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9. Al descubierto

    Ámbar estaba agotada. Ella y Daria no habían dejado de bailar desde la primera canción que los Electrocuted interpretaron. Estuvieron magníficos. Inigualables y guapísimos, opinaban ambas. Ámbar consultó el teléfono. Brayden aún no había respondido. Pensó que seguramente continuaría en el trabajo. Igual respondería más tarde. Esperaría su mensaje. Ojalá y Brayden hubiera podido asistir al concierto. Habría sido divertido tener un duelo de bellezas masculinas. Puntuar cuál era más sexy y perfecto.

    Se empezó a desalojar el estadio. La gente salía feliz, satisfecha por haber estado presente en un concierto así de apoteósico. Estaba agradecida por no haberse tropezado con Abie. Estaba temiendo ya encontrársela a la salida, por mucha gente que hubiera. Porque ella era así. Como el pájaro que defeca sobre alguien cuando no se lo espera.

    El sonido de un mensaje entrante le llegó.


  Brayden

    •«Siento no haber respondido antes. Me hace feliz saber que he dado en el clavo con el regalo... de amigos. Aunque, como bien dijimos, los amigos no se besan»

¿Por qué tenía que ser tan capullo?, pensó ella. No se cortaba nada a la hora de ir al grano. A la hora de tirar la piedra sin esconder la mano.


  Ámbar

    •«Ve con cuidado. Y regresa bien a casa. ¿Cuándo regresas?»


  Brayden

    •«Cuanto interés de repente. ¿Me esperas por alguna razón en concreto?»


  Ámbar

    •«¡No seas idiota!»


   Brayden

    •«Espero que hayas conseguido tu deseo de tocar a tu ídolo. Por eso te pedí la primera fila»


  Ámbar

    •«Eres increíble, Brayden. He podido coger su mano. Ha sido una experiencia indescriptible»


  Brayden

    •«Me hubiera gustado verte la cara. O has hecho foto, ¿verdad? Seguro que no. Y luego me tachas a mí de malo».


    —¿Con quién chateas? —quiso saber Daria al ver las exageradas muecas que hacía.

    —Con Brayden. Le estoy dando las gracias.

    —Dáselas a la vez de mi parte.


  Ámbar

    •«Mi amiga Daria te da las gracias»


  Brayden

    •«Dile que ha sido un placer cumplir tu deseo»


    Efectivamente, él iba a por todas. Directo, como un dardo buscando el punto rojo del centro de la diana.

    —Dice que «encantado» —mintió Ámbar.

    Daria entornó la mirada.

    —¡Eso no es verdad! —La señaló—. Tu gesto me dice que te está escribiendo algo que no te gusta nada.

    Ámbar rodó los ojos.

    —Es directo, Daria. Este tipo va directo a lo que busca. Y no quiero que me convenza. Sería como un rollo pasajero. Y no creo que pueda soportar uno de esos cuando soy tan enamoradiza.

    Su amiga le acarició el pelo con la intención de levantarle el ánimo.

    —Yo misma he llegado a un punto que quiero experimentar sin que me hagan daño. Entonces, lo que hago, es convencerme de con quién me quedo, y con quién no, pero sin dejar de disfrutarlo.

    —¿Qué pasa con Izan? ¿Le has dicho algo?

    —No. No soy capaz. Viene, se toma el café y se marcha. Pero mientras se lo bebe, le observo cuanto puedo. Suele llevar un ordenador con él y se pasa el tiempo escribiendo.

    —¿En qué trabaja?

    —¿Viendo esto? Podría ser escritor —respondió Daria sin prácticamente pensarlo.

    —O trabaja a través de internet.

    —Hombre. Pues también.

    —Qué intriga. Podrías preguntárselo.

    —¿Quieres que me tache de entrometida?

    —¡No! ¡Claro que no! Pero si no preguntas, seguro que no lo sabrás.

    —Claro. Como tú te dejaste besar primero antes de preguntar.

    Ámbar le dio un pescozón.

    —¡Ahí te has pasado!

    —¡Pues déjame en paz! Luego me etiquetas de espabilada.

   Ámbar arrugó el ceño a punto de despotricar. Daria puso la misma mueca. Acabaron muertas de risa. No se habían contenido al ver la cara que estaban poniendo durante la contienda. En el fondo, la pelea no iba en serio.

    Daria intentó ponerse seria para seguir aguijoneándola de broma. Se frotó la nuca.

    —Además de espabilada, agresiva. —Fue a darle otra vez. Ella se apartó sin parar de reír—. Van a pensar que nos hemos pasado de copas.

    —Eso tú. Yo no bebo.

    —Sigues mintiendo, bonita.

    —Suerte que no es un gigoló como Bayden.

    —¡De verdad! ¡Vas a cobrar! —la amenazó, muerta de risa.

    Fueron en busca del coche. El estadio se vació más deprisa que se llenó, y ahora el caos estaba fuera. Para sacar el coche de aquellas calles iban a vérselas moradas. Habría salido mejor ir y regresar en taxi.

   Estaban llegando al coche. Llegó un mensaje al teléfono de Ámbar.


  Brayden

    •«Llega bien a casa»


    Daria, que lo había leído junto a su amiga, puso carita de emocionada y medio pucherosa, y soltó un exagerado: Pero qué mono.

    Ámbar la miró frunciendo el ceño.

    —¡Eres una cotilla! ¿A qué viene leer por encima de mi hombro mis mensajes! —dijo, tratando de no reírse.

    —Dile que se venga con nosotros a tomar algo.

    —¡No está aquí! ¿Recuerdas?

   —Pues que haga una videollamada y nos enseñe un poco de dónde está. Y de paso veo su cara linda.

   Rodó los ojos con una exhalación de cansancio.

    —Entre nuestras suposiciones, y nuestros intentos de persuasión, nos va a mandar a la mierda.

    —¡Díselo! —señaló hacia el teléfono—. Me tiene intrigada. Si es verdad que tanto se parece a Seth.

    —¡No pienso hacerlo!


  Brayden

    •«Acabo de llegar al aeropuerto. ¿Te hace una copa? Podemos tomar algo en mi casa. O en la tuya. Tengo ganas de ver a esa pelusa blanca que llamas gato»


    Le sacó una sonrisa.

    —¿Qué dice ahora? ¡Venga! ¡Soy tu mejor amiga!

    Ámbar giró la pantalla hacia ella. Daria la sujetó por los hombros, asintiendo.

    —¡Acepta! ¡Tienes que aceptar! ¡Venga!

    —Bueno... yo... —Se le atropellaron las palabras con la emoción—. Ya... yo...

    —¡Deja de balbucir y responde que sí!

    —¡Ya voy, joder! «Mariaprisas».

    Lo hizo. Y respondió con un: «nos vemos debajo de mi casa. Traje el coche al concierto».

    Una mujer bien vestida y con pintas de aire de grandeza las alcanzó colocándose delante para frenarlas.

    —¿Eres Ámbar?

    Era una desconocida. Por lo que hubo cautela.

    —¿Quién lo pregunta?

    —¿Qué relación hay entre tú y Seth?

    Ámbar se quedó pálida. Daria aún más. Se rio nerviosa.

    —No sé de qué me estás hablando. Ya quisiera yo. Pero no...

 —No es necesario que te hagas la desentendida. Se os ha visto salir de tu domicilio en un par de    ocasiones.

    Ella soltó una risotada cogiéndose de la barriga. Daria estaba completamente descolocada sin saber qué reacción tomar.

    —Ese tipo es Brayden. Es... se le parece mucho. Pero no es, para nada, el famoso Seth.

    La rubia, alta, de cabello tenido en rubio platino, y ojos verdes, ladeó ferozmente su sonrisa.

    —Veo que no solo a nosotros nos tiene engañados —se burló.

    Eso la dejó un poco pillada. Reaccionó.

    —Mira, no sé quién eres, pero...

    La rubia sacó su acreditación.

    —Me llamo Claudia Bennet. Soy periodista. Y ahora mismo estoy trabajando, como puedes ver. Y me gustaría que no me jodieras la noche porque, caray, llevamos tiempo detrás de este tipo que se esfuerza por no responder a ninguna de nuestras preguntas.

    —Porque no tendrá nada que decir, digo yo —lo defendió.

    —Seth tiene mucho que decir. Su vida podría escribirse en un libro. Y resulta que, ahora mismo, estoy cara a cara con su nueva adquisición.

    Ámbar elevó el mentón para protestar.

    —¡No soy la adquisición de nadie! Así que vete al infierno.

    Daria se ancló de su brazo tirando de ella.

    —Vamos a casa, por favor. Esta tía me está dando grima.

    Claudia le dedicó una mirada corrosiva a Daria por su inoportuno comentario.

   —Si crees que voy a tirar la toalla, vas lista.

    —Y yo te digo, periodista del tres al cuarto, que yo no tengo relación con ningún famoso. Así que déjame de una puñetera vez en paz.

    La rubia la señaló amenazándola.

    —Esto no se va a quedar así.

    Ámbar entrecerró los ojos marcando límites en la conversación, para después largarse con Daria aferrada a ella, sudando mares por el embarazoso momento.

    —Tía, ¿qué está pasando?

    —No lo sé. Pero juro que pienso adivinarlo. Nadie se burla de mí. ¡Nadie!

    Llegaron hasta el coche. Ámbar cogía el volante con una presión que simbolizaba su nivel de rabia. ¿Qué estaba ocurriendo? ¿Quién no había sido sincero? ¿A qué venía meterla a ella en mitad de este caos que no le interesaba nada por muy fan que fuese de Seth? En nada, vería a Brayden. Por muy loca que la creyera, fuera mentira o verdad, iba a interrogarlo de inmediato cuando se lo encontrase cara a cara.

                                                                            ****

    Se sentía emocionado. Jaxon lo acompañó hasta donde Ámbar residía.

    —Los chicos querían que te quedaras. Y Jayden te ha aconsejado que no hagas esto.

    —Necesito verla. Cree que me he ido de viaje. Y que acabo de regresar. —Tocó el hombro de su guardaespaldas—. No pienso perderla. Además, todo está bien. Nadie sabe aún a dónde me escapo cuando no estoy con el grupo.

    —Confías demasiado. Yo no estoy tan seguro de ello.

    —Si hubiera sido así, Jayden ya me habría echado un sermón. Porque hubiera ido directamente a por él, a por mí, a por mi grupo.

    —Pienso que deberías de parar ahora. De detenerte ya. Dudo que nadie te viera salir de la casa de esa chica. Que nadie haya seguido tus pasos. Estás en el ojo del huracán por esa vida tan atormentada que llevas viviendo desde hace tiempo. Porque tu padre también lo está por cómo actúa sin darse cuenta de que alimenta a la prensa con sus salidas de tono y su vida alegra. ¿Quieres terminar como él?

    Lo fulminó con la mirada.

    —Quiero que me dejes en paz. Protégeme. Haz bien tu trabajo. Y en lo que respecta a mi vida personal, déjame en paz. ¿Sí?

    Jaxon siquiera gesticuló. ¿Por qué ese terco incansable no quería entenderlo? Le estaba dando más trabajo del esperado. Igual, incluso pediría una subida en sus honorarios como no cambiase de actitud, pues la cosa se estaba poniendo de mal en peor. Y su propia vida valía más dinero del que se le pagaba como protector. Esto ya se le hacía cuesta arriba. Por mucho que lo apreciara.




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