XXVIII: Invítala a salir.
La boda Schlagzeuger-Seward ocurrió mes y medio después del compromiso de Arne y Laetitia. Los dos estaban emocionados por eso, y aunque habían decidido casarse lo antes posible, no les impidió organizar una ceremonia enorme y hermosa.
Gretchen se encargó de la decoración en "The Stockpile", Emeraude diseñó las invitaciones y Laetitia se encargó del resto de la planeación. Tenía muchas cosas por hacer en la universidad, pero logró balancear todo de una manera mágica e inexplicable. La cantante, con nueve meses de embarazo, prefirió no dejar de trabajar y estar disponible para su amiga. Le molestaba quedarse sin hacer nada en casa de Arne, y Clip no le había prohibido moverse, así que aprovecharía cada segundo antes del nacimiento del bebé.
El día de la boda, Emeraude y Gretchen se vistieron de damas de honor con vestidos violetas. Laetitia se vistió con un traje blanco, sin mangas, sin cola y con una faja de organza violeta, usó un velo de tul, su cabello fue recogido con rizos que caían sobre su espalda y la dulce Clementine hizo su parte maquillándola con suaves tonos naturales. Ernie se convirtió en el padrino de bodas de Arne, y los chicos de la banda consiguieron trajes muy elegantes. Nigel, el hermano de Alex, reemplazó al novio en la silla del baterista, y después de unas cuantas canciones junto a la banda, Emeraude tomó el mando en el bar después de una hermosa y corta ceremonia católica en la iglesia de Saint Peter.
—¡Buenas noches a todos! ¡Gracias por venir, son muy importantes para Arne y Lety! ¡Por favor reciban a la nueva pareja en su primer baile de casados!
La cantante se sentó frente al teclado y tocó "Dear God" de Avenged Sevenfold mientras los novios bailaban. Era una de las poquísimas veces que ella cantaba mientras tocaba un instrumento, y aunque se le hacía un poco difícil por el gran tamaño de su vientre, logró hacerlo de manera limpia y enternecedora.
Mientras Emeraude acariciaba las teclas con una sorprendente precisión, Clip, desde la mesa que compartía con ella y el resto de la banda, la miraba encantado. Entre todos los presentes, la única persona que no se daba cuenta de lo que el grandote sentía por ella era la propia Emeraude, pues estaba tan concentrada en lo que hacía, que no tenía ojos para ver que él apenas había tocado la comida y ni se le ocurrió tocar la copa de champaña por estar mirándola. Sin importar que ella estuviera a punto de tener un bebé, tenía un aura que a sus ojos la convertía en una diosa, en un ser etéreo tan inalcanzable que a Clip le dolía mirarla, estar cerca de ella y no poder tocarla de la forma que quería. Pero sin importar eso, antes de dejar de sentir su presencia prefería caminar sobre carbón caliente.
—Invítala a salir, doctor Clip —Gretchen se sentó junto al grandote sin que él se diera cuenta, provocándole un ligero sobresalto. Ella rió—. Lo siento si te asusté. Pero si vieras la cara que te deja Emeraude cuando la miras...
—¿Qué quieres decir? —el médico le dio un sorbo a su copa.
—Todos los presentes estamos pendientes de Ems, pero mi esposo no pudo evitar darse cuenta de la forma en que la miras. Es la misma manera en la que ella solía mirar a alguien que no quiero mencionar, pero que le ha cambiado la vida por completo.
—¿Hablas del que la embarazó? —la dulce mujer asintió.
—Sí. Él no tiene idea, pero Ems sentía cosas por él.
—¿Sentía?
—Digamos que ya superó la etapa complicada.
—¿En qué etapa dices que está?
—Está en la de "me gusta alguien, pero es complicado morderle el trasero porque voy a tener un bebé" —Gretchen levantó las cejas—. No te imaginas la cantidad de helado que ha comido al pensar en ese alguien.
—No quiero sonar prepotente, pero acaso el trasero que quiere morder... ¿es el mío?
—Invítala a salir y lo sabrás.
Emeraude terminó de tocar, y mientras la gente aplaudía se sentó junto a Clip.
—¿Qué tal estuve, doctor Matheson? —él sonrió mientras la miraba.
—Meh... hay mejores. —la cantante pestañeó unas cuantas veces mientras hacía pucheros.
—Lo siento, Simon Cowell... —los dos se miraron a los ojos y él la abrazó—. Sabes que bromeo. Fue genial.
Ella sonrió. Le gustaba bromear así con él, y aunque era un poco complicado para ella aceptarlo, Clip le quitaba unas cuantas noches de sueño a la semana. Cuando lo vio por primera vez nunca se le ocurrió que podría convertirse en uno de sus mejores amigos. Al conocerse en la clínica agradeció inmensamente a Braulio y Keira por tener la brillante idea de conseguir un médico para ella y que ese fuera Clip. Después de verlo entrenando no lograba comprender la manera en la que su magníficamente formado cuerpo recibía los golpes sin sentir una pizca de dolor. Verlo sonreír era escaso, pero más fascinante que la aurora boreal y el sol de medianoche. Nunca, en sus sueños más disparatados, se imaginó que él la miraba con una creciente admiración que ella le profesaba de vuelta. Por más que le incomodara esa idea, Clip era el único que había logrado sacarle de la cabeza a Sam en ciertos momentos del día, cuando no estaba jugando intermitentemente con la idea de decirle que tendrían un bebé.
La pareja de recién casados revoloteaba por las mesas saludando a los invitados, y cuando llegaron a la mesa de la banda, se quedaron conversando y tomando unas cuantas fotografías. Un rato después, Braulio se acercó a Emeraude y la cubrió con la chaqueta de su traje.
—Vas a necesitarla, pequeña. Te buscan afuera. —ella miró a Braulio con extrañeza.
—Está bien, ya salgo. —la joven comprendió lo que Braulio le decía cuando miró a la entrada del bar y vio a Sam a través de la ventana que daba hacia la calle.
"Maldita sea. ¡Emeraude Blanchard, actúa normal!". Ese momento, aparte de ser incómodo, era uno de esos que la cantante nunca habría querido que llegara. Habló muchísimas veces de eso con Laetitia, pero durante seis meses se las había ingeniado para evitar a Sam cuando su embarazo empezó a notarse. Era una fortuna que él no pudiera entrar al bar ese día, porque si hubiera podido hacerlo las cosas habrían cambiado mucho entre los dos.
Rápidamente y ocultando unas cuantas lágrimas, Emeraude se puso la chaqueta de Braulio, se encorvó un poco hacia adelante para tratar de ocultar al pequeño ser que vivía dentro de ella desde hacía nueve meses y caminó hacia la salida.
—Braulio, cúbreme un poco, por favor...—el brasileño asintió.
—Lo intentaré, pequeña. Pero si no lo nota, o es muy idiota, o eres una maga. —Emeraude lo miró con un poco de angustia.
—Prefiero que sea la segunda. Él no tiene un pelo de tonto. —ella se asomó por la puerta del bar donde el chico la esperaba.
—Hola, Sammy. —él sonrió y la besó en la mejilla.
—Ems, cada vez que vengo hay fiestas privadas. ¿Qué sucede con eso?
—Creo que tienes un poco de mala suerte, Sammy. Hay un matrimonio hoy. Te dejaría entrar si estuvieras de traje, pero...
—Lo sé, mal día para jeans y saco deportivo. —Sam se encogió de hombros.
—La novia no te dejará pasar del banco de piedra.
—Veo una falda violeta. Lety es la novia, ¿verdad? —la cantante asintió con una sonrisa.
—Lo es... señor Sherlock de videojuegos.
—Salúdala y felicítala por mí.
—Lo haré. Discúlpame por no poder salir, debo subirme al escenario en un momento. ¿Cómo vas con los preparativos del viaje?
—De maravilla. Viajo en dos semanas y estoy muy emocionado. Me alegra poder cumplir mi sueño sin tener ninguna restricción.
Emeraude logró disimular un escalofrío. En sus manos estuvo no cortarle las alas, y justo en ese instante se dio cuenta de que realmente estaría por su cuenta con el bebé.
—Genial. Sé que vas a hacer cosas grandes en Japón, lo puedo vislumbrar.
—Es lo que quiero, Ems. No me imagino en otro lugar o en otras circunstancias.
La cantante, un poco nerviosa, pasó saliva con gran dificultad. Él no tenía idea del poder de aquellas palabras que inocentemente pronunciaba.
—Ya sabes, Sammy-san... ganbatte kudasai. —alcanzó a replicar Emeraude con un hilo de voz.
—Ganbarimasu, Ems-chan. Lo siento, debo irme a estudiar un poco más. No quiero malentendidos con el idioma.
—Diviértete con los libros, zorro rojo.
—Así será. Adiós, pavo real.
Apenas Sam se fue, Emeraude se quitó la chaqueta de Braulio y corrió al baño para echarse agua en la cara. Laetitia y Clip corrieron tras ella, sólo para encontrarse con la puerta cerrada y un silencio sepulcral que los asustó.
—¿Ems, estás bien? —la cantante no respondió. Clip tocó la puerta suavemente con los nudillos.
—¿Mimi... qué sucedió? —no había respuesta aún. Pero se podía escuchar una respiración agitada, seguida de unos cuantos sollozos. Emeraude se limpió la nariz con un pañuelo desechable y bebió un poco de agua del grifo antes de decir alguna cosa.
—Clip, por favor... ¿podrías irte? Necesito hablar con la novia. —Laetitia miró al médico y se encogió de hombros.
—Lo siento, grandote. Cosas de chicas. —él asintió antes de irse.
—Estaré en la mesa con la banda, Mimi. —Emeraude abrió la puerta del baño después de retocarse un poco el maquillaje.
—¿Ems, era Sam?
—Lo era. —la joven asintió. La novia la tomó de la mano.
—No me digas que...
—No se dio cuenta, Lety. Sólo pudo ver mi cara. Me dijo que te saludara y te felicitara.
—Vaya, gracias.
—Esquivé una bala muy rápida y muy grande.
—Sí que lo hiciste. ¿Cómo te sientes?
—Yo trato de estar bien. El bebé está un poco intranquilo, se mueve mucho.
—¿Necesitas descansar?
—Lo que necesito es tocar un poco con la banda. Eso me calmará.
—Si te hace bien...
La cantante se subió al escenario junto a la banda y respiró hondo tratando de sacarse de encima esa intranquilidad que Sam le había dejado. Su bebé también la sentía, y aunque no había nacido aún, podía expresarse con su madre con ese vínculo especial que sólo ellos dos entendían. —Ese era tu padre, bebé... perdóname. Por favor, perdóname. —Emeraude se acarició el vientre con suavidad, disculpándose con su bebé por una decisión que estaba más que tomada, y que probablemente le costaría muchas lágrimas durante los años siguientes.
La banda empezó a tocar, y aunque para ella era complicado, la joven mantuvo el ambiente festivo. Todos se la estaban pasando muy bien y eso era lo importante. Poco a poco Emeraude se tranquilizaba, y en cuestión de minutos volvió a sonreír.
Cinco canciones después, la joven miró a Clip, haciéndole una seña para que subiera al escenario, y le susurró algo al oído.
—¿Hablas en serio? —ella asintió.
—Sí. Voy a necesitar algo aquí. Dame un momento. —la banda dejó de tocar y miró a Emeraude cuando ella les pidió con un movimiento de la mano que pararan. No estaba en problemas, pero necesitaba un poco de ayuda, así que recurrió al público con rapidez.
—Oigan, ¿hay algún cantante en el público? Necesitaré un reemplazo, mi fuente acaba de romperse.
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