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14. Waapa*.

—Si se pasan con la bebida tengan cuidado con el océano —nos dice el abuelo, sentenciándonos con el índice.

—No vamos a beber, abuelo. —Ruedo los ojos empujando a Devon fuera de la casa—. Nos vemos a la noche, te amo.

—Nos vemos, Ku'uipo, aloha au ia'oe.

«Te amo».

Devon y yo caminamos colina abajo soltando risitas tontas.

—¿Cómo la pasaste ayer? —pregunta cuando ya casi estamos por salir a los senderos.

Si bien, felicitarme fue lo primero que hizo al verme, no se había interesado mucho más por todo el tema de mi cumpleaños, aunque lo cierto es que el abuelo tampoco lo dejó porque apenas llegó a mi casa comenzó a dejarle en claro las reglas para nuestra salida.

—Regular. —Me encojo de hombros sonriendo—. Pasé el día con el abuelo y Ainakea y arreglé las cosas con Kai.

No le dije a nadie donde estuve durante la tarde, nadie preguntó así que tampoco lo consideré importante.

—¿Pediste deseos de cumpleaños? —Sube y baja las cejas—. No me digas cuales o sinó no se cumplirán.

—Nosotros no pedimos deseos de cumpleaños... o no al menos como lo hace todo el mundo. —Él frunce el ceño—. Los nativos tienen la creencia de que el fuego se llevará consigo todo aquello de lo que quieren deshacerse, así que le cuentan sus miedos y problemas con la esperanza de que desaparezcan entre las cenizas.

—Con razón mis deseos nunca se hicieron realidad. —Se rasca la nuca y yo sonrío.

—¿Cuándo cumples años? —Hago un pequeño movimiento con la cabeza—. Ahora que sabes lo del fuego podrás aplicarlo.

—Veintisiete de abril. —Aprieta los labios—. El próximo año espero mi regalo.

—Tú no me regalaste nada. —Me encojo de hombros—. ¿No sabes que hay que dar para recibir?

Me mira entornando los ojos y luego frunce el ceño.

—¿Qué te regalaron?

—El abuelo y Ainakea me regalaron panqueques para el desayuno y un pastel. Pekelo y los chicos me compraron un traje de baño y Kai unos pendientes, me los llevaron anoche a casa y vimos una película. Mamá me regaló un ramo de no me olvides, era precioso, debí habértelo enseñado... Al regresar lo haré...

—¿Cómo tu madre te regaló un ramo? ¿No está fuera de la isla trabajando?

—Supongo que debe haberlo encargado hace tiempo. —Vuelvo a encogerme de hombros—. Pero de verdad, son hermosas y lo mejor es que podré conservarlas para siempre porque están hechas de papel.

—Que bonito. —Sonríe de lado.

—Tienes que verlas. —Agrado los ojos—. Pienso llevarle algunas a Sommer la próxima vez que vaya al cementerio... A ella no le gustaba el aroma, pero no va a importarle si son de papel.

—Ayer hizo un año, ¿no? —pregunta y yo asiento con la cabeza—. ¿Cómo te sentiste?

—Normal. —Me encojo de hombros—. Duele saber que sin importar lo que haga nada va a traerla de vuelta, pero también entiendo que es algo con lo que debo aprender a vivir.

O más bien, algo con lo que necesito desesperadamente aprender a vivir.

—Todo dolor es pasajero, Nhoa. —Pasa su mano por detrás de mis hombros y aprieta el derecho—. No para todos es igual, pero tarde o temprano deja de doler y empiezas a recordar lo bueno sin que se te forme un nudo en la garganta al hacerlo.

—¿Has perdido a alguien que amas? —pregunto y lo veo asentir suavemente.

—Y por mucho tiempo también me perdí a mí mismo. —Sonríe, una sonrisa vaga en realidad—. Por eso te digo, en algún momento dejará de doler.

—Decidí que voy a volver al surf —suelto mucho antes de que mi cerebro procese las palabras—. No ahora, no sé cuando, pero lo haré.

—Entonces supongo que no perderé las esperanzas de que me enseñes por qué dicen que eres la reina de las olas. —Rueda los ojos.

—No querrás competir conmigo, Devon. No vas a ganar.

—Ya sabes que hasta no intentarlo no daré el brazo a torcer. —Se encoge de hombros.

Mientras caminamos debatimos en una pelea infantil quién es mejor surfista. Devon saca por delante todas las playas en las que ha surfeado y los estilos en los que lo ha hecho, pero no puede ganarle al hecho de que yo nací en esta isla y todo lo que conozco está envuelto por las olas, el océano y una tabla.

Al llegar a la casa, la tía de Devon, Adelyn, me toma de la mano y me enseña cada rincón del lugar. Para cuando regresamos a la sala, Ikaia y Devon ya han cargado todo a la camioneta y nos esperan sentados en los sofás.

—Si soy sincera, mostrarte la casa fue una excusa para que no tuviéramos que hacer nada —dice ella, arrugando la nariz.

El gesto me recuerda a Devon y sonrío.

—Hasta que por fin aparecen. —Ikaia se levanta del sofá agrandando los ojos—. Si hubieran tardado dos segundos más Devon habría ido a buscarlas —suelta, mirándolo a él que se rasca la nuca.

—Solo estábamos viendo la casa, Devon. —Adelyn rueda los ojos—. El único motivo por el que estoy aquí es porque sé cómo atraer compradores, ¿cierto, Ainhoa?

Yo sonrío asintiendo con la cabeza y ella alza las cejas en un gesto de superioridad.

—Marchemonos de una vez o mi día de pesca se transformará en tarde y parte de la noche.

Subimos a la camioneta de Ikaia, una Chevrolet C10 de 1964, clásica en la isla. Apenas nos ponemos en marcha, Ikaia y Adelyn se adentran en una conversación sobre pesca, Devon a mi lado me codea las costillas.

—¿No que tú no contaminas? —dice antes de subir y bajar las cejas.

—Exacto. —Niego con la cabeza—. Si alguien pregunta diré que no sucedió.

—Yo diré lo contrario.

—Me tiene sin cuidado. —Me encojo de hombros sonriendo—. Los nativos no suelen creerle a los turistas.

—¿Nunca vas a dejar de llamarme así? ¿En serio? —Se muerde los labios para luego sonreír.

—Nunca dejarás de serlo, Devon.

—Cuando ya no me quede nada por ver en el mundo vendré a vivir a la isla y tendrás que tragarte tus palabras. —Saca la lengua y luego voltea su cabeza hacia el frente.

—Pagaría por verlo.

—Lo verás. —Asiente con la cabeza—. Te lo juro como que me llamo Dominique Devon Space Leroy.

—¿Dominique Devon Space Leroy? —Frunzo el ceño—. ¿No había un nombre más corto?

—Mi madre es francesa y quiso meter sus raíces en mi primer nombre —explica—. No volvieron a cometer ese error cuando comencé el colegio y me llevó mes y medio aprender a escribir mi nombre.

—Yo solo soy Ainhoa. —Sonrío—. Ainhoa Euskal Stone.

—¿Y tú? —dice Adelyn, volteándose hacia nosotros—. ¿También te gusta surfear, Ainhoa?

—Da clases conmigo en la escuela de surf, tía —dice Devon—. Te lo dije.

—Sí, lo sé, cariño, pero puede no gustarle. —Se encoge de hombros a la vez que agranda los ojos—. A mí no me gusta la isla y sin embargo estoy aquí. ¿Y bien, Ainhoa?

Yo asiento con la cabeza.

—Sí, me gusta.

—Yo no estoy muy familiarizada con el deporte, lo poco que sé lo aprendí viendo a Ikaia. —Pone su mano en el hombro de él y luego le da un beso corto en la mejilla—, pero si en algún momento siento el llamado del océano iré corriendo a ti para que me enseñes.

—Devon también es buen profesor —comento y noto como él sonríe.

—No confío en él porque de seguro si algo malo me pasa primero se partiría de la risa y luego me ayudaría.

Sonrío viendo a Devon que rueda los ojos. El camino hasta el puerto Kahului se ve enteramente ocupado por la voz de Adelyn y la mía; hablamos de todo y a la vez de nada, no queda tema sin tocar e incluso una vez estamos en la cabina del yate, ella sigue hablando y yo solo me dedico a escuchar.

No sé cuánto tiempo lleve en la isla, pero pareciera que pasó una eternidad desde la última vez que habló con alguien, porque cuando Devon viene a buscarme para que lo acompañe, ella lo reprende, más no impide que me vaya.

—Es mi invitada, tía —dice él, sonriendo mientras tira de mi mano para sacarme de la pequeña cabina.

—Me hubieras dejado —comento a la vez que lo sigo por el lateral derecho del yate—. ¿No es peligroso estar ahí?

Me cruzo de brazos viéndolo sentarse encima de una toalla en la cubierta del yate. Estoy a punto de informarle que iré en busca de mi bolso cuando reconozco la tela blanca que asoma por detrás de su mochila.

—¿Vienes? —Hace una seña con la cabeza hacia la toalla extendida a su lado y yo sonrío.

Me siento a su lado y cierro los ojos dejando que la brisa del mar me de en el cabello. Es increíble como el aroma cambia aquí afuera; la isla huele a libertad, pero el océano huele a mucho más y no hay aroma que se le compare como para describirlo.

Deben de pasar al menos diez minutos hasta que decido estirarme hasta mi bolso y sacar el libro que metí hoy en la mañana para intentar leer mientras estuviera aquí. Junto con eso, también metí mis lentes de sol, protector solar y algunos snacks.

Devon abre los ojos y me contempla algunos segundos mientras yo busco la página en la que me quedé hace algunos días, luego vuelve a cerrarlos y recuesta su cabeza en sus brazos.

—¿De qué va ese? —pregunta, estirando su mano hacia sus lentes de sol.

—Una chica que hace un intercambio estudiantil a España, se enamora de un chico y, aunque son perfectos el uno para el otro, la vida no los quiere juntos así que acaban separados.

—Qué mierda de historia. —Arruga la nariz—. ¿Por qué lo vuelves a leer si ya sabes cómo acaba?

—No lo he leído, pero era el favorito de Sommer y me habló de la historia miles de veces. —Cierro el libro y volteo a ver a Devon sonriendo—. De hecho, aprendió español solo para poder leer a la autora en su lengua madre.

—Estaba loca —dice él y yo aprieto los labios.

—En realidad... —Ruedo los ojos—. Durante mucho tiempo hubieron rumores de que el libro estaba basado en la vida de la autora y ella no quería perder el hilo del chisme en las traducciones... Si me lo preguntas a mí, más que loca, era inteligente.

—¿En cuánto tiempo aprendió español? —Arquea una ceja.

—Dos meses que fue lo que tardó en llegarle el libro.

—¿Crees que Sommer habría escrito un libro sobre su vida?

Niego con la cabeza.

—Sus historias favoritas eran las de romance así que seguramente se habría inventado alguna porque tampoco es que estuviera muy interesada en todo el tema del amor real.

—¿Escribirías sobre tu vida? —Se quita los lentes de sol y me contempla haciéndole sombra a su rostro con su mano.

—Primero que nada, no escribiría. Y segundo, mi vida no es tan interesante como para escribir sobre ella. Nadie leería eso.

—Yo sí. —Se encoge de hombros.

—Dijiste que no te gusta leer. —Ruedo los ojos.

—Haría el esfuerzo. —Se coloca otra vez los lentes de sol—. Solo asegúrate de escribir mi personaje más lindo de lo que ya soy.

—Y con un corte de cabello mejor. —Vuelvo a abrir el libro sonriendo.

No pasa ni medio segundo hasta que siento como me golpea la cara con una toalla enrollada y me quejo soltando un chillido. Cierro el libro y me volteo hacia él buscando golpearle la cabeza con el mismo, pero antes de que llegue siquiera a tocarlo, me quita el libro extendiendo su brazo hacia atrás y cuando intento recuperarlo toma mis dos manos en una de las suyas.

Mis rodillas se están clavando contra sus dorsales y lo único que impide que mi cuerpo caiga encima del suyo es el agarre de sus manos en las mías.

—¿Y ahora? —pregunta.

Mi cabello cae sobre su cara y aunque apenas alcanzo a ver su rostro, aún así noto su sonrisa.

—Como sueltes mis manos te aseguro que me caeré.

—Qué lástima.

Y entonces me suelta.

Mi cuerpo choca con el suyo y lo escucho reír. Aparta un poco el cabello entre nosotros y fija su mirada en la mía. Noto como poco a poco su sonrisa se va enseriado y frunzo el ceño.

—¿Quieres un poco de vi... —Adelyn se detiene en seco al vernos y en cuanto proceso la forma en la que estamos entiendo por qué.

Devon sin camiseta, yo con un traje de baño y un vestido de rejillas que equivale a que no tuviera nada puesto, mi cuerpo encima del suyo.

—Estaré en la cabina... Lo siento...

—No estamos haciendo nada, tía —dice Devon, riendo mientras yo vuelvo a acomodarme sobre mi toalla.

—Solo venía a ofrecerle a Ainhoa un poco de vino —Adelyn sonríe y luego extiende su mano hacia mí con una copa en ella, pero yo niego con la cabeza agradeciéndole de todas formas—. ¿La están pasando bien?

Asiento y ella sonríe. Devon se endereza, acomoda la toalla con la que me golpeó y luego vuelve a recostarse ahora apoyando su cabeza en ella.

—¿Ikaia ya logró pescar algo? —pregunta y Adelyn niega con la cabeza a la vez que agranda los ojos.

—Cree que debe ir más mar adentro, pero no sé, no tengo ni la menor idea de peces, ni agua. —Se encoge de hombros—. Solo él entiende de esas cosas.

Nos regala una sonrisa antes de darse media vuelta y marcharse por el lateral del yate.

—Debió pensar que soy una desubicada —suelto, cubriéndome el rostro con las manos.

—¿Por qué?

—Mírate y mírame, ambos llevamos poca ropa y... estaba encima de ti... Dios mío, es peor de lo que pensé.

Él carcajea y yo lo miro enseriada. No conozco a Adelyn, es la primera vez en la vida que la veo y no quiero que piense que soy una mala influencia o algo por el estilo porque puede comentárselo a cualquiera y esas cosas corren rápido por la isla.

—No reaccionó así porque pensara que estábamos haciendo algo. —Niega con la cabeza frunciendo el ceño—. Sí creo que se sorprendió... pero por la cercanía...

Lo miro con los ojos entornados y él sonríe.

—Creen que eres mi novia y que lo estamos ocultando por lo de la creencia de los nativos. —Alza las cejas.

—¿De verdad? —Él asiente.

—Sí. Les dije que estamos casados, esperando nuestro primero de siete hijos.

Ruedo los ojos y él carcajea.

—No llevas siquiera un mes en la isla, ¿cómo pueden pensar que tuviste tiempo para conocer alguien y encima enamorarte? —Niego con la cabeza.

—Adelyn dice que al ver a Ikaia instantáneamente sintió algo por él y cree que para todos funciona igual. —Se encoge de hombros.

—No creo que se decepcione al saber que no funciona de ese modo.

—Siempre le he dicho que el concepto que ella tiene por amor a primera vista en realidad es atracción a primera vista.

—Haya sido lo que haya sido, no parecen haberse equivocado. Se ven felices.

—Lo son. —Sonríe—. Me lo hace saber cada vez que dice querer lo mismo para mi.

—Algún día lo tendrás. —Me recuesto en la toalla y dejo que el color celeste radiante del cielo me ciegue la vista—. Todos encontramos a alguien eventualmente.

—No todos. Tú por ejemplo, si te niegas a salir de aquí...

—¿Quién sabe? Quizá el amor de mi vida está ahora mismo en un barco camino a la isla para encontrarme.

Él entorna los ojos.

—Eso solo pasa en los libros esos de Sommer.

—Entonces supongo que debería ponerme a escribir uno sobre mi y obligar al amor de mi vida a encontrarme.

—Recuerda que mi personaje tiene que ser más lindo de lo que ya soy. —Fija sus ojos en los míos—. Y también hazle uno a Adelyn, le hará ilusión.

Ruedo los ojos regresando mi vista al cielo enceguecedor. Permanecemos en silencio, lo único que se escucha es el aullido del viento que sopla desenfrenado como si no hubiera un mañana. Después de varios minutos suelto un suspiro y finalmente acabo hablando.

—Gracias, Devon.

—¿Gracias por qué? —Giro mi cabeza hacia él abriendo los ojos.

—Por esto. —Dejo que en mis labios se forme una suave sonrisa.

Él sonríe de lado y ambos volvemos a girarnos hacia el enorme cielo sobre nosotros.

—De nada, despeinada.

Lo codeo y él suelta una carcajada.

—Turista.

*Waapa: barco/yate

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