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{Childhood Friends}

Tarde vibrante, paleta cálida de colores en el ambiente otoñal. Tarde donde venían parejas para cumplir su sueño de tener hijos sin que impedimento alguno los desaliente.

Una pareja de ninfas paseaba por aquel jardín donde los tiernos niños se juntaban hacia ellas en la espera de ser escogidos.

De entre el montón de pequeños ansiosos, la atención de la pareja fue atraída por un increíblemente pequeño cachorro lobo albino y esponjoso con lentes grandes y redondos, vestía con un trajecito de tartán y un gafete que señaló para proseguir a presentarse:

-¡Elíjanme a mí! ¡A mí! ¡Mi nombre es Ciel! ¡Y ella es mi hermana Leonora! -.El cachorro gritaba ansioso jalando a la licantropa más alta y delgada pero parecida a él. Trataba de oírse por encima de los gritos de niños y no verse tan nervioso, aunque siempre que venían para adoptar estaba ansioso porque lo escogieran a su hermana y a él.- ¡Los dos somos estudiosos, muy bien portados, educados y limpios! ¡Y-

-¡Muévete de mi camino!

Un demonio espingado y más alto que él lo empujó. Vistiendo un pantalón de mezclilla roto, tennis blancos muy percudidos y una camisa blanca holgada. Aquel niño demonio era de piel amarilla y cabello negro puntiagudo. Sus pupilas eran afiladas como de reptil y su esclerotica de un suave rosa pastel.

A pesar de verse chiquito ya daba bastante miedo. Su mirada fruncida y los colmillos bien afilados resaltaban y no de una buena manera. La dos ninfas quedaron atónitas e incómodas, y se intensificó con la presentación que dió el pequeño demonio fúrico y mandón.

-¡SOY HEATH Y SI NO ME ADOPTAN, LAS MATO!

Otros niños que se iban empujando se iban acercando hasta invadir al demonio amarillo. El demonio pequeño se perdió, y entre que intentaba hacerse ver gritaba más improperios y amenazas contra la pareja de ninfas que tenían bien sabido a quien NO querían como hijo.

Pronto todos esos niños fueron abriéndose paso hasta sacar a Heath del grupo. El demonio cayó de bruces, raspándose sus rodillas y sintiendo el golpe sonando contra el suelo que se dió con su mandíbula y resonó en su cabeza.

El susto por aquel impacto, mezclado con su dolor y su vergüenza por volver a ser apartado lo orillaron al llanto. Parecía más un berrinche del inframundo taladrando los tímpanos que un niño llorando de dolor. Era un gemido horrible y estruendoso. Los niños y las parejas que habían venido huyeron de inmediato al interior del gran edificio beige.

Leonora no soportaba a ese demonio. Nadie lo hacía. Quiso jalar a su hermano menor para que dejaran solo al niño que era un caso perdido, pero quedó atónita cuando se soltó. El pequeño Ciel dió unos pasos. Se detuvo. Giró sobre su hombro a ver a su hermana, sus suplicantes ojos de cachorro hablaban solos. Leonora aún no entendía porque se preocupaba tanto por él. Desde que llegó ese bebé amarillento y desastroso Ciel se mantenía a su lado, y siempre se metía en problemas por su culpa.

Heath es un demonio, es brusco, es travieso, molesto e inmaduro. Pero seguía siendo solo un niño.

Asintió para dejar que fuera hacia él.

El demonio que lloriqueaba, pataleaba y giraba en el padimento con los ojos cerrados, solo se dedicaba a eso mismo, al menos hasta raspar su garganta. Pegaba al suelo con sus tenis y sus puños. No quería saber nada. Solo quería desquitarse dejando que su pecho se expandiera hasta explotar. Con cada gritó sentía que lo conseguía, más en cuanto sintió unas suaves patas recogerlo de suelo y acunarlo, fue cómo si con un solo botón de apagado se pusiera fin a todo el dolor. Su garganta se cerró y su pecho subía y bajaba con un ritmo menos forzado por su berrinche. Era como si en medio de una tormenta una nube te recogiera, y la lluvia no te mojaba, el viento no te helaba y los truenos cesaban.

Los ojitos del demonio buscaron a quien lo había rescatado. No esperaba a nadie que no fuera aquel cachorro de hombre lobo albino.

-Awww. Pobre bebé. Ya no llores. -. Ciel lo arruyo un instante, beso su frente y limpio sus lágrimas con sus propias patas. El demonio sintió sus garritas como pañuelos de algodón que dejaban su rostro seco.

Lo acomodo, como las veces que lo cargaba siendo el demonio un bebé. Acaricio su espalda buscando reconfortarlo.

-Volvamos adentro, bebé.

El pequeño demonio quedó absorto y confundido. Se perdió hasta reaccionar antes esa última palabra. Forcejeó y se retorció brusco entre sus brazos, pero eso no era ni un reto para el licantropo jóven que lo había sostenido desde que era un recién nacido abandonado.

El demonio era muy joven para entender que era, pero cuando lo cargaba y llamaba de esa forma sentía bonito, sentía sus mejillas sonrojarse. Moría de vergüenza y quería huir para buscar su supervivencia.

-¡Suéltame! ¡Ya no soy un bebé!

No importaba si gruñía o arrañaba, Ciel por nada del mundo lo quería soltar.

Ciel siempre había estado para él desde que tenía uso de razón. Y no parecía importar cuánto ya había crecido, la rutina tras otro intento fallido por ser adoptado -cosa que según Heath, siempre era culpa de Ciel.- era la misma y pesada.

Mientras observaba el sol brillante y cegador, el pequeño demonio distraído se percató de algo: eso era justo lo que seguía. A Heath no le importaba o gustaba comer, lo consideraba una perdida de valioso tiempo de juegos, travesuras y para patearle el trasero a los nerds, o a los que se burlaban de él y Ciel.

Sabía que en cuanto entraran Ciel, sabiendo que ya podía caminar perfectamente solo, lo cargaría hasta el comedor para cenar, lo obligaría a comer verduras, esos feos arbolitos verdes y blancos, unos eran rancios y otros podridos al parecer, y esas hojas llamadas espinacas y lechuga. Luego se lo llevaría a su cuarto -El agresivo demonio era incapaz de compartir cuarto con alguien.- y haría que se bañara, se pusiera un mameluco azul feo de unicornios estampados, vería que recogiera sus juguetes y ropa sucia para al final molestarlo acostándose a su lado para arruyarlo. No podía solo ahogar su canción de cuna con su almohada cubriendo sus oídos.

Heath se esforzó en verdad por soltarse pero Ciel no lo dejaba. Sentía que se esforzaba mucho por demostrar que era mayor, porque jugaba brusco, ganaba peleas y era desobediente, se portaba como todo un hombre rudo que no necesita quien lo cuide. Quería apropiarse del papel dado por los demás como el villano del cuento al ser el único demonio del lugar, quería que Ciel dejara de verlo como si fuera su hermano menor. Lo único peor que sentirte autosuficiente y ser tratado como un menor, era ser tratado como un menor por alguien que esperas te vea diferente.

Heath no se consideraba ingenuo, entendía porqué dos adultos se besan y se casan. Entendió eso mejor que Ciel, quién malinterpretado ese concepto de cariño le pidió a Heath un beso en la boca. Su reacción fue hacerle calzón chino, colgarlo de ésta prenda en la cima de una asta bandera, y declarar que él no besa a los nerds. Ya pasó mucho tiempo de eso, pero se quedó con algunas dudas.

¿Porqué unos besos duran tanto?, ¿Cómo se sienten esos besos?, ¿Porqué solo los grandes se podían besar así?, ¿Y si le hubiera aceptado el beso a Ciel?, ¿Le habría gustado?

El pequeño demonio no sabía con seguridad en qué momento cambio la forma en que se sentía con él, pero era como la sensación en los nudillos y el cuerpo luego de una pelea a golpes con otro niño: era un sufrimiento que le gustaba. Ya no bastaba con que lo cargará y cuidara tanto, no soportaba que otros niños quisieran jugar con él, más que asco sentía un repelus por las niñas que describían a Ciel como tierno o lindo, y por supuesto, quería dejar de sentir el calor en su rostro, esas cosquillas en su pancita y los nervios cuando estaba siempre con él, o cuando de pronto pensaba en él.

¿Qué nombre le pones a esta cosa? Era raro, era nuevo. No le gustaba.

Tal era su miedo y repudio por éstas sensaciones y lo que venía a continuación, que solo se seguía moviendo con fuerza, intentaba pegarle pero no daba resultado. Algunos niños cuchicheaban entre si mirándolos pasar. Esto lo enfureció, la forma en que les veían, y lo que de seguro faltaba porque ellos dijeran de él.

-¡¿QUÉ ME VEN?! - ladró haciendo que los niños salieran entre gritos y corriendo.

-¡HEATH! -.El mencionado dejo de gruñir, sus puntiagudas orejitas se agacharon. Sintió algo de vergüenza. De haber sido Leonora no le hubiera importado, pero no fue la joven loba acompañante la que le levantó la voz, sino su hermanito.- ¡¿Qué modos tan feos son esos de hablar, eh?! ¡Solo los niños malos gritan así! -reclamó Ciel enfadado.

-¡PUES SOY NIÑO MALO! -bociferó Heath haciendo eco en el pasillo.

Leonora tapo sus orejas y le dirigió una mirada despectiva, mientras que para sorpresa de ambos, Ciel solo se rió muy inocente.

-No, tú eres niño dulce y lindo. ¿Verdad hermana?

Leonora titubeó sin dar respuesta alguna. El demonio de mejillas rojas gruñó y emitió varios sonidos, parecidos a los de un gato o una serpiente, mientras arrañaba al aire al querer moverse para al menos hacer que Ciel lo soltará y cayera al piso, más sin embargo Ciel tenía siempre cuidado de nunca dejarlo caer.

Llegando al gran comedor, salón de paredes verde mugroso como el moco, mesas y sillas negras y piso gris, con una fila para recibir los alimentos tan animada como un funeral, Leonora apartó su lugar para ella y los otros dos niños.

-En serio, ¿Cómo puedes cargarlo? -insistió en saber Leonora confundida. Heath era claramente un demonio mal agradecido, pero ahí estaba su hermano menor queriéndolo demasiado.

-Es fácil -respondió Ciel sentando a Heath en la mesa y dándole un fuerte abrazo que incómodo al demonio.-, es que es un bebé.- explicó cariñoso e ignorando el gruñido de Heath.

Ciel lo soltó y volvió a dirigirse a su hermana mientras sacaba del bolsillo de su pantalón un pañuelo con el que limpiaba la mesa.

-Entonces, es mi turno de ir por la comida en lo que tú vigilas que Heath no vuelva a tratar de comerse el brazo de nadie.

El pequeño demonio rodó la cabeza para pegarla contra la mesa en un gesto de fastidio.

-¡Solo lo hice una vez! ¡Y lo mordí, ni me lo pude comer! -replicó molesto.

Ante eso Ciel jadeo y gritó alarmado.

-¡Nooo!

Fue hasta donde Heath para separar su cara y manos de la mesa.

-¡Gérmenes! -chilló Ciel pasando frenéticamente el trapo en el lado de Heath y sacando del bolsillo de su pantalón un mini spray con el que rocío la frente y las manos de Heath.-. ¡Aún no desinfecto tu lugar! ¡Sabes que me debes esperar a que desinfecte tu lugar, pequeño Heath!

-¡NO SOY PEQUEÑO! -.Recibió en respuesta un beso en la frente.

-Sí, sí lo eres.

Heath se quedó mudo.

-Que bueno que nos metimos temprano, oí que ésta noche iba a haber una tormenta electrica. ¡Ah, por cierto! Revise el menú de las tres comidas desde temprano, y hoy van a dar pizza.

Leonora acaricio enternecida la cabeza de su hermano mientras le sonreía de forma maternal.

-Suena bien. Trae una rebanada para cada uno.

-Yo quiero dos. -replicó Heath haciendo pucheros. La albina más grande le vió con desprecio mientras que Ciel se rió.

-No, pequeño Heath. No puedes cenar pesado porque es más difícil arruyarte.

-Aww, el bebé aún quiere que lo arruyen. -.La burla de la hermana de Ciel enrojeció al demonio gruñón.

Ciel paso de largo el comentario, sin percibir la burla en sus palabras. Se apresuro a hacer fila para alcanzar pizza, ansiaba encajar sus colmillos en la pizza de carnes frías y sangre. La pizza favorita de criaturas carnívoras, las tres carnes y la sangre eran de tres diferentes especies de humanos revueltas. Para Ciel los humanos eran especiales, eran una especie peculiar que, según dicen en la escuela, a diario pelean por la supremacía de sus razas, pero en el plato todos sabían igual de deliciosos. En la clase de Formanción de Valores le enseñaron a no discriminar humanos, todos eran comestibles al fin y al cabo.

Sin embargo, Leonora y Heath no veían que en eso pensaba Ciel, solo lo miraban ansioso y feliz, con su colita agitandose de regocijo. Parecía la cola de un corgi, un descendiente de lobos manso, domesticado por humanos, ridículamente tierno.

Casi al par, los dos giraron su vista de Ciel para verse cara a cara. Ciel era el que los unía porque ambos lo querían, pero sin él ahí, aprovechaban para remarcar como no se soportaban. El único nerd que toleraba era Ciel, su hermana lo superaba y era aterrador para un niño revoltoso y travieso como Heath.

-¿Qué? - se atrevió en preguntarle el pequeño demonio sin rodeos y lleno de desprecio.

-Ya estás grande para que mi hermanito te vigilé todo el tiempo. He hablado con él, pero no quiere dejar de juntarse contigo.-.Heath rodó los ojos y pretendió no escucharla. Ella igual siguió.- Incluso después de que lo dejaras colgado en un poste de sus calzones.

Heath golpeó la mesa con sus puños.

-¡Yo no beso a los nerds!

-Heath, controla tus nervios.

-¡No estoy nervioso! ¡Quería besarme!

Se encorvó en su asiento, apretó sus puños más mientras sus orejas se decaían y el rojo se apoderaba de sus mejillas. Concentró su mirada en sus tennis gastados para evitar que se notará lo que sentía en ese instante.

Leonora tomo aire para no ponerse al nivel del niño. Hizo incluso un pretencioso gesto para juntar sus brazos y alejarlos hasta la mesa con delicadeza.

-Me preguntaron porque dos personas se besan y yo se los explique. Ciel es aún más inocente y lo mal interpretó. Estás molesto porque desde siempre lo has querido evitar y alejar de ti, se que es por eso que lo tratas tan mal.

Alzó su mirada sería y reprochable. ¿Eso suponía ella?, ¿De verdad era lo que todos pensaban?, ¿Qué así era él?

-¿Tú qué sabes? -le escupió retadoramente, y Leonora no bajo la guardia a pesar de que discutía con un niño.

-Se que Ciel no tiene más amigos que tú, pero puedo y prefiero que se quede sólo a que se rodee de falsos amigos como tú.

-Haz lo que quieras con él. No me importa. -agregó Heath para restarle importancia y molestar más a Leonora.

-Ya se que no te importa mi hermano -se detuvo un instante al presenciar las garras de Heath encajarse en la mesa. El silencio fue fugaz pero se sintió algo lento como para que pudiera volver a oír a los niños hablando y riendo, y los cubiertos y platos chocando entre si.-, pero es porque al final... Si sigues siendo solo un bebé.

Cómo recalcó esas tres palabras fue la gota que derramó el vaso.

-¡NO SOY BEBÉ! -.Con sus alas tras su espalda salió una terrible fuerza que le permitió tomar la mesa y arrojarla por los aires. Su choque resonó en el comedor, niños gritaron por miedo a haber salido heridos. Del susto Leonora cayó de su asiento.

Ciel quedó petrificado a punto de llegar con una charola con pizzas para ellos.

-¿Heath...? -Su voz quebrada, las orejas bajas y la cola entre las patas ya denotaban la incertidumbre en el niño.

El demonio mencionado se aproximó a él para arrebatarle las tres rebanadas y empezar a comerlas frente a su rostro. El pequeño Ciel retrocedió asustado, y uso la charola como escudo para no ser salpicado de los restos de comida que salían de la boca de Heath al masticar con la boca abierta y presumiendo su bolo alimenticio pegajoso y amorfo. Su vergüenza era por los demás niños mirándolos y murmurando. Los encargados de la cocina tan solo huyeron aterrados para dejar a los niños a su suerte.

Tembloroso le pregunto:

-¿Po-por... Porqué haces eso?

Heath soltó un resonoro errupto. Limpio su boca con un brazo y le gritó a Ciel en la cara.

-¡PORQUE SOLO A LOS BEBÉS SE LES DICE QUE PUEDEN COMER! ¡Y COMO YO YA NO SOY BEBÉ COMERÉ LO QUE QUIERA Y CUÁNTO QUIERA!

Volvió a masticar las pizzas hasta terminarsela, luego entre rugidos salió volando al rededor del comedor, robándose los alimentos de los demás. Los niños gritaban y lloraban, el demonio de enormes alas de murciélago eran imponentes, muy grandes para su tamaño, y perfectas para infundir temor junto a sus colmillos. Heath atacó saltando de mesa a mesa. Los niños se alejaban despavoridos, y él así engullía los alimentos a su antojo.

Frío y sin aliento miró Ciel. Leonora fue hasta su hermanito, pero Ciel soltó la charola y persiguió a Heath hasta alcanzarlo en una mesa. El demonio estaba manchado de carne, salsa, catsup y dulces. Se veía terrible.

-¡Heath, ya basta! ¡Todos queremos comer! -.Esquivó un plato que Heath le avento. Por más que gritaba aún penoso no podía oírse, no hasta que los gritos de los niños descendieron.

Todos evacuaron aterrados el lugar, y solo quedaron ellos dos junto a Leonora, quién miró todo confundida.

-¡Heath! -chillo el cachorro.- ¡No es justo! ¡Yo también tengo hambre! -.Miró angustiado su panza prominente, la cual rugió, y esto Heath lo notó.

-Awww, pobrecito bebé -escupió a manera de burma, literalmente en su cara, manchandolo de salsa y spaghetti.-. Pobre Ciel, se quedó sin comer, y sin carne.

Heath presumió su bocado triturado para provocarle asco, y una vez se trago todo solo se rió de él.

Ciel nunca antes sintió estar tan acorralado. Entre un demonio que se burlaba de él -Y que jamás espero venir de él.- y algo que solo estaba dentro de él. Quería llorar por lo que le hacía y decía, estaba enojado por que fuera tan malo, y en verdad, en verdad tenía hambre. El hueco en su panza crecía con el rugido, y el dolor de sus tripas le daban más razón para querer llorar. Su olfato pareció enloquecer con la pizza, pero igual con la demás carne y postres, con el asqueroso y caliente aliento que le echaba en cara Heath y la comida que le salpicaba. Su instinto de llenar el vacío en su panza no era buena combinada con ese enojo proveniente de una decepción y dolor.

Eso se juntaba dentro de una olla express a punto de reventar, detrás de un rostro que quería llorar pero que pujia con tal de no hacerlo. Motivo suficiente para Heath de reírse y de Leonora de interponerse. Eso igual no duró.

Ciel atacó a Heath.

Las risas se volvieron gritos desesperados de dolor. Lo tumbó y mordió repetidas veces su brazo, cada mordida marcaban puntos rojos dónde salía sangre y resbalaban dentro y fuera de su ocico. Heath se retorcía adolorido ante la fuerza de la mandíbula ajena, sus garras se enteraban en su rostro y solo podía gritar y llorar. Esa esencia metálica en su olor y sabor hipnotizaron a que buscará más. Trepó sobre la espalda del demonio hasta morder y jalar de su ala. Heath lloraba en el piso mientras la sangre salía salpicada sobre ventanas y paredes.

Leonora presenció con horror una naturaleza que en su gente siempre estuvo, pero a ese nivel no era sano. Lo vio antes en su madre. No estaba bien.

El terrible shock la dejo en un estado catatónico, y aunque quisiera no se podía mover. Quedó obligada a ver tal ataque agresivo hecho por su propio hermanito. Pero ese ahí no era Ciel, solo era una bestia carnívora saciando desesperadamente su hambre.

Heath en verdad sufría, estaba más que horrorizado. De repente Heath no lo reconocía, no pensaba en nada más que en ese agudo zumbido que traía mayor incertidumbre a su dolor, y le dejaba fuertes marcas en la piel que exponían sus músculos y sentía arder ante el desprendimiento en su cara y brazos. Eso que trono era su ala siendo arrancada por Ciel.

-¡¿PERO QUÉ HICIERON AHORA?!

Una monja satánica aliada al orfanato entró en compañía de la directora del lugar. Esperaban ver de nuevo a Ciel llorar pero ésta vez los papeles se invertían, no pudieron creer que ahora la víctima era Heath. Los focos rojos de alarma en sus cerebros se encendieron viendo la sangre en el piso y paredes, y de como gravemente le quedaba un hilo de carne para despojar a Heath de su ala.

La monja actuó buscando fugaz algo hasta encontrar el extinguidor. Lo tomo para correr hacia Ciel, y el peso que llevaba lo descargo sobre Ciel.

El golpe hizo eco, despertó a Leonora para acabar aullando perturbada. Heath aún gritaba y se retorcía de dolor. El cachorro albino salió volando hasta caer sobre una mesa y resbalarse de la misma.

-¡¡¡CIEL!!! -.La dueña gárgola vieja y gris bastante espingada regaño con fuerzas.

El mencionado no respondió. Tardó segundos en incorporarse del dolor. Sus músculos lastimaban al levantarse, su visión giraba y su cabeza le mareaba. Notó que no tenía sus lentes.

-¡Ciel! -.Ahora su hermana lloriqueó corriendo hacia él. Se tiró a su lado para abrazarlo y entregarse a las lágrimas. Se separó para examinarlo alterada. No estaba herido. Costó hablarle sin llorar.- ¡¿Estás bien?! -exclamó ella constipada por el moco.

Ciel no comprendía nada. No sabía que había pasado más que se enojó con Heath y que le dolía su mejilla y cuerpo. Reconoció de inmediato el grito de Heath, oírlo llorar le peso tanto. Lo busco con la mirada, pero no veía más que líneas borrosas.

-¿Qué pasó? -preguntó el pequeño aturdido y consternado de que sintiera tanto dolor revuelto.- No veo nada.

Leonora hacia oídos sordos al dolor de Heath para concentrarse en su hermanito. La monja y la gárgola se acercaron a Heath, no se dejaba tocar, lloraba en el suelo ensangrentado. Entre más se movía más sentía arder su espalda y parte de su columna. Tapaba entre lágrimas un rasguño con su mano. Ciel pudo presenciar su acto una vez su hermana encontró sus lentes en el piso y le ayudo a ponérselos.

Ciel no podía verle un inicio ni un fin a todo el caos. No veía explicación para encontrar el comedor sin niños, con mesas tiradas. En su pecho una fuerte presión le estrujaba el corazón en cada milisegundo que era espectador del dolor de Heath. Cualquiera con sensibilidad sabía que el demonio amarillo sufría, lloraba igual de fuerte y horrible. Nunca antes un grito así le dió tanto remordimiento y malestar. La forma en que esas mujeres, su hermana incluida, le veían era una que el pequeño jamás vio antes le dieran a él. Pero luego, su lengua paso por sus colmillos, pudo saborear esa sangre. Su olfato de inmediato reconoció el aroma del sabor en su ocico. Miró temblando su ropa, rasgada y sucia de sangre, misma que manchaban sus blancas patas, en su pelaje y garras, su sangre se escurría y goteaba, su fuerte aroma metálico de nuevo invitaba a Ciel a probarla, mas se percató que esa deliciosa sangre era de la de su amigo, herido y con una ala destrozada tanto como su espalda. Le gustó el sabor de su piel y sangre ahora en su estómago.

No. No. No.

Se repetía tantas veces esa sola palabra.

No.

Él era su amigo.

Él nunca lo lastimaría.

Él nunca se lo comería.

-¡¿QUÉ HAS HECHO?! -.Tembló Ciel ante aquel reclamo. La gárgola de vestido negro le veía con un desprecio peor que el acostumbrado.

La monja solo cargo a Heath con dificultades. Al tocarlo Heath lloraba aún más, sus lágrimas se desbordaban cuál cataratas mojando su rostro y su sangre seguía cayendo al suelo. Esa imagen de su demonio todo indefenso y herido le rompió el corazón. Corrió de inmediato hacia él pero ambos gritaron: La monja y Heath. Verlo acercarse los aterrorizó. Su demonio gritó y volvía a llorar, brinco y se aferró a la monja. Apartó su vista de él.

La mandíbula de Ciel se aflojó ante el gesto de miedo. Miedo que sembró en su intimo amigo. En el bebé demonio que tanto juro amar y cuidar. Ahora le tenía miedo.

Cómo remate, la pesada y rígida mano de la gárgola estampó contra su rostro. Chillo cuál cachorrito por recibir un golpe, y es que no era una mano de carne y hueso, era una mano de piedra la que lo abofeteo.

-¡LEONORA, ASEGÚRATE DE QUE ESTEN SEPARADOS! -ordenó la gárgola fría y de voz ronca.- ¡ESTOY HARTA DE CADA DESASTRE QUE CAUSAN ESOS DOS! -.Leonora quedó petrificada sin poder responder. Sentía sus manos temblar.

La gárgola se giró hacia el pequeño Ciel que estaba a nada de romper en llanto.

-¡Y TÚ! -bramó señalandolo y dándole un sobresalto al pequeño que jadeo.

La monja salió de la escena con Heath en brazos. Fue lo último que vio Ciel antes de ver a la alta gárgola mirándolo desde arriba y con un particular repelus.

-¡A TÍ NUNCA TE ADOPTARÁN! ¡Y AÚN SI TU HERMANA ES ACOGIDA Y SE VA, NO TE ACERCARAS A ESE DEMONIO NUNCA!

Su temblor en cuerpo, labios y alma no dió para mayor resistencia. Ciel dejo escapar un terrible y herido llanto. Y antes de que algo más le fueran a decir, salió huyendo en sus cuatro patas.

Nadie puede huir de sus errores ni de lo que es, pero eso Ciel no lo conseguía entender.


































A pesar de tener los párpados cerrados, aún sentía esa luz blanca. Gimoteó incómodo y moviéndose despacio. Apenas se levantó y una punzada fuerte lo derrumbó sobre esa superficie blanda y fría. Sus ojos se abrieron despacio, sus pestañas entre cortinas regulaban que la vista se acostumbrará a la luz.

-Por fin despiertas.

Creyó reconocer esa voz tan neutral femenina. Permaneció recostado y tallo sus ojos hasta que pudo abrirlos con normalidad. El techo y paredes azuladas y pálidas eran familiares, junto a los posters y demás muebles e instrumentos de enfermería que desconocía. En el escritorio estaba una mujer de piel oscura y mayor de edad, algo regordeta, bata blanca y portando un chongo gris; a primera vista se confundió con una sirena, hasta que prestó mejor atención en su cola vió que parece más de serpiente que de pescado.

Heath arqueo una ceja confundido. Pasó su vista a su cuerpo, le faltaba la camisa, tenía varios vendajes blancos y benditas pegadas en diferentes parte de su piel. En la rodilla izquierda tenía una gasa pegada y húmeda, en su otra pierna habían benditas, tenía un vendaje apretado en su brazo izquierdo que le impedía moverse. No intento levantarse al recordar el dolor en su espalda.

-¿Qué pasó, Gretel? -preguntó el pequeño demonio mirando al techo.- ¿Gané la pelea?

La enfermera se acercó arrastrándose mientras portaba una jeringa que tentaba con el otro dedo asegurándose de que estuviera lista con el líquido negro. Con ese mismo dedo pego en la frente de Heath lo cual hizo que se quejará.

-¡Ay!

-Si, claro. Te tenían cargando envuelto en sangre, lágrimas y vómito. -le respondió con reproche, pero los de Gretel eran para que Heath se los tomara leve. Cuando se trataba de él prefería no decirle nada para que se cuide o recapacite. Lo ha recibido lastimado tantas veces que hasta ha considerado en cobrarle por cada visita.

-¿Yo vomité?

-No, la monja vómito sobre tí, jamás vio a alguien tan imbécil estar tan acabado físicamente. Es demasiado joven y novata.

Heath jadeo ante la vista de la jeringa puntiaguda que brillo amenazante con la luz de la lámpara. Sin rodeos la regordeta de bata blanca tomo el brazo vendado de Heath casi a la fuerza.

-Ahora ésto te va a doler mucho.

-¡Auch! -gritó Heath al sentir ese piquete que duró un instante apenas. - ¡Oye, hazlo con cariño!

-Pídeselo a tu mamá. -contestó llevándose la jeringa para tirarla.

-Que graciosa eres, negra.

-Se te agotan los insultos. ¿En serio? ¿Negra? Esos son insultos de humanos, y esos son los menos ofensivos.

-Pero a los humanos les ofende.

-Los humanos son muy delicados. Por ejemplo, la dosis de la bilis de un Cthulhu que te inyecte para acelerar tus células sanguíneas harían que a un humano se le derrita la piel hasta que sus músculos quedaran expuestos -explico con cierto interés morbido y de gozo por solo imaginarlo.-. O por el simple hecho de que se te arranque una parte de cuerpo ya se estaría muriendo.

-Súper. -expresó entusiasta Heath.- ¿Los humanos mueren cuando les arrancan las alas?

-Los humanos no tienen alas.

-Claro que si.

-Los confundes con ángeles.

Heath se encogió de hombros.

-Que más da, los dos son feos y creen ciegamente en Dios. No hay diferencia -. Heath se quedó callado un instante al recordar parte de una clase y de una plática que tenía con Ciel.-. Bueno... Ciel dice que no todos los humanos creen. Dice que algunos-

-¡Oh, cállate y dejame ver si te puedes levantar! Estoy cansada se ese "niño sabe lo todo" y es el colmo que repitas lo que diga.

-¡Ayy!

Gretel levanto con sus brazos a Heath. Vió a detalle la espalda del menor para revisar el avance de la herida. Una mitad tenía por fuera un ala, y la otra apenas iba creciendo de un espacio medio cicatrizado.

-Trata de moverlas. -ordenó igual de brusca.

A Heath le costó algo de trabajo, que ambas alas se movieran al par, aunque sea lento, era una buena señal de recuperación.

-Mhm. Bien, alza tu ala izquierda -.Heath obedeció a la orden, la bajo en cuanto la volvió a poder sentir.-. Ahora la derecha.

Heath la alzó, pero la sintió más ligera. Curioso volteo a ver el espejo del otro lado que le permitió ver cómo la ala derecha parecía apenas salir a regenrarse.

-¡Aaaahh! ¡Mi ala! ¡¿Qué le pasó?! -gritó sorprendido.

-Para que se regenrara bien tuve que cortarla -Heath jadeo, pero no sé veía asustado. Más bien parecía contento y curioso.-, de todos modos no iba a durar mucho en tu espalda. Diría que esta vez si fastidiaste en serio a tu amigo.

-Ah, si -respondió sin mayor importancia. Sentía que ya iba recuperandose del dolor en la espalda y se fue preparando para sentarse mejor y luego bajarse él solo.-. No importa. Me va a crecer mi ala y mis heridas se cerraran-

-¡No! Ese no es el problema. Deberías de disculparte con él.

Heath frunció el ceño mientras veía a Gretel. Se bajó de un salto de esa camilla ignorando el dolor del impacto.

-¡¿Yo porqué?! ¡Si él fue el que me atacó! -inquirió enfadado.

-No me dijeron como sucedió exactamente -menciono Gretel acariciando su barbilla, luego paso a cruzar los brazos y verle a él con la ceja arqueada.-, pero conociéndote de seguro lo provocaste.

-¡¿Qué hice yo para merecer esa acusación?! -exigió saber con indignación.

Gretel solo se limito a rodar los ojos. Ese niño era difícil, y que Ciel lo haya soportado tantos años era un milagro.

-¡Estoy harto de que todo el mundo me trate como si no debiéramos de ser amigos!

-No deberían porque tú eres un pésimo amigo. -señaló Gretel.

-¡NO! ¡No lo soy! ¡Solo les da envidia que Ciel me quiera más a mi que a ustedes! -gritó señalando a la mujer que ni le tomaba en serio y solo esperaba a que se desahogara.- ¡Ya lo verán! ¡Cuando me vea me rogara perdón! ¡Y aún si no lo hace me vale! ¡Él aún me quiere!

Heath salió dando fuertes pistones y aventando la puerta de metal que hizo temblar la enfermería hasta que varios estantes colapsaron. Gretel no se inmutó ante esto y solo se sentó en su silla como si nada frente a su escritorio. La misma puerta se volvió abrir, Heath regreso apenado y llegando al escritorio se paro de puntitas para poder asomarse a ver a Gretel.

-¿Puedo conservar el ala que me quitaron? -preguntó tímidamente.

Cortante Gretel le respondió con un "No".

-¡Pues al fin que ni la quería! -le bramó a la enfermera.

Volvió a irse azotando la puerta. Nuevamente regreso solo para ahora con sus pocas fuerzas levantar el escrito y tirarlo hacia el otro lado. Gretel le gritó molesta, pero una vez destrozó la enfermería salió para azotar una última vez esa puerta. Gretel suspiró mientras ladeaba la cabeza acongojada.

-Si en verdad estás ahí Dios, apiádate de ese cachorro. ¿Porqué alguien como Ciel se hace amigo de un niño pendejo como Heath?

Dicho demonio al salir notó en las ventanas que ya era de noche. Siguió su recorrido normal buscando ir a su cuarto. En esos minutos pasando por los pasillos fríos de color beige, se divirtió espantando a los niños que se cruzaban en su camino. No solo reía por la intimidación que disfrutaba de inducir, sino porque no esperaba en poder ver a su amigo para contarle de a cuántos no asustó hoy y cuántos podrían espantar en la escuela. Se le ocurrió que si montaban una escena dónde Ciel fingía arrancarle una ala frente a todos en el recreo conseguirían que los dejarán de molestar a ambos.

Lo pensó y por inercia comenzó a buscarlo con el olfato y la mirada. Los ojos de un demonio son capaces de buscar un camino rápido que te decía como llegar hasta lo que se buscaba. Lo ubico justo en una silla afuera de la oficina de la directora del orfanato. Siguió el rumbo marcado por su visión y lo encontró. Sentado con su ropa rota y manchada de ssngre. Solo verlo le trajo alegría y emoción por ir ya a contarle de sus brillantes ideas. Lo próximo que quería realizar era robar la ala que le arrancaron, sería útil para la broma de la escuela que quería realizar junto a él. No se puso a pensar en porque se veía tan decaído o desanimado.

Mientras Ciel tenía la mirada perdida en el infinito y apoyaba sus codos en sus rodillas para que recargara su cara entre sus patas, Heath tomo asiento al lado de él. Ciel ya tenía un rato nervioso tras percibir el olor de Heath aproximándose, pero debía de esperar a que su hermana saliera de ver a la directora.

-¡Hola Ciel! -le saludó Heath contento.

Ciel, sin que esa fuera su intención su vista se giró hacia él. La desvío pero no duró mucho. ¿Porqué se veía tan contento?, ¿Lo había perdonado tan rápido?, ¿Era otra broma de mal gusto? Se irguió en su lugar confundido. Entonces vino lo peor para su sentimiento de culpa. Jadeo al notar que una de sus alas le faltaba. No lo cuestionó porque ya le dijeron lo que pasó: Él le hizo eso. Le arrancó una ala a su mejor amigo.

-Heath... - titubeó cubriendo su ocico con sus patas, y de paso, sobando si herida en la mejilla por los golpes de la directora. Sus orejas estaban decaídas por la tristeza y culpa que cargaba por dentro.-. Tu ala.

-Si, lo sé. Se ve asqueroso. -exclamó contento.- ¿Quieres ver cómo quedé? -preguntó entusiasta señalando su espalda.

-¿No tienes frío? -le preguntó consternado.- ¿No quieres mi suéter? -inquirió ahora con la intención de dárselo.

-No, no quiero apestar a un cachorro nerd. Además, está sucio de sangre aquí.

Al señalar el supuesto punto, Ciel agachó la cabeza para ver pero cayó en la broma y Heath alzó el dedo fuerte para pegarle en su nariz. Ciel se quejó y sobó su nariz mientras Heath se reía.

-¡Jajaja! ¡Eres un ingenuo! -exclamó entre risas.

«Supongo que me lo merezco» pensó Ciel.

Si bien Ciel no estaba pasando un buen momento, para Heath era lo contrario, y se había arruinado por el alto volumen de los gritos provenientes de la oficina de la directora, eran claramente gritos de parte de ella y de Leonora. Se les erizo la piel y se tensaron ante como se acaloraban los problemas adentro con la adulta y la joven de doce años, y con una sola puerta siendo la diferencia entre imaginar y saber lo que estaba pasando.

Heath volteo a mirar a Ciel esperando cruzar miradas, pero el cachorro solo se hizo bolita, abrazo sus piernas, escondía su rostro entre estás y su blanca y esponjada cola, pero con su vista aún al pendiente de esa puerta, como si le fuera a deborar en caso de que lo descuidara. Le era patético -y tierno.- como se veía al estar temeroso. Emitía un par de chillidos de perrito mientras sus ojos temblaban en aviso de necesitar ir lágrimas acumuladas.

-Pero que zorra. -escupió Heath. Ciel jadeo asustado.- ¡Si lo es! -le reclamó en su defensa.- ¿Quién la entiende? Si te portas sumiso se enoja, y ahora que actuaste como un verdadero hombre lobo se enoja igual.

Ciel gimoteó desanimado. Debido a lo pequeño que era se pudo bien acostar de lago en su asiento, y hacerse mejor bolita ahí. Heath le observó. Dudó de si ponerle su mano sobre él para reconfortarlo. Aún si lo hiciera, ¿Sabría qué decirle? Claro que no. Menos sabría cómo disculparse. Decidió que lo mejor sería ignorarlo... Pero tenía descuidado su tennis... Sonrió de manera traviesa mientras empezaba a cuidadosamente amarrar su agujetas con las de Ciel. Sí, sabía que se iba a caer, pero si el se caía Ciel lo haría también.

Se apresuro en volver a sentarse casual cuando los gritos se acercaban más a la puerta. Al abrirse salió Leonora con los ojos algo rojos y un semblante frustrado. La directora cerró la puerta con fuerza. Su mirada decaída se poso en los dos niños. Heath la saludo muy burlón y falso. Leonora suspiró restregando su rostro entre sus manos. Terminando hizo un gesto con la mano para llamar a su hermano.

-Vámonos Ciel.

El pequeño obedeció, pero al bajarse jalo de su cordón a Heath. Éste cayó sobre la espalda de Ciel y se rió.

-¡¿Pero qué...?! -. Leonora apartó al demonio para cargar a su hermano, pero en eso notó como al levantar a Ciel también afectaba a Heath, dejándolo colgando casi se cabeza. Mientras él se seguía riendo Leonora decidió quitarle el tennis a Ciel, y se lo aventó a la cabeza del demonio que se quejó al haberse caído.

-¡Oye! -le gritó sobándose la cabeza. Se quedó tirado en el piso viendo a Leonora llevarse en brazos a Ciel. El cachorro se asomaba sobre el hombro de su hermana, pero más tarde desvío la vista de él.

Frunció sus labios Heath junto su ceño. Estaba conciente de que eso no había salido bien. Ahora de seguro Leonora no lo dejaría acercarse a él.

...

¡Claro! ¡Eso es! ¡Era lo que Heath quería!

El pequeño demonio se puso de pie y brinco celebrando la ocasión. Sin Ciel no habría nadie que le dijera qué hacer ni quién lo humillara tratándolo como bebé. Esta noche sería la noche en que podría ser libre.

Seguí adolorido. Eso no importaba. No dejaría que eso le impidiera divertirse. Con un chasquido hizo aparecer una patineta roja que le robó a un niño de la escuela. Con ella comenzó a patinar por todo el camino. La velocidad y emoción eran fenomenales. Más aún porque Ciel moriría de saber que no portaba nada de protección. Decidió que eso no era suficiente. Salió por una ventana para ensuciar las ruedas con lodo -O al menos parecía lodo.- así como todo su cuerpo, y empezó a deslizarse por todos los pasillos. Dejaba marcas de las ruedas en las paredes y techos, mientras que en el piso se lanzaba de panza para dejar manchado todo el piso.

Reía y cantaba en honor a su libertad. Celebraba lanzando globos llenos de pintura que manchaban las demás paredes. Incluso lanzo varios de estos a los focos para cambiarles el color amarillo de la luz, pero en su lugar todos los focos reventaban por la increíble fuerza del demonio. Uno de esos tantos focos y aullidos que lanzaba como loco estaban a un lado de la puerta de la habitación del conserje. El troll era enano pero bastante aterrador con esos ojos vacíos, las ojeras y ni se diga de su piel que parecía írsele pudriendo y cayendo.

La horrible bestia salió gruñendo y mirando a Heath con desprecio, el pequeño demonio asustado dejo caer su globo. Al retroceder tropezó con su patineta y se levanto despavorido. El troll se le acercó con un bat de béisbol a la mano. Heath prefirió no arriesgarse con el que todos, incluyendo Ciel, tenían tanto. Huyó corriendo mientras el troll gritaba:

-¡¡¡LARGO Y DEJAME DORMIR!!!

Su fuerte y ronca voz retumbo en las paredes. En su eco parecía que lo estaba persiguiendo. Su pequeño y acelerado corazón no dejo de bombear sangre a las prisas hasta que sus piernas los llevaron a su habitación. Algunos pasillos quedaron a oscuras por sus travesuras, y con su mente jugándole malas pasadas y la voz que parecía acercarse más a él, gritaba al doblar en las esquinas y confundir objetos y muebles con el propio conserje. Gritaba aterrado en un tono agudo como de niña y a punto de llorar. El único pasillo iluminado era el que daba a su cuarto. Su imaginación le hacía creer que le venía pisando los talones el conserje. No se lo pensó tanto para salir disparado hacia la puerta y cerrarse de inmediato en la seguridad de su cuarto.

Encendió la luz recargando su espalda contra la puerta. Notó mejor el sudor bajando por su cara y cuerpo, y el nivel acelerado de su respiración. Llevó una mano a su pecho mientras jadeaba y trataba de calmarse. Oprimió el seguro del picaporte para sentirse más seguro, sin embargo aún seguía sintiéndose inquieto y temblando. Entonces prefirió fingir que estaba bien.

-¡Lo hice! -gritaba de manera triunfante.- ¡Vencí al conserje, Ciel! ¡Te dije que-! ... Ouh...

Pero a su lado no estaba Ciel. No tenía sentido fingir que no le pasaba nada.

Una leve incertidumbre le acogió. Dentro de su cuarto pequeño de una litera, siendo la de arriba polvósa y la de abajo un pila terrible de ropa sucia, hasta podías ver el olor que espedía color verde.

El piso tenía miles de manchas pegajosas de diferentes colores. En un escritorio pequeño y su silla habían papeles arrugados y cuadernos abiertos y mal acomodados. En una esquina se encontraba un cerro de basura que cubría el bote, y en toda la habitación abundaban juguetes variados, rotos y robados, esparcidos en todo el cuarto. Frotó sus manos aturdido por todo lo que veía. Se podría describir como claustrofobia al ver todo lo que ocupaba espacio pero el menor no tenía idea de cómo describir su inquietud.

Miró a un peluche grande de un oso de felpa y esponjoso. Era blanco, pero tenía manchas de chocolates, chicle y queso derretido. Dudó avergonzado, pero era lo más parecido a Ciel que tenía. Heath se acercó al oso que era más grande que él para abrazarlo. Lo apretó muy fuerte y se apego lo más que podía. Inhaló aire más despacio para soltarlo lleno de paz. Se sentía más reconfortado así. No sabía explicar esa cálidez y como provenía, pero imaginar que volvía a ser más pequeño y Ciel lo abrazaba siempre le devolvía la calma que necesitaba, especialmente después de esa persecución que existió únicamente en su cabeza.

Ya más aliviado dejo el muñeco que mancho ahora de lodo y sudor. Por primera vez sintió asco, pues donde había abrazado al oso ya no estaba blanco.

El pequeño miró a su al rededor pensando en qué podría hacer ahora. Retomó su propuesta de hacer lo que Ciel jamás le ha permitido. No tenía tele pero si videojuegos. Decidió ponerse a jugar unas partidas del pequeño aparato que tenía desde carreras hasta combates. Logró lo que siempre quiso: avanzar y obtener más puntos. Cada vez que ganaba celebraba, y cada vez que celebraba volteaba para conpartirle esa alegría a Ciel, y se acordaba de que estaba jugando solo en ese cuarto. Llegó un punto en el no creyó que pudiera ser posible, pero se aburrió. Al terminar un nivel veía menos entusiasta a su lado vacío. Sentado en el piso pasó ahora a acostarse a mirar el techo.

-Ah, ahí estaba mi pegamento. -dijo recordando la vez que Ciel le dijo que no debía de jugar así con eso.

Inconsciente sonrió recordando cada ocasión en la que desobedeció a la palabra de Ciel para hacer lo que quería. Todo solo para ver esa expresión tan graciosa que hacía. Suspiró embelesado por la nariz. Su voz enojada, su carita fruncida. Cómo chillaba nervioso cuando sentía que se metería en problemas.

Eso y bien le trajo recuerdos de reproches anteriores por su falta de constancia en la escuela.

-Debería hacer mi tarea para no tener más problemas... ¡¿QUÉ ESTOY DICIENDO?! -gritó levantándose.

No. No debía ponerse a pensar en esa clase de cosas, tenía que ocupar su mente en otra cosa. Buscó desesperado algo con qué distraerse. Decidió abrir su clóset, y sacó toda la basura y cosas robadas que tenía ahí hasta que sacó una jarra enorme de chocolates. Y de pura casualidad halló unas cuantas historietas de terror sobre humanos dedicadas solo para adultos. Ciel le dice que no debe de comer mucho antes de dormir, y que no debe leer esas aterradoras historias sobre humanos porque según él nada de eso lo dejaría descansar. Quiso ver si era verdad.





Sí lo era.

Heath jamás pensó que unas criaturas tan delicadas y frágiles como los humanos podrían ser capaces de atrocidades dignas de demonios de rango en el infierno.

El miedo, las perturbadoras gráficas del cómic considerando el público al que se dirige, sus historias terribles sobre quemas de brujas, cazas de hombres lobo y de exorcismos hicieron que se hiciera pipí. Pero aunado a eso está que su panza se sentía hinchada y no dejaba de hacer ruidos raros.

Su mente infantil no pensaba en nada más que en el dolor de su panza y en cada atrocidad hecha por los humanos a las criaturas paranormales. Cuántas brujas quemaron, cuántos hombres lobo mataron y a cuántos demonios asesinaron con agua bendita. Y eran igual de ruines y crueles entre ellos. Cada nombre que memorizaba solo le provocaba escalofríos y aumentaba su timidez con cada persona que era peor que la otra. Sus dientes chocaban entre ellos, sus manitas jugaban nerviosas entre si y su cabeza le dolía. Estos síntomas empeoraron con cada nombre: Nerón, Jim Jones, Mary Anne Cotton, Adolf Hitler, Ilse Noche, Jeffrey Epstein, Barbora Skrlova, pero de todos le temía al humano que fue capaz de formar un imperio enorme que aún prevalece controlando a las masas y las mentes débiles de todos los humanos, así es, se trataba de Walt Disney.

Recordarlos juntado con su mareo y dolor lo empujaron al vómito. Subió de su panza con una enorme fuerza que lo tomo de sorpresa. El pequeño Heath procedió a continuar vomitando. El dolor viniendo de su panza traía un líquido que le quemaba la garganta. Tosía y lloraba mientras su cuerpo se movía por su cuenta y lo hacía expulsar todo. El sabor era aún peor y más acababa por vomitar.

Se sostuvo en sus rodillas mientras todos entre lágrimas y recuperaba la respiración. La cabeza hasta le dolía. Respiro agitado aún espantado con lo que hizo.

-Ay no - dijo el pequeño limpiando su nariz escurrida con su brazo.-. ¿Cuál tira ensucie?

Se preguntó por el cómic que mancho. Empujando a un lado el vómito vió un título que lo hizo volver a vomitar: «Los youtubers más enfermos que el infierno está esperando». El especial de esa historieta te contaba desde fetiches y depravaciones hasta asesinatos a inocentes -fueran humanos o animales.-. El pequeño Heath creía que no podía ver a un humano sin vomitar. Acabaría marcado de por vida con las historias de esas historietas que no podían ser más explícitas y acertadas a la realidad.

En esa noche parecía que no se acababan las experiencias repulsivas.
Entre gemidos de dolor por su panza y tos dijo:

-Y luego dicen que los monstruos somos nosotros.

Continuó tosiendo y escupiendo todo lo que le quedó en la boca. Pensó en lavarse los dientes, y se preocupó. ¡Él jamás se cepilla los dientes! ¡Y no lo iba a hacer! No. No ahora. Heath no era un bebé. Heath ya era un niño grande.

-¡AAAAHHHHHH!

O eso creía.

Se asusto por el choque de las ventanas que se abrieron trayendo una fuerte brisa. El miedo de que alguno de esos humanos entrará a su cuarto para hacerle daño lo alteró. Se apresuro a cerrar las ventanas y ponerles seguros.

Un vez lo hizo cerró las cortinas. Se asomo asustado un poco para asegurarse de que no habían humanos afuera, pero las ramas de un árbol hacían parecer manos deformes de un humano sostneiendo un cuchillo, y unos arbustos asemejaban al logo del ratón que compra industrias y engaña a los humanos para darles su dinero. Gritó asustado. Cerro otra vez las cortinas. Recordó lo que Ciel le decía.

«...Y no se te olvide cerrar las ventanas con seguro, pequeño Heath».

-¡Sí, ya sé! -bramó enfadado como si estuviera ahí, pero de ser así ya le abría reclamado por el olor y el desastre. De hecho nunca antes se percató de lo mal que olía su cuarto, pero lo único que olía peor que su cuarto era él mismo.

Casi volvía a vomitar por sentir el aroma de sus axilas, pero se obligó a tragárselo. Pasando esto se preguntó qué debía hacer ahora. Su cuarto era un vil desastre, y él apestaba. En estos casos lo primero era recoger el cuarto, y una vez limpio seguía su cama y él, pero su cama ni se podía destinguir con el olor y la ropa sucia. Inseguro se acercó a lo que debería ser la litera de abajo. El hedor hacia llorar sus ojos. Tomó algo al azar sin atreverse a ver, el mal olor de su ropa sucia lastimaba más sus ojos que el de la cebolla. Una vez sintió agarro algo lo observó consternado por lo sucio que se veía.

-¿Estos son mis calzones? -se preguntó a sí mismo.

Era de noche, quería dormirse, pero jamás lo lograría él sólo. Toda esta parte de la rutina la hacía con alguien que era muy intolerante a la mugre pero lo suficientemente valiente para enfrentarlo.

Ciel pretendía dormir en su litera de abajo, más oculto entre las sábanas, con la ayuda de una esfera mágica de luz, leía con un libro que tomo de la biblioteca. Hablaba sobre alternativas alimentarias que tanto humanos como monstruos optan, una de ellas era el veganismo.

Se ha demostrado que los humanos no perciben los mismos colores que los carnívoros sí, que se parece más a la de las aves que se alimentan de algunos frutos, o algo así parecía decir el libro entre palabras complicadas y pretenciosas que al final buscaba con cumplir en darle la razón al veganismo. Y según algunos monstruos carnívoros, esta nueva dieta junto a los suplementos de la carne ayudaron a casi eliminar por completo los instintos cazadores, ya que según cuentas esas personas -cuya información para nada fue alterada para el beneficio del artículo.-, toda el hambre es saciada en frutas y verduras, y esto aporto a disminuir sus comportamientos agresivos y permite que les sea más fácil relacionarse con otras especies que antes solían comerse.

Ciel cerro aquel libro verde dudoso. Era una opción poco atractiva para el cachorro, pero si eso era cierto, entonces nunca volvería a lastimar a nadie que él apreciará, nadie se asustaría de él, y no lo tendrían que mantener aislado por ser una amenaza.

Lo más extraño de todo era que el libro tenía una marca de sello rojo que decía «Destruir». El estante polvos de la la esquina en la biblioteca tiene solo una inútil cadena y letreros de «No tocar» con tal de alejar a los niños. Ciel por curioso y movido por el rebelde de Heath leyó ya varios de esos que llamaban «Libros prohibidos». Todos tenían el mismo sello y todos tenían algo en común: proponían ideas para que diferentes especies convivieran sanamente entre ellas, incluso con los salvajes y delicados humanos se decía que era posible, hasta se insinuaba que ángeles y demonios podían tener una mejor relación, libros escritos tanto por humanos como por monstruos, todos esos iban para ser quemados. Ciel no entendía porque alguien no querriría que alguien supiera de esta clase de libros, siendo que abren la posibilidad de que especies no tengan que pelear por supremacía y control en el inframundo. Esos libros incluso suponían que se podía tener una pareja de distinta especie, y que podían tener hijos.

¿Porqué alguien no querriría que la gente se enterará de la verdad? De ser todo eso real, ¿Porqué el resto le dice otra cosa?, ¿Porqué su hermana le dijo que no estaba bien lo que sentía por Heath?, ¿Qué tan diferente sería tener un hombre lobo o un demonio de pareja?

A veces Ciel no entendía lo difícil y raro que era el mundo de los adultos, pues la forma de ser del mundo parecía no entender porqué Ciel quería estar tanto con Heath. Hace tanto que dejó de verlo como bebé pero no podía evitar quererlo mucho. Mucho. Tanto como para cambiar por él.

Llamaron a la puerta, espantando apagó su esfera y se acostó.

Del otro lado tocaba Heath con un extraño vacío. Nunca antes Ciel llegaba tarde a ver que se haya alistado para dormir. ¿Seguía molesto con él?, ¿Leonora no lo dejaba ir a verlo? La intriga solo lo mataba más. Ya no quería esperar y solo abrió la puerta.

-¿Ciel? -.Empujó la puerta mientras tenía una mano apretada. Su sombra pequeña con una sola ala se hizo presente con la luz amarilla.

La primera en levantarse modorra fue Leonora en la litera superior.

-¿Qué quieres? -musitó la hermana de Ciel.

El demonio la ignoró y solo se acercó a Ciel, éste se enrollo más en sus sábanas, dándole la espalda a Heath. No quería que vieran su libro, ni quería hacerle daño. El cachorro seguía sin cenar, aún tenía hambre pero según el libro uno dominaba sus impulsos, uno no cedía ante la necesidad tan primitivamente. Desde pequeño ya tenía que aprender eso.

Heath no podía entenderlo, y solo se imaginaba lo peor: estaba perdiendo a Ciel, sin saber porqué.

-¿Ciel... no me vas a mandar a recoger mi cuarto? -.Sonó muy tímido e inseguro.

Leonora se limito a hundir su cara en la almohada mientras se quejaba de forma inentendible.

Ciel se sentía comprometido en responderle por educación, pero por un lado estaba asqueado por el hedor de Heath. Nunca antes había olido tan mal. Y sin querer su respuesta fue para que Heath la mal interpretara.

-No... Hueles muy feo.

Heath parpadeo. Lo único más confuso que la indiferencia de Ciel era que él fuera capaz de decirle algo que nunca creyó le fuera a herir. Ciel creía que olía feo. Era verdad, él lo sabía, pero no entendía porqué se sentía tan mal. Heath agachó la cabeza triste y se fue, cerrando la puerta detrás suya. Volvió a su cuarto. ¿Y ahora qué?

Bueno, algo obvio es que aún no le enseñaban a manejar mejor sus poderes, y que sólo no se iba a limpiar su cuarto. Aunque por el otro lado, ¡Que tortura limpiar todo eso él sólo! Era demasiado aburrido y por eso casi siempre Ciel lo hacía por él. Si quería demostrar que no era bebé debía independizarse de él, demostrar que no lo necesitaba. Solito habría de salirse con la suya. Y así fue. Y tenía un plan.

Primero sacó del montón de basura periódico. No recordaba porqué lo tenía ahí pero si estaba en la basura era porque de nada le sirvió al final. Heath corto páginas de éste para cubrir su vómito. Luego abrió la ventana para tirar la basura con todo y bote. Al notar más manchas pegajosas y de mugre las tapo con más periódico y las restantes las limpio con algo de papel de baño. Y para finalizar, tomó todos sus juguetes y los amontonó al interior de su closet. Estos eran más difíciles de mover que mesas o que cualquier cosa más grande a él que haya movido antes, eran varios objetos que se caían en momentos, pero no le importó eso. Junto sus fuerzas pero era más difícil. Aún con la espalda y una ala curándose se seguía lastimándo, y el dolor empeoró cuando todo eso se le vino encima.

Se enojó. Estaba harto y no quería continuar con eso. Lo mejor que se le ocurrió fue tirarlo todo también por la ventana. Al acabar giró para ver lleno de orgullo su cuarto con más espacio.

-¡Caray, creo que todos son tontos menos yo! -exclamó adulándose.- Ay, solo no dominó al mundo porque tengo mejores juegos y bromas que hacer.

Ya se iba muy campante a dormir hasta que notó su ropa sucia en la cama.

-Oh, por poco la olvidó.

Tomó una gran bocanada de aire y se aguanto todo el trayecto de ida y vuelta para ir por algo de ropa y mandarla a volar a través de su ventana. Al terminar se sintió más descansado... ¿Pero porqué seguía oliendo tan mal?... Ah, claro. Él también tenía que hacer algo con eso. Y lo odiaba. Tanto que Ciel se tenía que cerciorar de que Heath cumpliera y le dijera al salir que se baño completo. Ya le dió tiempo suficiente. Sí. De seguro ahora sí iría con él.

Fue a volver a tocar la misma puerta.

-¿Quién? - preguntó Leonora somnolienta.

-Soy yo.

-¿Yo quién?

-Jodete. -.Bien lo expresa la frase «Pasó como Pedro por su casa», pues Heath entró sin darle importancia a la mayor y volvió a acercarse al cachorro que le daba la espalda y estaba envuelto en sus sábanas.

Heath lo sacudió leve, aún así Ciel se aparto y en tono molesto le preguntó:

-¿Qué quieres?

No espero esa reacción. Era raro esa forma de hablar. Ni siquiera así le hablaba cuando lo regañaba. Jaló nervioso su propia cola y jugo con ella en sus manos encorvado. Sin saber qué le hacía sentir mal le respondió inseguro:

-¿No... No me vendrás a ver qué si me bañe?

-¿Es en serio? -preguntó Leonora bastante molesta.

Heath la fulminó con sus ojitos mientras hacía un puchero, estaba seguro de recibir el respaldo de Ciel.

-No, tú ya estás grande.

Y eso tampoco obtuvo.

No hacía falta que dijera nada. Decidió irse de una vez.

Lo extraño de todo era que Ciel al fin se daba cuenta de que él ya estaba grandecito... ¿Porqué se sentía tan mal ahora?

Con ese nudo en la garganta y extrañeza se fue a prepararse su baño.

Una vez estuvo en el baño de su cuarto preparo la tina blanca para ponerle el tapón y llenarla de agua calientita. Cuando ya empezaba a caer agua menos fría, hecho el jabón de burbujas hasta que se llenó de espuma la tina. Su toalla colgaba a un lado lista para cuando saliera. Antes de quitarse su ropa, del espejo de cuerpo entero que había dentro del baño chico de paredes verde limón vio a su peluche de osito todo mugroso. No le gustaba como se veía. No estaba puramente blanco ni suave.

Después vio el inodoro dónde Ciel solía sentarse a esperar a que saliera. Se quedaba siempre ahí para platicar, leerle en voz alta algo, o si podía jugaban con la burbujas y demás juguetes de baño que le consiguió Ciel. Pensó en traerselos para jugar hasta que recordó que esos también lo arrojó afuera del cuarto.

La idea que tuvo para su oso hubiera sido igual buena para su ropa sucia. Decidió meterse con él a la tina, y así como Ciel le enseño que debía de bañarse, bañó también a su oso. Compartió con éste el shampoo para el cabello de ambos, y después de que dejara de ocupar el jabón limpio al oso con el mismo objeto. La espuma y la agua caliente ayudaron a que fuera más fácil de quitarle la mugre. Se veía más blanco. Se sintió satisfecho. Sin embargo, era inevitable notar lo rápido que fue. Solía quedarse más tiempo porque hacía su berrinche de no querer bañarse y perdía el tiempo hablando con Ciel, con la cortina siendo lo único interponiéndose entre ellos.

Notar la ausencia de Ciel traía un silencio inquietante al que no estaba acostumbrado. Su única compañía ahora era un objeto inanimado sin más gracia que el solo verse bonito y feliz, como otras niñas tontas que conocía. Suspiró algo cansado, y se sentó abrazándose sus piernas aún dentro de la tina llena de agua y espuma. Algo de humo seguía presente en el baño.

Quiso buscar darle un nombre a ese momento tan desabrido, era parecido a cuando estaba en una clase donde no le dejaban hablar a Ciel porque el maestro era por desgracia uno que sí se preocupaba por el orden. Era tan aburrido como tener que esperar, pero que le daba desánimo, igual que saber que no hay de otra más que solo esperar. Él quería esperar a que Ciel se acordará de traerle esa ridícula pijama de unicornios que tanto odiaba pero que Ciel le regaló cuando le dejo de quedar. Esa pijama olía igual que a Ciel todavía. Un olor a nerd que si soportaba, no como el que él espedía. Mismo que señaló Ciel de un modo que le lastimo aún cuando por fuera solo tenía su ala curándose. No podía ocultarlas hasta que le creciera la otra.

Miró sobre su hombro. Se tardaba. Es normal que los adultos se regeneren más rápido, hasta lo hacen casi a voluntad. Ver esa realidad le reveló otra cosa:

-Creo que todavía estoy chiquito. - comento como si le buscará entablar conversación con el oso de peluche sentado al frente.

Espero de milagro recibir una respuesta. Solo sonaba la gotera de la tina haciendo eco.- ¿Crees que esté enojado conmigo? -. Era algo que no se podía sacar de la cabeza. Nunca antes Ciel se enojaba como para evitarlo.

Quiso hacer una pausa apropiada para que el oso, de ser así, pudiera responder.-. Yo solo estaba jugando. ... Y él fue el que me atacó. Yo debería de estar molesto. ... Realmente no me importó. Siempre peleo con todos, y si algo malo me pasa mi cuerpo se cura solo. ... Pero la verdad... Sí me asustó... Era como si dejara de ser mi amigo... Me atacó y parecía no reconocerme.

Se percató de su cara empapándose ahora con sus propias lágrimas. Más fuerte se abrazo así mismo. Titubeaba tratando de que no se le quebrara la voz.-. Y... Y sí sentí feo... Pe-pero fue por mí. ... No sé porquéblo hice. ... No sé ni cómo hablarle. ... A veces yo tengo ganas de un abrazo, pero... Me da pena pedírselo.

Cada pausa aguardaba para quitarse las lágrimas o tragarse su llanto que más le costaba trabajo. Sus labios temblaban al igual que su voz. Uno que otro gemido de dolor se le llegaba a escapar pero de inmediato lo callaba solito.

-La última vez que llore aquí... Ciel quería jugar con la niña que le gusta... Y me dijo que los estaba molestando... Y me fuí aquí.-.Heath escondió su rostro empapado en sus brazos.

Ahora que terminó de bañarse, debía ponerse pijama y dormirse, no había pensado en el detalle de que nunca antes había ido a dormir sin un arruyo o un «Buenas noches» de parte de Ciel. Ese solo pensamiento lo puso intranquilo.

No entendía como algo de provecho como estar solo podía llegar a ser algo vacío y sin chiste, porque mientras intentaba reemplazarlo con cosas que tanto ama hacer y le tienen prohibido, parecían solo alimentar esa sensación tan solitaria que le acompañaba a la hora de dormir, y estaba amenazando con perturbarlo por lo que resta sin dejarlo descansar tranquilo. Sabía que si no iba por Ciel, acabaría por irse a dormir él sólo a la cama. Sin que tuviera a quien lo abrazara. Sin nadie que lo acompañe aún para dormir. ¿Cómo puede la noche volver tan miserable y tortuoso el silencio? Porque quería estar sólo, pero ahora parecía necesitar de alguien a su lado.

Se levantó de la tina, se acercó al tapón que levanto para dejar ir toda el agua. Dejo al oso en la tina para que se secara solo. Luego se envolvió en una toalla hasta quedar como un burrito en chanclas cubriéndolo desde su cabeza mojada. Luego se miró al espejo. Considero que se veía adorable. Así Ciel no se resistiría en cargarlo y llevarlo a dormir.

Salió de nuevo, no podía tocar a la puerta así que solo gritó:

-¡Ciel! -para así llamarlo. Le gritó una vez más. No quería ponerse ansioso otra vez, pero en verdad quería que se abriera la puerta.

Al parecer, lo quería con tantas fuerzas que consiguió con sus poderes que la puerta se abriera sola. No lo esperaba. No sabía cómo pasó exactamente, pero le dió igual. Entro contento y lo volvió a llamar.

-¡Ciel! -exclamó alargando la letra "e".

Su grito logró sacar de quicio a Leonora, quién con los ojos rojos por el sueño y la expresión fatigada se levantó de golpe y furiosa.

-Ciel, ya me bañe. ¿Ya puedes arroparme? -cuestionó con un tono inocente.

-¡Deja de ser tan ridículo! -le ladró Leonora.

Heath jadeo bastante asustado. La jóven loba con shorts y playera rosa salto de la litera de arriba y se aproximó hacia él. El niño la vio desde abajo con la quijada floja. Leonora lo fue empujado afuera de mala gana, y no se detuvo hasta que ambos quedaron afuera y cerró la puerta para no molestar más a su hermanito.

-¡Ya! ¡Ya basta! ¡¿Qué es lo que quieres?! ¡Es de noche! -le gritó fúrica al menor.- ¡¿No tuviste suficiente por lo que le hiciste pasar a mi hermano hoy?! ¡¿O en toda tu vida?!

-¡¿Porqué me dices eso?! -le gritó Heath exigiendo respuestas.- ¡¿Porqué todos me tratan como si les arruinara la vida?!

-¡Porque lo haces! ¡Tú estropeas todo lo que tocas! ¡Y no tienes ni la menor consideración por quienes han dado mucho por tí!

Leonora jadeo acelerada. Se dió cuenta de lo intensa que estaba siendo al gritarle a un niño más chico que su hermano, y además lo señalaba literalmente de forma acusadora. No tomo el aire suficiente, por lo que no moderno su tono como hubiera deseado.

-Desde que llegaste aquí no has hecho más que causarnos problemas a todos. Por si no lo has notado, mi hermano te quiere mucho, tanto como para hacer que te admitieran aquí. A los demonios huérfanos siempre los crían otros demonios. ¡¿Y tienes idea de lo qué hacen demonios como ellos?! ¡¿De cómo los van deformando y pudriendo hasta que se convierten en uno más del montón?!

Heath estaba atónito con cada palabra que apenas y entendía. Aún así, comprendía el mensaje de Leonora.

-Claro que no, ¿Y sabes porqué? Porque mi hermano no quería que te quedarás sólo. Aún siendo tú un bebé te amaba, por alguna puta razón que todavía no entiendo pero te quiso ayudar. La verdad es que te debieron de haber dejado con los otros demonios, pero por Ciel es que tú estás aquí. Tú tienes la oportunidad de ser diferente a los otros demonios tan prepotentes y despiadados, pero al parecer no es por cómo te educan.

Su mirada se torno fría y casi sin vida, de no ser por aquella chispa de rencor que había en su rostro apagado. Un rencor que muchos más guardan con cualquier demonio. Su voz más ecuánime solo le traía escalofríos al demonio pequeño que acababa de salir de bañarse.

-Un demonio nace para siempre ser solo eso.

Su decepcionada expresión denotó ese pesar que le traían él y su hermanito. Ninguno entendía como funcionaba el mundo. A temprana edad ella lo vio y no quería arruinarle la infancia a su hermano como hicieron con ella. Nadie tenía la culpa, ni siquiera Heath por ser en el que Ciel quería demostrar que se equivocaban con lo que decían de él. Dónde todos veían a un demonio que crecería para dominarlos, Ciel veía a aún bebé indefenso.

Ya veía el llanto aproximarse para Heath. No podía culparlo aunque quisiera, las cosas seguirían su curso y Heath se volvería un ser maligno, estaba en su naturaleza, el sistema ya tenía un futuro previsto para quienes nacen para estar en la cima o en el suelo.

-Aún no lo entiendes, pero... Tú no vas a cambiar... Y no te disculparás con Ciel... Y eso no es justo. Mi hermano es demasiado buen amigo para tí.

Y con ese último disparo de filo frío en su pecho, Leonora se devolvió a su cuarto, y Heath hizo lo mismo. Recordó lo que decían en la escuela sobre tantas pirámides que explican un rango. Los demonios en el inframundo estaban hasta arriba, y los monstruos eran lo más bajo solo antes del humano. Los humanos no honran como se divide su especie en razas, y ellos no eran como los humanos.

«Por eso un monstruo no puede estar con un monstruo diferente, ni un muerto, ni un demonio. Una familia bien se compone de miembros que forman de una misma especie». Era lo que la maestra les explico. Heath recordó que desde entonces Ciel no dejaba de querer acercarse a Olivia, otra de su especie que no perdía el tiempo en presumirle a Heath como Ciel la prefería a ella.

¿Significa que al final iba a ser siempre así?, ¿Iba a vivir lejos de su amigo? Mientras él cause destrucción y aplique tortura, ¿Dónde estaría su amigo?, ¿Con Olivia?, ¿Divirtiéndose solo con otros hombres lobo y alejándose más de él?

-No... -se dijo así mismo algo dudoso. Lo repitió una vez más.- No.-pero seguía inseguro de eso.

Leonora es mayor, es más lista y sabe más que ellos. Si así ha sido siempre, ¿Le pasaría a ellos también?

Ladeó su cabeza.

«No» pensó Heath. «Lo dice solo para molestarme».

Procedió mejor a secarse, a ponerse su ridícula pijama azul con unicornios; para no tener que dormir sólo, fue hasta el baño donde estaba aquel oso. Aún no estaba seco. Hizo lo mejor que se le ocurrió, y con sus poderes intento que se secara. Tal vez aplicó demasiado esfuerzo, porque se quemó. Asustado trato de apagarlo, pero más se concentraba y más fuego salía del oso. Estaba muy preocupado. Entonces halló salvación en el lavabo, y con una bandeja que había le hecho toda el agua posible.

Volvía a estar húmedo. Espedía humo que le causó un poco de tos.

-Bueno... Solo está algo quemado.

En eso el oso de peluche se volvió cenizas y se desmoronó ante sus ojos.

Soltó una risita irónica, pero no se sentía feliz.

En fin, dormiría sólo, ahora a apagar la luz... Oh no. Debía apagar la luz.

Ciel era el que apagaba la luz para que él no se tuviera que levantar. El saber que estarás a oscuras después de haber leído historias de las criaturas más retorcidas que acechan en las sombras, era todo menos acogedor para antes de dormir. Se puso nervioso. Aún sabiendo lo ridículo e improbable que era, ¿Y si algún humano esperaba a que apagara la luz para perseguirlo?, ¿Y si un humano se lanzaba a atacarlo?

No, que va. Los humanos están en otro plano de la realidad.

Pero, han habido avistamientos de humanos. ¿Y si un humano rondaba por allí afuera? Aunque siempre dicen que son falsos, mentiras, que los vídeos captando humanos son siempre montados, ¿Cómo saber cuáles eran reales?, ¿Cómo estaban tan seguros si ya han habido monstruos perdidos y captados en el mundo humano?

El miedo le daba un escalofrío que le producía un deseo por liberar esa ansiedad por la pipí. Solo los bebés se orinan encima, y él no podía ser más un bebé. Debía de ser un demonio grande, fuerte, valiente y-

-¡AAAAAHHHHHHH!

Y cobarde, sin mencionar tonto. Una vez apagó la luz pasó un rato corriendo y gritando en círculos en medio de la oscuridad hasta que por fin subió a su cama y se escondió dentro de las cobijas.

El pequeño demonio estaba temblando tratando de tranquilizarse, sin éxito alguno al parecer. En lo único que podía pensar era en lo último que sucedió. Ciel siempre le decía que antes de dormir ayudaba pensar en lo que disfrutaste, pero fue relativamente poco, y lo que creía había sido divertido resultó en algo malo, algo que vendría siendo natural de su especie.

Se acostó dejando el espacio donde siempre se dormía Ciel, a su lado. Lo abrazaba y mientras acariciaba su cabeza y rostro para dormirse.

En su garganta se formaba un nudo. Sentía un dolor peculiar en la cabeza que venía de sus ojos que contenían aún más las lágrimas. Era curioso como aquellas sensaciones parecían unidad hacia la parte izquierda del pecho. Y le dolía.

Trato de pensar en otra cosa que le alegrará pero lo último solo lo consternaba. Apretó los ojos y sus párpados se humedecieron, recostado bocarriba y con sus brazos en su pecho pensaba en que lo había arruinado. Que esperaba tanto que el día acabar a de otra manera pero no fue así. Respingo mientras las lágrimas se deslizaban de a poco en sus mejillas. No podía evitar sentir que era su culpa, cómo todos no le dejaban de restregar en la cara que siempre tenía la culpa porque según dicen incita a Ciel a meterse en problemas. Ciel solo sigue su juego, sin darse cuenta de algo que Heath también descubría, y es que siempre lo arrastraba a dónde él quería.

¿Y él qué quiere?

Heath quiere que los niños y adultos dejen de temer por qué se vuelva alguien que ni siquiera está seguro quiere llegar a ser, quiere que la escuela dejé de ser tan difícil de comprender para él, quiere una mamá y un papá, pero también quiere a Ciel, sin embargo cada día parecía abrirse a la posibilidad de que no esté con su amigo toda la vida.

Lo único en que podía pensar era en Ciel enojado con él, perdiendo al fin lo que le quedaba de paciencia hacia él. Dejándolo. Y que un día, Ciel será un adulto simple como los demás, pero en las noches, encontrará siempre refugio en los brazos de Olivia, con quién dormiría siempre abrazándola y acariciando su cabello. Mientras que él, después de torturar almas y conquistar tierras, va a dormirse sólo, y como los demonios son inmortales a diferencia de los hombres lobo, le tocaría estar solo para siempre.

Sabía que era problemático, que era feo, que los demás lo consideraban un raro, y que su forma de ser no ayuda a qué otros se le acerquen. Dime, ¿Así quién no le iba a asegurar que acabaría sólo por el resto de su vida? Sin un compañero al cuál molestar, sin tener con quién jugar, sin tener a alguien que en las noches no te haga sentir el miserable y solitario ser que ya sabes que eres.

Heath no lo pudo soportar. Ese era un destino que sabía le esperaba cómo a los otros demonios. Tenía miedo de quedarse sólo, de que lo abandonaran igual que sus padres. Y conforme la cascada salada bajaba por su rostro desde sus ojitos hinchados, más subía de volumen su quejido de dolor y tristeza, hasta volverse en un desesperado gritó suplicante y rogando ayuda.

No había ni concluido la noche entera y ya lo extrañaba. Lo quería demasiado. Amaba a ese tonto y tierno nerd empalagoso que lo cree especial cuando solo era un demonio huérfano.

Chillo pataleando en su cama hasta tirar las cobijas de esta. Luego se puso a rodar en el colchón mientras gritaba, hasta que se cayó de la cama, volviendo a pegarse y caer de bruces. Ahora también sentía dolor físico, tenía mejores motivos para llorar aún más. Sus horribles gritos querían a Ciel para ser el único que le animase, pero él ya no iba a venir. El mundo estaba loco si creía que dejaría que con el tiempo le quitarán a su único amigo en el mundo.

El pequeño demonio se levantó. Pero no parecía un niño, más bien un demonio fiero y seguro de tomar lo que quería. Aparto su inseguridad por la oscuridad, si un humano se aparece que lo haga para él mismos destrozarlo. Abrió su puerta con fuerza hasta romperá y la arrojó a un lado del pasillo, y la puerta en frente la azotó.

Leonora se estremeció brincando de la cama confundida y asustada hasta que se cayó de la litera. Al levantarse se vio cara a cara con el pequeño demonio.

-¡¿Tú?! ¡¿Qué quieres-

-¡Cállate! -gritó. Y sin saber porqué, salió con la última frase que vio en una película gritó el protagonista.- ¡Vengo a recuperar al amor de mi vida! -escupió Heath.

-¡Oye tú... Espera, ¿Qué?

Se fue entonces a arrebatar las cobijas de la cama de Ciel, revelando así la ausencia del cachorro en la cama.

Leonora y Heath estaban tan confundidos como preocupados, mirándose entre ellos y devolviendo la vista a la cama vacía. Solo podían suponer a un culpable.

-¡¿Qué hiciste con él?! -gritaron preguntándose agresivos el uno al otro al unísono.- ¡¿YO?! ¡Ya deja de copiarme!

Leonora fue la primera en tomar palabra para parar.-.A ver, tú eres el que siempre le hace maldades.

-Porque es divertido, pero nunca llegó al secuestro. ¡En cambio tú -alzó la voz señalandola.- siempre lo estás controlando y protegiendo cómo si él no fuera capaz de hablar o actuar por su cuenta! ¡¿No tiene derecho él en decirme si quiere o no ser mi amigo?!

La quijada de Leonora colgó un segundo. Tartamudeo palabras inaudibles hasta que suspiró resignada. Su cabeza agachada desvío la mirada con vergüenza y cierto nerviosísmo. Cubrió su rostro entre sus patas tratando de calmarse, pues así sabía que no encontraría a su hermano. Su cuerpo tenso y rígido temblaba queriendo explotar, pero lentamente se calmo. Heath le vió confundido de porqué se portaba ella así.

-Mi madre estaba loca -.La declaración la ayudo a soltar más tensión, siendo capaz de respirar.-, mi padre se sacrificó con tal de que ella no lastimára a sus hijos.-. Y por fin, pudo ver fijamente al pequeño demonio que no comprendía sus ojos llorosos y su expresión y tono de arrepentimiento.- No quiero dejarlo también.

Heath jadeo impactado. ¿Porqué Leonora dejaría a Ciel? No hay forma de que ella se fuera.

A menos que...

-A tí si te van a adoptar.

Heath se lo dijo lleno de rencor, y con una expresión de odio con el ceño fruncido. A Leonora le temblaba el labio inferior.

-Pero a Ciel no, y no se lo has dicho.-terminó por concluir Heath.

-¡No es mi culpa! -gritó Leonora llorando. Siendo esa la primera vez para Heath que la ve a ella llorar. No tuvo tiempo de pensar algo al respecto.- ¡Y tampoco tengo elección! ¡A la ley sigo siendo una menor y lo que yo quiera no importa!

Leonora se arrodilló para apoyar sus brazos y rostro en la cama de su hermanito. Dejo que las cobijas absorbieran sus lágrimas y se aferró a estas en un abrazo. Heath quedó realmente mudo pues nunca imagino ver a su competencia en ese estado de debilidad e impotencia. Se veía tan destrozada que hasta él sentía pena por ella.

-¡Se que no era la intención de papá...! Pero no quiero abandonarlo tampoco -expresó entre sollozos.

-¿Porqué no pides que los adopten a los dos? -.Si bien Leonora le respondió golpeado, era genuino el deseo de Heath por saber.

-¡NO QUIEREN! ¡NADIE QUIERE! -aullo antes de volver a llorar.- ¡Tú no lo entiendes! -exclamó más entregada a su dolor.

De nuevo se veía con alguien que necesitaba un consuelo, uno que él no sabía bien como dar, ni si lo aceptaría ella.- Aún no se cómo decírselo... -dijo con la voz quebrada y lastimada.- Y solo... El hecho de pensar que... Que va a estar sólo.-.La imagen que fuera que imaginaba al ir diciendo eso la abrumó tanto que tembló antes de si quiera volver a lamentarse entre lágrimas y gritos, pero no solo el tormento le hizo incapaz de lograrlo, fue también la exigencia del demonio pequeño de piel amarilla y ojos de reptil.

-¡¿Él sólo?! ¡¿Qué acaso no cuento yo?! -exigió. No, pero en verdad, exigía en serio saber porqué creer eso. Y no solo Leonora, la mayoría se espera a que un día se separen, ya sea por adopción o por lo que fuera. ¿Qué necedad era la de todos en esperar en él algo de lo que ni estaba seguro aún sucedería?

Leonora miró confundida a Heath hasta perder la vista en el infinito. Ya han sido en una noche demasiadas las insistencia de él por estar con su hermano. Era demasiado hasta para tratarse de Heath. A su parecer, sus opciones eran ese niño problemático o que estuviera sólo Ciel. Pensó en esa posibilidad, pero aún si se lo ordenará, ¿Cuánto duraría Ciel sin buscar a Heath?

Sentir que debía conformarse con lo menos peor no le parecía correcto, y le producía un escalofrío por su espalda. Eso y que la ventana estaba abierta.

Leonora jadeo al instante que su cerebro unió los engranes.

-La ventana. -dijo mirando boquiabierta a Heath, al principio no le había entendido nada hasta que ambos voltearon a dónde las cortinas ondeaban por el paso de la brisa.

Salió a asomarse por ella, su nariz se sacudía leve al percibir el rastro de su hermanito. Saber que salió y de esa manera fue todavía más desconcertante.

«¿Habrá sido capaz de huir?».

Leonora quiso deshacerse ahora de esa idea que solo la hacía sentir peor. Sacudió su cabeza mientras apretaba sus ojos.

-No, no, no, no... -se repitió varias veces.- Quizás tenga razón, tal vez lo controlo demasiado pero es...

-¡¿ESO QUÉ IMPORTA?! !¿A DÓNDE SE FUÉ?!

Leonora le miró con asombro que le dejo un mal sabor de boca. En verdad esperaba unas palabras que le dieran comprensión y apoyo, pero estaba en su derecho de sentirse tan angustiado y nervioso como ella, aún si él la deja más a flor de piel que ella al intentar ser razonable.

Heath no quiso esperar una respuesta y empezó a de nuevo hacer uso de su habilidad demoniaca y buscarlo. Una vez su ansiosa mirada dió a la ventana, como si él lo pudiera y seguir ver en persona, el camino se fue construyendo, bajando hacia el patio y cruzando un montón de arbustos que al atravesarlos te llevaban de manera más corta al patio de juego, y de allí subiendo toda una pared de seis pisos, subiendo al techo dando a una pared de un domo gigante y transparente de vidrio, estaba Ciel, en un piso tierroso oscuro llorando.

Muy tarde, por solo unos segundos, Leonora ya iba formulando un plan. En eso una ráfaga más fuerte azotó contra el cuarto. Leonora recordó la advertencia de Ciel de que iba a haber una tormenta eléctrica hasta más noche. El frío estremecedor solo alertó más a Leonora de algo que Heath aún no y nunca iba a entender: No podían actuar impulsivamente o todo sería peor.

-Hay una tormenta y mi hermano está allá afuera. ¡Seguramente sin estar bien abrigado! -exclamó angustiada mirando las colosales nubes ocultando la luz de la luna mientras truenos le acompañaban.-. Lo tengo, si nos salimos y sigo el rastro de Ciel-

Heath la calló con la sola acción de correr gritando y lanzándose hacia la ventana. Leonora se asomo boquiabierta mientras buscaba preocupada al pequeño demonio suicida.

-¡¿Heath?! -lo llamo al escuchar sus gritos de dolor por la caída. Logró ubicar al pequeño saliendo de un matorral, lleno de hojas y encorvado mientras sostenía su brazo adolorido.

Las fuertes ventiscas y los truenos le aturdieron aún más.

-¡Heath! ¡¿Está bien?!

El demonio amarillo giró para verla hacia arriba.

-¡Ajá! -contesto el pequeño.

-¡Maldición! ¡A tí ni te pregunto si te lanzarías de un puente si otros lo hacen! -bramó enojada.

Heath dudo de si estaba feliz o no de que estuviera bien, pero no le dió mayor importancia y simplemente se fue corriendo para seguir el camino previsto.

Sintió miedo aún de que un humano le brincara encima a matarlo, pero temía más por su amigo que por cualquier maldito humano. Atravesó como un rayo dejando casi quemadas algunos arbustos. Un par de rayos cayeron cerca suyo y le obligaron a hacerse a un lado, del susto gritó y tropezó con algo que le provocó gritar aún más pero del dolor. Jadeo aún impactado, todo era frío y muy oscuro, estaba cansado y aún le dolía su espalda, más estaba conciente de que por cada respiración que daba su amigo podía estar sufriendo. Y no estaba listo.

No estaba preparado para aquel frío, ni para regenerarse, ni para levantarse sin que un rayo no fuera a impactar con él. Y mientras era conciente de esto al sentir el frío estampar contra su rostro con la violenta ráfaga que le impedía abrir los ojos, nunca antes vió con claridad que no estaba tampoco listo para quedarse sin haber compartido de más momentos con su mejor amigo. Con el único ser que sentía alegraba su corazón. Fue excusa suficiente para levantarse y correr sin regresar por un suéter. No importaba que le volvieran a regañar. Ya nada importaba. Solo Ciel.

El cielo estaba en su contra atacándolo con cada rayo. Heath ya no gritaba más del miedo. Estando apenas a milímetros de la pared con una tubería, un rayo impacto enfrente de él. Su vista se iluminó muy brusco, y era casi cegadora. Estaba por dejarse caer devuelta al césped húmedo y frío de forma casi mortal pero solo quedó estático ante el impacto, y lo miro con los ojos bien abiertos hasta que se desvaneció en frente de él. Sus ojos ardían y con el viento casi empujándolo aún se acostumbraba su vista, mientras él se aproximó lento y contra el viento hasta llegar al tubo para aferrarse a él. Jadeo agitado un par de veces hasta que por fin empezó a ir escalándolo.

Cada vez subía más y se lastimaban sus manos, y con la tormenta empeorando llevándose hojas, tierra y las lágrimas del demonio con un ala rota. Entre que aguantaba su peso y se aferraba con algo de problema con el clima en su contra solo quedaba sujetarse y avanzar. Lo que le mortificó era que iba lento, solo quería llegar a calmar su respiración, y así poder compartir el aire con él.

Los truenos se oían más de cerca, con menos pausa, y llegó lo inevitable. El rayo golpeó la tubería, Heath gritó enterrando sus garras en el tubo mientras sentía como se sacudía con fuerza y soltando algo se calor en su camino. Un rayo a lo lejos cayó iluminando el daño hecho. A nada iba a romperse ese tubo. Su corazón se detuvo, congelándose al igual que su cuerpo lastimado. Apretando la quijada para evitar llorar intento mover ambas alas, hacer que la pequeña creciera ahora. Su espalda dolía mientras su ala sana se movía inútilmente y la otra salía a regenrarse ardiendo en el paso y retorcida aún. Su fuerza aplicada en colmillos y agarre eran para ahogar el dolor, el tubo se desprendió, y finalmente soltó un gran aullido que desde su propio estómago sentía salir.

El tubo se desplomó.

El pequeño demonio se impulso, ambas alas curadas lo mandaron hasta lo alto. Ni tormenta ni ala joven incapaz de sanarse sola, los límites eran imposibles con tal de volar por Ciel.

Alcanzó la mayor altura hasta que se impulso contra el domo. Algunos vidrios le rasgaron su rostro y brazos. Frunció sus labios para no gritar de dolor y aterrizó sobre la rama de un árbol. En la penumbra brillaba el cielo en tormenta oscuro con sus rayos, y de la sombra del pequeño demonio que iba entre rama y rama solo podían brillar sus ojos de un rosa suave de manera intensa y amenazadora.

Nunca antes había ido a ese invernadero. Sabía que había uno donde cultivaban sus vegetales, pero jamás le interesó ir a verlo. Ahora que estaba ahí se sentía extrañado con las plantas. Habían flores con ojos, rosales de colmillos de ajo, árboles espirales, una planta carnívora a punto de devorarse a Ciel- ¡Una planta carnívora iba a decorar a Ciel!

Alzó sus alas de inmediato para lanzarse contra Ciel y empujarlo a tiempo.

Los dos rodaron en la tierra hasta que Heath quedó sobre Ciel y el cachorro lo miraba sorprendido.

-¿Heath?

Sintió cosquillas cuando el pequeño demonio empezó a olfatearlo y por supuesto que se rió.

-¡Si eres tú! -exclamó contento para cargarlo y abrazarlo muy fuerte, tanto que apretaba al adolorido Ciel, el pobre cachorro no lograba entender lo que estaba ocurriendo.

-¿Qué estas haciendo? -preguntó Ciel todo apachurrado, literalmente, pues Heath lo abrazaba fuerte.

-¡Lo siento! -gritó Heath desesperado.- ¡Fue mi culpa! ¡Yo te provoque! ¡Por favor, vuelve a ser mi amigo y deja de llorar!

-¡Auh! -replicó Ciel asfixiado.- ¿Cómo sabías que lloraba?

-Porque lo ví... ¡Perdón! ¡no dejes de ser mi amigo!

-¡Auh! ¡Lloraba porque pelaba unas cebollas! -gritó señalando la mochila llena de vegetales, incluyendo cebolla. A Ciel no le gustaba meter cosas sucias así que solo le quitaba la tierra limpiándolas, o en el caso de las cebollas, pelándolas aprovechando que se podía. Sin embargo no tomo en cuenta el fuerte olor de las cebollas.- ¡Y yo no dejaré de ser tu amigo! ¡¿De qué rayos hablas, tonto?!

Ciel empujo a Heath para liberarse pero se cayó, al igual que Heath, el cual, lo miraba triste y con los labios temblorosos. Sus ojos por fin se arriesgaron a verse indefenso al dejar que Ciel lo viera llorando. Ciel no tardo en darse cuenta de su error: La ofensa más fuerte que Ciel ha llegado a decir es justamente la palabra tono, y acaba de llamarlo a él así.

-Ay no, no. Por favor.. No... No llores -suplicó Ciel también a punto de sucumbir al llanto.-. No llores... Cuándo tu lloras... ¡Yo también lloro! -dijo sacando más lágrimas y gemidos de dolor de los que había sacado ya en un día.

Heath se le acerco para volver abrazarlo más ecuánime, pero él tampoco había cesado su pesar.

-¡Pero cuando tú lloras yo también empiezo a llorar!

Así ambos se unieron en un ridículo y tierno abrazo. Los dos niños permanecieron así de juntos hasta que pudieran haberse sentido de mejor manera. Los pocos minutos pasaron como largas horas de silencio donde avivaba una intención de reconciliación y pena.

La paz que hallaron en el reconforte mutuo hizo que se olvidaran de la tormenta. Ya no se daban cuenta de que allí seguía. De grandes ellos recordarían que la tormenta pasó apenas volvieron a los brazos del otro.

Una vez supieron que el otro se encontraba mejor, que se secaron sus lágrimas al seguir abrazados sin nunca soltarse, empezaron parejo a titubear sin saber qué decir. Rebuscando las palabras hasta más complejas que fueran con tal de demostrar la sinceridad de su perdón.

-Pues... Amm... Creo que ya debemos separarnos. -sugirió Heath. Y lo hicieron.

Estando allí de pie empezaron a jugar algo nerviosos, Heath con su cola entre sus manos y Ciel con las garras de sus patitas.

-Yo... Amm... Lo siento -.Heath le miró expectante y con sorpresa.-. Perdóname por morderte, y por rasguñarte, también por lo de tu ala -pidió apenado con la vista en sus patitas jugando entre si.-. Pero te aseguro que no va a volver a pasar.

Heath no dijo nada todavía, mas Ciel interpretó su rostro y su silencio como pedir respuestas específicas.

Ciel se acercó a su mochila y sacó un libro verde algo grande que le mostró al demonio. La portada tenía a un demonio, un humano, un ángel, un vampiro, y todos se veían felices y unidos. Esa fue la primera señal de alarma para Heath, lo segundo fue el título de «La Güía para tontos de: El Veganismo en el Inframundo».

-Me voy a hacer vegano. -respondió con una sonrisa inocente.

-... ¡¿DE QUÉ PIÑAS ESTÁS HABLANDO?! -exclamó Heath.

-Oh, vamos. No exageres. No es para tanto.

-¡¿QUE NO EXAGERE?! ¡TÚ ERES EL QUE SACA IDEAS RARAS DE LEER LA SECCIÓN PROHIBIDA!

-En mi defensa: uno debe ser libre de encontrar el conocimiento que lo llene y alimente de sabiduría y paz, no existe ley que prohíba que el individuo se acerque a las fuente de conocimiento que ayuden a ampliar su visión de las cosas, de lo que sabemos y lo que no sabemos. Además, si no quisieran que nadie los leyera, ¿Porqué los dejan en la biblioteca de un lugar lleno de niños como orfanatos o escuelas?

-Ah, eso sí no se. Misterios de la vida. -supuso Heath encogido de hombros.- ¡Pero aún así esos libros te llenan de ideas que asustan! -gritaba preocupado. Entonces empezó a imitar con voz de tonto a Ciel, diciendo cada cosa que el cachorro ha expresado abiertamente.-. "Quiero ser de adulto un presidente. Quiero ser pacifista. Una persona de fe". ¡¿CUÁNDO EN TU CORTA VIDA HAS OÍDO DE UN MONSTRUO CATÓLICO?!

-En realidad no soy católico, solo me gusta tomar lo mejor de cada filosofía religiosa que busca darle un sentido a su existencia y explicación a su mundo, basado también en mantener el espíritu sano basado en lo que algunos interpretan como un Dios de paz y de amor.

Aún con su expresión risueña, Heath le veía como un bicho raro. El rebelde del dúo era él, pero ni Heath se atrevía a llegar a los extremos de creen en Dios.

-A veces me das miedo. -confesó Heath, omitiendo el hecho de que creía eso una locura.

-No, no, no. Justo eso quiero evitar, a parte de que son cosas que me gustan más que las que el resto menciona, si dejo de comer carne a la larga mi cuerpo se acostumbrará, y dejaré de ser un salvaje que puede lastimar a otros. No solo podré relacionarme mejor con los otros monstruos, ellos podrán dejar de creer que voy a atacarlos, y así nadie me tendrá miedo... Ni siquiera tú, Heath.

El demonio estaba sin palabras al ver cómo hablaba Ciel. Parecía muy seguro de lo que decía, creía y era leal a las tonterías que decía.

-Pero... No todos los hombres lobo son salvajes-

-Sí y por eso me regaña la directora..
Y ahora no quiere que seamos amigos...-. Ciel suspiró triste.- Dicen que debo ser más salvaje y rudo... Pero, ¿Eso es lo único que puedo llegar a ser?, ¿Y si a mí... No me gusta ser tan... Así? -cuestionó apenado sentándose en la tierra con la mirada perdida. Sus labios tenían una línea fina que acompañaban su ser perdido.-. Dicen que un hombre lobo es fiero, territorial y salvaje. Los mismos de mi especie creen que así somos, pero Leonora dice que no es malo que algunos no sean así... Dice que mi papá no era salvaje, y nosotros realmente tampoco queremos.

Ciel juntó sus manos para tomar una gran bocanada de aire y decirle lo que le ha costado en toda esa tarde y noche.

-Perdóname, Heath -expresó con sus orejitas decaídas y la mirada baja.-. No era yo cuando te lastime. O bueno... Si fui yo pero... Tú entiendes... Mi hermana me dice que no me sienta mal y que eso fue natural, pero no pienso que sea natural dañar a otros, menos a tus amigos. Y para asegurarme de que no vuelva a pasar... -.Puso su patita en el libro que tenía ahora a su lado luego de habérselo enseñado a Heath.

Con sus hombros alzados y su vista fija en otro lado parecía darle vergüenza ver a Heath a los ojos siquiera. Por su parte el pequeño demonio tuvo un tic en el ojo y le gritó:

-¡¿ACASO ES UNA BROMA?! -.Ciel alzó sus ojos grandes y lloroso hacia él mientras acomodaba sus gafas circulares. Emitió un leve chillido de un cachorro triste.- ¡TODO EL MUNDO NO PARO DE DECIRME QUE ESO FUE MI CULPA! ¡PARECE QUE TODOS SABEN QUE FUE MI CULPA EXCEPTO TÚ!

-¡NO! ¡SÍ FUE MI CULPA! -respondió el cachorro levantándose de su sitio con el ceño fruncido.- Yo te lastimé -agregó otra vez agachando sus orejitas largas y con un tono más bajo y apenado.-. Te quiero aunque sé que tú a mí ya no me quieres. Sé que puedo ser molesto y tonto. Lo sé porqué es lo que oigo que dicen de mí los otros niños -.Se encogió de hombros mirando sobre sus hombros y con sus garritas entrelazadas.-. Los adultos también dicen que por eso nadie va a querer ser mi mamá o mi papá... Ya no me importa -espetó con recelo. Pudo así volver a mirarlo de frente al confundido Heath.-. Me importa Leonora, me importa Olivia, y tú también me importas. Solo que... Ahora debo entender que ya no vas a querer que esté siempre contigo.

«Pero yo si quiero eso» pensó Heath temblando.

-Tienes razón. Ya no eres más un bebé. -.Sus orejas fueron las que se alzaron primero. Levantó su rostro. Escucho a Heath moquear, y efectivamente, sus ojitos acuosos lagrimeában mientras el moco se escurría de su nariz.

-¡SÍ SOY BEBÉ! -chilló con la respiración agitada y jalando moco de su nariz.- ¡TODAVÍA SOY BEBÉ!

Heath no se aguanto más y se lanzó a abrazar a Ciel quién lo recibió y acogió sin entender cuál era el problema de que le reconociera que no era un bebé.

-Heath, ¿Qué... Qué pasó? ¿Aún te duele la ala? -preguntó consternado pues veía su ala y ya estaba regenerada.

Heath prefirió apartar ya ese tema así que solo volvía a meterlas más de forma que su columna las absorbió y quedó sin las alas.

-¡PASE TODO EL DÍA SÓLO Y FUE TERRIBLE! -sollozó abrazándolo más fuerte.

-De hecho solo estuviste sólo en la tarde-noche.

El comentario puso a llorar más al demonio de piel amarilla y Ciel prefirió callar y dejarlo que se desahogara.

-¡PUES LA PASE TERRIBLE IGUAL! -se separó un momento de Ciel para verle a los ojos y relatarle brevemente todo lo que pasó.- ¡MIS PLANES DE JUEGO ERAN LA MAYORÍA CONTIGO!, ¡EL CONSERJE ME PERSIGUIÓ!, ¡TIRE MIS COSAS POR LA VENTANA!, ¡AHORA QUE LO PIENSO NO SÉ CÓMO LAS VOLVERÉ A METER!

«¡ME DÍ UN BAÑO!, ¡ME PUSE LA PIJAMA TONTA QUE TANTO TE GUSTA!, ¡DESTRUÍ EL OSITO QUE ME REGALASTE!, ¡COMÍ DULCES QUE ME DIERON VOMITO! ¡¡¡Y NADIE ME ARRUYÓ PARA QUE PUDIERA DORMIR!!!».

Tomó a Ciel del cuello de su camisa para acercarlo hacia él, fulminándolo con sus ojos llorosos que ahora parecían irradiar enojo. Con el mismo tono fuerte pero volviéndola casi un susurro.

-Estaba tan aburrido sin tí, que estaba así de cerca. De verdad: YO. Por un momento, pensé hasta en hacer mi tarea.

Ciel en su sorpresa sonrió mostrando sus colmillos y agitando su cola.

-¿Y si la hiciste?

-¡Claro que no! -.Luego curveó los labios hacia abajo y tanto sus orejas largas y peludas como su cola decayeron mientras le veía serio.- ¡Yo no soy un nerd como tú!

-Decía yo que no podía ser verdad -musitó Ciel luego de ver que Heath se retrasaría con las tareas. Otra vez.

-¡YO SOY EL QUE DEBERÍA DISCULPARSE! -gritó dándole la espalda y alzando los brazos de forma dramática para volver a girarse a verlo.- ¡YO SOY EL QUE SE SIENTE MAL! ...Quisiera saber porqué soy así, creo... Es más fácil para mí que... Yo... ¡TE MOLESTO PORQUE TE QUIERO! ¡¿ESO ES RARO?!

-Pues... Para muestras de afecto... Es una forma. Sí. ...Supongo. -contesto el cachorro albino.

-¡Y TAMPOCO YA NO ME IMPORTA SER ADOPTADO! ¡YO TE TENGO A TÍ Y TÚ A MÍ Y ESO ES SUFICIENTE! ¡NO QUIERO ESTAR SÓLO NI QUIERO QUE DEJES DE CUIDARME!

-¡Pero es cierto, Heath! No serás siempre un bebé. No vamos a ser niños siempre. -mencionó cabizbajo.

-¡PERO SI PODEMOS SER AMIGOS SIEMPRE!, ¡PODEMOS SIEMPRE ESTAR JUNTOS! -.Ciel vio con leve sorpresa a su amigo que estaba muy seguro de sus palabras.

-¿De verdad eso quieres? -le preguntó menos seguro que Heath.

Harto el demonio lo sujeto de los hombros y lo sacudió gritándole en la cara.

-¡¿NO VES QUE ERES LO ÚNICO QUE TENGO EN MI VIDA, IMBÉCIL?! - jadeó tapándose la boca con los ojos bien abiertos.- Perdón. Yo quería... No quise-

-Te perdono Heath -.Ciel rasco su nuca y movía una pata trasera en círculos sobre la tierra.-. Solo te pido que seas menos grosero y más amable.

Esa sola palabra provocó asco en el demonio que puso una mueca fea. Rodó los ojos chasqueando la lengua.

-Lo intentaré. -dijo tenso. Ciel sonrió satisfecho.

-Bien. Yo también haré cambios para que no vuelva a pasar otra cosa así se fea. -.Heath torció los labios.

Esa era otra de las ideas que Ciel siempre adoptaba que él considera raras y poco efectivas, como la fe estando en el inframundo o que crea que un monstruo carnívoro como él podrá vivir plenamente sin nada de carne. No era el niño más listo, no era más listo que Ciel en varias cosas, pero estaba acostumbrado a cosas en las que Ciel no, y no era tan flexible como él en el sentido figurado.

-Tranquilo, no tendrás que comer lo mismo que yo.

-¡Si! -celebró Heath cerrando sus puños y sonriente.

-Pero igual no olvides cumplir por tu parte de ser bueno. Ambos trabajaremos de nuestro lado para que esta amistad funcione, ya no tendré que ser solo como cuando eras bebé y te limpiaba tu popo. ¡Eso hacen los amigos! -dijo Ciel más contento.

Heath arqueo una ceja asqueado.

-¿Los amigos se limpian su popo? - preguntó temiendo por la respuesta.

-Eh... ¡No, no, no, no! Digo que los amigos se deben de apoyar siempre entre sí.

-Ah, ya.

Los dos se dedicaron una sonrisa. La colita enrollada y esponjosa de Ciel no dejaba de sacudirse y sus orejas estaban bien alzadas.

-Ven -.Abierto de brazos invito a Heath a qué se volvieran a unir en un abrazo.-. Ay, no hay que volver a pelear así, ¿Ok?

-Si. -contestó Heath sintiendo alivio en ese abrazo.

Éste fue más corto que el anterior, por lo que decidieron separarse y regresar a su habitaciones.

-Ya vámonos de aquí.

-¡Aguarda Heath! Necesito quién me ayude con mi comida. -le pidió Ciel mostrando su mochila azul llena de varias frutas y verduras.

-¿Por ésto fue que escapaste? - preguntó sin comprender todavía.

-En las noches me da hambre y guardaba un topper con palomitas o nuggets de pollo en mi ropa sucia.

-¿Porqué en la ropa sucia? -inquirió con asco Heath.

-Para con ella ocultar el aroma del pollito.

-Que asco.

-Si, pero como se me acabaron y quiero dejar de comer criaturas que pudieran tener mamá y papá, decidí venir aquí y traerme para cuando tenga hambre. Pero está muy pesada.

El otro problema que no mencionó Ciel era que exagero en empacar demasiados vegetales y frutas que era difícil cerrar el cierre. Heath no tardó en impacientarse.

Los demonios eran considerados la raza superior en el inframundo por muchas razones, no por menos estaba su ya gran fuerza sin importar tamaño o edad. Le fue sencillo no solo cerrar el cierre de la mochila, también colgarse de un hombro y poder cargar a Ciel sosteniéndolo igual sobre el otro hombro. El cachorro sin duda quedó impresionado de ver qué su bebé era ya tan grande cómo para poder ser él quién lo cargarán ahora. Estaba feliz de verlo así, y de pensar que él también le ayudo a que estuviera hoy así con él.

Heath no opuso queja o resistencia alguna a seguir caminando por el edificio entero hasta llegar a su cuarto. Obviamente se fue evitando los pasillos dónde hizo sus travesuras, y por supuesto evitando al conserje. Fue entonces que el camino era iluminado por los focos que Heath no quebró, y los pasillos estaban también limpios por la misma ausencia del demonio anteriormente.

En lo que falló fue en ocultar la verdad de lo que hizo en la noche en su cuarto. Heath estaba muy cansado como para mentir y Ciel como para regañarlo por su irresponsabilidad y malas decisiones. Acordaron en mañana temprano ir a recoger las cosas que tiró por la ventana.

Se podría decir que ya acababan la noche de buena manera, al menos hasta que los dos recordaron que habían dejado sola a Leonora.

-Oye, ¿Que esa no es Leonora? -preguntó Ciel señalando hacia el otro pasillo donde Leonora venía corriendo para tropezar y levantarse jadeando.

Heath le miró serio. Por un lado quería presumirle como encontró primero a Ciel, pero también era un obstáculo que buscaba pasar de largo.

-No lo sé -le inquirió fingiendo indiferencia.-. ¿Es tan alta como tonta y fea? ¡Auch! -exclamó luego de que Ciel le pateara por andar diciendo esas cosas.

Leonora se percató de aquel sonido, y corrió contenta al ver a su hermanito.

-¡Ciel! -exclamaba corriendo sobre sus cuatro patas.

-¡Yo lo ví primero! -replicó Heath antes de siquiera pensar en soltarlo.

Leonora logró por el impulso de su velocidad empujar a Heath mientras ella atrapaba a su hermanito. Los dos se abrazaron fuerte -Ciel sin saber el porqué.-, y Leonora lo fue bajando poco a poco hasta que ella quedó de rodillas y frente al cachorro que aún seguía viéndose más bajito.

-¡Ay, Ciel! -.Lo soltó para jalarle de una oreja y después pellizcarle.- ¡¿EN DÓNDE ESTUVISTE?! -interrogó dejando a un lado sus quejidos de dolor.- ¡¿QUÉ ES ESO DE HUIR DE PRONTO A MIS ESPALDAS?! ¡TE PUDO HABER PASADO ALGO MALO!

-¡Ya déjalo! -gritó Heath interponiéndose y volviendo a cargar a Ciel del mismo modo de los caballeros hacían con las princesas en esos cuentos de humanos.

-Perdón. -musitó Ciel apenado.

Leonora alzó su pata sacando sus garras. Pero se detuvo. Miró un instante sus garras, se percató de que incluso tenía la mandíbula apretada. Decidió frenarse y respirar hondo.

-¡Me asustaste! ¡Eso estuvo mal! ¡No lo vuelvas a hacer! -pidió todavía conmovida.

-Lo prometo. No me volveré a escapar... A cambio de que Heath duerma hoy conmigo.

-¿Qué?

Heath se sonrojo cuando Ciel declaró sus condiciones mientras lo abrazaba todavía más.

-Es justo luego de que él te ayudará a encontrarme, ¿verdad Heath? -preguntó con su dulce y tierna sonrisa mirándolo.

Heath aún tenía la mirada clavada en el techo mientras ignoraba la incómoda sensación que le daba el calor en su rostro.

-S-si... Eso creo. -respondió pasando saliva.

Leonora titubeó señalando de uno a otro mientras el sudor recorría aún su frente. Ella misma estaba harta de su reacción nerviosa y solo se apretó el entrecejo.

-Discúlpenme niños, no se actuar bajo presión...

-Lo sé, no hay cuidado.

Se rió por la respuestas de su dulce hermanito. Ninguno notaba la melancolía en su sonrisa. Lo que pensaban era que al menos se veía más calmada.

-Oh, chicos. ¿Qué llevan en esa mochila? -.Heath y Ciel miraron la mochila y se vieron entre sí después. Leonora seguía mirando la mochila que apenas acababa de notar.

-¡Ah sí! -.Ciel se bajó de Heath y se acercó para tomar la mochila mientras se esforzaba por cargarla y mostrársela.-. Ésta es la solución para mí problema -explicó abriéndola.-. Desde ahora voy a comer frutas y verduras. Nada de carne. Así calmo mi hambre y no vuelvo a atacar.

Ciel esperaba a que su hermana aprobará su idea, Heath a que Leonora le dijera que era una mala idea. Pero todo lo que pasó fue que Leonora simplemente se rió. Los dos amigos se miraron algo confundidos, aunque Ciel solo encogió de hombros sonriente.

-Ay, niños. Pero que cosas inventan. -.Leonora calmó su risa, más que burla era modo se desahogar más sus nervios por no haberlo encontrado. Es más, ignoro aquella idea pues lo consideraba pasajero. Sin embargo, para pretender estar en sintonía con su hermano, se acercó para revisar lo que contenía la mochila. Por desgracia Ciel trajo las verduras que encontraba ella más desagradables: Cebollas, brócolis, espinacas, los plátanos estaban bastante negros, los rábanos y zanahorias muy pequeñas aún, lo único apetitoso que halló fueron unas moras azules que no dudo en probar.

-Mmm... -expresó degustando las moras con los ojos cerrados y lamiéndose los labios.-. Éstas no saben tan mal. Recuérdame otro día enseñarte a cultivar y recoger del invernadero. -sugirió con una sonrisa.

-¿Tú sabes? ¿Papá te enseño cómo? -inquirió alegre Ciel.

No.

Leonora sonreía aún mientras asentía con la cabeza y hacia una leve pausa. Ya sabía los sentimientos que traía mencionar a su madre. Prefirió darle la razón.

-Si, así es. Él me enseñó. Papá era un gran jardínero.-.Heath arqueo una ceja sospechando de la sonrisa de Leonora.

-¡Yo también lo seré! -exclamó Ciel alzando sus brazos.

Leonora sonrió y ofreció sus brazos para que viniera a ser cargado. Ciel no lo interpretó de la misma manera. En lugar de Ciel recibió la mochila, y Ciel se acercó a Heath para que lo volviera a cargar. No tardó en acostumbrarse el cachorro. Bostezó acunado en los brazos de su amigo el cual ya llevaba al cuarto. Leonora rodó los ojos sorprendida para dejar su sorpresa.

Ya faltaba menos para llegar por lo que la albina abrió la puerta para que los niños entrarán. Mientras ella dejaba la mochila a un lado, Heath acostó primero a Ciel y luego éste lo ayudo a subir a la cama.

Ciel se acercó a Heath para abrazarlo. El demonio amarillo se rió algo nervioso. Preparo las cobijas y se arropó a ambos, mientras observaba que Ciel dormía cómodo en su pecho. Una genuina sonrisa se le dibujo de manera inconsciente que permitía verle un par de colmillos asomados. Leonora dejó la puerta entre abierta para dejar que un pequeño y delgado tramo de luz entrara a la habitación oscura, notó la sonrisa del demonio mientras les acomodaba las cobijas y acariciaba la cabeza de su hermanito. Heath al percatarse de la pata de Leonora sobre la cabeza de su amigo se giró a verla expectante.

Leonora conservaba esa expresión tranquila y suave pero con tintes de tristeza. Heath pensaba a veces que Leonora actuaba más como una madre que como una hermana, y bueno, viendo la situación en la que estaban -y según sus clases, conociendo el supuesto instinto materno que supone todas las mujeres deberían tener pero al parecer no aplicó con la madre de ninguno de ellos.- pocas veces como esa lograba entender su actitud, pese a que no lo hace bien. Ella también es una niña después de todo.

Ciel ya estaba profundamente dormido, conservando aquella sonrisa que lo hacía ver cómo un ángel. Leonora dejó a Ciel para hablarle en voz baja al demonio amarillo con mameluco.

-Quisiera mañana dormir ahora yo con él. Al menos por última vez.

Heath quedó con la boca levemente abierta y una mirada preocupada. En dos días ella se iría y Ciel aún no lo sabía. Pasaba sus ojos de reptil de ella a Ciel repetidas veces con el labio en una fina línea.

-¿Cuando me vaya... Lo seguirás cuidando cómo hoy?

Heath alzó la vista sorprendido. Tenía a Leonora de rodillas ante esa litera, sería y suplicante. Habría sido perfecto para hacerla sufrir y disfrutar de verla suplicar. Pero algo en su corazón le impedía hacerlo. Algo lo detenía a responder o moverse, si quiera pensar. No pensaba en algo que no fuera ahora Ciel. Igual que hoy, muchos le dirían que no podría estar con él, ya sea porque Ciel merece algo mejor o porque un monstruo manso y pacífico como él sería considerado un estorbo para Heath. Volvería a tener discusiones con Leonora sobre de lo qué creen o no capaz a Ciel. Y quizás estarían solos los dos por completo mientras otros como Leonora parten para hacer una nueva vida, una que a los ojos de terceros es aprobada. Los molestarían como siempre, los dos volverían a tener discusiones, en el mundo solo se tendrían el uno al otro para continuar. Su mente se abría a miles de posibilidades que pasarían ellos dos juntos. Finalmente compartiendo todo como en el inicio, cuando él llegó a ese orfanato.

Leonora ni siquiera le pedía una promesa, pero era una "No promesa" que él igual iba a conservar por siempre en su corazón.

No se trataba de cuidar de un monstruo cualquiera, era cuidar de Ciel. Eso era todo lo que necesitaba para que a sus ojos no se viera mal, que un demonio amara a alguien de distinta especie. Por el hecho de tratarse de Ciel, sabía que sería capaz de todo.

Leonora esperaba una respuesta, miraba al demonio mirando al cachorro con las mejillas entintadas de un gentil rosa.

Vió a Leonora, y le dió la llave a dos cosas inmensas: la confianza de Leonora, y la gran aventura que aún les aguardaba por vivir a él y a Ciel.

-Lo prometo. -susurró para no despertar a Ciel, mientras asentía suavemente con la cabeza.

Leonora sonrió. Era la primera vez que le sonreía de manera genuina. Se quitó una lágrima que bajaba ya por su ojos. Acaricio la cabeza de Heath y le beso la frente. Nunca antes hizo eso con Heath, quedó pasmado. La albina fue a cerrar la puerta y subió a su litera. Al fin podría dormir en paz.

Heath también se acostó, acomodo mejor a Ciel en sus brazos, y se durmieron juntos en un sincero y tierno abrazo.

19,113 palabras en este bello one-shot!!!!!

Lo logré!!!!

Viva Cristo Rey!!!

Wuuuuuuuuuu!!!!!!!!
/C tira a mimir/

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