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47. Resolución

 Jayden, como padrino de la tan esperada boda, ofreció su rancho, en Austin (Texas), como el lugar del casamiento. Habían anunciado la boda por los medios. Fue un poco doloroso no poder viajar y anunciarlo en persona a sus padres cuando hacía un año que no se hablaban. Se enterarían por los medios. No. No era tampoco correcto que se enterasen de esta manera. Por lo que, finalmente, decidieron mandar invitaciones para la boda por el correo. Ellos tomarían la iniciativa de ir, o, por lo contrario, seguir ignorando a una hija que había decidido el camino de su nueva vida.

    Habían mandado un sinfín de invitaciones, comentado en redes sociales, conciertos, entrevistas... realizaron varias entrevistas para distintos medios de comunicación. Los periodistas se relamían gustosos con ese nuevo material que les aportarían un buen pellizco de dólares, como a ellos mismos, y acierto en su trabajo.

    Además, Seth y Ámbar se lo habían comunicado personalmente a Linda, la cual se alegró como nunca de tan buena noticia, aunque continuase confundiéndolo con Cameron. Ya no le importaba tanto sabiendo que no lo hacía adrede, mucho menos para hacerle daño. Su enfermedad avanzaba con una crueldad máxima. Y solo quería disfrutar del tiempo que la dejaran quedarse entre ellos.

    Recibieron muchos regalos. Anthony se apuntó a preparar una fiesta sorpresa por todo lo alto donde invitó a todos aquellos que conocía, conocidos de su esposa, a aquellos con los que su hijo se llevaba bien —con previo consentimiento suyo, por supuesto—, formando una larga lista de personas con un importante gramour y popularidad. Ámbar invitó a Daria y a Izan. Aquella estaba encantada de codearse con gente de tanta importancia. De conocer a grupos famosos que nunca habría conocido de no estar metida su amiga en este mundillo. De no estar con uno de aquellos famosos que consideraba un Dios, y que ahora formaba parte de su vida. Opinaba que hacían buena pareja. Le había comentado con ironía alguna vez a su amiga que incluso anunciarían por los medios cualquier cambio entre ellos, o ella, incluido un estornudo repentino, un cuesco inesperado en público producido por alguna molestia estomacal, o la visita a los baños de donde fuera, con los paparazzi persiguiéndola a todos lados. O los peores días de regla donde le dirían que se parecía a La niña del exorcista. Y se echaban unas risas.

    Jaxon se sorprendió cuando los novios le anunciaron personalmente que él se encargaría de llevar los anillos.

    —Eso es para los niños. Yo ya estoy demasiado curtido.

    —Nos gusta llevar a nuestro escolta personal con nosotros incluso en el día de nuestro enlace matrimonial. No sé por qué lo dudas —lo regañó Seth.

    Jaxon sacudió la cabeza con incredulidad.

    —¡Estáis locos!

    —Vestirás de smoking oscuro como los hombres de negro, con pinganillo en la oreja incluido, con esos aires de sicario que posees —describió Ámbar cómicamente, muerta de risa—. Incluiremos unas bonitas gafas de sol oscuras.

    —¡No seréis capaces!

    —Oh, vaya que sí.

   Jaxon entornó la mirada para observarla.

    —¿Te estás vengando de mí por algo del pasado? —formuló.

    —Puede.

    Volvió a sacudir la cabeza. Seth se desternillaba vivo.

    —No esperaba que fueras tan rencorosa.

    —En la parte que te concierne, intenta ser más buen chico a la próxima —más risas.

    Jaxon blanqueó la mirada.

    —Eres cínica. Muy cínica. No te pareces en nada a tu mascota.

    —Misha es un blandengue.

    —Misha es un pequeño muy entrañable —opinó Seth entrometiéndose en la conversación.

    —¿Debo recordarte que será, de ahora en adelante, tu hijo peludo? —le recordó Jaxon.

    —Bueno. Ni tan mal.

    —Verás cuando Ámbar lo anteponga a ti en más ocasiones de las que crees.

    —Nos consentirá por igual —le pasó el brazo por los hombros a su prometida—, ¿verdad, cariño?

    —Pues claro —confirmó ella.

    —Más quisieras.


    Habían quedado con Izan y Daria en uno de los huecos libres de la apretada agenda de Seth. Ellos querían darles personalmente su regalo. Un regalo que se había pedido meses antes. «Escribe nuestra historia», le había pedido Ámbar a Izan. Y allí estaba su regalo, envuelto en papel Kraft.

    —Ábrelo tú —le pidió Seth. Ámbar le había pedido, en primer lugar, que fuera él quien lo desenvolviera. Le otorgó el honor a él.

    Habían discutido un poco los títulos. Hubo unas cuantas ideas. Ideas muy buenas para ello. Seth confesó que las mejores canciones que compuso para ella, se acompañaban de acordes de guitarra. Fue el detalle importante para encontrar el nombre adecuado de la novela. Bueno, un primer borrador, ya que un buen libro se toma tiempo escribirlo. Todavía quedaba trabajo por delante.

    Cuando Ámbar le abrió, la emoción iluminó su rostro. «Las notas de tu guitarra». Un homenaje a los acordes que expresaban tanto amor entre los dos como seguían cosechando. Además de los acordes de su voz.

    —Leedlo, y dadme una opinión. Aún quedan capítulos por escribir. Pero tras una ardua documentación, y la que me queda por hacer, estoy casi seguro que quedaréis satisfechos con mi trabajo.

    —Te vamos a hacer famoso, Izan —aseguró Ámbar.

    —Vaya... —rio nervioso—. Eso sería fantástico.

    —Tenemos otro regalo para vosotros.

    Seth y Ámbar dibujaron un gesto de sorpresa.

    —Suéltalo ya, Daria. ¿Cómo puedes ocultar algo tan bueno a tu mejor amiga? —la regañó cariñosamente.

    Daria mostró su mano izquierda. En él había un anillo de oro rodeado de circonitas blancas.

    —Me acabo de prometer.

    —¡No me jodas! —gritó Ámbar. La abrazó, y se pusieron a dar saltitos de alegría. La separó un poco para mirarla a los ojos—. Pero, ¿cuándo...?

    —Hace unos meses que nos lo llevamos planteando. Y, bueno, nuestra relación va hacia adelante. Y queremos consolidarla. Nos casamos en otoño.

    —Esta boda tenemos que organizarla bien, ¿verdad, Seth?

    —¡Sí! Claro. Por supuesto.

    —Será un bodorrio por todo lo alto —aseguró Ámbar.

    —¿Bodorrio? Para bodorrio el vuestro. Ya tengo ganas de que se celebre. Con todas aquellas celebridades que pasarán por allí, voy a ser la tía más feliz del mundo conociéndolos.

    —¿Podré escribir sobre la boda? —quiso saber Izan.

    —¡Hombreee! Formará parte del libro —propuso Ámbar—. ¿Verdad, cariño?

    —A ver, salvo algunos detalles personales que nos los quedaremos para nosotros.

   —Eso está claro.

    —Habrá muchas cosas que contar. Podría constar de una bilogía. O trilogía. Cuando tengáis hijos, sería momento de agregar —comentó Daria emocionada.

    —Nos van a inmortalizar —se emocionó Seth—. Eso sí. Los temas más escabrosos me gustaría que se evitaran.

    —Es vuestra historia. Forman parte de vuestras vidas. No sería tan real si no lo escribiera.

    —Podría tener un matiz de ficción.

    —¿Quieres biografía, o una historia de ficción? Tienes que aclarármelo —refunfuñó Izan.

    Seth se encogió de hombros.

    —No lo tengo muy claro.

    —Deberías...

    —Ay, si el mundo supiera —interrumpió Daria—. Vale. Pues fíjate, querida amiga, a dónde hemos llegado —expresó Daria, con emoción, cogiendo las manos a Ámbar—. Como te dije, somos las musas de nuestros chicos. Y ellos, unos grandísimos poetas.

    —Me vais a sonrojar —protestó Izan.

    —A mí Ámbar ya me tiene acostumbrado a ello —reconoció Seth.

    —¿Te lo dice muy a menudo?

    —Dice que soy un semidiós.

    —Uy, eso lo incluiremos en la historia —aplaudió Daria, divertida.

    —¿Y Jaxon? Ese armario empotrado de cuatro puertas que tanto ha tragado, pobre, y sigue tragando.

    —¿Os hemos dicho que llevará los anillos? —informó Ámbar.

     —¿En serio?

    Esta realizó un asentimiento.

    —¿Has visto la película de los Men in Black? Vamos a ataviarlo con su look.

    —¿Hablas en serio?

    —Por supuesto que sí.

    Daria se mofó de ello.

    —Sois la hostia. En serio. Eso también se incluirá en vuestra historia.

    —Deberíais consultárselo a él.

    —Lo haremos, ¿verdad Izan? —Este hizo una inclinación de cabeza—. Pues ya está. Ya tenemos datos recabados importantes. ¿Por fin se ha decidido a dejarse llevar por la relación con Abie? —Por la cara que Ámbar puso se confirmó—. Me encantaría verlos por un agujerito.

    —Son tal para cual. ¿No dicen que los opuestos se atraen? Este es el ejemplo más claro de que es cierto.

    —¿Tan bien se llevan?

    —Como el perro y el gato. Y, aun así, no pueden estar el uno sin el otro.

    —¡Quién lo iba a decir conociendo sus principios! ¿Han cambiado las cosas con respecto a tu familia? —Daria mudó a un gesto más afligido al comentarlo.

    —Por desgracia, sí. Les hemos mandado, igualmente, invitaciones para nuestra boda. Después de cómo empezamos el año, dudo que nadie se deje caer por allí.

    —Joder. Qué coñazo. Lo siento. ¿Y tu hermana?

    —Otra traidora. ¡Y yo creyendo que estaba de mi lado!

    —A raíz de esto, ¿qué ocurrirá con tu sobrina?

    —Nada cambia con mi sobrina. Voy a seguir consintiéndola, aunque los regalos vengan de regreso. Volverán a ser enviados. El problema, verla por videollamada. Ya no será ni tan igual.

    Daria la abrazó.

    —Lo siento.

    Seth dio unos pasos hacia ella para reclamarla. Quería consolarla sabiendo cómo se sentía por este tema, pues él había estado de por medio. Él era la razón de tan gran disputa.

    —Lo siento —se disculpó con ella.

    Ámbar lo miró a los ojos.

    —No es culpa tuya. Es decisión mía. Tú has alegrado mi vida con tu llegada. —Forzó una sonrisa, pues por dentro se sentía aún arrasada cuando al dichoso tema le daba por hacerse presente y, sobre todo, mencionarse—. Contigo, nada es aburrido.

    Él la observó estupefacto.

    —¿De verdad?

    —¡Claro! Siempre puedo ir acompañada de cámaras al baño —bromeó.

    Le provocó una carcajada que se contagió al resto.

    —Me alegra ver que no pierdes tu buen humor.

     —No dejaré que nadie perturbe mi buen estado de ánimo.

    Seth alzó una mano mostrando su palma. Esta se la chocó. Luego la abrazó con dulzura.

    —Esa es mi chica.

https://youtu.be/7FUo3xYXZao

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