II: Enfrenta a Goliat.
—Trata de calmarte, Ems. Tal vez bromeaba cuando dijo que no vendría.
—¿Cuántas veces ha jugado con eso, Louie? Sabes que es agrio y no voy a dejar que siga haciéndome esto. Chris tiene razón.
—Esperé por meses que dijeras eso. Estoy orgulloso de ti. Vamos, doscientas personas nos esperan.
—A vivir el sueño.
Emeraude y su banda habían practicado mucho para el concurso de talentos del colegio, y lo mínimo que esperaban era hacer que el público se levantara de sus asientos para disfrutar de la música. Y a pesar de que muchas personas veían con maravillosos ojos aquel esfuerzo, una mancha impedía que la satisfacción fuera completa.
El novio que tenía Emeraude antes de entrar a la universidad era el único que no percibía con agrado que un grupo de amigos se subiera a un escenario para "matar la música". Su pensamiento era demasiado retrógrado como para que ellos lo soportaran, pero por alguna razón, aun desconocida, la líder de la banda seguía empecinada en juntarse con George Mansfield, un perdedor que no era muy dulce con ella.
—Recuérdame una vez más por qué te juntaste con ese empleado de gasolinera de pacotilla, Ems. —Gabriel jugueteaba con una de las baquetas que había pintado con rotuladores de colores, exclusivamente para regalar a los asistentes del concurso.
—Es algo que ni siquiera yo tengo claro ahora, Gabs. —Emeraude se encogió de hombros. El chico de la batería sonrió al escuchar aquella respuesta.
—Cuestionó tus habilidades por años. ¿Qué cambió para que decidieras mandarlo al infierno precisamente hoy?
—¿Prometes que mantendrás el secreto? —Gabriel asintió.
—Prometido.
Emeraude respiró hondo, aliviada de poder liberarse de una carga bastante dolorosa.
—La vez que dije haberme caído por una escalera...
—Lo sé. Lety se burló de ti por días.
—No lo habría hecho de haber sabido la verdad.
—Y esa es... —Emeraude suspiró una vez más antes de soltar la bomba.
—George me golpeó. Y esa vez las marcas fueron completamente visibles.
Un pequeño vacío en el estómago dejó a Gabriel sin habla por unos segundos. Al recobrar la voz y reflexionar un poco, aprovechó para decirle a su amiga un par de cosas que necesitaba escuchar.
—¿Emeraude Blanchard, en qué planeta vives? ¿Te parecía eso correcto?
—Pues...
—Y me dices ahora que esas marcas eran completamente visibles, "esa vez"—el baterista hizo con las manos el gesto de las comillas al aire—, ¿acaso te dejaste golpear antes? ¿Era por eso que usabas maquillaje todo el tiempo?
—Yo...
—Si te atreves a justificar a ese troglodita, olvídate de tocar ahora. Te quedas sin baterista.
—¡Ems, ya es el turno de ustedes! —Laetitia disolvió la pequeña discusión haciendo un par de señas con la mano mientras le entregaba el micrófono a su mejor amiga—. Queen, ¿verdad? —Emeraude asintió.
—Van a llorar un poco, Lety. Te lo aseguro.
Antes de que pudiera dar otro paso en camino al escenario, Emeraude sintió que un brazo la halaba hacia atrás y la aprisionaba contra una de las paredes del lugar. Asustada, cerró los ojos y respiró hondo, distinguiendo un característico olor a gasolina que conocía muy bien.
—¿Te pierdes por dos semanas y crees que no voy a darme cuenta, muñeca? —aprovechándose de su fuerza, George le cerró el paso a Emeraude, quitándole la vía de escape. Ella reunió un poco de valor para recuperar el habla.
—Déjame tranquila, George. No me vas a quitar esto. —el hombre la agarró de los brazos, haciéndole daño.
—¿Qué es esto? ¿Ir a estropear canciones cantadas por hombres sólo por querer sentirte igual a ellos? Sabes que no lo eres, tú...
—Sé que soy malditamente buena en lo que hago, y no me lo vas a impedir. Esto se acabó, George Mansfield. Iré a vivir el sueño, contigo o sin ti.
Emeraude empujó a George con toda la fuerza que le permitía aquel reducido espacio, encendió el micrófono y comenzó a cantar las primeras líneas de "Bohemian Rhapsody".
"Is this the real life? Is this just fantasy? Caught in a landslide, no escape from reality. Open your eyes, look up to the skies and see..."
Caminó hasta el borde de la tarima donde sabía que su ahora exnovio no la alcanzaría, y siguió cantando. De cuando en cuando miraba por el rabillo del ojo hacia la parte de atrás del escenario para verificar que George no la esperara ahí, y mientras la canción llenaba el aire, Emeraude se tranquilizó.
El público fue agradecido y se unió al dulce canto mientras Chris, Louie y Gabriel tocaban. Los ensayos habían valido totalmente la pena, todos estaban sincronizados, y los jueces del concurso también disfrutaban del espectáculo.
Pero aquella armonía que llenaba el auditorio se vio abruptamente interrumpida cuando Emeraude tomó la que creyó una buena decisión al bajarse del escenario y cantar más cerca del público. En medio del solo de guitarra y creyendo sentirse segura entre la multitud, sintió un empujón y un golpe en la cabeza que la aturdió, seguido de un par de manos que conocía de sobra, aferrándose a su cuello y estrangulándola.
La música se detuvo abruptamente, y lo único que Emeraude alcanzó a escuchar antes de desmayarse fue la voz de su exnovio, pronunciando las palabras más dolorosas que alguna vez le dijeron para obligarla a rendirse.
"Hazte a la idea, cantar frente a doscientas personas no es vivir el sueño."
No era normal ver a Laetitia practicando algún deporte, pero cuando se trató de jugar béisbol con la cabeza de George, fue la primera en saltar al diamante. Rápidamente, la chica tomó el bate de aluminio del capitán del equipo que se encontraba entre el público y asestó un golpe a la nuca del agresor, dejándolo inconsciente y liberando a Emeraude de un daño peor en la garganta. Chris, dejando su guitarra en el suelo, se bajó del escenario y trató de reanimar a su amiga con suaves palmadas en el rostro, mientras todo el auditorio se enfrascaba en un increíble alboroto.
—Vamos, niña árbol, despierta, despierta... —al cabo de unos instantes, Emeraude recuperó el conocimiento. Y su única preocupación en ese momento era probarle a George que estaba equivocado, por lo que se levantó rápidamente y se aclaró la garganta.
—¿Por qué paraste de tocar? ¡Sube al escenario, nos van a descalificar! —con una voz ronca por el esfuerzo de recuperar el aire, Emeraude le increpó a Chris, a lo que él, asombrado, se mordió el labio.
—No iba a seguir tocando mientras veía que ese idiota estaba a punto de matarte. De nada, ¿no?
—Y es por eso que no me parece humano exponer a Ems a un tipo que solía golpearla. —Laetitia le explicó a Sylvain lo que sucedió con George a grandes rasgos, a lo que él no pudo ocultar su asombro.
—Vale, Lety. El tipo es un atarván. Mi pregunta es... ¿cómo supo que ustedes estaban en Copper Grace? —la joven movió la cabeza en señal de negación.
—No tengo idea. Sé que ninguno de nuestros amigos le habría dicho alguna cosa, lo último que querrían es que George se nos volviera a acercar, sería capaz de matarnos y lanzarnos al río.
Sí, había gente así de intransigente en el mundo, y Emeraude había tenido la mala suerte de dar con una de esas personas.
Afortunadamente, después de ganar el concurso de talentos y con ayuda del Departamento de Policía de Short Hand las cosas se solucionaron. Se las arreglaron para meter a George en la cárcel por violencia psicológica y física, pero pasó menos tiempo del que merecía tras las rejas.
Y estaba en "The Stockpile", no precisamente buscando algo de beber.
—Voy a hablar con Braulio para que saque del bar a ese arschloch. —el alemán conocía toda la historia, y no entendía cómo Emeraude había aguantado las vejaciones de ese perdedor por tanto tiempo.
—Arne, no lo metas en este asunto, por favor... —Braulio era un brasileño enorme que trabajaba como guardia de seguridad en el bar, y Emeraude estaba segura de que él le patearía el trasero a George sin esfuerzo. Pero no quería más problemas, y si su exnovio la veía se armaría uno enorme.
—Voy a llamar a la policía. No quiero entrar ahí, Ems. Y tú no deberías hacerlo si valoras el orden natural de tu cara. —Laetitia sabía muy bien que George la mataría si se asomaba, así que las dos chicas se quedaron en la parte de atrás del bar hasta que Ernie llegó.
—Jovencitas, las necesito adentro. ¿Qué sucede? —Emeraude estaba tan asustada, que comenzó a hiperventilar mientras su mejor amiga le explicaba la situación al jefe.
—Ernie, el tipo de gris que está en la mesa tres...
—¿Qué pasa con él?
—Es George.
—George, George... ¿EL George?
—Exacto. Y si me ve a mí o a Ems, va a enloquecer. Hay que sacarlo del bar de alguna forma.
—Sí, hay que sacarlo. Cuando dé una razón para eso.
Si George no causaba ningún problema dentro del bar, Ernie no podía echarlo. Era la ley, y tanto Laetitia como Emeraude entendían eso.
—Sí, lo sé. Pero se va a desatar el infierno aquí si no sacamos a ese tipo del bar. Mira —señaló a su amiga—, Ems está a punto de desmayarse.
—Lety, voy a hablar con Braulio. No la dejará sola. Pero no puedo echar a ese tipo de mi bar sin una razón, y lo sabes.
—Ems no puede trabajar así. Yo puedo, pero mira lo mal que se pone ella. Ernie, por favor.
Ernie era un hombre justo. Y le molestaba ver asustada a la hermana pequeña de la familia que él eligió.
—Ve adentro, Lety. Si algo sucede, yo mismo llamaré a la policía. —la joven asintió.
—Voy a enviar al caballo para que se quede aquí. Ella no puede estar sola en ese estado. —antes de irse, Laetitia se sentó junto a su amiga en el aparcamiento del bar y le pasó el brazo por la espalda.
—Ems, quédate aquí con Braulio. Voy a ver qué es lo que quiere ese hijo de perra. —Emeraude asintió mientras respiraba dentro de una bolsa de papel para calmarse.
Laetitia se disponía a entrar de nuevo al bar cuando Sylvain le cerró el paso.
—Déjamelo a mí. Voy a echar a esa cosa con ojos a la calle sin ponerle un dedo encima. —antes de que alguno de los dos pudiera decir algo más, el muchacho se dio la vuelta, entró al bar y localizó a George con la mirada. Mientras atendía otros clientes, se mantuvo pendiente de cada movimiento del tipo que hacía que Emeraude casi se orinara en los pantalones. Unos cinco minutos después, al ver que no ordenaba nada y se limitaba a mirar hacia la barra, Sylvain se armó de valor y se acercó a la mesa donde la pesadilla de su amiga estaba sentada.
—Tú eres el atorrante que golpeaba a Emeraude, ¿verdad?
—¿Disculpa?
—Mira, los tipos como tú no son bienvenidos en este lugar, entonces debes irte antes de que llame a la policía.
—¿Quién crees que eres, maricón?
—Soy amigo de Ems. Y no la volverás a tocar nunca más.
—Te habrán dicho mentiras. Ella se merecía cada cachetada.
—Ella no merecía que la golpearas, no necesitaba que la hicieras sangrar, no tenía por qué hacer lo que le ordenaras.
—Ella necesitaba que la corrigieran.
—Ah, ¿sí? ¿Y qué te hace pensar que eras el indicado para hacerlo?
George se levantó de la silla, esperando que Sylvain retrocediera al intimidarlo con su estatura. Pero él no se movió, ni bajó la mirada.
—Dime de una vez dónde está Emeraude, loca plumífera.
—No.
—Tendrá que salir en cualquier momento. Dímelo por las buenas.
—No.
—No seas estúpido. ¿Quieres problemas? ¡Dime dónde está!
—Vas a tener que pasar sobre mí.
George agarró a Sylvain por los hombros con fuerza.
—Si así lo quieres... —rápidamente, él lanzó al bartender por los aires como si no pesara mayor cosa y su cabeza se estrelló contra una columna antes de caer inconsciente al suelo. Mientras la gente en el bar gritaba, su dueño corrió hacia George, y a pesar de ser más bajo que él tuvo la valentía suficiente para enfrentarse a aquel demonio.
—Vete de aquí, George. No vas a hablar con Emeraude. —él, creyendo que Ernie sería tan fácil de franquear como Sylvain, intentó apartarlo con un manotazo, cosa que el valiente británico aprovechó para asestarle un gancho a la mandíbula, noqueándolo al instante.
El alboroto aumentaba en el bar mientras Harriet llamaba al 911. Ernie, al igual que Braulio, tenía entrenamiento en artes marciales mixtas. Ellos entrenaban juntos, y el británico era bastante bueno en lo que hacía. Ni hablar de Braulio, tenía el nivel de un peleador profesional. Podía patear traseros de tipos más grandes que él y ganar los campeonatos que quisiera, pero ser guardia de seguridad le entretenía mucho y lo prefería.
Como un enorme roble, George cayó. Y todas las personas en el bar que vieron lo sucedido, aplaudieron a Ernie por su valentía. Harriet tuvo que reanimar a Sylvain con ayuda de Gretchen, y mientras él despertaba la policía llegó para llevarse a George, que no pudo volver a ver a Emeraude.
Braulio, al ver que todo estaba en orden, buscó a la asustada chica en la parte de atrás del bar.
—Todo está bien, pequeña. Los polis se llevaron al chico, vamos adentro. —la cantante asintió y abrazó a Braulio.
—Gracias, caballo. —el guardia de seguridad del bar era un gigante con un corazón de oro, y nunca había visto a Emeraude tan aterrada, por lo que se le ocurrió una idea genial.
—De nada, pequeña. Deberías ir a entrenar conmigo, aprender a defenderte. Para que les des su merecido a idiotas como tu ex. ¿Te parece bien?
A Emeraude nunca se le había pasado por la mente aprender artes marciales mixtas. Pero quería dejar el miedo atrás, hacer un poco de ejercicio y verse bien mientras pateaba traseros.
—Me gustaría aprender, Braulio. ¡Enséñame! —el brasileño sonrió.
—Mañana, a las siete en mi gimnasio. Te voy a convertir en una guerrera. —la joven arrugó la nariz al sonreír. Luego entró al bar, y sabiendo que la noche iba a ser buena, se subió a la tarima, dispuesta a tener una de las jornadas de trabajo más divertidas del año mientras cantaba junto a sus amigos.
Había sido un entretenido primer día de clases, y al salir de trabajar, las chicas llegaron de madrugada a su habitación. Con una sonrisa en el rostro, Emeraude se fue a dormir esa noche, esperando que el resto del semestre fuera perfecto. Lo único que le había faltado para que su día fuera inigualable, era conocer el nombre del chico que le había robado su atención al inicio del día, pero su meta para el resto de la semana sería averiguarlo, pues no quería que la curiosidad carcomiera su mente por mucho tiempo.
—¿Quién eres, chico de rojo? —murmuró Emeraude antes de caer dormida después de un día agotador.
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