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Capítulo 13.


El viernes por la mañana, Ximena despertó temprano y se vistió con una blusa blanca y pantalones de mezclilla acampanados. Bajó a desayunar y vio a sus padres en la cocina. Mateo bebía un café y Rita terminaba de comer un cóctel de fruta con yogurt light.

—¡Ximena! —Exclamó su madre—. Despertaste temprano.

—Sí, voy a salir con Erick —les recordó. El día anterior se había puesto de acuerdo con el chico, quedaron de verse a las once de la mañana para ir a un parque ecológico que estaba a las afueras de la ciudad. Sus padres no estaban muy convencidos de que fuera pero les aseguró que regresaría antes de que oscureciera.

—Oh, sí. Recuerda, no vayan por lugares solos, es peligroso.

—Lo tendré en cuenta, mamá.

—Y cualquier cosa nos llamas, no importa que esté en el trabajo.

—Claro, papá.

Desayunó algo ligero y se entretuvo un rato con su celular. A la hora acordada, Erick pasó por Ximena. Antes de ir al parque, se dirigió a su mansión.

—¿Para qué vamos a tu casa?

—Nos vamos a quedar ahí un rato, así que llevaremos comida.

—Oh, es un picnic —rio un poco.

—Exacto.

Llegaron a su hogar, bajaron del auto y fueron directo a la cocina.

—¿Qué llevamos?

—Prometiste que ibas a cocinar para mí.

—¡Ah! —Exclamó—. Pero será algo muy sencillo... y tú vas a ayudarme.

—Por supuesto, yo haré unos sándwiches, que por cierto me quedan muy bien.

—¿Y qué quieres que haga?

—Lo que tú desees.

—Ammm... ¿Puedo abrir el refrigerador?

—Adelante, toma lo que quieras.

—¿No se enojará Martín? —Preguntó divertida.

—Para nada.

Ximena decidió cortar salchichas en pedacitos para freírlas en lo que Erick hacía los emparedados de jamón. Después de eso, el chico tomó algunas frutas como manzanas, fresas, uvas, mandarinas y arándanos y las metió en un gran envase de plástico.

—¿Sí están desinfectadas? —Preguntó la castaña en lo que colocaba las salchichas en otro recipiente.

—Sí, todo lo del frutero lo está. —Martín se encargaba de desinfectar y colocar la fruta en el lugar designado para que, la persona que quisiera, la pudiera tomar y comer sin preocupaciones. También verificaba que todo estuviera fresco.

—Okey.

Terminaron de guardar la comida en los envases y Erick, que ya estaba preparado, tomó una canasta que Ximena no había notado, aunque estaba cerca de la barra, y metieron todo ahí dentro junto con algunos cubiertos y dos botellas de agua.

—¿A dónde van ustedes dos? —Preguntó una voz conocida y ambos voltearon. Eva acababa de despertar, estaba despeinada, con una expresión somnolienta y una pequeña sonrisa en su rostro. Tenía puesto un camisón verde agua y unas pantuflas moradas.

—Hola, Eva, buenos días —saludó Ximena.

—Hola... Hey, respondan, ¿a dónde van? —Volvió a preguntar.

—Vamos a salir —respondió Erick.

—¿A dónde? —Alzó una ceja. Su mellizo iba a responderle que no fuera una chismosa pero Ximena fue más rápida que él.

—Vamos a tener un picnic.

—Aww, ¡qué lindo! —Exclamó—. Nunca he ido a uno con Víctor —dijo para sí misma—. Tenemos que hacerlo... y pronto... —empezó a murmurar cosas ininteligibles para los otros dos chicos, algo de que cómo era posible que su hermano fuera más romántico que su novio; se dio la media vuelta y se alejó. Había ido a la cocina para desayunar algo ligero, pero se olvidó de eso y comenzó a idear su próxima cita con el rubio.

Ximena y Erick se miraron entre ellos.

—Bueno, vamos —el chico la tomó de la mano—, que el tiempo vuela y tenemos que aprovechar.

Subieron al auto, dejando la canasta llena de comida en la parte de los asientos traseros, y fueron hasta el lugar deseado. Una vez que llegaron, Erick tomó la canasta con una de sus manos y la otra la entrelazó con la de Ximena. En ese lugar había muchas aves para admirar, pero ellos no se dirigieron a esa parte sino fueron a una donde había una enorme área verde destinada a parejas o familias que querían convivir un rato. De ese lado el césped era corto, tenía algunos árboles dando sombra y, a pesar de que eran vacaciones, no había tanta gente como creían.

Erick sacó de la canasta un mantel que había guardado con cuidado el día anterior y lo colocó encima del pasto. Ambos se sentaron debajo de un árbol que daba sombra, acomodaron los envases de comida de forma que fuera sencillo tomar lo que quisieran y empezaron a almorzar mientras mantenían una charla animada. Después de unos minutos, la conversación giró en torno a ellos.

—¿Qué es lo que vas a estudiar cuando entres a la universidad? —Preguntó Ximena cuando terminó de comer su emparedado.

—Administración...

—Es buena carrera.

—Tú estudias mercadotecnia, ¿no es así?

—Sí, ¿cómo sabes?

—Víctor —respondió con obviedad.

—Oh... —En seguida puso una expresión seria. El chico se dio cuenta.

—¿Qué piensas?

—Erick, tú y yo tenemos algo —aseguró. Él la miró con fijeza.

—Por supuesto —afirmó.

—¿Crees que...? —Se detuvo y desvió la mirada.

—¿Qué sucede?

—¿Crees que esto que tenemos dure? ¿Que después de las vacaciones seguiremos hablando de esta manera?

Él sonrió un poco.

—Claro, ¿por qué lo dices? —Acarició su mejilla.

—Siento que no será lo mismo.

—Viviremos en la misma ciudad —recordó, ambos estarían en la capital del estado. Erick había arreglado todo para vivir en un departamento cercano a la universidad, dentro del mismo edificio donde Amanda se hospedaba.

—Sí, pero en la universidad conocerás nuevas personas... Tal vez conozcas alguna chica más linda que yo —dijo como suposición.

El pelinegro la rodeó con sus brazos y la atrajo hacia él. Ximena se relajó y lo abrazó de regreso.

—Eres hermosa, a veces no entiendo por qué eres tan insegura —murmuró en su oído.

—Gracias por el cumplido —sonrió y besó su mejilla.

—Lo nuestro va más allá de una atracción física. —Y era cierto, ya se conocían desde hacía casi cuatro años y no se gustaban para nada. Sí, a Ximena le parecía guapo y Erick la consideraba bonita pero hasta ahí, ni siquiera se agradaban, no obstante desde que empezaron a conversar y pasar tiempo juntos se dieron cuenta que tenían muchas cosas en común—. Tú me entiendes.

—Y tú a mí — aceptó en voz baja pero lo suficientemente inteligible para él.

—¿Lo ves? No te preocupes.

—Pero...

Erick tomó su rostro con sus dos manos y besó su frente.

—Prometo que haré hasta lo imposible para estar contigo, para que esto que tenemos no termine. —Tomó su mano y la entrelazó con la de él.

La castaña se ruborizó y se quedó sin habla durante unos segundos. Nadie le había dicho eso con anterioridad.

—No hagas promesas que no puedas cumplir, Quintana.

—No estoy prometiendo nada que no piense cumplir —le aseguró.

Erick la miró fijamente y se inclinó hacia ella hasta que sus bocas quedaron a escasos centímetros. Ximena, sintiendo el aliento del chico, cerró los ojos y entreabrió sus labios; ambos se morían por besarse. Antes de concluir esa acción, Erick, notando que un balón de futbol iba directo hacia ellos, movió a Ximena con rapidez, escondiéndola detrás de su cuerpo, y puso el antebrazo izquierdo como escudo para cubrir su rostro. La pelota rebotó y unos niños se acercaron con rapidez.

—Lo siento, señor —dijo un pequeño, de aproximadamente seis años.

—Fue un accidente —secundó otro.

—Sí, no hay problema, pero tengan más cuidado. —Fingió una voz más grave para que los niños tomaran el asunto con seriedad. Asintieron con la cabeza, tomaron el balón y corrieron hacia el otro lado—. Me dijeron señor —rio con diversión, sobando su antebrazo y volteando hacia Ximena, que todavía asimilaba lo sucedido.

—Me salvaste —dijo ella de repente, acariciando el rostro del chico—. ¡Eres mi héroe!

—No es para tanto —rio—. Pero no me molesta que me mimes de esa manera.

Ximena pasó su dedo por el brazo del chico hasta llegar a su pecho. Una vez allí, comenzó a hacer círculos con sugerencia. Erick tragó grueso.

—Eres tan guapo —murmuró.

—Ya lo sé, pero no me molesta que lo recuerdes —dijo con tono bromista para aligerar el ambiente. Sin embargo, ella tomó su antebrazo que recibió el pelotazo y lo acarició con suavidad.

—¡Eres hermoso! —Exclamó.

—Tú eres hermosa —dijo él con tono serio.

La chica tomó una fresa del envase donde colocaron esa fruta y se la llevó a la boca. El pelinegro miró con atención cómo la mordía con insinuación. Una vez que la terminó, él llevó su dedo pulgar a los labios de la chica y los acarició.

—Te quedó un poco —musitó.

Ximena tomó otra fresa y se la extendió. Erick inclinó un poco la cabeza para darle un mordisco. Una vez que la terminó, él agarró una uva y se la ofreció. De esa manera se acabaron esos dos frutos. El chico se inclinó para besarla pero ella se movió, de modo que sólo tuvo acceso a su mejilla. Después de que el pelinegro soltara una risita y depositara un pequeño beso en su rostro, se separaron un poco.

—Además de Ariana, ¿tuviste alguna otra novia? —Preguntó de repente. Esa incógnita le surgió desde hacía unos días pero no había tenido oportunidad de preguntarle.

—Sí, tuve una en la secundaria.

—¿Cómo se llama?

—Natalia.

—Oh. ¿Y se pueden saber por qué terminaron? —Cuestionó con curiosidad.

—Ella se fue de intercambio al extranjero. Me enteré cuando ya estaba allá, no tuvo la decencia de avisarme antes —rio un poco—. No fue un noviazgo muy serio pero nos gustábamos. De no ser por mis compañeros, ni siquiera me entero que se había ido.

—¿Has hablado con ella?

—No. —Negó con la cabeza—. Me molesté y hasta la fecha no hemos hablado.

—¿Te dolió que se hubiera ido sin avisar?

—Me enojé bastante —explicó—. Por eso, ahora que he recapacitado, me doy cuenta que fui un idiota con Ariana... Natalia no quiso darme ninguna explicación y yo le hice lo mismo —puso una expresión melancólica—. Me arrepiento tanto...

Ximena lo miró con comprensión. Lo juzgó muchas veces en el pasado, pero ya no se sentía capaz de hacerlo, era un gran chico con un corazón hermoso y, como le mencionó con anterioridad, pasaba por un mal momento y se desquitó con alguien inocente. <<¿Pero quién no ha hecho eso?, ¿quién es perfecto?>> caviló. Incluso reconoció que ella misma había sido un poco injusta con Jaime.

—No te aflijas, Ariana está muy bien, ya te perdonó —le sonrió y tomó su mano. Él le devolvió el gesto—. Volviendo al tema, ¿sí te lastimó la acción de Natalia?

—No, pero me indigné... Se me pasó rápido, como te dije, no estaba enamorado de ella.

—O sea, en realidad no terminaron.

—Para mí sí, desde que se fue sin avisar.

—Ah, mira... ¿Cómo es ella? ¿Es bonita?

—Ajá —dijo con indiferencia. Recordó a su exnovia, una chica de piel canela, ojos castaños, de cabello oscuro y ondulado.

—Ah —aplanó los labios—. Mmm... Supongamos que regresa y te dice que no ha dejado de pensar en ti ni un solo día, ¿qué le dirías?

Erick alzó las comisuras de sus labios.

—¿Por qué?

—No lo sé —fingió desinterés—. Es una suposición.

—No creo que pase, además me parece que ya está con un francés.

—Ya te dije que es una suposición —repitió. Erick rio un poco y rodó los ojos con diversión.

—Le diría que gracias, pero que he conocido una chica maravillosa que ocupa mis pensamientos durante todo el día. —Entrelazaron sus dedos.

—¿Y qué más?

— Que me encanta pasar tiempo con ella, es hermosa, divertida y carismática.

—Ja, ¿carismática? Eso no te lo cree ni mi madre —dijo. Erick soltó una carcajada —. Mi padre tal vez sí.

—¿Por qué no? —Preguntó cuando dejó de reír.

—Vamos, Erick, nunca fui la más carismática entre mis amigas —le recordó. De hecho, para la mayoría de sus compañeros del bachillerato, no contando a las animadoras o a los jugadores del equipo de basquetbol, ella siempre fue una de las chicas más petulantes del colegio.

—Para mí lo eres.

—Y eso me basta.

—¿Y tú has tenido novio?

—No. —El chico se limitó a asentir con la cabeza, sabía que ella no había salido con nadie formalmente en el bachillerato pero no tenía conocimiento si tuvo alguna pareja en la universidad hasta ese momento.

Se sonrieron y siguieron charlando de temas diversos. Cuando se les bajó la comida, Erick sacó un disco volador del canasto.

—¿Has jugado Ultimate?

—Sí —respondió ella. Cuando era niña, le gustaba jugar ese deporte con Víctor y sus primas, además de quemados, la rayuela, béisbol, stop, y algunos otros juegos infantiles.

—Te reto a un juego.

—Acepto —sonrió—. Buena suerte, Quintana, porque de niña yo era la mejor en eso.

—No necesito suerte —dijo con falsa presunción.

A pesar de que era un deporte con varias personas, ellos se divirtieron pasándose el disco el uno al otro. Luego de jugar un rato, volvieron a sentarse al estilo indio en donde se colocaron en un principio. En un momento en que conversaban, Erick acercó su mano al rostro de Ximena y le quitó una pestaña que tenía cerca del ojo; la colocó en la palma de su mano, se le quedó viendo unos segundos, hasta que sopló, haciendo que se la llevara el viento.

—¿Qué hiciste? —Alzó una ceja sin comprender.

—Pedí un deseo.

—Oh... ¿Crees en esas cosas? —Preguntó curiosa. Él se encogió de hombros—. ¿Qué pediste?

—No te puedo decir.

—Oh, vamos, ¡dime! —Pidió pero Erick negó con la cabeza—. No seas así.

—Si te digo no se va a cumplir.

—Puro cuento contigo, Erick.

—Lo siento, pero no te diré.

—Agh —se quejó—. Está bien.

Después de unas horas, el pelinegro comentó que quería ir con ella a otro lado, así que guardaron todo en la canasta, se sacudieron la ropa y salieron del parque. Subieron al auto.

—¿Me vas a llevar a casa?

—Sí, pero antes quiero que me acompañes a un lugar, ¿te parece?

—Prometí llegar temprano pero todavía hay tiempo —miró la hora en su celular—. Vamos.

Erick manejó hacia un terreno que tenía el césped largo y muchos árboles. Una vez que se estacionó, Ximena lo miró con duda.

—¿Qué hacemos aquí?

El chico no respondió, se limitó a tomar su mano y acariciarla. Estuvieron así algunos minutos, en silencio, disfrutando su compañía, hasta que él habló.

—Mira. —Señaló hacia enfrente.

Ximena dejó de verlo y miró hacia donde le indicaron. Pudo admirar que en ese lugar el atardecer se veía perfectamente. El cielo tenía tonalidades doradas y anaranjadas, el sol se ocultaba, creando un ambiente de ensueño.

Una vez que el cielo oscureció, la chica se atrevió a hablar.

—¡Qué hermoso! —Suspiró. No sólo se refería al ocaso que acababa de presenciar, sino a ese sentimiento que tenía hacia Erick que cada vez era más fuerte.


***


Erick manejó hasta la casa de Ximena. Una vez que se orilló, la chica lo vio con fijeza.

—Erick, ¿qué somos? —Esa pregunta se instaló en su cabeza en todo el camino de regreso a su hogar, no quería seguir con la duda.

—Tú lo has dicho, somos amigos —respondió. La castaña no pudo evitar sentirse un poco decepcionada. Él notó su expresión cabizbaja—. Pero —añadió con rapidez— en el momento en que tú lo desees podemos volvernos novios —ella lo miró con sorpresa—, y si quieres formalizar, con gusto... Es más, si quieres ahora mismo podemos fugarnos y casarnos furtivamente.

—¿Como Romeo y Julieta? —Preguntó con diversión, tratando de ignorar los fuertes golpeteos de su corazón.

—Ajá. —Se miraron a los ojos.

—¡Qué intenso, Quintana! —Exclamó después de unos segundos—. Te veo luego. —Abrió la puerta del auto, dispuesta a salir.

—Te quiero.

—Y yo a ti —respondió sin voltearlo a ver. Cerró la puerta con velocidad y caminó hacia su casa, sintiendo una mezcla de nervios, miedo y felicidad.




¡Aww, qué bonis!

Necesito un Erick en mi vida :3

Espero que les haya gustado mucho el capítulo, ya veremos qué pasará en los siguientes, mientras disfruten esto.

¡Nos vemos muy pronto! ¡Besitos! :*




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