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Epílogo

De fondo se escuchaba el sonido de una melodía interpretada con notas dulces de un piano. Los invitados iban llegando, era un abanico de mezclilla entre aquellos famosos, y algunos que no lo eran, sorprendiéndose de a quién se encontraban en el evento. Naturalmente, en la puerta había un control que se aseguraba que cada invitado estuviera incluido en la lista. Una lista larga y densa.

    Se tomaban un tentempié a la espera de que llegara la hora de la ceremonia, mientras la novia lidiaba con los terribles nervios.

    —Mandé invitaciones a toda la parte de mi familia. ¿Habéis visto a alguien de ellos? A ver, la mayoría destacan por ser asiáticos o parecer que están perdidos entre una muchedumbre de famosos o adinerados. ¿Los habéis visto?

    —¿Quieres dejar de preocuparte por eso y centrarte en lo tuyo, cariño? —le pidió Daria.

    —¡Mírame! Tengo ojeras de no dormir en toda la noche. ¡Estoy atacada!

    —¿Atacada? No lo parecías tanto en tu despedida de soltera —tarareó Daria con diversión torciendo una sonrisa malvada.

    —¡No estoy hablando de eso!

    —¡Pues trata de relajarte, joder!

    Tomó aire con fuerza en busca de un equilibrio. ¿Dónde estaría Jayden? ¿Y Jaxon? ¿Y Linda? ¿Habrían ido a recogerla al psiquiátrico? ¿Cómo estaría? ¿Qué había de Anthony? Era el padre de Seth. Tenía que estar en la ceremonia, por muy cabrón que le pareciera a su hijo.

    —Necesito saber que todo está bien.

    Daria la sujetó por los hombros. La miró a los ojos.

    —Todo... está... bien... —recitó, como si se tratara de una profesora de yoga y sanación.

    Ámbar sacudió la cabeza.

    —No te creo.

    Daria echó la cabeza hacia atrás lanzando un gruñido.

    —¡Quieres tranquilizarte! —gritó, molesta.

    —Venga, cielo. Todo va a estar bien. Ya lo verás.

    La maquilladora y peluquera que se contrató para ponerla perfecta tocó su hombro con dulzura. Sasha era una mujer de unos cuarenta, con tinte pelirrojo, tatuajes estilo pin-up, y peinado y estilo a juego con ellos, además de unas grandes gafas rojas de pasta que resaltaban unos ojos de un azul profundo.

    —Opino igual que tu amiga. No tienes que temer nada.

    —Mi madre no acepta a mi novio. Mi hermana está tan en contra mía como ella. Y mi padre tampoco es que tenga ganas de querer a Seth como yerno. ¿Cómo quieres que esté? Mi suegra está malita, su exmarido aparecerá con la jovencita que lo hace tomar el título de asaltacunas. Y mi cuñado no está porque falleció y Seth va a llorar lo que no ha llorado nunca entre todo. ¿Y los Maroon 5 no están aquí?

    Daria, alzó una ceja, sorprendida con lo último.

    —¿Qué? ¿Tenían que venir?

    —¡Quería que tocasen en mi boda!

    —A ver, tienes a los chicos. Lo hacen tan bien como ellos.

    —¡Lo sé! ¡Lo sé! Pero les falta el vocalista que se estará casando. ¡Va a ser un poco desastre!

    Daria volvió a gruñir.

    —¡Como me cabrees mucho hago entrar a Jaxon que está afuera esperando a que salgamos!

    —¿Está afuera? —Se levantó como un rayo, dispuesta a ir en su búsqueda—. ¿¡Por qué no me lo has dicho antes!?

    Daria la devolvió a su lugar, haciendo toda la fuerza posible para detenerla, pues estaba imparable.

    —¡Quédate ahí, quieta! Y ponte guapa. O llegarás tarde a tu boda.

    —¿Seth está abajo? No me dejará plantada como Mason, ¿no?

    Daria puso los brazos en jarra.

    —¿No se supone que eres tú quien conoce mejor a tu chico?
—¿Y si le asaltan las dudas a última hora?

    —Le meto un tortazo que le hará recordar a qué vino.

    —Eso no ayuda, Daria.

    —Valeeee. Sasha, ponla bonita. Esta chica se casa hoy sí o sí, porque mi futuro esposo escribirá su historia.

    —¿Tu chico es escritor?

    —Así es, Sasha.

    —¡Vayaaaa! —se sorprendió la mujer.

    —Y un famoso escritor —subrayó—. Así que, o estos dos se casan, o a mi futuro marido se le irá el próximo proyecto por el retrete.

    Ámbar respiró muy hondo, esperando llenar a tope sus pulmones de oxígeno puro y adecuado. Eliminar el nivel descompensado entre el O2 y el CO2 que se estaba produciendo en sangre, comenzando a experimentar el molesto aturdimiento y ahogo. Tenía una taquicardia de las buenas y si no se calmaba, acabaría en un hospital, en vez de en el altar.

    Abie apareció en la habitación dando un fuerte portazo. Ámbar la había incluido en el grupo de damas de honor, junto a unas primas de Seth que había conocido un poco antes de la ceremonia. Se lo había propuesto a su hermana por cortesía, y porque creía que esta se bajaría del pedestal para portarse adecuadamente, y no como lo hizo. No obtuvo respuesta. Así que tuvo que improvisar.

    —¡Tú! Ya estás saliendo de aquí cagando leches.

    —¡Oye! ¿No sabes llamar? —reaccionó Ámbar, enfadada—. Regañaré a Jaxon por dejarte pasar.

    —¿Recuerdas que Jaxon es mi chico? Y otra cosita. ¿Recuerdas que me has escogido para formar parte de las damas de honor?

    —Empiezo a arrepentirme.

    —Ya. Claro. —Chasqueó la lengua—. No me hagas ponerme en plan Chuck Norris y tira cagando leches hacia la salida. Todo el mundo espera.

    —¿Ya? ¡Pero si aún no hemos acabado!

    Sasha la hizo sentar de nuevo y terminar los pocos retoques que quedaban por hacerle.

    —Esto ya está casi. No te pongas nerviosa.

    —Abie, ¿has visto a alguien de mi familia?

    —¡No los conozco! ¿A mí qué me cuentas? La señora Mathew sí ha llegado. Por lo que, si la decepcionas, cobras —levantó el puño.

    —No amenaces a la novia o tú serás quien salga mal parada.

    —Tengo el arma de defensa adecuado —le recordó a Jaxon.

    —Él aún ejerce de guardaespaldas de Ámbar. Así que sales perdiendo, preciosa —tarareó con saña, Daria.

    —Ponlo a prueba y verás.

    —Vale. Menos cháchara y salid afuera —entró gritando Adele, una de las primas de Seth, que entró en la habitación con unas prisas apremiantes.

    —Lo que me faltaba. Más competencia —gruñó Abie, mucho más bromista. Aunque no lo pareciera, se sentía feliz de que Ámbar la considerase como de su familia, a pesar de su agrio carácter, y sus malos modos para con ella.

    —Vale. Vamos bajando —azuzó Daria a su amiga ayudándola a cargar con el peso de la falda y de la cola del vestido. Un vestido de novia en color blanco, con escote en pico, cola de estilo catedral, mangas con transparencias y emparrados de flores de organza a juego con la falda y corpiño sin tirantes, ceñido.

    Se dieron prisa. Abajo las esperaban el resto de la corte. Jaxon había corrido detrás de ellas. Llevaba los anillos en el bolsillo derecho de su chaqueta. Vestía un smoking en negro, camisa blanca y pajarita. Estaba arrebatador.

    —Jaxon. ¿Seth está en el altar? —intentó averiguar ella con urgencia.

    Él elevó una ceja, estupefacto.

    —¿Lo dudas?

    —A la novia le han entrado todos los miedos habidos y por haber, de repente —informó Abie poniendo cara de manzanas agrias.

    Él emitió un chasquidito con una risilla burlona.

    —Madre mía. ¡Me vais a matar! Estoy de vosotros hasta aquí —señaló el alto de su cabeza.

    —No es verdad. Nos quieres mucho —discutió Ámbar como solía ser costumbre, colocando una mueca de enojo.

    Él sonrió.

    —Así me gusta. Que regrese la Ámbar cabrona y protestona. Eso significa que te estás relajando.

    —Joder, Jaxon, vas a cobrar —lo amenazó ella alzando el puño.

    Este estalló en una carcajada.

    —Ya cobraré luego. Ahora hagamos lo que hemos venido a hacer aquí. Si no, ¿por qué llevo este disfraz de pingüino viéndome tan ridículo, a lo James Bond? ¡Y no me pidas que tire pétalos de rosas porque paso! —avisó, frunciendo el entrecejo.

    Abie acarició su brazo, aunque seria, como era su carácter normal.

    —¡No seas tontaina! Estás arrebatador. Si no, que me lo pregunten a mí.

    Él se deshizo de su agarre.

    —Anda, suelta, no terminemos mostrando un duelo entre titanes que haga quedar a Ámbar en ridículo, entre llaves de estrangulamiento e inmovilización.

    —¡Ese sería todo un espectáculo! Lo peor, si lo hacemos, los novios no nos van a pagar por ello —protestó esta, mirando a Ámbar, cambiando su gesto a otro más sombrío, entrecerrando los ojos.

    —Chicas. Vamos. Nos avisan de que la música empezará a sonar en un par de minutos.

    —¡Ay! ¡Estoy muy nerviosa! —gritó Ámbar.

    —¿Tú nerviosa? Ni metiéndote un escorpión por el escote estarías nerviosa —criticó Jaxon aguantándose la risa.

    —Me metes un escorpión por el escote y te quedas sin pelotas —lo señaló.

    Este alzó las manos defendiéndose.

    —Lástima. Has arruinado mi momento divertido —lamentó humorísticamente en una risilla revoltosa que contagió al resto con la broma.

    Daria colocó el velo de Ámbar por encima de su rostro, ocultándola del mundo.

    —«Si tú saltas, yo salto, ¿recuerdas?» —mencionó Daria rememorando a Jack Dawson de Titanic.

    Ámbar miró a su amiga extrañada.

    —¿Recuerdas que Jack acabó ahogándose porque no cabía en la tabla, o así lo quiso el director de la película, yo opino que sí cabía? ¿Crees que vaya a hundirme con esto como le ocurrió a él?

    —Si vas a hacer el ridículo, que es a lo que temes, estaré a tu lado para hacerlo contigo. Recuerda que soy la madrina de tu boda.

    El gesto de Ámbar se suavizó.

    —Eres la leche, tía.

    —Soy aquella que va a entregarte al novio, y que luego le pediré que te devuelva a mí a ratitos.

    Eso la hizo soltar una carcajada.

    —Recuerda que, en el pack de tu futuro marido, voy a seguir estando yo —le recordó Jaxon.

    —Y en el mismo pack voy yo —le recordó Abie.

    Ámbar alzó las manos rogando que se callaran.

    —Vale ya. Empeoráis mi estado nervioso —protestó, escuchando ya los primeros acordes de una melodía lenta, pero reconocida, que la pilló por sorpresa y la hizo sonreír. Porque sí. Porque allí afuera estaban los Maroon 5 haciendo sonar para ella la canción Sugar, aunque a un ritmo más ralentizado y emotivo. Las lágrimas de emoción no tardaron en aparecer en los ojos de Ámbar. Sobre todo cuando Jayden apareció con una ancha sonrisa pidiéndole que se anclara de su brazo —así lo había pedido Seth para que ella no se sintiera desolada o desamparada imaginando que Eugene no iba a aparecer—. Ella asintió obedeciendo. Daria los esperaba en el altar junto a Seth. Jaxon iba detrás de ellos, al mismo paso solemne. Las damas de honor, detrás de este. Y se acentuaron cuando se encontró con la mirada de Seth esperándola en el improvisado altar, en el jardín, con los invitados presentes aplaudiendo, junto a un Jayden tan emocionado como si fuera el mismo padre de este.

    De camino, se fue encontrando con los rostros más cercanos. Los fue saludando con una sonrisa y un alzamiento de mentón cortés. Para Linda hubo un beso en la distancia. Para los chicos del grupo, un asentir dándoles las gracias por haberles dejado entrar en su particular familia. Para Anthony —su esposa vestía llamativa, con las tetas casi fuera por el corpiño tan apretado que llevaba, pero iba guapa—, otro asentimiento en respeto por haber estado pendiente de su hijo, aunque fuera desde las gradas. Pero si algo la hizo detenerse un segundo, tan sorprendida que no era capaz de creerlo, fue cuando llegó a la altura de la fila donde estaba su hermana de pie, aplaudiendo, junto a su preciosa hija, y su guapo marido. Ese era un gran regalo para ella. Aunque la decepción de no ver a sus padres en la ceremonia fuera similar a que le hurgaran con un punzón en sus entrañas, su hermana y su familia sí estaban allí, aplaudiendo y sonriéndole. Dedicándole su tiempo y su cariño a ella. Le hizo una señal. Ella negó. Ámbar insistió. No importaba que no fuera con la misma indumentaria que el resto. Quería que formara parte de la corte de honor. Reiko obedeció, dándose una caricia de manos al pasar cerca de ella para tomar su lugar, detrás de Jaxon.

    Todos aplaudían. Finalmente, habían hecho acto de presencia parte de la familia de Ámbar, que se mezclaba con los de Seth, al ser muchos menos que estos. El jardín estaba hasta la bandera. No cabía ni un alfiler. Los flashes no dejaron de estallar como fuegos artificiales. Las cámaras de grabación inmortalizaban el momento. Habían invitado a unos pocos y privilegiados reporteros que contarían el feliz momento en todos los medios, claro está, a un módico precio.

    Llegaron hasta el altar. Jayden se la entregó a Seth. Él le apartó el velo sobre su cabeza y le dio un beso en la mejilla. El juez de paz que esperaba a que le tocara el turno de iniciar la ceremonia empezó con ella, escuchándose un silencio sepulcral, y un sorber de narices y sollozos, o suspiros, además de algunas toses, a pesar de estar al aire libre, con el silencio, todo se escuchaba a la perfección.

    —Nos encontramos aquí reunidos para unir en matrimonio a Jerome Gardner y Ámbar Thompson...

    Durante la ceremonia, los flashes de las fotos, los suspiros, los «sorber de nariz» se fueron acentuando por la emoción y la importancia que iba tomando la ceremonia alcanzando el momento más importante: la respuesta de los novios, y después, que pasaran la prueba de fuego cuando el juez de paz preguntara si alguien presente no tenía impedimento alguno para que se oficiara su boda. Hubo minutos de tensión con Seth temiendo que sus padres aparecieran e impidieran su enlace. No ocurrió. Y se sintieron todos mucho más tranquilos cuando los anillos ocuparon su lugar, con Jaxon tan emocionado que soltó una lagrimilla. A Ámbar le entró la risa tonta. Nunca lo había visto tan vulnerable y expuesto. Era de carne y hueso. Era de agradecer. Al igual que Seth.

    Los chicos de los Electrocuted tocaron un par de canciones casi a capella en momentos puntuales de la ceremonia. A pesar de no tener a su vocalista, Danno tenía una voz perfecta para interpretar cualquier canción que se le ocurriera. Por ello hacía los coros en el grupo. Por su bonita voz.

    Un aplauso ensordecedor estalló cuando el juez de paz los declaró marido y mujer. Y vinieron las felicitaciones. Ámbar jamás pensaría que conocería a tantas caras conocidas del mundillo de la música, incluso del cine y otros. Tenía pensando sacarse una foto con todos ellos para fardar. Era como si estuviera soñando despierta. Sobre todo se sacaría una foto con los Maroon 5, su grupo favorito, que la felicitó, con abrazo incluido de Adam Levine que la hizo sentir escalofríos. Seth sonrió feliz de verla tan emocionada como una niña pequeña con zapatos nuevos.

    Fotos. Más fotos con las familias. Ese abrazo de fraternidad y reconciliación con su hermana que provocó risas y llantos a la vez, durante el memorable instante. Con la señora Mathew felicitándola, incluyéndola en la foto de los más cercanos. Había viajado a Austin junto a su hija Eleanor. Con Akemi tirando de la falda de Ámbar en la foto de familia para que la subiera en brazos. Seth se ofreció para ser quien la cogiera y la alzase para estar a la misma altura que su tía y sacarse una foto.

    —Ojalá mamá y papá hubieran venido —lamentó Ámbar.

    Reiko acarició su rostro.

    —Un día se darán cuenta y recularán.

    —Mamá no es de esas.

    —Espera a que llegue su primer nieto por vuestra parte, y ya me contarás. Se le va a caer la baba como con Akemi. Ya lo verás.

    —Ojalá. No me gustaría estar peleada con ellos.

    —No lo estarás.

   Seth la reclamó.

    —Nos toca bailar el vals.

    —¿Qué? ¡Se me da fatal bailar el vals! —se quejó ella.

    —Tengo pensado algo bonito para esta ocasión. Mira quién acaba de entrar. Ha llegado un poquito tarde. Pero a hora para cantar.

    —¿Qué?

    Ed Sheeran se acercó y felicitó a la feliz pareja. Ámbar no podía creerlo. ¡Ed Sheeran iba a cantar para este momento tan emotivo! ¡Para su baile especial!

    —Siento llegar tarde, tío. El vuelo se ha atrasado —se disculpó, chocando las manos con Seth.

    —Llegas a tiempo. Gracias por venir.

    Este asintió.

    Se subió al escenario. Los chicos del grupo de Seth se ofrecieron para acompañarle en la canción. La canción Perfect empezó a sonar, con la vibrante voz de Ed Sheeran acompañándolos. Estaba siendo un día muy especial. Un día más especial para Ámbar, que se creía flotar en una nube de dicha y euforia de la buena. Daria juntaba los puños debajo de su barbilla, emocionada, de pie, para verlos bailar. Izan la abrazó haciéndola partícipe de su propia felicidad. Abie tiró de Jaxon para abrazarlo. Este gruñó al principio. Finalmente se dejó abrazar, no demasiado convencido de que no terminasen sintiendo ese arrebato de amor que los llevaran a interpretar una violenta escena de pasión y desenfreno fogoso, en los baños del rancho. Reiko lloraba como una magdalena. Keiji trataba de consolarla, sonriente. Mientras que la pequeña Akemi estaba demasiado ocupada jugando con los niños que habían asistido a la fiesta, correteando de aquí para allá, custodiados por un par de animadores infantiles que se aplicaban bien en sus cuidados.

    —Jamás habría soñado esto. Jerome, esto es...

    —El mismo cielo. Contigo, el mismo cielo —aseguró él terminando por depositar un beso dulce en sus labios que hizo que el publico emitiera un gritito de emoción y aplausos.

    Cuando la canción terminó, se dirigieron hasta donde estaba Linda. Jayden volvió a felicitarlos por su gran amor. Seth se agachó hacia Linda.

    —Gracias por venir a nuestra boda, mamá. Sé que sigues creyendo que soy tu hijo pequeño Cameron. No me importa. Lo importante es que estés aquí.

    Ella sonrió con esa dulzura de madre que derrama tanto por por un hijo.

    —Felicidades, Jerome. Estoy feliz de que, al final, hayas venido a verme.

    Este se sorprendió, observándola sin palabras. Ámbar se agachó para abrazarla.

    —Estamos felices de que estés aquí, Linda. Gracias por venir.

    Ella la abrazó a la vez.

    —Mi preciosa niña. Eres el regalo más grande para mi niño. Estoy orgullosa de ti. Orgullosa de vosotros.

    Seth agarró la mano de Linda, apretándola. Anthony se mantenía al margen, no sin derramar lágrimas, intentando no empeorar las cosas. Habían hecho lo posible para que no se encontrasen en ningún momento, aun estando en el mismo lugar, para no empeorar a Linda.

    —Te quiero, mamá.

    Ella pidió que se inclinase. Le acarició los cabellos.

    —Te quiero mucho, hijo. Jamás lo dudes. Muchísimo.

    Lloró. Seth lloró y Ámbar acarició su hombro sintiéndose emocionada con la escena.

    Jayden los observaba con esa misma emoción que embargaba a esta familia recompuesta, ya no tan rota. Palmeó la espalda de Seth, su ahijado.

    —Vamos a hacer el brindis por vosotros. Habéis traído la alegría de nuevo a la familia. A mi vida, incluso. Gracias.

    Abrazó a Seth. Este lo abrazó sin interponerse, ni protestar.

    —Gracias por cuidar de mí.

    —Es mi deber. Y creo que deberías darle también las gracias a tu padre, que ha cuidado de ti durante todo este tiempo, desde las sombras. No soy quién para arrebatarle el puesto.

    —Claro. Se las daré.

    —Bien. Vamos a por el brindis.

    Se levantaron las copas. Brindaron por ellos. Por esta nueva vida. Por todo lo bueno que había sucedido y sucedería de ahora en adelante si nada lo enturbiaba. Seth se acercó a Anthony para darle las gracias. Este lo abrazó palmeando su espalda.

    —Soy tu padre. Es mi obligación hacerlo.

    —Siento haber sido un poco borde contigo.

    —¿Un poco borde? —arqueó una ceja apartándolo un poco para mirarlo a los ojos.

    —Un poco... demasiado.

    Anthony se rio, volviendo a abrazarlo con fuerza. A palmear su espalda.

    —Ya es agua pasada. Seguiré a tu lado por más que protestes, hijo.

    Su nueva esposa estaba ocupada tomándose fotos y saludando a las caras conocidas presentes, grabándose para su canal.

    —¿Qué le has visto a esa mujer? Te ignora de buenas a primeras.

    Él la miró con ojos enamorados.

    —Ella es así. Y yo estoy feliz de verla así de alborotada y feliz.

   Seth sonrió.

    —Vale. Pues si tú lo aceptas, yo no protesto.

    De nuevo palmeó la espalda de su hijo.

    —Es difícil de entender. Sin embargo, me parece una mujer estupenda.

    —Os deseo toda la felicidad del mundo, juntos, papá.

    Este asintió.

    —Gracias, hijo mío.

    —Bien. Y... —buscó con la mirada a Daria y a Abie—, ha llegado el momento de tirar el ramo. Os quiero en el grupo de solteronas —bromeó, divertida.

    —El ramo lo pillaré yo —sacó pecho Abie.

    —Ahí voy a discrepar, muchacha —interfirió Daria sacando más pecho aún—. El ramo será mío. Amor, tú ve tomando nota —pidió a Izan que se desternillaba con ellas.

    Por el micrófono se anunció el lanzamiento del ramo. La tensión tomó su inicio. Ámbar se puso de espaldas a la comitiva. Y lo lanzó. Se escucharon gritos de euforia. Aunque no, de ninguna de las contrincantes que se habían retado.

    —Pues nada... me pienso casar igual —gruñó Abie por lo bajo. Eso hizo que Ámbar y Seth estallasen en una carcajada. Daria puso cara de «me importa un rábano». Luego se unió a las risas, junto a Jaxon e Izan. Junto a Jayden y Anthony, que habían seguido el momento de cerca. Anthohy, escondido de Linda, pero con los ojos vidriosos al verla tan enferma y delicada. No es que la hubiera fallado. Simplemente se apartó, cuando todo lo que ocurría en sus vidas era peor para ambos, hiriente, difícil, cuesta arriba. Y aunque hubiera rehecho su vida con otra mujer, seguía adorándola. Linda había dejado una bonita huella en él, a pesar de no haber cuajado la relación.



     NOTA DE LA AUTORA: Legamos al final. Ha sido una edición que me ha gustado mucho más que aquella que tenía escrita con anterioridad. Han habido muchos cambios. Nuevos personajes. Nuevos giros en la historia. Giros que me han llevado a triplicar los capítulos cuando, antiguamente, constaba de muy pocos capítulos. Sí. He dejado algún frente abierto porque son situaciones que, en la realidad, no son tan fáciles de solucionar. El tiempo es quien dicta esa resolución, o derrota. Me va a dar mucha pena despedirme de mis chicos cuando me han dado momentos tan entrañables, y muchos otros divertidos.  Quiero dar las gracias a Indira por ser mi lectora cero y darme un toque cuando ve un error. Alos que leéis y comentáis pues es un impulso de ganas de satisfacción. De seguir escribiendo. Creando historias y sueños. Gracias a los que me habéis acompañado hasta aquí. Porque confiáis en mí. En mis historias. Mil gracias. Y hasta la próxima historia. Un abrazo.

https://youtu.be/irw3IbjP3vQ

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