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Capítulo 12.


El martes por la mañana, Erick despertó a las nueve, para él era temprano. Quiso volver a dormir pero no pudo, así que se levantó de la cama y fue a la cocina. No había nadie allí, se limitó a hacerse un emparedado y fue a la sala, donde se encontró con sus hermanas. Emilia estaba sentada en el sofá, tenía puesto un trajecito de gatito color rosa y Eva le tomaba muchas fotos. Se levantó para obtener un mejor ángulo.

—Ahora acércate para que te tome una foto con ella —ordenó.

—No, la voy a arruinar.

—¡Por favor! —Juntó sus manos.

—¡Estoy comiendo! —Se quejó. En seguida le dio un mordisco al sándwich.

—¡Agh...! Por cierto, ¿cómo vas con Ximena? —Preguntó con mucha curiosidad y una pizca de malicia.

—¿De qué hablas?

Eva alzó una ceja con burla.

—No te diste cuenta, pero el domingo noté que Ximena salió de tu habitación y escuché que la ibas a llevar a casa.

—Ah, eso...

—Qué lindos. Hacen una excelente pareja.

Erick no respondió nada durante unos segundos.

—¿Tú crees? —Dijo de repente.

Eva se emocionó al no escuchar una negativa ni que cambiara de tema.

—¡Sí!

—Ah... —siguió comiendo.

La chica sonrió y siguió sacándole fotos a su hermanita.

—¡Eso, Emilia, posa! Eres excelente en eso del modelaje —murmuró. Erick la miró con extrañeza e hizo una mueca—. ¿Qué? —Dejó su celular en la mesa y puso los brazos en jarra—. Tú dedícate a lo tuyo y déjanos a nosotras en lo nuestro —se inclinó hacia enfrente. Emilia soltó una risita y ambos la miraron con ternura—. ¡Awwww! ¡Es tan hermosa que voy a llorar!

—Eres una preciosura —murmuró Erick, dando un toquecito en la nariz de la bebé, que volvió a reír.

—Acércate para que les tome una foto —pidió Eva.

—No. —Se levantó—. Voy a terminar de comer en mi habitación.

—Como quieras —musitó, volviendo a su tarea.

Erick subió a su cuarto y le dio el último mordisco a su emparedado. Tomó su celular y le mandó un mensaje a Ximena.

Yo: Buenos días.


Después de unos minutos en que se entretuvo viendo sus redes sociales, recibió la contestación esperada.

Ximena G: Buenos días.

Yo: ¿Cómo amaneciste?

Ximena G: Bien, gracias, ¿y tú?

Yo: Muy bien.


Iba a seguir mensajeándose con ella pero prefirió llamarla.

Hola, Erick —escuchó al otro lado de la línea—, ¿qué haces?

—Pensando.

¿En qué?

—En ti.

Oh... —Hubo silencio. Ximena se aclaró la garganta para continuar—. Yo también he pensado en ti —admitió.

—¿Ah, sí? —Sonrió—. ¿Qué tanto?

Bastante.

—Me alegro. Quiero que cumplas tu castigo.

Uy, estás muy urgido por aprender a bailar.

—Y por tenerte cerca.

Ah... —soltó un suspiro casi imperceptible... casi—. Hay un lugar genial, se llama Rockandbar, podemos ir ahí. —Era un club nocturno donde servían todo tipo de bebidas, tenía una gran pista y sonaba música de géneros diversos. A veces iba con sus primas, ya que todas tenían el baile en la sangre.

—¿Puedes hoy?

Hoy voy a acompañar a mi madre a hacer unas cosas. —Le había prometido ir con ella, pues su clienta tenía una hija de su edad que no era muy sociable, cuando iba a mostrar sus productos, la mujer le compraba más si Ximena convivía un rato con su apocada primogénita—. ¿Pero te parece bien si vamos mañana?

Perfecto, tú dime la hora y paso por ti.

—Claro.

Estuvieron charlando de otros temas aproximadamente una hora, hasta que la madre de Ximena le dijo que tenía que hacer la comida, ya que ambas se turnaban esa actividad para lograr un equilibrio. Una vez dejaron a Mateo a cargo pero casi se incendió la cocina, así que no lo volvieron a hacer.

—¿Así que cocinas? —Preguntó Erick, que escuchó el decreto de Rita.

Sí, no soy tan buena pero me salen cosas decentes.

—Algún día tendré que probar algún platillo hecho por ti.

Por supuesto, pero tú tendrás que cocinar conmigo.

—Solo sé servir cereal, hacer emparedados y preparar fórmula para bebé pero es un trato.

De acuerdo, Quintana —rio—. Te veo mañana.

—Cuídate.

Igual tú.


***


El miércoles a la hora acordada, Erick pasó por Ximena. Decidieron usar ropa casual, él llevó unos jeans oscuros con una camisa verde y ella un vestido corto de color azul.

Escuchó que tocaban la puerta. Antes de salir, se despidió de su madre.

—Llega temprano —le ordenó.

—Sí, mami... ¿Y papá?

—Todavía no llega del trabajo, pero no creo que tarde mucho.

—Oh... Le das las buenas noches por mí, ¿sí? —Cuando Mateo salía del trabajo tan tarde, lo único que hacía al llegar a su casa era cenar e irse a dormir.

—Yo le digo.

—Te veo en un rato.

—Dile a Erick que su suegra le manda saludos.

—¡Mamá!

—¿Qué? ¿Acaso no soy su suegra? —Se colocó una mano en el pecho.

—No.

—Todavía.

Ximena soltó una risita y negó con la cabeza. Se dirigió a la puerta, la abrió y vio a Erick afuera de su casa.

—Hey, hola.

—Hola —le sonrió y le un beso en la mejilla.

—¿Listo para bailar?

—¿Lista para enseñarme?

—Sí, vamos.

Se subieron al auto y se dirigieron al lugar indicado. Una vez que llegaron, bajaron del vehículo y se tomaron de las manos. Caminaron hasta la entrada del lugar y un guardia les pidió su identificación; una vez que validó la información, pagaron la entrada.

Fueron a la barra para pedir unas bebidas. Ximena se decidió por una piña colada sin alcohol y Erick por una sangría. Al terminarlas, se dirigieron a la pista y, aprovechando que sonaba música salsa, la chica decidió enseñarle algunos pasos básicos. Tomó al chico de las manos y le indicó que llevara su pie derecho hacia atrás al mismo tiempo que ella movía su pierna izquierda hacia adelante. En seguida invirtieron los pasos.

—¿Ves que es fácil? ¡Aprendes rápido! —Exclamó entusiasmada. En seguida recibió un pisotón—. Auch.

—Lo siento —se disculpó con rapidez—. En verdad soy malo en esto.

—No —negó con la cabeza—. Es normal.

Estuvieron así unos minutos, hasta que ella le mostró el traslado de ciento ochenta grados. Erick tenía buena coordinación, después de todo estuvo bastante tiempo en el equipo de básquetbol, aun así le costó un poco aprender ese paso.

—Enseñarme a bailar es el peor castigo que te pudo haber tocado —rio.

—Te equivocas, es el mejor.

Se sonrieron y siguieron practicando esos pasos durante un rato hasta que Erick, haciendo caso omiso a la música movida, tomó a Ximena de la cintura y la pegó a su cuerpo. Ella soltó un gritito y él la rodeó con sus brazos. Después de unos segundos, se relajó y recargó su cabeza en el hombro del chico. Se quedaron así algunos minutos, abrazados, disfrutando su contacto.

—Tu cabello huele muy bien —susurró.

—No seas raro, Quintana.

Rieron un poco y se miraron a los ojos. Erick, aprovechando su cercanía, juntó su nariz con la de Ximena e hizo una ligera presión. La castaña soltó una risita.

—¿Qué fue eso?

El chico juntó su frente con la de ella.

—Un beso esquimal.

—Ya lo sé, pero... olvídalo.

—Tú preguntaste. —Alejó su rostro del de la chica—. Sigamos con las clases de baile.

—Está bien, mi pupilo.

Volvieron a reír y siguieron bailando hasta las once, a esa hora Ximena comentó que debía volver a su hogar.

—Está bien, vámonos.

Cuando estuvieron frente a la casa, antes de que Ximena bajara del auto, Erick se inclinó hacia ella y le dio un beso en la comisura de los labios. Una vez que se alejó, se miraron a los ojos.

—Te llamo después, ¿sí?

—Sí, Erick.

—Por cierto, hay un lugar genial donde quiero que vayamos.

—Ahí me avisas.

—Claro, hay que aprovechar antes de que terminen las vacaciones.

Ximena asintió con la cabeza y bajó del auto. Caminó hasta la entrada de su casa; una preocupación, que antes de eso había sido inexistente, ocupó sus pensamientos. <<Vacaciones... ¿Cuándo estas terminen Erick seguirá conmigo? ¿O esto que tenemos es solo un romance de verano?>>.



Uy, siguen las inseguridades. ¿Ustedes creen que sea un romance de verano o que sea algo duradero?

Espero que les haya gustado el capítulo :3

Perdón por actualizar tan tarde pero es mi cumpleaños y apenas me dio tiempo. Ah, y espero sus votitos y comentarios, serían un hermoso regalo para mí :D Recuerden que hoy también es cumpleaños de Víctor bebé.

¡Los quiero muchísimo! Nos vemos la siguiente semana.




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