Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

31. Besos preferenciales.

—¿Vendrás? —pregunta Devon haciendo una seña hacia el océano.

Yo niego con la cabeza y él sonríe antes de agacharse para darme un beso en los labios. Noto como enseguida las miradas de Leilani y de Anne recaen sobre nosotros, pero las ignoro.

—Quizá en un rato —concluyo.

—Te espero. —Arruga la nariz y luego se echa a correr hacia la playa para alcanzar a los chicos.

—No nos dijiste que habías vuelto a surfear —dice Leilani, poniéndose de pie.

Camina hacia mí y con un golpecito en mi muslo me indica que le haga espacio sobre mi toalla. Me muevo un poco y ella se sienta junto a mí.

—Todavía no tengo mi tabla, pero sí, digamos que volví. —Me encojo de hombros sonriendo.

—¿Están juntos? —Vuelve a pechar mi muslo.

—Algo así. —Muerdo con el canino la parte de adentro de mi labio inferior.

—No nos habías dicho nada. —Anne nos contempla por encima de sus lentes de sol—. ¿Desde cuándo?

—Es reciente.

—¿Desde cuándo? —repite.

—Junio.

No desde entonces como tal, porque después de nuestro primer beso y lo que paso, estuvimos días sin hablar.

—¿Qué importa desde cuando? —Leilani rueda los ojos—. Se ven hermosos juntos, no seas envidiosa.

—No es envidia. —Anne vuelve a centrarse en el libro que tiene entre sus manos—. Solo siento que debió contárnoslo antes, ¿lleva un mes saliendo con Devon y recién nos lo dice ahora? Ni siquiera nos lo ha dicho, nos enteramos por ese beso...

—A mí no me importa, ya está, lo sabemos y ahora podemos molestarla con eso... ¿cuándo comenzaron a salir?

—Veintiséis de junio. —Ese fue el día en que pusimos los besos como límite y acordamos primero conocernos.

—¿Festejarán aniversario? —Entorna los ojos—. Cumplen un mes el siguiente sábado... No vendrán a la playa con nosotros, ¿cierto?

—No sé. —Niego con la cabeza—. No lo hemos hablado.

—¿Recuerdas cuando te gustaba aquel chico que vino desde México a pasar sus vacaciones aquí? —dice Leilani y yo frunzo el ceño.

En realidad no me gustaba, solo tonteamos durante lo que duraron sus vacaciones.

—Gracias a Mamala no aceptaste ser su novia a distancia, te habrías perdido de poder decir que Devon es el primero.

—Pero no es mi novio —aclaro, agrandando los ojos.

—Avísale que no se comporte como uno —dice Anne.

—¿Entonces? —Leilani le hace una seña a Anne para que cierre la boca.

—Nos estamos conociendo.

—Y bueno. —Rueda los ojos—. Cuando dos personas que son amigas comienzan a conocerse me suena que es porque quieren ser algo más.

—De todas formas, se irá cuando acabe el verano. —Anne aparta el libro de su regazo—. Si fuera tú no me ilusionaría mucho.

—No seas envidiosa. —Leilani le saca la lengua.

—Estoy siendo realista, Leilani. —Anne alza las cejas—. Cualquier romance con Devon tiene fecha de caducidad, todas las chicas de la isla lo sabemos. Es un bicho de ciudad, apenas pueda correrá a sus comodidades y sus lujos.

—No la escuches, Nhoa, está molesta porque Pekelo intentó enseñarle a nadar y no hubo caso. —Vuelve a rodar los ojos.

—Sé que está destinado a acabar —comento, viendo a Anne—, pero eso no significa que no pueda disfrutarlo mientras dure.

—Exacto —dice Leilani, para luego darme otro golpecito en el muslo—. ¿Hans todavía tiene tu tabla?

—Sí. —Asiento con la cabeza—. Cuando nos marchemos pasaré por la tienda.

Lleva semanas con ella, algo tendrá que haber avanzado.

—Iré contigo. —Ella estira su toalla a mi lado y se recuesta en la suya dejando espacio libre en la mía para que yo pueda hacer lo mismo—. Quiero comprarme una tabla nueva, una amarradera, parafina, un traje... Quiero tomármelo en serio y ahora que volverás tendré compañía femenina ahí adentro.

Yo sonrío y ella me pecha con el codo.

—No te rías, compartir tiempo en el agua con tanta testosterona estaba haciendo que se me engrosara la voz.

—Si mis padres te escuchan te darán una clase intensiva del sistema endócrino, no vuelvas a repetirlo —advierto, riendo.

—Ahora que lo mencionas; ¿Sabes cuándo volverán? Extraño el estofado exquisito de Álvaro.

—La última vez que hablé con ellos estaba trasladándose para ayudar a unos refugiados. —Me encojo de hombros—. Están viviendo su sueño.

—Ojalá me llevaran con ellos, Sommer habría estado encantada de acompañarlos, aunque fuera para cargar tanques de agua o repartirla...

Sonrío imaginándola.

Me angustia pensar que si yo hubiera decidido no ir a la universidad y eso hubiera puesto una distancia física entre nosotras quizá ya no tendríamos la misma relación de siempre; esa hermandad que nació un instante y que fortalecimos a través de los años.

Siempre que pienso en cómo habría sido la vida con ella, así como la teníamos planeada, no me alcanzaría el cuerpo para tanta felicidad. No mentí al decir que Sommer es mi alma gemela. La forma en que congeniábamos era casi perfecta, como si estuviéramos destinadas a encontrarnos y completarnos.

A veces hasta me daba miedo, por momentos parecía obsesivo, como si una se pudiera dejar arrastrar por la otra sin importar donde eso la llevara.

Siento mis ojos cristalizarse y sonrío por última vez antes de enfocar mi mente en buscar otro tema de conversación.

—Quizá podemos salir a bailar el sábado que viene en vez de venir a la playa —suelto.

—Hace mil años no salimos a bailar, creo que ni siquiera sé qué canciones están de moda... Escuché que abrieron un nuevo club cerca de la costa, podemos ir a ese. —La emoción es evidente en el tono de Leilani.

—No creo que Kenau quiera ir —dice Anne—. Comenzará a prepararse para las nacionales, no tiene tiempo para salir a bailar.

—Sabes que le encanta tanto como a nosotros. —Leilani rueda los ojos—. ¿Qué te pasa hoy? Pareciera que te arrastró una ola enorme y tragaste más arena de la que puedes soportar.

—Quizá estoy cansada de que no me consulten nada. —Anne agranda los ojos.

Se pone de pie y mete sus cosas violentamente dentro de su bolso. Leilani y yo permanecemos viéndonos a los ojos sin entender lo que acaba de suceder y no es sino hasta que la vemos desaparecer en el sendero que nos damos cuenta de que se ha marchado.

—¿Vamos tras ella? —pregunto, viendo hacia el sendero.

—Desde antes que ustedes llegaran está igual, ya se le pasará. —Niega con la cabeza—. Si vamos solo lo empeoraremos. Ya se le pasará.

Vuelvo a ver hacia los senderos y luego me centro en los chicos dentro del océano.

—¿Vamos al agua? —pregunto, viendo a Leilani con una sonrisa en mis labios.

—¿De verdad? —Su ceño se une en la mitad de su frente.

Me pongo de pie y tomo la tabla que Devon trajo para mí en caso de que quisiera meterme. Es una shortboard que según me dijo, le pertenecía a Ikaia en su juventud.

Volteo a ver a Leilani que se pone de pie y también toma su tabla; una mini malibú rosada con un diseño floral bastante parecido al que tenía la mía antes de llevársela a Hans

Nos unimos a los chicos y pasamos en el agua el resto del día. No voy a negarlo, se siente extraño estar de vuelta y la sensación empeora cada vez que miro hacia todos lados intentando dar con Sommer y su mirada desafiándome para tomar alguna ola imposible.

Sé que se pondría entremedio de Pekelo y Kenau para poder empujar a Pekelo de su tabla y luego intentar hacer lo mismo con Kenau; nunca lo consiguió, siempre fue ella quien acabó en el agua y Kenau, encima de su tabla, partiéndose de la risa.

El grupo se separa al caer el sol. Pekelo, Kenau y Kai toman su camino hacia un lado de la isla mientras que Haoa, Leilani, Devon y yo nos dirigimos al otro.

—¿Tú no vives para el otro lado? —le pregunta Haoa a Devon y él asiente.

—Acompañaré a Ainhoa —explica y Leilani me pecha las costillas con el codo.

—Saben —suelta Leilani—. Con Nhoa pensamos en que quizá podríamos ir a bailar el sábado que viene...

—Me apunto. —Haoa sacude los hombros—. No recuerdo la última vez que salimos a bailar, siempre nos juntamos en la playa hasta para beber.

—Por mí sí —dice Devon, asintiendo con la cabeza.

—Genial. —Leilani aplaude—. En cuanto vuelva a ver a los demás les avisaré. Tengo una semana para pensar qué ponerme.

Vuelve a pecharme con el codo sonriendo.

—¿Puedo ir a tu casa durante la semana y elegimos qué ponernos? —Agranda los ojos.

—Sí. —Asiento repetidamente—. Avísame cuando y te esperaré con toda mi ropa encima de la cama.

—¿Qué se pone la gente aquí para salir? —pregunta Devon, rascándose la nuca.

—Si Leilani va a casa de Ainhoa yo iré a la tuya. —Haoa posa su brazo encima del hombro de Devon—. Llevaré algunas opciones y tú eliges con qué quedarte.

—Estoy más emocionada de lo que creen. —Leilani da un salto y los tres reímos—. Ya era hora de que le enseñemos a Devon lo que en realidad es una fiesta hawaiana.

—¿Usaremos collares y esas cosas como en las películas? —pregunta él, riendo.

—Ni hablar, eso solo se usa en un luau. —Haoa rueda los ojos—. Aquí nos emborrachamos, hacemos retos, nos metemos al agua desnudos, nos besamos... entre todos.

—La última vez que nos besamos entre todos teníamos dieciocho —explico—. Pekelo lo sugirió para fortalecer la amistad y cómo no perdíamos nada haciéndolo. —Me encojo de hombros—. Pues, lo hicimos.

—¿Así que todos se han besado? —Su ceño se frunce.

—No te preocupes —dice Haoa, riendo—. El sábado podrás besar a quien quieras y si no te animas a pedirle un beso a esa chica puedes decírnoslo y te lo pondremos como reto.

Haoa sonríe. La mirada de Devon recae sobre mí y noto como la de Leilani se fija en él.

—De hecho... Creo que ya besó a quién quería besar. —Leilani lleva la mano a su boca para ahogar la risa que escapa de ella.

—¿En serio? —Haoa mira a Devon y luego a mí—. ¿Se besaron?

—¿Por qué crees que fue a mí? —Frunzo el ceño riendo.

—Porque sé que le gustas desde que hablaron en el cumpleaños del viejo Davis. —Haoa lo contempla con la mirada iluminada—. Te dije que el amor estaba por llegar a tí más pronto de lo que creías.

—Estamos juntos —dice Devon y Haoa voltea a verme, su mandíbula colgando por el piso.

Cruza frente a Devon y me abraza. Susurra algo a mi oído que no alcanzo a escuchar y supongo que mi expresión se lo hace notar porque vuelve a repetirlo, ahora mirándome a la cara.

—Haʻaheo au i nā mea a pau āu i holomua ai, e Ainhoa.

«Estoy orgulloso de todo lo que has avanzado, Ainhoa».

Sonrío y dejo que vuelva a abrazarme.

—Yo también quiero —dice Leilani antes de abrazarnos a los dos—. Ven, Devon, abrazo colectivo.

Y así acabamos los cuatro abrazados a mitad del sendero por segundos que se hacen eternos.

—Me estoy asfixiando —chilla Haoa—. Fue demasiado amor por hoy.

Nos separamos riendo y él toma aire excesivamente, como si le hubiera faltado desde siempre y pudiera probar de ese privilegio por primera vez en la vida.

—Aquí los abandono —comenta después de algunos minutos más de caminata—. Nos vemos el próximo sábado.

Tras despedirnos seguimos caminando. Leilani dice estar muy cansada, así que acordamos pasar por la tienda de Hans otro día. Al llegar al sendero que da hacia su casa nos ofrecemos a acompañarla, pero se niega, así que seguimos camino hacia mi casa.

—Sabes que no tienes que acompañarme siempre, ¿no? —suelto, viendo a Devon por el rabillo de mi ojo.

—Me gusta hacerlo. —Se encoge de hombros.

—El sábado... cumplimos un mes desde que acordamos conocernos...

—Creí que no lo recordabas. —Sonríe de lado.

—¿Está bien si vamos a bailar?

—Perfecto. —Arruga un poco el ceño, como si estuviera asustado—. ¿Luego puedes darme una guía sobre qué usan los chicos para las fiestas fuera de la playa? No confío en Haoa.

—Lo haré —río—. Ahora que lo mencionas, ¿qué le dijiste a Haoa sobre mí?

—Que me parecías la chica más hermosa de la isla. —Aprieta los labios—. Y que en la fiesta de Davis me moría de ganas de besarte, pero que fuiste tosca y creí que no estabas interesada.

—¿Cómo querías que actuara? Me dijiste que la razón por la que no me metía al océano era para no arruinar mi cabello.

—¿Cómo iba a saber cuál era la verdadera razón? —Niega con la cabeza, indignado—. Llevaba una semana en la isla y eras la única persona de mi edad que había visto.

—Espero que eso te haya enseñado a no asumir cosas de las personas. —Agrando los ojos.

—Créeme que sí, aprendí mi lección.

—Si te sirve de consuelo, antes de que nos besáramos ya te había echado el ojo varias veces en la playa.

—Lo noté. —Sonríe—. Debes aprender a disimular.

—No fui para nada obvia. —Golpeo su brazo.

—Lo fuiste. —Se detiene y me toma por la cintura para darme un beso—. ¿Soy el único que recibirá estos besos o tengo que compartirlos?

Frunce el ceño sin quitar la sonrisa de sus labios.

—No soy celoso, solo quiero saber qué clase de exclusividad tendré.

—No voy a besar a nadie más. —Alzo las cejas—. ¿Y tú?

—Solo a una rubia de un metro setenta que hace unos cortes fenomenales y doma olas con ferocidad.

—Me parece perfecto. —Dejo un beso corto sobre sus labios y lo aparto poniendo mis manos en su pecho.

—¿Quieres venir mañana a mi casa? —pregunta mientras retomamos nuestro camino—. Estaré solo la semana entera.

—¿Llevo una película?

—Tengo una plataforma de video con cientos de películas, Nhoa, no es necesario.

—No conoces la magia de las películas viejas.

—Tampoco tengo un lector de DVD. —Se encoge de hombros—. Pero como quieras.

—Llevaré el mío. —Sonrío—. Para dejar de ser un turista tienes que dejar de actuar como uno.

—Bien —suspira, sonriendo para luego rodar los ojos—. Pero entonces tú tendrás que comer lo que yo haga, nada de pizza, nada de recetas hawaianas. Comeremos comida canadiense.

Ya en el pie de la colina me detengo y extiendo mi mano hacia él.

—Acepto.

Estrechamos nuestras manos y tras despedirnos me quedo ahí de pie viéndolo desandar el camino para luego comenzar a subir la colina.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro