hambre?

Maldito sátiro. Ahora sólo podía pensar en tacos. Entonces me acordé de la respuesta.

—¡Tarquinio! O Tarquinius, en el latín original.

—Bien, ¿cuál de los dos usamos?—preguntó Percy.

Estudie los pasillos. El túnel del extremo izquierdo, el pulgar, tenía diez casillas, las necesarias para "Tarquinius". El túnel del medio tenía nueve, las necesarias para "Tarquinio".

—Es ése—decidí, señalando el túnel central.

—¿Cómo puedes estar segura?—inquirió Grover—. ¿Porque la flecha te dijo que las respuestas estarían en nuestro idioma?

—Por eso—concedí— y también porque los túneles parecen cinco dedos. Tiene lógica que el Laberinto te muestre el dedo medio—levanté la voz—. ¿Es correcto? ¿La respuesta es "Tarquinio", el dedo medio? También te queremos, Laberinto.

Recorrimos el sendero, con el nombre TARQUINIO brillando en letras doradas detrás de nosotros.

El pasillo dio a una cámara cuadrada, el espacio más grande que habíamos encontrado hasta entonces. Las paredes y el suelo estaban revestidos de mosaicos romanos desvaídos que parecían originales, aunque estaba segura de que los romanos no habían colonizado ninguna parte del área metropolitana de Los Ángeles.

El ambiente era todavía más cálido y seco. El suelo estaba tan caliente que notaba algo de calor incluso a través de mis zapatos, agradecí no ser yo la que llevara las sandalias de Calígula. Lo único bueno era que en lugar de cinco túneles, la sala solo nos ofrecía tres para elegir.

Grover olfateó el aire.

—No me gusta esta sala. Huelo algo... monstruoso.

Los semidioses alzaron sus espadas.

—¿En qué dirección?—preguntó Meg.

—Ejem..., ¿en todas?

—Allí está la otra pista—dijo Percy.

Nos acercamos a la pared de mosaico más cercana, en cuyos azulejos brillaban dos versos dorados en nuestro idioma:


Hojas, hojas de cuerpo, que crecen por encima de mí,

por encima de la muerte,

raíces perennes, hojas altas. Oh, el invierno no las helará,

delicadas hojas.


Puede que mi cerebro siguiera pensando en latín y griego, porque esos versos no le dijeron nada, ni siquiera escritos en mi lengua.

—Me gusta esta pista—dijo Meg—. Habla de hojas.

—¡Es de Walt Whitman! ¡De Hojas de hierba! No me acuerdo exactamente de qué poema, pero...

—¿Lees poesía?—preguntó Percy.

—Bueno..., principalmente poesía sobre la naturaleza. Whitman, para ser un humano, dijo cosas muy bonitas sobre los árboles.

—Y las hojas—observó Meg—. Y las raíces.

—Exacto.

—Entonces, ¿sabes la respuesta?—pregunté a Grover—. ¿Hay que completar alguna frase? ¿Es una pregunta tipo test? ¿Una pregunta de verdadero o falso?

El sátiro estudió los versos.

—Creo... sí. Faltan dos palabras al principio. Tendría que decir "Hojas de tumba, hojas de cuerpo", etc.

—¿Hojas de tumba?—preguntó Meg—. No tiene sentido. Pero tampoco hojas de cuerpo. A menos que hable de una dríade.

—Está bien—dije—. Laberinto, la respuesta es "tumba"

Hicimos otra exitosa excursión por el dedo medio... digo, el pasillo central. La palabra TUMBA brilló en los cinco cuadrados situados detrás de nosotros.

Al final, llegamos a una sala circular todavía más grande y más recargada. En el techo abovedado se extendía un mosaico de los signos del zodiaco de color plateado sobre el fondo azul y seis nuevos túneles salían de la sala. En medio del suelo había una antigua fuente lamentablemente seca.

—Las salas se están volviendo más grandes—observó Grover—. Y más complejas.

—A lo mejor eso es bueno—dijo Percy—. Puede significar que nos estamos acercando.

Meg observó las imágenes del zodiaco.

—¿Seguros de que no nos equivocamos de camino? De momento la profecía no tiene sentido. "Artemisa cara muerte Tarquinio tumba"

—Hay que añadir pequeñas palabras—dije—. Creí que el mensaje es "Artemisa encara la muerte en la tumba de Tarquinio...—tragué saliva—. En realidad no me gusta ese mensaje.

Percy me dedicó una sonrisa tranquilizadora.

—Primero acabemos la profecía y luego nos preocupamos. Tal vez en realidad significa "Artemisa no encara la muerte, la tumba de Tarquinio tiene premios fabulosos para los concursantes del programa de crucigramas del Laberinto"

Me reí un poco.

—Gracias—aunque dudaba que ese fuera el mensaje de la profecía, agradecía el gesto.

Meg señaló el borde de la fuente central, donde había aparecido la siguiente pista. Tres frases en nuestro idioma que rezaban:


Bautizada con el nombre del amor caído de Apolo, esta flor debe

plantarse en otoño.

Introduce en bulbo en el suelo con el lado puntiagudo hacia arriba.

Cúbrelo de tierra

y riégalo a conciencia... en caso de trasplante.


—Es fácil—dije—. Jacinto, el ex de mi hermano.

Meg y Grover negaron con la cabeza.

—Dice "riégalo a conciencia... en caso de transplante"—dijo Meg—. Debería decir "...salvo en caso de trasplante.

—¿Segura?

La niña asintió, decidí confiar en la hija de Deméter para el cuidado de las plantas.

—De acuerdo—dije—. ¡La respuesta es Salvo!

Cruzamos el pasillo con cinco casillas y la palabra SALVO brillo a nuestras espaldas en dorado. Sin embargo, esta vez habían unas escaleras que bajaban aún más hacia las profundidades. Sin muchas opciones, nos adentramos en la oscuridad.


...

¡Estamos en la recta final!

Menos de diez capítulos para terminar el libro, vallan empezando a pensar en sus ideas y peticiones sobre lo que les gustaría ver en el siguiente libro.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro